«La economia nunca ha sido libre:
o la controla el estado en beneficio del pueblo
o lo hacen las grandes corporaciones en perjuicio de éste».
Juan Domingo Perón
Si se ha entrenado lo suficiente el ojo y se ha entonces aprendido la ingrata habilidad de hacer a un lado a la casi totalidad de información-basura con la que el sistema propagandístico del capital distrae y confunde a la población, se percibe con claridad que es lo que ellos quieren. Lo que quieren los grandes capitalistas que manejan nuestra economía es bien concreto. Y es lo que siempre han exigido: transformar sus enormes ganancias a una moneda distinta de la que emite nuestro Banco Central (BC). Y la forma de obtener esto, ahora que –gracias a ellos, y como en casi toda nuestra historia- los dólares en en el BC no alcanzan, es a través del endeudamiento de estado.
El problema estructural clave que tenemos es el déficit de nuestra balanza de pagos. Acá hemos desarrollado en extensión la cuestión, ahora la resumiremos repitiendo algo también dicho previamente: Argentina produce más riqueza de la que consume, invierte o ahorra el 99,9% de su población. La cifra no es exagerada: los fugadores de dinero relevantes no superan por mucho a 42.000 individuos/empresas – y entre ellos, sólo el 1% es realmente relevante. Esto significa que si nuestro país no estuviera económica y culturalmente dominado por minúsculos grupos de capitalistas fugadores, tendríamos un superávit neto de riqueza, lo que a su vez significa que deberíamos tener una economía, una moneda y salarios envidiablemente fuertes. Esto no sucede por tres procesos que nunca se detienen, pero que el sistema propagandístico siempre oculta: 1) se fuga una enorme cantidad de capitales; 2) se pagan enormes cantidades de deuda; 3) se transfieren enormes cantidades de dinero en concepto de ganancias de las multinacionales.
Esta dinámica es común a la mayoría de las economías del planeta. El sistema de acumulación de riquezas de las elites globales se basa, de hecho, en estos mecanismos tan permanentes y poderosos como habilmente ocultados de las conciencias de los pueblos. Consecuencia de la constante fuga de ganancias es que las economías dominadas tienen un permanente problema de fragilidad de sus monedas, es decir de inflación. Esto se cura, desde el punto de vista de ellos, de una sola manera: no protestes y no pongas trabas. Hacé como Perú o como México, es decir: garantizános sueldos bajos, al pueblo endeudálo sin límite con los bancos, y no cuestiones nuestras ganancias, ni la fuga de ellas hacia Wall Street, la City londinense o las guaridas fiscales. Y así verás que todo andará bien, incluyendo la ausencia de inflación, que tanto afecta a los populismos desubicados. Y además, la prensa internacional te llenará de elogios y pondrá a tu nación de moda. Y tus presidentes serán bienvenidos a dar cátedra en nuestras más prestigiosas universidades.
Y cuando el modelo presente algún problema, estarán siempre disponibles los organismos de crédito internacionales. Basta ver el primer inciso de los “Artículos de Acuerdo” del FMI, que dice: “(nuestro objetivo) es dar confianza a nuestros miembros a través de la disponibilidad temporal, bajo adecuadas salvaguardias, de los recursos del Fondo. De esta manera, se les ofrece una oportunidad de corregir desajustes en sus balanzas de pagos sin tener que recurrir a medidas destructivas de la prosperidad nacional o internacional”.
Increíble, ¿verdad? Es que siempre nos están diciendo las cosas en la cara. Lo que pasa es que son muy hábiles, mucho más que nosotrxs, en manejar las venas y las arterias de los sistemas de comunicación masiva y, por lo tanto, de la elaboración de sentido de la compleja realidad. Y así fue que, por ejemplo, entre 1976 y 1982 el endeudamiento de América Latina se duplicó, pero para dedicar el 70% de la nueva deuda a pagar deudas contraídas unos años antes. Y así es también que en la última década los argentinos pagamos más de 80 mil millones de verdes por deuda contraída durante las fiestas de bonos de la dictadura y del menemismo. Esto incluye más de 30 mil millones de las reservas del BC desde 2009. Y lo notable es que no hablemos más de esto –o, más bien, que cuando hablamos de política, no hablemos casi exclusivamente de esto.
