¿Es sorprendente el giro discursivo adoptado por Mauricio Macri luego de la victoria del PRO en la segunda vuelta porteña? ¿Resulta novedoso que el candidato, que en términos ideológicos, aparece más lejano a las políticas oficiales reivindique algunas de ellas? ¿Es un cambio coyuntural o un giro estratégico en la campaña presidencial de los “amarillos”? ¿Cambio Macri su discurso político a horas de la victoria “por poquito” de la segunda vuelta en la Ciudad?
Luego del triunfo de Rodríguez Larreta sobre Martín Lousteau por escasos 3% (el adjetivo va en línea con la sorpresa que generó la diferencia), la suelta de globos del macrismo se desarrolló en una atmósfera agridulce. En ese marco, el principal líder de la coalición Cambiemos ensayó un discurso que sorprendió a propios (que gritaban “nooo” ante cada estatización defendida por su líder) y a extraños (el kirchnerismo salió en banda a darle duro y parejo al ingeniero), en el que viró su estrategia discursiva del “cambio” hacia el “cambio con alguna continuidad”.
A escasos días de las PASO, esta transformación macrista ¿puede considerarse una novedad? En principio, no. Desde hace 3 años, en Sudamérica comenzó un proceso de transformación discursiva por parte de la oposición política- partidaria, que abandonó el tradicional antagonismo y censura a las políticas de los gobiernos del «giro a la izquierda». En su lugar, el nuevo dispositivo comunicacional de la derecha sudamericana se afincó en presentarse como una opción política superadora a la oficial a partir de presentarse más como una “solución” que una “oposición”. Es decir, en palabras de José Natanson, no fue casual que dicha estrategia se haya iniciado en Venezuela, que es donde tuvo su puntapié inicial la génesis de los gobiernos posneoliberales. Fue allí, cuando al iniciar el calendario electoral que derivó en la elección de octubre de 2012, el candidato opositor Henrique Capriles diagramó una táctica electoral asentada en presentarse como una figura del “cambio con continuidad”. Lejos de reprobar en totalidad la política chavista, método preferido por las oposiciones de la región hasta ese momento, Capriles prometió mantener políticas públicas neurálgicas del chavismo, como son las Misiones Bolivarianas, como así también, darle continuidad a diversos programas sociales y a la Constitución bolivariana reformada con Chávez, que habían sido los ejes críticos del antichavismo hasta ese momento. En síntesis, “mantener lo bueno y cambiar lo malo” fue el eje discursivo de su campaña electoral. Desde allí que hemos denominado como “el dilema de la caprilización” a la estrategia utilizada por el líder antichavista acá, acá y acá, para dar cuenta de esta maniobra novedosa que venía a reemplazar el frustrante camino de derrotas sistemática en la arena electoral, y en los variados procesos de inestabilidad propiciados por las fuerzas opositoras sudamericanas durante el decenio 2002-2012.
Esta estrategia también fue replicada más tarde en Brasil con la candidata Marina Silva, en Uruguay con Lacalle Pou y en Ecuador con los gobernadores electos de Quito y Guayaquil que evitan inclusive antagonizar en forma directa con Rafael Correa, al que le adjudican una gestión con aspectos positivos. Este discurso, insisto, extendido a las realidades de los países de la región enfatiza el aspecto que va “por la positiva”, que se presenta como superador de los conflictos y promete mantener “lo bueno” de los modelos exitosos de inclusión y rectificar lo “malo” de los mismos. Este discurso, sin embargo, genera un “dilema” para esas oposiciones que también, en palabras del colega Nicolás Tereschuk reciben fuertes presiones “por derecha” para mantenerse “duros” y “firmes” en el rechazo “total” a los gobiernos “del giro a la izquierda” en Sudamérica.
Durante estos años, en nuestro país, la “caprilización” fue una estrategia adoptada (y copiada con éxito en un primer momento y abandonada luego) por el candidato Sergio Massa. El ex intendente de Tigre enfrentó al kirchnerismo en las legislativas de 2013 con un discurso que se caracterizó por no enfrentar en totalidad las políticas del gobierno (a las cuales reivindicó muchas veces) y mostrarse como el candidato que las continuaría rectificando los errores y mejorando los déficit de las políticas oficiales. Sin embargo, una vez obtenido el triunfo, la estrategia viró hacia un proceso de “descaprilización” que lo llevó a alejarse de la “amplia avenida del medio”.
Cuando parecía que la “caprilización” había quedado en el olvido, y las estrategias comunicacionales de los candidatos opositores viraron hacia una vuelta a la oposición lisa y llana sin contener en el discurso las “bondades” de las política oficiales, advertimos sobre la posibilidad de que la estrategia del “cambio con continuidad” (o en este caso “continuidad con cambios”) proviniera de las usinas oficialistas. Sin embargo, y a pesar que Scioli aún mantiene ese dispositivo discursivo, el candidato kirchnerista se inclinó claramente a reivindicar los logros por sobre otras falencias del modelo económico y político de esta década.
Sin embargo, el sorpresivo cambio de Mauricio Macri, luego de la victoria porteña volvió a poner en el centro al “dilema de la caprilización”. Si es un cambio tardío, el tiempo lo dirá. Pero queda muy claro, que esta transformación de último momento del candidato del PRO-Cambiemos, responde a que en el universo político y social, las políticas del kirchnerismo gozan de una buena salud electoral. Es decir, Macri no cambió el discurso luego de la victoria en Capital (porque eso fue, un triunfo, no nos equivoquemos, el PRO no perdió en Capital, va a gobernar hasta el 2019 en una experiencia inédita para el distrito), el mismo ya estaba preparado a pesar de que hubiese sido más aceptado, aún para su tropa, si la diferencia hubiese sido superior a 12% como se preveía en el bunker amarillo. Si imaginan queridos/as lectores/as al candidato opositor improvisando un discurso luego de una hora de enterado de los resultados. Parece poco probable. Los esfuerzos de Macri por mejorar su dicción, su mensaje y su discurso llevaron mucho tiempo (miren al Mauricio de hoy y el de hace 4 años y la diferencia es notable), por lo que lejos de improvisar, el líder del PRO fue con un discurso preparado con mucha anterioridad. Para decirlo con todas las letras, la “caprilización” macrista es parte de esta etapa de la campaña, con la que pretende ganar el voto más del “centro”, e inclusive al kirchnerista desencantado. Si este cambio es eficaz, si le va a permitir achicar distancias frente a Scioli, no es el objetivo de este post, pero a primera vista pareciera que estos giros a veces, pueden trae nuevos votante en la misma medida que aleja los viejos.
En fin, la caprilización de Macri es un hecho. Hasta hoy quienes adoptaron esa estrategia discursiva han tenido éxitos y fracasos variados. Les ha permitido acercarse al votante medio, hacerle un guiño al votante oficialista y mostrarse como una instancia superadora (y contenedora) de las “buenas” políticas de los gobiernos a los que vienen a suplantar.
Faltan dos semanas para las PASO. A la espera nos encontramos de si esa “caprilización” tardía de Macri le permite agrandar el caudal final de votos o, si a pesar de esta transformación, el ingeniero, empero mantener unos guarismos históricos para el no peronismo durante el último decenio, no logra quebrar la hegemonía kirchnerista.