Roundup no es el único problema de Monsanto

Las semillas de Monsanto son resistentes a su herbicida Roundup, o glifosato, ahora clasificado como potencialmente cancerígeno.
Monsanto Co., el gigante agroindustrial estadounidense, enfrenta algunos de sus retos más complicados en muchos años. La conjunción de la decisión de la Organización Mundial de la Salud de catalogar su marca líder de herbicida como un posible agente cancerígeno, el ajuste de costos de los agricultores de Estados Unidos y las críticas de los consumidores a los alimentos biotecnológicos oscurecen el horizonte de la compañía.
El desafío más reciente e importante provino de la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer (IARC, por sus siglas en inglés), un organismo de la OMS, que la semana pasada clasificó el glifosato -que Monsanto comercializa bajo la marca Roundup- como una sustancia potencialmente cancerígena para los humanos. Esta es la crítica de más alto nivel lanzada contra Roundup, un producto que el sector agrícola de EE.UU. ha considerado durante décadas como un medio seguro de proteger cultivos y jardines.
Monsanto ha refutado airadamente la clasificación, dada a conocer el 20 de marzo. En una señal de la seriedad con que ha tomado el asunto, la compañía orquestó una amplia campaña en la que convocó a académicos y representantes del sector agrícola para poner en duda el hallazgo.
La crisis golpea a Monsanto luego de 12 meses en que sus acciones han permanecido estancadas, muy a la zaga del aumento de 11% del índice S&P 500 y más lejos todavía del alza de 65% experimentada por sus títulos entre 2009 y 2014. Las cosechas récord de 2013 y 2014 en EE.UU. tampoco han ayudado a Monsanto puesto que los precios del maíz y la soya han caído a su nivel más bajo en años, lo que llevó a algunos agricultores a elegir semillas más baratas y ahorrar en otros suministros. Igualmente, el fortalecimiento del dólar ha encarecido las semillas y los agroquímicos para otras potencias agrícolas, como Brasil, según analistas.
Monsanto y otras compañías de semillas biotecnológicas han invertido grandes sumas para contrarrestar la campaña contra los alimentos genéticamente modificados, parte de un movimiento que ha impulsado las ventas de productos no transgénicos. Por su parte, los agricultores tienen que vérselas con hierbas que se han vuelto resistentes al glifosato y proteínas insecticidas generadas por algunos cultivos biotecnológicos.
«Les llueve sobre mojado», dice Mark Connelly, analista de la corredora CLSA Ltd. La clasificación de la IARC, añade, «es muy significativa porque es la primera vez que un organismo relativamente creíble ha apuntado contra el glifosato».
Las acciones de Monsanto cayeron casi 3% en la última semana.
Otros analistas, sin embargo, creen que el mayor problema de Monsanto es el derrumbe de los precios de los cultivos. Los futuros del maíz descendieron 47% en los últimos dos años y los de la soya 33%, lo que redujo el poder de compra de los agricultores, algo de lo que Monsanto depende para vender más semillas de alta tecnología y servicios agrícolas. El Depar-tamento de Agricultura de EE.UU. proyectó en febrero que los ingresos del sector agrícola se reducirán en casi un tercio este año, llegando a su nivel más bajo desde 2009.
Monsanto, domiciliada en St. Louis, Missouri, pasó a dominar el negocio de semillas agrícolas luego de subirse al tren de la biotecnología a inicios de los años 80. A comienzos de la década previa, Monsanto había patentado y lanzado al mercado un método para insertar en las semillas genes que las volvían resistentes al glifosato. Desde que las semillas Roundup Ready sa-lieron a la venta en 1996, se convirtieron en omnipresentes. Veintiocho países han adoptado cultivos biotecnológicos, según ISAAA, una organización del sector. EE.UU. es el líder con 73,1 millones de hectáreas dedicadas a variedades transgénicas en 2014, seguido por Brasil, con 42,2 millones, y Argentina, con 24,3 millones.
Los agricultores adoptaron rápidamente estos productos, en parte porque el glifosato hace que sea fácil erradicar las malas hierbas que asfixian cultivos y disminuyen los rendimientos de un campo, pero también porque era más seguro que otros químicos más antiguos, afirman académicos.
El segmento de productividad agrícola de Monsanto, que incluye Roundup, generó US$5.100 millones en ingresos en el año fiscal 2014, cerca de un tercio de las ventas de la compañía. De todos modos, la ardua competencia de fabricantes de glifosato hace que la rentabilidad de la división sólo equivalga a 63% de la del negocio de semillas, el principal de Monsanto. Algunos analistas creen que la empresa podría llegar a escindir la división. Monsanto se negó a comentar al respecto.
«Esperamos que nuestros clientes agricultores continúen usando (glifosato) y no prevemos un impacto en nuestras ventas», dijo el martes Brett Begemann, presidente de Monsanto, en una conferencia telefónica con periodistas.
Chris Novak, presidente ejecutivo de la Asociación Nacional de Productores de Maíz de EE.UU., respaldó la seguridad del glifosato y dijo en la misma rueda de prensa que el dictamen de la IARC «genera temor y confusión innecesarios».
Monsanto ha solicitado una reunión con la OMS para tratar el tema. La empresa quiere que la agencia reclasifique el producto como no cancerígeno.
Monsanto probablemente tenga que responder numerosas preguntas sobre el tema el 1 de abril, cuando anuncie las ganancias del segundo trimestre fiscal. La empresa es un blanco favorito para grupos de consumidores y activistas críticos de los trans-génicos y la agroindustria. La veloz reacción de Monsanto a la clasificación del glifosato se produce luego de que sus ejecutivos reconocieron que se demoraron mucho en responder a la preocupación pública y la desconfianza respecto de los cultivos genéticamente modificados.
Dado que la clasificación de la IARC se basó en investigaciones existentes sobre el glifosato en lugar de realizar nuevos estudios, es poco probable que las autoridades regulatorias tomen alguna medida, dice Thomas Redick, abogado que asesora a grupos agrícolas sobre regulaciones.
Brett Wong, analista de Piper Jaffray, dijo en una nota a sus clientes esta semana que las preocupaciones por la clasificación son «exageradas» y agregó que la IARC ha clasificado el consumo de alcohol y los turnos nocturnos como otras fuentes potenciales de cáncer..

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