Por Roberto Aguirre – robertoaguirre@rionegro.com.ar
Los especialistas en marketing deberían estudiar el caso Vaca Muerta. Pocas veces en la historia una construcción de sentido tan negativa se instaló con tanta fuerza en el imaginario colectivo como ocurrió con la formación estrella neuquina.
Ese pedazo de roca ubicado 2.500 metros bajo tierra aloja petróleo y gas de altísima calidad, pero también encierra las esperanzas del porvenir nacional. Allí está depositada la posibilidad de llegar al tan anhelado autoabastecimiento, que le ahorraría al país 12.000 millones de dólares al año. La dura lutita bituminosa también abriga la expectativa de Neuquén de sostener al menos por medio siglo su próspera economía de ADN petrolero. Inclusive hay quienes alimentan la fantasía de que Argentina podría exportar hidrocarburos y convertirse, parafraseando a la presidenta Cristina Kirchner, en la Arabia Saudita de América Latina.
«Vaca Muerta no es una joyería, es un supermercado Coto», suele repetir Miguel Galuccio, CEO de YPF. Para poner en números el espíritu de esa afirmación alcanza con ver el verdadero impacto que tiene en la producción nacional. Tan sólo el 4% del petróleo y el 1,4% del gas que extrae Argentina proviene de la formación estrella. Ésta es una vaca que está lejos de ser atada.
Pero a la tozudez geológica de la dura roca madre que se resiste a ser fracturada hay que sumarle un complejo cóctel que puso a Vaca Muerta en un laberinto.
Por un lado, la situación interna del país oficia de limitante. Si bien la vuelta de YPF a manos del Estado sirvió para poner primera en el desarrollo no convencional, la macroeconomía colaboró poco con el principal objetivo de Galuccio: conseguir los 10 ó 15.000 millones de dólares anuales que harían falta para activar el gigante dormido.
Por eso será clave que Argentina resuelva el affaire con los fondos buitre, salga del default sui generis en el que ingresó y se abra a un mercado internacional de alta liquidez y tasas bajas. Mientras que las compañías internacionales pueden tomar deuda afuera a tasas del 2 ó 3% según el proyecto a financiar, YPF no pudo hacerlo a menos del 6,5% y hoy difícilmente conseguiría una tasa de un solo dígito.
La nueva ley petrolera congeló el mapa de concesionarios y abrió la puerta a períodos más largos con prórrogas infinitas. Esta virtual perpetuidad sobre el campo, además de algunas «zanahorias» como la posibilidad de disponer de parte del petróleo producido y condiciones tributarias fijas, podría oficiar de atractivo para que las empresas se asocien y vayan por Vaca Muerta. Algunas firmas privadas como Shell, Exxon, Total, Petrobras y PAE podrían incurrir en estas joint ventures. Pero por ahora avanzan a un ritmo lento, esperando acaso que el panorama se aclare.
Al complicado frente interno, la prosperidad de Vaca Muerta deberá sumar la abrupta caída del precio del crudo, que se desplomó un 50% en unos pocos meses. Las explicaciones de esta caída abundan en teorías del complot y referencias políticas. Lo cierto es que una vez más, a contramano de lo que todos esperan, el commodity más emblemático después del oro le da un cimbronazo al sector energético en todo el mundo.
Con los precios de las empresas desplomándose, Estados Unidos ya empezó a bajar equipos del campo. El precio de corte para el shale es mucho más alto que los 60 dólares que paga por estas horas la variedad Brent en los mercados a futuro.
¿Qué pasará con Vaca Muerta? Un estudio de Morgan Stanley asegura que es inviable con un barril a menos de 83 dólares. Para evitar un terremoto en la actividad, Nación y los gobernadores de la Ofephi buscaron blindar al país a través de una nueva y singular invención argentina: un «barril criollo» a 77 dólares. Ese crudo sobrevaluado -pagado básicamente por los consumidores cada vez que llenan el tanque del auto- podría ser una clave para sostener el desarrollo. Pero sus efectos reales se verán en algunos meses.
Aun si los planetas económicos se alinearan, la gran esperanza energética tiene otros desafíos por delante. Es poca la mano de obra calificada para estos proyectos. Tomar un ingeniero especializado de primer nivel, por caso, exige a las empresas una suma de seis cifras y un bonus inicial de siete u ocho salarios. El mercado laboral es escaso.
A su vez, Vaca Muerta es un motor de Ferrari corriendo en la carrocería de un desvencijado Fiat 128. No hay ruta que aguante el tránsito de camiones ni infraestructura urbana que soporte la oleada poblacional que les espera a Neuquén y parte de Río Negro. Gobiernos y empresas deberán necesariamente acordar una política para que los frutos del subsuelo se vean en la superficie. Aquí, la «mano invisible» deberá estar más visible que nunca para evitar las distorsiones y garantizar la distribución de la riqueza, que debería ser la meta principal de todo desarrollo productivo.