De hecho, ¿alguien se ha puesto a pensar con tranquilidad lo que significaría que todo ese dinero hubiera quedado en las arcas de nuestro estado? Gente: no sólo no tendríamos problemas de balanza de pagos y habrían nuevas e incontables obras públicas transformadoras. Además, estaría garantizada la continuidad del modelo político que, con exceso de suavidad para troskolandia, y con fascismo totalitario para el capital y sus mediáticos profetas del odio, intenta distribuir más éticamente las riquezas de esta aun colonizada tierra.
A continuación veremos primero un par de ejemplos de las falacias emitidas desde el sistema propagandístico para convencernos que conviene volver a endeudar al estado. Luego, una breve referencia a lo que parece ser la creciente tentación de muchos compañerxs por elegir la salida aparentemente fácil de rendirse y endeudarse. Después, un argumento electoral para evitar tomar nueva deuda. Por último, unas reflexiones que no derrochan optimismo.
I – Sabia máxima
Son innumerables los pedidos de endeudamiento pronunciados desde las columnas escritas o audiovisuales de aquellas personas que, dado que el término “mercenario” no goza en estos tiempos de buena imagen, se hacen llamar “periodistas” o “economistas”. Ojalá en algún rincón de la patria alguien esté haciendo el recuento y archivo, para un mejor, necesario, colectivo y futuro aprendizaje. Acá nos limitaremos primero a citar un reciente ejemplo de un prestigioso economista, para luego bajar un par de divisiones y comentar una columna que, contra lo que pueda suponerse, no apareció en la sección humorística del más cancerígeno de los diarios.
Decía el otro día un señor que en 2011 logró que nuestro estado le cambiara a fugable rúcula quince millones de verdes (a la linda tasa de 4,30 p por dólar): “los bajos niveles de deuda en el mercado de los que parte el país (…) le dan margen al Gobierno para usar transitoriamente el crédito, a fin de estabilizar la coyuntura macroeconómica, financiando simultáneamente la negociación por el fallo, por demás injusto, a favor de los buitres. (…) están dadas las condiciones para que los sectores público y privado puedan iniciar, con crédito a largo plazo, una agenda agresiva de inversión en bienes de capital e infraestructura”.
El mismo “economista” agregaba esta semana que “entre 2010 y 2011 el salario en dólares aumentó un 50% y eso provocó un éxito político fenomenal», y que, a su entender, a partir de enero próximo, cuando caiga la cláusula Rufo y “se pueda negociar con los buitres”, si el país «accede a emitir bonos a mercados internacionales, todos los fantasmas van a desaparecer«. Lo que el señor al que gentilmente le cambiamos quince palos no dice es que el (efectivamente inviable) aumento de salarios en dólares de esos años no fue porque el pueblo y los empleadores enloquecieron, sino porque los formadores de precios iniciaron, ya lentamente desde 2005, y a toda marcha a partir de 2008, un proceso inflacionario que llevó al descalabro de esos años, mientras el gobierno mantenía el tipo de cambio semifijo para evitar aún más inflación (y sobre la responsabilidad que sí le cabe al gobierno por la inflación, hablaremos al final de este post).
La otra columna es, cómo decirlo, rara. Intenta, por ejemplo, justificar la eterna mentira de la emisión causa inflación diciendo que el orden de los factores no altera el producto. Es decir, la consecución entre causa y efecto no es relevante. Interesante. Habrá que reescribir unos cuantos tratados de lógica. Pero bueno. Luego, va a los bifes: “¿cómo hacen los 117 países que nos superan en déficit, pero tienen menor inflación? Simple: no empapelan, se endeudan”. El desendeudamiento kirchnerista sería así estar “violando una sabia máxima de Pellegrini que se practica en todas las latitudes: las deudas se pagan con deudas”.
Luego arremete con otra de las clásicas falacias del global relato capitalista. Esconde la rentista y/o oligopolista punta de la pirámide social juntándola con quienes transpiran cada peso ahorrado. Así, no devaluar más el peso implicaría “más subsidio para que el top 20% pueda retirar dólar-ahorro o se vaya de paseo al exterior”. Esto es notable. Primero, porque como bien sabe cualquier argenta/o que vivió los setenta o los noventa, el modelo “estado pequeño y alto endeudamiento” que ellos proponen genera, entre otras cosas, dólares muy baratos para el “top 20%”. Segundo: nótese cómo les molesta que aproximadamente 900.000 jefxs de familia puedan comprar, desde enero de este año, dólares del BC. Y claro, es que pasan dos cosas: por un lado, se evita así la histeria antipesificadora de aquella parte de la clase media que tiene la suerte de estar en la economía formal y que ellos son expertos en azuzar. Y peor aun: la capacidad de cambiarle pesos por dólares al BC es exactamente lo que desde hace (lamentablemente sólo) tres años se les ha complicado a los grandes ganadores de dinero.
