Mientras todos miramos para otro lado (y vaya si hay para dónde mirar en los días que corren), la economía emite desesperadas señales de alerta. Hace rato que en el tablero del equipo económico se prendió la luz amarilla. Pero el tiempo pasa, las turbulencias se profundizan y los pilotos al mando no logran sacar a la aeronave de la zona de tormenta.
La inflación pareciera haber escapado de las manos de un gobierno que luce en un callejón sin salida. Debe frenar el aumento de los precios, porque si la inflación anualizada alcanzara el 10% los salarios se dispararían y el aterrizaje sería duro, y con víctimas. Pero al hacerlo como hasta ahora, con la política monetaria como única arma, el dólar se hunde más y más, y los que exportan pagan la cuenta. ¿Por qué? Porque les pagan con un dólar barato, mientras deben pagar en pesos que son muy caros los salarios, la energía, el agua y todos los demás servicios. El resultado, una pérdida progresiva de la competitividad que ya ha puesto a muchos sectores industriales en riesgo y que, de mantenerse, afectará el empleo en el sector manufacturero.
El equipo económico que responde al vicepresidente Danilo Astori quiere privilegiar la lucha contra la inflación. Cueste lo que cueste. Pero no hay que olvidar que hay otro equipo económico, uno de alternativa que responde al mismísimo presidente José Mujica, y ese siente que mantener la competitividad debe ser la prioridad. Mientras cada uno manotea el control, el avión se mueve, a un lado y a otro, pero la turbulencia no hace sino empeorar. Y más de un pasajero ya perdió el apetito.
Para colmo, mientras el mundo se cae, nuestro país sigue aumentando el gasto. Sigue entrando gente al Estado. Paga Juan Pueblo. Y se habla con naturalidad de «espacio fiscal» para justificar un aumento de 140 millones de dólares en el presupuesto anual. Total, mientras haya con qué, más vale seguir repartiendo.
Ahora el ministro de Economía y Finanzas, Fernando Lorenzo, acaba de pedir públicamente a los supermercados que congelen los precios. Parece fácil. Si los precios no aumentan, la inflación baja. Y todavía queda el recurso, que ya puso en práctica el gobierno de Tabaré Vázquez, de pedir que una lista determinada de productos baje un 10% de precio. La muestra oficial registra esas rebajas y la inflación baja. ¿No es tan sencillo que da ganas de ser ministro de Economía?
Pero el ministro, ¿piensa en qué va a pasar con las empresas que producen esos alimentos cuyo precio hay que congelar? ¿Ha considerado que mientras se les pide que congelen el precio de sus productos, se les exige que sigan dando aumentos salariales muy importantes a sus trabajadores? ¿Ha pensado en que las tarifas públicas no se congelan para esas empresas, sino que siguen aumentando?
El costo, ¿lo van a pagar los mismos de siempre? ¿Los que tienen más? ¿Y hasta cuándo? ¿Hasta que los que tengan más ya no tengan más? ¿Y entonces? ¿A quién le vamos a sacar?
elpepepregunton@gmail.com
El País Digital
La inflación pareciera haber escapado de las manos de un gobierno que luce en un callejón sin salida. Debe frenar el aumento de los precios, porque si la inflación anualizada alcanzara el 10% los salarios se dispararían y el aterrizaje sería duro, y con víctimas. Pero al hacerlo como hasta ahora, con la política monetaria como única arma, el dólar se hunde más y más, y los que exportan pagan la cuenta. ¿Por qué? Porque les pagan con un dólar barato, mientras deben pagar en pesos que son muy caros los salarios, la energía, el agua y todos los demás servicios. El resultado, una pérdida progresiva de la competitividad que ya ha puesto a muchos sectores industriales en riesgo y que, de mantenerse, afectará el empleo en el sector manufacturero.
El equipo económico que responde al vicepresidente Danilo Astori quiere privilegiar la lucha contra la inflación. Cueste lo que cueste. Pero no hay que olvidar que hay otro equipo económico, uno de alternativa que responde al mismísimo presidente José Mujica, y ese siente que mantener la competitividad debe ser la prioridad. Mientras cada uno manotea el control, el avión se mueve, a un lado y a otro, pero la turbulencia no hace sino empeorar. Y más de un pasajero ya perdió el apetito.
Para colmo, mientras el mundo se cae, nuestro país sigue aumentando el gasto. Sigue entrando gente al Estado. Paga Juan Pueblo. Y se habla con naturalidad de «espacio fiscal» para justificar un aumento de 140 millones de dólares en el presupuesto anual. Total, mientras haya con qué, más vale seguir repartiendo.
Ahora el ministro de Economía y Finanzas, Fernando Lorenzo, acaba de pedir públicamente a los supermercados que congelen los precios. Parece fácil. Si los precios no aumentan, la inflación baja. Y todavía queda el recurso, que ya puso en práctica el gobierno de Tabaré Vázquez, de pedir que una lista determinada de productos baje un 10% de precio. La muestra oficial registra esas rebajas y la inflación baja. ¿No es tan sencillo que da ganas de ser ministro de Economía?
Pero el ministro, ¿piensa en qué va a pasar con las empresas que producen esos alimentos cuyo precio hay que congelar? ¿Ha considerado que mientras se les pide que congelen el precio de sus productos, se les exige que sigan dando aumentos salariales muy importantes a sus trabajadores? ¿Ha pensado en que las tarifas públicas no se congelan para esas empresas, sino que siguen aumentando?
El costo, ¿lo van a pagar los mismos de siempre? ¿Los que tienen más? ¿Y hasta cuándo? ¿Hasta que los que tengan más ya no tengan más? ¿Y entonces? ¿A quién le vamos a sacar?
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El coro neocon suena siempre igual, a ambas orillas del plata.