Los especialistas en marketing deberían estudiar el caso Vaca Muerta. Pocas veces en la historia una construcción de sentido tan negativa se instaló con tanta fuerza en el imaginario colectivo como ocurrió con la formación estrella neuquina.
Ese pedazo de roca ubicado 2.500 metros bajo tierra aloja petróleo y gas de altísima calidad, pero también encierra las esperanzas del porvenir nacional. Allí está depositada la posibilidad de llegar al tan anhelado autoabastecimiento, que le ahorraría al país 12.000 millones de dólares al año. La dura lutita bituminosa también abriga la expectativa de Neuquén de sostener al menos por medio siglo su próspera economía de ADN petrolero. Inclusive hay quienes alimentan la fantasía de que Argentina podría exportar hidrocarburos y convertirse, parafraseando a la presidenta Cristina Kirchner, en la Arabia Saudita de América Latina.
«Vaca Muerta no es una joyería, es un supermercado Coto», suele repetir Miguel Galuccio, CEO de YPF. Para poner en números el espíritu de esa afirmación alcanza con ver el verdadero impacto que tiene en la producción nacional. Tan sólo el 4% del petróleo y el 1,4% del gas que extrae Argentina proviene de la formación estrella. Ésta es una vaca que está lejos de ser atada.
Pero a la tozudez geológica de la dura roca madre que se resiste a ser fracturada hay que sumarle un complejo cóctel que puso a Vaca Muerta en un laberinto.
Por un lado, la situación interna del país oficia de limitante. Si bien la vuelta de YPF a manos del Estado sirvió para poner primera en el desarrollo no convencional, la macroeconomía colaboró poco con el principal objetivo de Galuccio: conseguir los 10 ó 15.000 millones de dólares anuales que harían falta para activar el gigante dormido.
Por eso será clave que Argentina resuelva el affaire con los fondos buitre, salga del default sui generis en el que ingresó y se abra a un mercado internacional de alta liquidez y tasas bajas. Mientras que las compañías internacionales pueden tomar deuda afuera a tasas del 2 ó 3% según el proyecto a financiar, YPF no pudo hacerlo a menos del 6,5% y hoy difícilmente conseguiría una tasa de un solo dígito.
La nueva ley petrolera congeló el mapa de concesionarios y abrió la puerta a períodos más largos con prórrogas infinitas. Esta virtual perpetuidad sobre el campo, además de algunas «zanahorias» como la posibilidad de disponer de parte del petróleo producido y condiciones tributarias fijas, podría oficiar de atractivo para que las empresas se asocien y vayan por Vaca Muerta. Algunas firmas privadas como Shell, Exxon, Total, Petrobras y PAE podrían incurrir en estas joint ventures. Pero por ahora avanzan a un ritmo lento, esperando acaso que el panorama se aclare.
Al complicado frente interno, la prosperidad de Vaca Muerta deberá sumar la abrupta caída del precio del crudo, que se desplomó un 50% en unos pocos meses. Las explicaciones de esta caída abundan en teorías del complot y referencias políticas. Lo cierto es que una vez más, a contramano de lo que todos esperan, el commodity más emblemático después del oro le da un cimbronazo al sector energético en todo el mundo.
Con los precios de las empresas desplomándose, Estados Unidos ya empezó a bajar equipos del campo. El precio de corte para el shale es mucho más alto que los 60 dólares que paga por estas horas la variedad Brent en los mercados a futuro.
¿Qué pasará con Vaca Muerta? Un estudio de Morgan Stanley asegura que es inviable con un barril a menos de 83 dólares. Para evitar un terremoto en la actividad, Nación y los gobernadores de la Ofephi buscaron blindar al país a través de una nueva y singular invención argentina: un «barril criollo» a 77 dólares. Ese crudo sobrevaluado -pagado básicamente por los consumidores cada vez que llenan el tanque del auto- podría ser una clave para sostener el desarrollo. Pero sus efectos reales se verán en algunos meses.
Aun si los planetas económicos se alinearan, la gran esperanza energética tiene otros desafíos por delante. Es poca la mano de obra calificada para estos proyectos. Tomar un ingeniero especializado de primer nivel, por caso, exige a las empresas una suma de seis cifras y un bonus inicial de siete u ocho salarios. El mercado laboral es escaso.
A su vez, Vaca Muerta es un motor de Ferrari corriendo en la carrocería de un desvencijado Fiat 128. No hay ruta que aguante el tránsito de camiones ni infraestructura urbana que soporte la oleada poblacional que les espera a Neuquén y parte de Río Negro. Gobiernos y empresas deberán necesariamente acordar una política para que los frutos del subsuelo se vean en la superficie. Aquí, la «mano invisible» deberá estar más visible que nunca para evitar las distorsiones y garantizar la distribución de la riqueza, que debería ser la meta principal de todo desarrollo productivo.
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