Y por si alguien todavía no lo sabe, la compra promedio de las familias del “top 19,9%” (la que viene después del verdadero top, el 0,1%) son unos castigados 600 dólares mensuales. Y aunque duela hay que recordarlo: si hubiésemos discriminado antes entre ricos y pobres al instalar el cepo, las elecciones del 2013 se ganaban.
Avanza el artículo luego hacia otra de los tantas mentiras del discurso económico de la gran prensa. Afirma que “más deuda querría decir menos emisión (menos inflación, menos brecha, menos recesión) y además más importaciones, por lo tanto, menos recesión todavía”. Qué curioso, ¿será que en ciertas universidades no explican que los dólares que el Norte amablemente nos ofrece a cambio de títulos de deuda se los utilizaría no para importar sino para financiar la fuga de capitales? Fuga que, como se explica en el artículo de Zaiat arriba citado, implicó más de 70 mil millones de pérdida de riqueza para el país sólo durante lo que va de los mandatos de Cristina.
Por otra parte, hay una doble mentira en el argumento, dado que en realidad nuestro país tiene un importante superávit comercial desde hace más de una década. Esto significa que dólares para importar no sólo no faltan, sino que sobran, y esto a pesar del grave error de haber caído en un déficit energético estructural. Para lo que faltan dólares, gente, es para pagar las deudas contraídas en décadas previas. Y, sobre todo, para que la megaempresas que cada día, beneficiadas por el modelo distribucionista, juntan infinitos pesos en infinitas carretillas, puedan luego transformalos en verdes -y así fugarlos.
Finaliza el artículo repitiendo lo que hoy se lee ad nauseam en Ámbito, El Cronista, y tantos otros vergonzosos medios más, incluyendo a la casi totalidad de la prensa del Interior: que está re barato endeudarse. Y que si nos quieren cobrar un poco más que a Brasil, ponéle, es porque “la deuda argentina es tan cara como la de cualquier país que dijera: no me endeudaré. Nada aterra más a un acreedor que un deudor que no quiere endeudarse”. Y con poco elegante dramatismo concluye entonces: “nunca, en la historia económica argentina, se hizo tanto daño durante tanto tiempo por tan poca plata”.
II – La tentación
Lo que una y otra vez los grandes capitales de estas tierras (es decir personas que, mayoritaria pero no exclusivamente, son empleadas de billonarios que viven afuera) le dicen a nuestros funcionarios es simple: déjennos cambiar pesos por dólares y no hacemos más bardo. Más allá de la obvia mentira -dado que no toleran a un gobierno que intenta, aun si moderadamente, cambiar la estructura económica y social- hay que reconocer que es difícil no tentarse. Imagináte que de repente no dejaran de vender autos a pesar de la fuerte demanda, o que no boicotearan más Precios Cuidados a pesar del consumo masivo que se ha logrado, o que miles de “comunicadores” empezaran a decir a los millones que los escuchan, ven o leen que, bueno, después de todo, al fin y al cabo, Cristina no era tan irracional -ya que (esto no lo dirán, claro) ha aceptado volver a venderle a sus jefes los escasos dólares del BC. Dólares que –tampoco lo dirán- habrán surgido del retorno al endeudamiento en dólares del estado argentino.
Está quien cree que hasta la aparición del fallo de la corte suprema norteamericana, Kicillof iba derecho y parejo en camino a emitir de nuevo deuda. Difícil saber la verdad. Pero no es difícil constatar que el ministro sigue dejando una puerta bien abierta, por ejemplo cuando dice “no es que el gobierno esté en contra del financiamiento externo, sino que el problema son las condiciones, las fuentes, los usos y los condicionamientos asociados a esos créditos”.
Se escucha luego a economistas que dicen jugar para nuestro lado diciendo que «sería conveniente conseguir financiamiento externo«.
