(Nos sumergimos en este tema Tomás Aguerre y Nicolás Tereschuk)
Larry Fink es un tipo grandote y de manos cuidadas. Se sienta en una silla que le queda algo baja, junta las rodillas y sobre ellas apoya unos papeles. Es la mañana posterior al Brexit y este estadounidense de 63 años nacido en la Costa Oeste se permite algunas reflexiones políticas sobre la “bronca” que recorre el mundo y que parece hacer surgir expresiones antisistema en algunos países desarrollados. A su lado, el ministro de Hacienda y Finanzas, Alfonso Prat-Gay, luce algo más tenso, aunque no incómodo y destaca el “honor” que es para él compartir con Fink ese momento.
Fink es el Chairman y CEO de Blackrock, el que es, por mucho, el mayor gerenciador de fondos del mundo -bajo su mirada están 4,5 trillones de dólares-. Se dice que en 2011 tuvo un “salario base” de 39,9 millones de dólares, aunque “sus ingresos adicionales se elevaron a 2.400 millones de dólares”.
Bajo su mirada y la de otros inversores, Prat-Gay explicó durante una hora en la elegante mansión neoyorquina que es sede de la America’s Society, de Park Avenue 680, seguramente en su Salón Simón Bolívar, por qué será una gran idea para todos ellos hacerle un cheque de préstamo a la Argentina y contestó sus preguntas.
Pero más allá de las palabras la pregunta más relevante que surge es ¿qué hace ahí alguien como Fink? Sabemos que Blackrock es el sponsor principal del evento. Sabemos que el fondo explora siempre la posibilidad de nuevas inversiones para obtener -de ser posible- retornos altos y de corto plazo. Pero nos preguntamos ¿Fink, con los trillones que maneja moviéndose por el mundo, tiene media mañana para entregar a una economía mediana de un país “emergente”? Vemos que sí. Bien. Supongamos que somos optimistas y todo lo que afirma el ministro argentino se dará. Que la Argentina se va a convertir en un “faro de estabilidad” en un mundo convulsionado y que el año que viene habrá fuerte crecimiento. Vamos a lo operativo: ¿Qué (o cuánto) espera un tipo como Fink obtener de esto? ¿En qué sectores concretos piensa invertir para obtener sus retornos? ¿Cómo será la mecánica de la cosa? Parte de esto forma parte de la charla.
Más allá de las dudas, el punto más concreto de la conversación lo plantea el expresidente del Banco Central. Y es claramente político. Dice Prat-Gay a los inversores: “El año que viene es muy importante para nosotros. Estamos apostando a obtener mayoría en la Cámara de Diputados y para eso tenemos que trabajar muy duro. Pero confiamos en lo que hemos hecho hasta ahora y que hemos sentado las bases para que esto ocurra. Pero aquí es donde ustedes entran a jugar, muchachos (“you guys”). Necesitamos sus inversiones tanto como las de los empresarios locales. Inversiones y exportaciones serán el motor de nuestro programa de desarrollo. En la medida en que obtengamos inversiones podremos crear más trabajo local. En la medida en que creemos mejores trabajos, podremos encender el motor del consumo”.
Lo lindo de estas conversaciones en “la cocina de casa” es que se ve con más claridad que en el living lo que piensa el Gobierno. El razonamiento es claro: el eje de la argumentación de por qué los inversores internacionales deben “poner” en la Argentina está en el centro de las preocupaciones políticas de la gestión de Cambiemos. Prat-Gay afirma que el presidente Mauricio Macri ya hizo su parte. Que invirtió parte de su “capital político” en las medidas adoptadas hasta el momento. Reconoce allí que la unificación del tipo de cambio tuvo impacto en precios. Reconoce que la inflación anual ahora está en torno al 40 o 42 por ciento. Y que buena parte de eso tuvo que ver con las subas de tarifas. Pero ahora, “el trabajo sucio está casi terminado” (“the dirty job is almost done”) e ingresamos en una nueva etapa. Es la etapa política del año 2017. Y es en las elecciones de medio término donde la gestión de Macri se juega realmente el futuro.
