En torno a la distribución del ingreso.

Uno de los más notables debates derivados del conflicto por las retenciones a la exportación de productos agrícolas (para no decir solamente soja, que suena a provocación), es el que trata la distribución del ingreso.

Para abordarlo, me gustaría empezar por el principio: definir a qué llamamos “distribución del ingreso”.

Podríamos decir entonces, sin mucho esfuerzo de rigurosidad, que la distribución del ingreso es la forma legal mediante la cual los distintos actores del proceso productivo se apropian del ingreso derivado del tráfico del producto generado por el conjunto de la economía, conformada en un régimen de propiedad de los bienes de producción, y una matriz de división del trabajo.

Así, de acuerdo a lo establecido por dicho régimen y dicha matriz, a cada actor le corresponde una porción del producto total, o más precisamente, el equivalente en papel moneda (valor de cambio) a esa porción de producto.

Ahora bien: tendemos a enfocar la cuestión sobre la distribución del ingreso, con un sentido clasista.

De acuerdo con este criterio, colegimos: la distribución del ingreso está ligada estrechamente al régimen de propiedad de la riqueza y, fundamentalmente, puede ser justa o injusta.

Bien: ¿cómo definimos qué patrón distributivo es justo y cuál injusto? Ideológicamente. Es decir, de acuerdo a nuestra conciencia de clase.

Este ha sido uno de los ángulos por el que preferentemente le han “entrado” al discurso oficial, quienes abogan por una matriz de distribución del ingreso más equitativa entre quienes poseen los medios de producción y quienes los trabajan.

Entonces, se ha dicho, por ejemplo, que las retenciones no son redistributivas en tanto gravan la exportación del gran productor y del pequeño productor con la misma alícuota; no establecen diferencias (con lo cual no “combaten la concentración” de los ingresos, y esto deriva, como todos sabemos, en pérdida de competencia e indefensión del asalariado). Otros, han preferido decir que el actual gobierno posee férreos vínculos con sectores y grupos concentrados de la economía, y que sólo grava la renta extraordinaria de los productores agropecuarios (por lo cual no serían un avance “contra el capital” y “a favor de los asalariados”). Más allá de que estos dos tópicos estén bastante simplificados, y sobre ellos se puedan hacer infinidad de acotaciones y salvedades, quiero dejar sentado que el debate sobre la distribución del ingreso no se agota en esta concepción clasista de la misma.

Me refiero exactamente a que la distribución del ingreso establece los patrones de apropiación del producto de los distintos actores. Dividir la sociedad capitalista entre poseedores de los medios de producción y asalariados es sólo una forma de encarar el análisis de la matriz distributiva. Pero así como se puede establecer esta división también pueden activarse otras, que hacen aparecer fracturas “intra-clase”. Hay distintos sectores de la economía en torno a los cuales se establecen polos de acumulación de capital que conforman distintas facciones de la Clase Dominante (si la queremos llamar así).

Entonces, la intermediación activa del Estado para redistribuir la renta entre las distintas facciones del Capital es también una forma de redistribuir los ingresos. Pero lo que predomina aquí, más que lo ideológico en términos marxistas (la conciencia de clase de la que hablábamos antes), es el criterio de eficiencia: es decir, la respuesta a la pregunta ¿de qué modo se alcanza el desarrollo? Por supuesto que estamos simplificando. Hay perfiles de desarrollo capitalista más socialmente inclusivos que otros, de modo que lo ideológico también tiene una fuerte participación aquí, aunque tal vez no predominante.

En el sistema capitalista, el Estado diseña una estrategia (que puede explicitarse como tal o permanecer implícita) de desarrollo capitalista (no intervenir es también una estrategia). En esta estrategia queda definido qué actividades se intentará que sean los pilares del desarrollo. Lógicamente, en torno a esas actividades se encontrarán las facciones de la clase dominante con la cual el Estado, como asiento del poder político, establecerá alianzas que permitan llevar a cabo esa estrategia. La acumulación de capital es la única condición de posibilidad bajo la cual la estrategia puede prosperar. Pero esta misma necesidad de acumulación establece tensiones ante el riesgo de concentración. Es difícil para los Estados arbitrar los medios que permitan establecer los equilibrios, para impedir la concentración extrema, sin coartar la capacidad de acumulación, en el contexto de una constante dinámica de los flujos de capital.

Sinceramente, más allá de algunos cambios que se hayan dado de manera muy atendible, es discutible (y está bien que se lo discuta) que desde el Gobierno, a partir del proceso iniciado en 2003, se haya realmente arbitrado medios idóneos para modificar la matriz distributiva, analizada de acuerdo al primero de los criterios que describimos aquí.