Y nos preocupamos de manera definitiva cuando leemos que el nuevo presidente del Banco Central -el que parecía haber llegado para finalmente enfrentar de verdad la compra ilegal de dólares, es decir la fuga de capitales-, “mantuvo en Washington varios encuentros con inversores institucionales estadounidenses y distintos bancos de inversión, quienes le presentaron diferentes alternativas de financiamiento para el país”. Está claro: el frente endeudador dentro de nuestras filas existe.
El argumento de quienes dicen sólo uno más, sólo un poquito nomás de endeudamiento es, efectivamente, potente. Al fin y al cabo, Evo y Correa lo han hecho (aunque, sospechamos, para financiar obras, no fuga). El tema, sigue el argumento, es llegar bien a octubre 2015, renovar mandato y continuar profundizando el modelo nacional y popular. Puede ser. No lo negamos -de verdad. Pero todxs coincidiremos que la lógica es correcta si y sólo si se cumple con una condición: que esta nueva dosis de endeudamiento sea la última. Si no, lo que bien decía el otro día nuestro Jefe de Gabinete, eso de que a partir de 2018 estaremos más que bien, ya que pagaremos sólo 2000 millones de deuda anuales, no se cumplirá.
Y quienes no siguen de cerca los temas económicos por favor tomen nota: dos mil millones de deuda pueden, efectivamente, ser pagados por nuestro estado sin condicionar seriamente la balanza de pagos de nuestra economía. En cambio, los increíbles 10 mil millones a pagar el año que viene condicionan toda posibilidad de desarrollo. Nos hacen pelota, para decirlo más claro. Y se trata, siempre es necesario recordarlo, de deuda contraída antes de 2003.
La pregunta entonces es, si “volvemos a los mercados”, ¿sabremos mantenernos disciplinados, contenidos, limitados, controlados, de manera tal de no volver a condicionar el valor de nuestra moneda y nuestra capacidad de desarrollo? Elija Ud. su propia respuesta.
III – No endeudarse y ganar
Nuestro escepticismo con volver a endeudar al estado no va sólo por el lado de creer que no lograremos dominarnos en el manejo de nuestra eterna adicción. Tampoco por el más que relevante hecho que significaría abrir la puerta, es decir legitimar, una nueva fiesta de bonos del próximo gobierno -un muy factible gobierno de derecha que, gracias al endeudamiento, podrá, como hizo Menem, surfear una década o más de aparente abundancia, para luego volver a quebrarnos, y así volver a condicionar a un gobierno distributivo.
Y tampoco queremos insistir en este momento con lo que significará tener en poco tiempo un endeudamiento que no condicione nuestra balanza de pagos, una ventaja histórica, algo que no sucede desde que Perón canceló la deuda en moneda extranjera hace más de sesenta años.
En lo que queremos centrarnos, en cambio, es en una cuestión esencialmente política. Parece perderse muchas veces de vista que es lo que ha hecho que el kirchnerismo resista innumerables embates de las elites que manejan la economía y los medios, o de la nerviosa violencia del (arriesgamos) 15% de electorado gorila, o de las tribulaciones del (arriesgamos) fluctuante tercio del electorado más influenciado por el aparato propagandístico anti-estatal y anti-político.
Por supuesto, son numerosas las variables relevantes que explican el éxito electoral del peronismo K, incluyendo factores exógenos como el precio de nuestros principales productos agrícolas, y factores endógenos como la elección de un modelo de política económica distributivo, regulador y estatista, que ha generado las medidas históricas que resumen la década y que ya no es necesario reiterar.
Sin embargo, postulamos, lo que mejor explica el surgimiento de un kirchnerismo numeroso, militante y casi incondicional –lo que ha revivido al peronismo y a la política- es el encontrar en la cima del estado, otra vez y luego de tanto tiempo, a personas que, aun si lejos de ser perfectas, han demostrado estar crecientemente dispuestas a combatir las imposiciones egoistas de los grandes poderes que manejan la economía y la cultura.
Desde la bajada del cuadro y la 125, hasta el histórico discurso de Cristina el último 30 de septiembre, un movimiento popular se ha regenerado en nuestro país. Y su primera base es la confianza, que siempre debe ser renovada. Pero por debajo de la confianza hay un elemento más: la comprensión. Comprensión -intuitiva y/o racional- de cómo se mueve el mundo, o sea de las fuerzas y visiones que están en juego a través de la política. Pocos ejemplos mejores que lo sucedido, justamente, durante la 125: mientras parecía que todo se caía y el monopolio mediático festejaba por adelantado, en silencio se volvía a sublevar el subsuelo de la patria, generándose una contrafuerza que, como es sabido, terminó de emerger con las fiestas del Bicentenario, el funeral del Néstor y las elecciones de 2011.