El razonamiento que sobrevuela el encuentro es el siguiente. A los inversores puede parecerles poco lo hecho. Puede parecerles que es “el cambio en la dirección correcta” pero que todavía falta. Que la unificación del tipo de cambio, el levantamiento de barreras al comercio, el pago a los fondos buitre y el mejor clima de negocios son acciones “on the right track” pero que aún se ven números que no hacen sostenible el crecimiento -eso dicen, sea por el lado de la inflación, el tipo de cambio el déficit, o lo que es casi lo mismo los niveles salariales y la puja distributiva-. (Sin ir más lejos, al térmno del encuentro y luego de todo lo dicho por el ministro, aún pedían “más tiempo para invertir”…)
Bien, todo eso está OK, parece decirles Prat Gay. Supongamos que esto les parece poco. O que falta. Todo bien. Pero es lo que pudimos hacer sin mayoría en el Congreso, sin la mayoría de las provincias, con unas elecciones que ganamos por un cachito. Se decía que no podía gobernar sin el peronismo y lo estamos haciendo. Ahora necesitamos de su ayuda. ¿Quieren más mercado? ¿Quieren más oportunidades? ¿Quieren que nos parezcamos más a Chile, Perú, Colombia y México? ¿Quieren la puja distributiva más en caja? Entonces “this is where you guys come in to play”.
Claro que el ministro no dice “ustedes entran con las inversiones y nosotros hacemos un ajustazo de órdago”. Primero porque nadie querría decir eso, segundo porque el año que viene hay elecciones. Pero uno piensa, por un lado, en el largo razonamiento económico de Cambiemos. Entran las inversiones – mejoran las exportaciones – mejora la calidad de los empleos – mejoran los salarios – recién ahí “se enciende el motor del consumo”. ¿Cuántos supuestos son demasiados?
Por otra parte, uno vuelve a pensar en Larry Fink. Y en las preguntas que le hace a Prat-Gay mientras parece tomarle prueba: “¿qué está pasando en las calles de Argentina, la gente reconoce lo que el gobierno de Macri ha hecho, hay un sentido de optimismo en las calles?”, “Si escaneás los blogs de Argentina, ¿’vos dirías que hay bronca digital’?” “¿ahora la gente lo sabe (lo que ustedes están haciendo)?” “¿hay un crecimiento del consumo?” “¿hay indicadores que dicen que la gente cree que ustedes están en el camino correcto, se muestra eso en el consumo?” “¿ven empresas que se hayan ido y están volviendo?”. Prat-Gay responde. Ninguna de las preguntas de Larry son respondidas con un “sí”, claro está.
El ministro habla de un clima positivo, de los anuncios de inversiones que se están haciendo y que llegan a los diarios… pero luego, cuando parece quedarse sin argumentos se planta en dos temas: por un lado, habla de “el comportamiento obvio de corrupción de la administración previa que está saliendo a la luz de una forma en que no creímos que fuera posible, con un tipo encontrando a las cuatro de la mañana tirando bolsos llenos de dinero por sobre las paredes de un convento”. Y después se recuesta en una de las políticas del gobierno anterior: el bajo endeudamiento tanto del sector público como del sector privado. “El endeudamiento del sector privado es del 15%. En Latinoamérica el promedio es 60%, Brasil un poco más. En los mercados emergentes incluyendo China el promedio es 100%”, afirma Prat Gay mientras relojea a Fink. Si hay espacio para que las empresas se endeuden, quizás sí haya espacio para buenos negocios en el corto plazo, debe pensar el jefe de Blackrock. Porque finalmente, el milagro (aunque seguramente no uno con consumo y asados todos los domingos) podría ocurrir…
Para Prat-Gay, “baja deuda” va junto con “baja inversión”. Dice que “esta es una economía que ha cesado de invertir en los últimos cinco años”. Y señala que la inversión está en menos de 20 % del producto. No debe recordar Alfonso que ese indicador estuvo en el mejor momento de la convertibilidad en 21,1. Es brava la Argentina…
Luego el ministro se pone más concreto. Los sectores en los que está pensando para invertir son dos: energía e infraestructura (obra pública). En algún momento afirma que necesita unos 1.500 millones de dólares para obras. No parece tanto dinero para los tiburones que lo rodean y que en algún momento lo hacen enojar con una pregunta sobre el déficit relativamente alto. Algo abrumado, el funcionario nos vuelve a hablar de bolsos en conventos y plantea su receta para recortar el rojo: habla de “poner fin a la corrupción” y “parar de regalarle cheques a los ricos” (subsidios) -nota al pie, habla de que la mitad de los subsidios van al“30 por ciento más rico de la población” y me pregunto ¿cuán rico es aquel que está en la parte de abajo de ese 30 por ciento más rico de Argentina? ¿tanto como un empresario pyme?-.
Para cerrar el debate, Larry Fink dice que el ministro tiene un pensamiento que va para adelante y que el gobierno de Mauricio Macri está planteando un “giro” para “construir un mejor futuro”. Y que luego de escucharlo, “los mercados” han “reconfirmado la opinión que tenían”. Cualquier cosa que ello quiera decir.