Pero creo que es innegable el cambio sustancial que se ha dado analizando desde la óptica del segundo criterio, en función de lo que podríamos llamar el “perfil de desarrollo”.

En este esquema, inaugurado con la devaluación, de tipo de cambio alto y perfil productivo, las retenciones juegan un papel central. El libre ingreso de divisas pulverizaría cualquier ventaja competitiva que el tipo de cambio alto puede aportar a los sectores productivos en vías de alcanzar competitividad “genuina”, a través de revaluación cambiaria o de aumento de costos internos (baja del tipo de cambio real, que en parte se ha dado en estos últimos años).

Por eso, entre otras cosas, el Gobierno tiene mucho más que perder en la contienda entablada el 11 de marzo, que sus contrincantes, los empresarios agropecuarios. En la coyuntura los actores en conflicto mantienen una disputa que es asimétrica en cuanto a lo que pone en juego cada uno. Los empresarios agropecuarios intentan defender la obtención de una porción de renta para el sector (cuya mayor parte no será para ellos directamente, sino para los grandes exportadores y el capital financiero volcado a la financiación de la actividad). Sin embargo, si bien el botín coyuntural es esa porción de renta, en el largo plazo está en juego la sustentabilidad de un esquema más productivamente diversificado que el modelo agro exportador de país.

La paradoja es que, tal vez, los pequeños y medianos productores, hoy inconcientemente devenidos en la avanzada del modelo agro exportador, una vez establecido y puesto en funcionamiento dicho modelo, no encuentren lugar en él.

Tal vez, estos bien intencionados caballeros estén cascoteando su propio refugio. Y el de algunos millones de argentinos que se conforman, por ahora, con tener trabajo y servirse la mesa.

La cuestión de fondo, al fin, es la distribución del ingreso. Y eso que la retenciones no son redistributivas, que si no…

16 comentarios en «En torno a la distribución del ingreso.»

  1. Muy bueno. Me parece clave discutir que lo que está en juego es la sustentabilidad de un esquema más diversificado, y no una simple lucha por la caja.

  2. La redistribución es parte también de la función de legitimación del Estado y me parece que esto también es lo que está haciendo ruido en este conflicto.
    Es lógico pensar que el Estado replica en sus políticas una representatividad que atiende a distintos sectores. Por ejemplo, a través de servicios. Uno entiende que el Estado «le cobre impuestos» porque le devuelve algo. Y al mismo tiempo prioriza atender aquelos grupos sobre los que se consolida su dominación en el campo de la política partidaria (partidos laboristas vs. conservadores).

    Pero es en función de esa representatividad (la dimensión política) que se definen los criterios técnicos (de eficiencia) y rara vez al revés.
    Lo que «sorprende» en este conflicto es que el Estado avanzara sobre una politica que castiga a pocos y beneficia a más y surgieran manifestaciones desde distintos puntos que no se reconocen en esa medida (no me refiero ya al campo, obviamente, sino al conflicto político). Digo soprende porque más de uno diría(mos), haciendonos los sociologos, «su posición atenta contra sus propios intereses de clase».

    Pequeñas localidades, pueblos enteros que salen a manifestarse y que ni siquiera exportan.

    Ahi me parece que hay una falla en esta función de legitimación que el debe tener el Estado con relación a los impuestos y la redistribución que está fallando.

  3. Estimado: recién pesco lo que venía escribiendo por aquí. Como diría Manolo: clap, clap, clap!!!

    Pongamos que las retenciones como tributo no son progresivas, esto es, le tronchan iguales ingresos al mediano/chico que al grande. Ahora bien, esto ocurre al interior y está acotado a un sector -los productores de granos y oleaginosas- que viven, en su inmensa mayoría, del decil 8 p’arriba, si el Estado aplica esos ingresos a políticas sociales o políticas de ingresos, o transferencias al sector privado que subsidien consumos populares… entonces, son redistributivas? Yo tengo una respuesta, jé

    Con respecto a la disociación ‘aparente’ entre intereses de clase o sectoriales y los alineamientos políticos, que redundan luego en un perjuicio hacia el propio sector (sectores medios apoyando a Videla / Martínez de hoz en el 76′, y que luego quebraron en cadena como fichas de dominó, estos camperos de ahora que, como dice, no tienen lugar en el proyecto de quienes los conducen), bueno es registrar que lo que está en cuestión es también el poder. Suena medio pomposo, pero bueno. Los sectores medios que apoyaron inicialmente la dictadura seguramente tenían un horizonte de prosperidad mucho mayor en el modelo ISI que en lo que vino, sin embargo suspiraban por Orden y Disciplinamiento social.

