¿Y si De Narváez es populista?

Hay un problema con eso de «asumir la distorsión y volverla multiplicada». Estará bien en algunos contextos: asumir lo negativo y llevarlo hasta el absurdo es una estrategia interesante y, en el camino, divertida. Pero también conservadora: el eterno problema de lo que Alejandro denomina el goriperonismo, «la imagen del peronismo que proyecta La Nación», endiosar la idea que nos proyectan acerca de que somos todo lo malo, hasta el punto de asumirla de manera tan perfecta que nos olvidamos el momento clave de la ironía, el guiño de ojo en el que cortamos con el chiste y decimos que somos algo más que eso.

Con la idea del populismo pasa algo similar, basta ver la estructura del libro «La razón populista» de Laclau (listo, ya dije Laclau, ya pueden decir que nos quedamos en el cartaabiertismo, que somos ¡oh! de clase media y peronistas, y a continuación discutamos el domicilio de Laclau. Hagamos un pacto: esa sarasa me la mandan a mi mail y le ahorramos ancho de banda a Artepolitica). Decía: La razón populista arranca con un capítulo dedicado a los usos peyorativos y deformativos del concepto populismo, desde el primer psicoanálisis de masas hasta más o menos la actualidad. El problema, con el peronismo y con el populismo, es si nos quedamos con el primer capítulo, con la visión de los otros y nada más: el peronismo es más que los choripanes y la fiesta -aunque lo sea también, por qué no-, como el populismo es más todo lo que se dice en los ocho capítulos subsiguientes que aquél uso peyorativo.

Quiero, ya con los resultados, entender el voto que no entendíamos antes (me sumo a MEC), porque ahora pasó de ser pura curiosidad a un diagnóstico militante: hay que saber por qué para poder seguir, o cambiar, o cambiar y seguir. ¿Puede De Narváez ser populista? Claro que puede. Claro que existe el populismo de derecha, de izquierda, nacional y popular, fascista: cualquier ideología puede expresarse en una construcción política populista. Porque el populismo es, antes que nada, una forma de construcción política. Y qué convirtió a la construcción del Pro en una práctica (semi?) populista: su capacidad de aglutinar, de crear un nosotros. ¿Hay un sujeto denarvaísta? Creo que no. Pero sí existió la construcción de un otro, y eso es, al menos, el primer paso para armar un nosotros. Alguno podrá decir, con razón, que si no hay un nosotros claramente definido -porque estamos hablando pura y exclusivamente de PBA, de una elección en la que nadie superó el 35%, sin un campo ciertamente quebrado en dos partes -no puede haber populismo. Y es probable que esté en lo cierto (de ahí, semipopulismo, concepto inventado por mí). Quizás la hipótesis deba ser esta: De Narváez supo privilegiar levemente lo que en el populismo se denominaría el momento equivalencial en la construcción política. Es decir, De Narváez logró juntar los suficientes sectores como para, al menos, ganar una elección. No plantearía que se viene el denarvaísmo, un sujeto monolítico agrupado tras un significante dispuesto a barrer con todo. Lo que digo, sí, es que se logró una amalgama suficiente como para ganar una elección. Y eso ya es bastante. Más que nosotros, incluso.

Me pregunto qué junto De Narváez. Creo es que es una forma de saber qué vota el elector de De Narváez y, luego, qué no nos vota.

– El piso del voto a De Narváez está en la enfermería del kirchnerismo. Por un lado, el PJ que quedó fuera del kirchnerismo. Esto deberían decirlo mejor quienes más conocen el PJ (el geólogo del peronismo, Manolo, y su joven guardia, Ezequiel, el Conu y Luciano: con esto no digo que haya intendentes que jugaron a dos puntas, hablo de los votos de Solá, de los votos que se fueron «por izquierda» y que no votaron al Colo pero
restaron,etc.). En este mismo lugar hay que buscar los votos del campo, el herido por excelencia. Esto no es tajante: hay votos que, por derecha o por izquierda, «necesariamente» se tenían que ir: nadie puede pretender, seis años de gobierno mediante, capturar los mismos votos. Habrá que pensar cuántos podrían haberse evitado y cuántos no.

