Por Paula Canelo.
Recientemente, el Jefe de Gabinete Marcos Peña participó en un encuentro con los miembros del Club Político Argentino. Allí expresó interesantes definiciones sobre la fuerza política que nos gobierna, con una inesperada cintura política y una inquietante performance electoral. Según Peña, Cambiemos es “un animal nuevo en el zoológico”; por eso, dijo, “a veces no se nos entienden las señales. Tenemos otra señalética”. «Si tenemos un dogma», admitió, «es trabajar para la construcción de una mirada aspiracional” 1.
La lentitud con que la oposición reacciona frente a este «nuevo animal», es inversamente proporcional a la velocidad con que éste construye su promesa de “cambio cultural”. Promesa que hace posible su proyecto social regresivo, y que combina tres ejes.
El primer eje contrapone meritocracia con prebenda. ¿Qué es el mérito sino un criterio de justicia, que define qué caminos son legítimos y qué caminos no lo son para, por ejemplo, ascender socialmente? Entre estos criterios legítimos se encuentran, por ejemplo, el esfuerzo, el sacrificio, el talento, y otros de larga presencia en el imaginario de vastos sectores de nuestra sociedad.
Frente al mérito Cambiemos opone la prebenda, y otros criterios vinculados con la recepción de beneficios estatales, siempre ilegítimos: las dádivas demagógicas, los consumos artificiales, los subsidios indignos. “Es demagógico que un jubilado cobre 15000 pesos”, “les hicieron creer que podían vivir de esa forma eternamente”, se lamentaba por nosotros nuestra vicepresidenta Gabriela Michetti. «Le hemos devuelto a la población la dignidad de pagar lo justo por los servicios que recibe”, celebraba el presidente Macri.
La meritocracia promovida por Cambiemos es inseparable del que conocemos como imaginario individualista. Durante mucho tiempo asociamos este imaginario con los sectores altos, medios y medios-bajos de nuestra sociedad, mientras que a los sectores populares le atribuíamos propiedades vinculadas con lo colectivo: la homogeneidad, la solidaridad. Sin embargo, algunos estudios recientes nos muestran que el imaginario individualista ha desbordado a los sectores medios y altos para incluir también a los llamados sectores populares, atravesando en forma «vertical» la pirámide social (en forma similar al voto a Cambiemos, ¿no?).
No sabemos mucho aún sobre esta “individualidad popular”2, pero probablemente varias de las políticas de integración implementadas durante los años kirchneristas, que acercaron a los sectores populares a nuevos consumos, prácticas y valores, hayan fortalecido (paradójicamente, sí) su individualización. ¿Cuánto de este imaginario individualista, y de la creencia en las bondades de la meritocracia, influyen en las amplias adhesiones populares a Cambiemos, de las que el voto es sólo una instantánea?
Cambiemos nos propone dos modelos meritocráticos. Por un lado, los CEOs: individuos cuyos méritos ya habrían sido validados en el sector privado (escenario de una supuesta competencia libre y transparente). Los CEOs, nos dicen, personifican valores centrales del cambio cultural de Cambiemos, como la eficiencia o la transparencia; que, también nos dicen, son intercambiables, por lo que podría gestionarse con ellos no sólo una empresa privada, sino también la “cosa pública”. Y la vida toda, ¿por qué no?
Por otro lado, los “emprendedores”: individuos en estado puro, “hiperactores” despojados de todas las protecciones institucionales. Sus méritos permanecen siempre sujetos a verificación, ya que dependen del “éxito” (resultado) que obtengan en sus emprendimientos. Y además, privados de todo, los emprendedores deben innovar. ¿Cómo no ver en el rostro del emprendedor la cara más descarnada y voraz de la meritocracia?
Continuemos con el segundo eje del cambio cultural de Cambiemos: la naturalización de las jerarquías sobre la politización de las desigualdades. Atención con este punto: la meritocracia aplica para toda la sociedad menos para los “notables” que nos gobiernan. Ellos no serían meritócratas, sino una minoría “natural”, poseedora de propiedades excepcionales.