Si la comprensión es la base de la confianza y esta de los votos, es entonces en aquella que hay que basar la acción política.
Por supuesto, es fácil dudar de esta premisa. Basta prender la cloaca televisiva -exponente inigualable de la lógica individualista y consumista de tiempos que (arriesgamos) aquí y en todo el mundo se van acabando- para creer que somos un irreparable rebaño de pobres e indefensos guanacos, y así perder toda esperanza. O constatar la imparable degeneración de una prensa escrita que cada día se basa más en un discurso distorsionante y mentiroso. Es que la hegemonía mediática financiada y manejada por las elites aplica, cada vez más deprimente y concienzudamente, el goebbeliano principio de la vulgarización, que establece que “toda propaganda debe ser popular, adaptando su nivel al menos inteligente de los individuos a los que va dirigida. Cuanto más grande sea la masa a convencer, más pequeño ha de ser el esfuerzo mental a realizar. La capacidad receptiva de las masas es limitada y su comprensión escasa; además, tienen gran facilidad para olvidar”.
Sin embargo, la dinámica política es la que demuestra que lo que se ve en los medios no es todo lo que hay. La porción del pueblo que entiende lo difícil que es todo, y la zoncera de exigir ya el mundo ideal, es suficiente para ganar elecciones. Lo que se pide a cambio es simple, complejo y algo más: un gobierno que juegue de verdad para las mayorías. No endeudarse significaría así apostar a la comprensión del pueblo, aun frente a la continuidad de las tensiones con las elites y sus mercenarios. ¿O acaso alguien no ve el impacto que tendrá en la militancia la abrumadora fiesta que se hará el sistema propagandístico al momento exacto que el estado vuelva a endeudarse? De pedir una y otra vez deuda, pasarán al instante a denunciarla. Y el subsiguiente impacto en la base kirchnerista será concreto -y tal vez definitorio.
De todos modos, y de nuevo aclarando para quienes no se especializan en economía, es importante comprender que la falta de dólares tiene fecha de vencimiento. Entre el desendeudamiento y Vaca Muerta, en pocos años las elites podrán seguir fugando cuanto quieran. Algo dificil de digerir, por supuesto, pero inútil de intentar reprimir de manera permanente. La forma estructural de terminar con la fuga es desarrollando un mejor modelo de organización económica, que genere un superávit permanente de divisas -en un salvaje mundo donde tal ambición no es facilitada, en realidad ni siquiera permitida, a las históricas tierras de saqueo, a las sólo nominalmente ex colonias. Y lograr esa transformación estructural sería, por ejemplo, evitar de una vez que a una industria automotriz dominada por una decena de multinacionales le hagamos vender un millón de autos, mientras nos generan un déficit comercial de nueve mil millones de dólares (a lo que hay que sumarles las enormes transferencias –legales, aun si inmorales- de ganancias, y las aun más relevantes transferencias blue).
En resumen: si explicamos bien lo que está sucediendo, si explicamos claramente porque piden o más bien exigen endeudar al estado, el pueblo, o más precisamente una porción suficiente de él como para ganar las próximas elecciones, comprenderá el mensaje. Y nos votarán. Y en pocos años la deuda será un recuerdo, lo que fortalecerá más de lo que casi nadie imagina nuestra economía. Y así nos diferenciaremos de casi todas las naciones de la Tierra, quebradas –como quedará bien en claro en poco tiempo- por un sistema basado en la sabia máxima de que hay que tomar deuda para pagar deudas. Sistema que por cierto enriquece a la minúscula parte de la humanidad que maneja los bancos y los medios y los fondos de inversión que son dueños de casi todo lo que comprás en el hipermercado. Incluyendo al hipermercado.
IV – Epílogo pesimista
Se viene un verano difícil y somos millones los que prendemos velas para que el gobierno no permita la vuelta del caos organizado. Pero en realidad, todo el 2015 será complejo. Como fue dicho, hay que pagar enormes cantidades de deuda, y el superávit comercial, si alcanza, alcanzará muy justo para pagarla. Para lo que no habrá dólares, a menos que se tome deuda, es para que los grandes capitales fuguen a las guaridas. Es decir, es nítido el dilema: o las mega-tensiones con las elites continuan, o el gobierno retrocede en la mejor de todas sus políticas, el saneamiento del patrimonio del estado.