– El voto anti-conflicto. El énfasis en la gestión de la…mano de Scioli no alcanzó. Del otro lado la apuesta era 80% a la idea de consensos, diálogo y nada de conflicto. ¿Hubiera logrado el kirchnerismo el 3% de las cosas que logró sin conflicto? No. El conflicto es constitutivo de lo político. No sé si se podrá, pero en todo caso lo único que queda es intentarlo: debe existir una manera de sostener el conflicto acomodando las formas. Y acá me va a saltar alguno que «las formas» es una doñaroseada: Doña Rosa vota. Doña Rosa es tan nacanpop como vos y yo, Doña Rosa no es la oligarquía macho, un movimiento nacional y popular la incluye, discúlpenme, a Doña Rosa. Si la inseguridad es una sensación, hay que laburar sobre esa sensación, y si Showmatch crea opinión hay que operar en Showmatch, y si les molesta la boludez de la soberbia hablemos más bajito y, si hace falta, finjamos toda la humildad que sea necesaria. Saquemos la balanza: a mi también me gusta el jetoneo, pero te lo cambio por un 10% en PBA. Si te putean por las formas, lo que les molesta es el fondo: de acuerdo, entonces cambiemos un poco las formas y empecemos a putearnos por el fondo que, en esa, tal vez salgamos ganando.

– El voto polarizado. Poliarquía no ganó porque acertó. Ganó porque logró instalar una idea (falsa, verdadera, imposible de saber y tal vez sin importancia). No se si fue una profecía de auto-cumplimiento, pero sí ayudó mucho. No hay que llorar por eso, porque nuestra estrategia también fue la polarización. Ahí regalamos la cancha. Todo lo que podíamos endilgarle a De Narváez y a Macri, volvía multiplicado: el Pro no apostaba su
gestión, nosotros sí. ¿Los medios?, sí, los medios influencian, pero si eso lo aprendimos ahora estamos liquidados. O tratás de cambiar al referí antes del partido o te lo bancás los noventa y lo putearás en el vestuario. Pero putearlo adentro de la cancha es contraproducente. Por otra parte, creo que la polarización fue, también, una consecuencia inevitable de las testimoniales, y sostengo que sin las testimoniales el desastre hubiese sido peor. Si, por un lado, las legislativas nos permitían dispersar, por el otro la candidatura de Kirchner y Scioli no permitieron palanquear a Sabatella o acordar tácitamente un alto al fuego con la ACyS. Con esos dos nombres ahí todo lo que no se ganaba resultó siendo pérdida. Una vez polarizada la elección, el voto indeciso se volcó a la utilidad, e instalado De Narváez como el único capaz de hacer fuerza, la ecuación se resuelve por sí sola. ¿Por dónde se cortaba este hilo? Cuesta decirlo, y sobre todo es muy fácil ahora. Tal vez hacer un poco más de hincapié en que se votaban legisladores, que con un
piso de votos entran varios, que esa idea tan presente de repartir poder también era posible votando a otro.

Habrá muchos más motivos. Estoy, solamente, tratando de pensar qué votos están del otro lado, porque esos votos también hay que disputarlos. No para desmarcarme, no, ni cerca, todo lo contrario: para ver cómo seguir. Para volver a pensar en la idea más básica de juntar: porque me gusta el folclore de nuestro populismo. Pero mucho más me gusta el que construye, junta votos y, así, transforma la realidad.

5 comentarios en «¿Y si De Narváez es populista?»

  1. Interesante, aunque solo un detalle menor viendo tus ultimos post (una chicana en realidad). Trata de no caer en el sindrome «Primo Louis», que cita o nombra a Laclau hasta para cuando habla del futbol de ascenso de Guatemala…

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