¿Cuáles serían esas propiedades, las del “mejor equipo de los últimos 50 años”? Primero, una inquebrantable cohesión interna, frente a una sociedad sometida a la fragmentación e individualización más feroces. Una minoría homogénea que gobierna a mayorías heterogéneas, y que lo son cada vez más gracias a las políticas implementadas precisamente por esa minoría. ¿Este imperativo de cohesión no explicará, al menos en parte, la exasperada protección del gobierno a funcionarios tan indefendibles como Triaca, Bullrich, Aguad, Caputo?
Segundo, una común pertenencia de clase. Esta minoría que nos gobierna ocupa “naturalmente” (porque sí) las posiciones más altas en la jerarquía social, en muchos casos gracias a atributos heredados, sobre los que no tiene responsabilidad, como la riqueza familiar. ¿A nuestro entender nuestro presidente se toma demasiadas vacaciones?: el ocio ha sido siempre un derecho natural de las elites. ¿Nos resulta incomprensible que los escándalos de las off-shore no les hagan mella?: a los ricos, sólo por ser ricos, se les permiten prácticas y se les aplican reglas diferentes a las del resto de la sociedad. “Los funcionarios tienen derecho a tener su dinero en el exterior”, defiende el ministro Dujovne; “es como una caja de seguridad”, nos explica, didáctico, el ministro Caputo.
Si los Macri, Peña, Braun, Prat Gay, y otros, suspendieron su cómoda vida de privilegios para rescatarnos de la prebenda, de la política, de la realidad, teniendo que embarrarse en este loco “zoológico” político nuestro, ¿cómo no agradecerles?
Mostrarse unidos y ricos es, para los miembros de Cambiemos, un extraordinario capital político-electoral. Por eso ambas propiedades (cohesión interna y pertenencia de clase) son insistentemente escenificadas mediante la “nueva señalética” que mencionaba Peña. ¿Creemos que puede funcionar el acusarlos de ser “un gobierno de ricos para ricos”? Ellos hacen de esa condición una virtud. Ellos son, en suma, una minoría excepcional, garante del mantenimiento del orden social, de las jerarquías perturbadas por la politización de las desigualdades que acompañaba al modelo anterior3.
Finalmente, proponemos como tercer eje para entender el cambio cultural de Cambiemos la oposición entre aspiración y realidad (concreta, tangible, cotidiana). La aspiración como promesa tiene una potencia extraordinaria.
Primero, porque para ser efectiva no necesita cumplirse: no requiere verificarse en la realidad, al menos en lo inmediato. El individuo que aspira no necesariamente pide resultados concretos en el corto plazo. Sólo debe mantener la aspiración como horizonte y confirmar en el poder a quien se presente como el gestor más eficiente en la tarea de despejar los obstáculos que puedan presentarse. Ahora bien ¿y si alguno de esos obstáculos resulta ser el prójimo? La aspiración no necesita cumplirse, sino mantenerse como tal ¿Puede Macri prometernos en 2016, 2017 y 2018, una y otra vez, que “lo peor ya pasó”? Puede. ¿Puede Peña decirnos que “el tarifazo es una percepción subjetiva”? Puede. Sí, pueden.
Segundo, la aspiración como promesa es un verdadero desafío para cualquier oposición. Porque no puede ser confrontada denunciando que no está siendo cumplida: sentencias como “el gobierno miente”, o “no cumple sus promesas”, no debilitan la eficacia de la promesa aspiracional. ¿Deberemos aceptar que “la única verdad es la realidad” ha perdido parte de su validez para enfrentar la promesa aspiracional? ¿Habrá dejado la realidad de ser la única verdad?
Sólo una promesa de futuro amplia, cargada de afectividad y emociones, que compita más en el plano de lo simbólico que en el de “la realidad”, podrá interrumpir esta marcha nuestra hacia lo que se parece mucho a un río donde ahogarnos.
Felices, eso sí: conducidos por la hipnótica melodía del flautista de Hamelin.
1 “El gobierno, los intelectuales y los usos políticos del pasado. Marcos Peña estuvo esta semana en el Club Político Argentino. El desinterés oficial por involucrarse en pensar el pasado fue motivo de críticas.”, Infobae, 25 de marzo de 2018.
2 ARAUJO, Kathya y Danilo MARTUCCELLI (2015): “Las individualidades populares. Análisis de sectores urbanos en Chile”, en Latin American Research Review, Vol. 50, No. 2, LASA.
3 CANELO, Paula (2017): “Un mundo con los pobres bien lejos”, Artepolítica, 15 de diciembre de 2017.