En poco tiempo sabremos cual fue la elección de nuestro liderazgo. De todos modos, hay otro tema clave, que hasta ahora en este post sólo hemos apenas mencionado: la inflación. Leíamos esta semana un nuevo útil estudio del Ciges, que explicaba:
- En lo que va de 2014, en productos derivados del hierro y del acero se detectaron subas de casi el 60%;
- Mientras, el insumo –el mineral de hierro- cayó un 28%;
- En el período 2006-2011 el precio de la chapa gruesa de acero laminado en caliente en el mercado mundial ascendió a los 753 dólares por tonelada, mientras que en la Argentina fue de 1160 dólares, un 54% más elevado.
Leímos también hace poco en este blog un excelente post que explica los usos y abusos de este sector clave. Sector oligopolizado, como casi todos los sectores claves de nuestra economía. “Oligopolizado”, gente, significa que no más de una decena de señores, muchos desde el extranjero, tienen poder suficiente para hacer lo que los números apenas citados muestran: abusar, saquear, obtener excesos injustificables del sudor de millones, incluyendo a centenas de miles de medianos y pequeños empresarios y comerciantes que no tienen poder para afectar los precios de los mercados.
No hay dudas que permitir la inflación ha sido el punto más débil de la década kirchnerista, como lo fue durante el sexenio alfonsinista. Hace ya diez años Néstor protestaba contra Shell y organizaba una tímida resistencia. En 2008, y en simultáneo con la 125, justamente los sectores productores de acero, cemento, aluminio y otros insumos difundidos iniciaban la disparada inflacionaria. Para 2012, el proceso ya se nos había ido de las manos. Y así, el año pasado, millones de compatriotas decidieron que no podían renovar su confianza en un gobierno que no lograba detener el deterioro del poder adquisitivo de sus salarios.
Hoy basta ver lo que sucede con el muy buen diseñado programa Precios Cuidados. En hipermercados de todo el país se ven las mil y una trampas que los oligopolistas utilizan para que el pueblo no logre llegar en todo su potencial a los productos que participan del programa. ¿No puede el gobierno actuar más decididamente?
Estimamos que sí, pero ojo, tampoco es fácil. Basta ver la reunión convocada por Augusto Costa anteayer, y a los grandes capitalistas diciendo a través de sus medios, «no, ¡cómo vamos a ir!, si la ley de abastecimiento es ilegal». No tienen vergüenza. O más bien, no conocen el principio de la solidaridad, ni la emoción de la empatía.
Estamos en un momento clave. No subestimamos las grandes dificultades que enfrentan las mujeres y los hombres que conducen el estado. Más bien lo contrario: los admiramos, y no nos sentiríamos capaces de enfrentar tantas presiones. Dicho esto, la situación es clara: a la inflación hay que seguir bajándola. Y el pueblo exige más, muchas más, muestras de compromiso, que van más allá de la inflación, y que tienen que ver con que somos un país rico como pocos pero, como casi todos, dominado y mal organizado. Quedan un año para evitar el desperdicio de tanto esfuerzo. Coraje, creatividad y más trabajo por parte de quienes conducen al estado son seguramente los principales requisitos para triunfar. Hay mucho por hacer todavía si pretendemos seguir avanzando hacia una nación justa, libre y soberana.
Y si no logramos corregir lo que falta y la derecha gana el año que viene, sepámoslo: no se irán por largo tiempo. Pocos errores más ingenuos que subestimar a quienes a lo largo de casi toda nuestra historia han gobernado. Al fin y al cabo, el kirchnerismo nació de un error de cálculo de las elites, que no vieron venir lo que un grupo de ignotos patagónicos traía entre manos. Lo primero que hará un gobierno de derecha -que bien puede llegar al gobierno a partir de una alianza previa a las internas entre los supuestos enemigos Macri, Massa, y los radicales de derecha- es abrir los brazos a decenas de miles de millones de deuda con Wall Street, en simultáneo con la generación de un abrumador “cambio de clima” generado desde el aparato propagandístico. Y esta estrategia les funcionará. Por unos años. Hasta que, una vez más, todo vuelva trabajosamente a empezar.
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