Daniel Scioli asumió una verdad que negó largo tiempo. El reto público del martes y la personalísima decisión de girarle un tercio de los fondos fulminaron su hipótesis de que las embestidas K son un antojo de los entornistas de Cristina de Kirchner. No de ella.
Forzado a cuotificar el aguinaldo, con una colección de paros en agenda y sabedor de que deberá suplicar recursos cada mes, Scioli pondrá en juego su destreza para el autocontrol: transitar el estrechísimo sendero de defender su gestión sin atacar a la Casa Rosada.
Un oficio complejo. «Tener razón no soluciona el problema», dicen los sciolistas tras eslabonar los argumentos sobre la «inequidad» que, sostienen, padece la provincia. Simple: el derecho a recibir más recursos no basta para que eso se produzca.
El mandato zen que emitió el gobernador es «no atacar» a Cristina. Exponer los elementos que muestran la desigualdad que sufre la provincia, pero sin imputársela a la Casa Rosada. Casi como si se tratara de una abstracción, un fenómeno de generación espontánea.
Pero de la Presidente para abajo, todo vale. Es un artilugio de marketing: no romper con Cristina de Kirchner, pero tensar y chocar con cada uno de sus soldados. El fin de semana, en la junta de La Juan Domingo se habló mal y mucho de Gabriel Mariotto, el vicegobernador.
Scioli evaluó el fin de semana ponerse hoy al frente de la crisis. Está previsto que salga, en persona, a explicar el porqué del desdoblamiento del aguinaldo, siempre dentro de un marco pacifista, incluso de agradecimiento a la Presidente por la asistencia financiera.
En paralelo, sus ministros -en particular Alberto Pérez, el jefe de Gabinete, pero también Silvina Batakis, de Economía, y Alejandro Arlía, de Infraestructura y antecesor de La Griega- se abocarán a recitar las teóricas virtudes de la administración sciolista.
La tercera maniobra será legislativa. Mañana, si no aparece una contraorden, diputados y senadores alineados con el gobernador presentarán un proyecto con simbolismo político sobre la coparticipación y la eliminación del tope del Fondo del Conurbano.
En un solo párrafo, el texto expresa que verían con agrado que el Congreso Nacional fije un nuevo régimen de distribución de recursos y también borre el límite de $ 650 millones en el reparto de los excedentes de la recaudación del Impuesto a las Ganancias (ver aparte).
Debate reabierto
La doble avanzada de Cristina de Kirchner sobre Scioli, el martes en persona y el jueves a través de Hernán Lorenzino -que estuvo amable con el gobernador, en La Plata, antes del «speach» crítico por TV- reavivó un antiguo debate sobre la distribución de fondos.
Un solo dato: si no existiese el tope de $ 650 millones en el Fondo del Conurbano, el 10% de la recaudación de Ganancias que recibía Eduardo Duhalde en los años 90, equivaldría en la actualidad a $ 12.425 millones de pesos. Una cifra cercana al déficit bonaerense.
En su momento, sometido por Néstor Kirchner, Felipe Solá agitó el mismo debate. Sin éxito. El exgobernador saldó su urgencia financiera con una reforma en el negocio del juego: elevó el canon y extendió licencias, con lo que consiguió recursos adicionales.
El déjà vu noventista en su faceta económica referida al Fondo del Conurbano instala, además, una remake de carácter político: con otra intensidad, la tensión entre Duhalde y Carlos Menem que reinó en la segunda parte de los 90 reaparece en el forcejeo entre Scioli y Cristina.
Una variable que explora el gobernador remite a una solución «a lo Solá». Un proyecto que le arrimaron desde el Parlamento recomienda extender las licencias de manera automática a los bingos.
De prosperar -algo, por ahora, en veremos-, ese jubileo binguero no regiría para todos: las explotaciones de Boldt, a la que en noviembre le caduca el contrato del casino Trillenium de Tigre, no podría adherirse al beneficio.
Gestos
El planteo sobre la inequidad en el reparto de fondos y la defensa de la gestión de Scioli aparecen anudados. El fin de semana, el secretario general de la Gobernación, Luciano Di Gresia, confeccionó un informe para refutar las cifras que el martes dio la Presidente.
El día en que les reclamó a los gobernadores «administrar y gestionar», la Presidente sostuvo que en 2011 la Nación, en todo concepto -coparticipación, obras, jubilaciones, refinanciamiento de deuda, planes sociales, etc.- envió a Buenos Aires $ 136 mil millones.
En paralelo elogió a provincias como Formosa, La Pampa y Santiago del Estero. El escrito que circuló en el sciolismo precisa, entre otras cosas, que en 2011 la provincia recibió 1.444 pesos por habitante mientras Formosa, 7.096; La Pampa, 6.049, y Santiago, 4.856.
En ese rubro, Scioli también pide cautela. Mira el pasado cercano: no quiere quedar prisionero del enfrentamiento interior-Buenos Aires que le impidió a Duhalde, a fines de los 90, surcir un entramado político nacional con los demás gobernadores.
En el último tiempo, además de la cita pública con José Manuel de la Sota y la visita al mendocino Francisco «Paco» Pérez -con excusas que le montó el presidente del Grupo BAPRO, Santiago Montoya-, Scioli tendió puentes sigilosos con buena parte de los caciques del PJ.
Liberó, incluso, a los sponsors de La Juan Domingo para que encaren un ordenado proceso de expansión por las provincias sin pisar, por ahora, los dominios peronistas.
En paralelo, avaló otros movimientos internos: en plena turbulencia, validó un masivo show de jubilados que montó Mariano Cascallares, titular del IPS, que regó de color naranja la presentación. También avaló un acto de Cristina Álvarez Rodríguez con jóvenes.
La lluvia ácida sobre Mariotto llega, por otras vías, al neocamporismo. Para defender el gasto en publicidad, Scioli registró la estadística según la cual Buenos Aires es la provincia que, proporcionalmente, menos gasta de las 24 jurisdicciones. Está por debajo del 0,5% del Presupuesto.
En esa ficha se mixturan detalles sobre la crítica K a los recitales sciolistas: linkean una campaña del área de juventud bonaerense cuando la manejaba Santiago Carrera, exfuncionario de Scioli ahora senador ultra-K, que incluyó 30 shows musicales. Pequeñas anécdotas.