    En este conflicto creo que también se respiran feromonas de algunos que se sienten desplazados del poder, amén de las políticas sectoriales y de la tarasca.

  4. Mariano:
    Muy buena nota.
    Con respecto a «Tal vez, estos bien intencionados caballeros estén cascoteando su propio refugio.» me parece que la cosa anda por ese lado, según se pude ver en http://www.clarin.com/suplementos/rural/2006/10/14/r-00301.htm
    El Sr. Huergo hace pocos días repitió los argumentos allí expuestos y avanzó aún más diciendo que la agricultura familiar no era viable en la época de la agricultura industrial.
    PD. También me pareció muy interesante el párrafo que dice «Ahora, maíz, soja y ¡a Miami!. Son cada vez más «agricultores part time», porque para sembrar 150 hectáreas (la superficie media en el corn belt) hacen falta apenas diez días.».

    Saludos.

  5. Mendieta y Tomás: muchas gracias.

    Primo Louis: estoy bastante de acuerdo con algunos de los puntos que señalás. me gustaría agregar que la cuestión sobre la representatividad es muy compleja y se relaciona con varias cuestiones «extrapolíticas». Por ejemplo, estoy pensando hace bastante en la existencia de ciertos mecanismos que el capital pone en funcionamiento como defensa de su capacidad de acumulación, que hace que los efectos distributivos (en el sentido clasista) de ciertas intervenciones del Estado, digamos tradicionales, pierdan efectividad, y de este modo, colateralmente, se vuelven más confusos los intentos por justificar algunas medidas adoptadas. Es un tema muy complejo, del que también participan custiones culturales. Me da la impresión a veces de que los gobiernos se han convertido para las clases medias (aspirantes de ricos) en una especie de chivo expiatorio sobre el cual se descargan las frustraciones generadas por no poder «ser ricos». Todas estas cuestiones (puse dos ejemplos apurados, hay bastante más), materiales y simbólicas, generan distorsiones a la hora de querer establecer representatividades políticas de corte «tradicional». Tomelo todo entre comillas, no estoy seguro de nada.
    Un saludo.

    Sirinivasa: la verdad es que le agradezco el elogio. Paso seguido por Datos Duros y no me animo a contestar, ni a aportar nada.
    Quiero dejar en claro que no pienso que «se equivoquen» en sus elecciones políticas. Simplemente, destaco que muchas batallas simbólicas (o comunicacionales, podríamos decir) se pierden, en gran parte por los obstáculos que le mencionaba a Primo.
    Un saludo.

  6. «estoy pensando hace bastante en la existencia de ciertos mecanismos que el capital pone en funcionamiento como defensa de su capacidad de acumulación, que hace que los efectos distributivos (en el sentido clasista)…»
    Quiero ver un post con estas reflexiones en Artepolitica.
    Saludos

  7. Nicolás: nuevamente gracias por los aportes. Un abrazo.

    Mendieta: no es que me quiera hacer el difícil, pero es un tema complicado. Hay que pensarlo bien para no escribir pavadas. Igual, algo vamos a intentar. Pero no sé para cuando.
    Un abrazo

  8. En realidad cuando hablaba de legitimación, me refería a eso justamente, a la legitimación del sistema de acumulación, a las reglas del capitalismo reinante en una sociedad.

    Ahi es donde reside el nucleo irresoluble del conflicto y tiene que ver con ese lugar de «chivo expiatorio» que señalás: lo que se esconde detrás del «reclamo del campo» es la fuerte convicción de que el Estado está atentando contra las reglas de acumulación legitimado por las clases medias y media altas.

    El gobierno se mete por primera vez con (una parte) del modelo de acumulación, esta es la razón por la cual gran parte de la clase media abroquela detrás «del campo», chilla ahora y no chilló en los noventa, donde esas reglas no fueron tocadas.
    Sin suponer que están haciendo la revolución (antes que Hal empiece a ironizar) creo que éste es el nucleo duro de la cuestión que no se debe perder de vista (y es lo que hace que yo piense que los pequeños productores no estén «en el campo popular» como Hal sostiene): si el gobierno resuelve el tema del campo y pierde la pelea por la hegemonía (en el sentido más gramsciano del término) claramente va a haber perdido más de lo que haya ganado, porque es lo que lo habilita a poder intervenir en otros sectores de rentabilidad extraordinaria.

  9. Mariano: no se tire a menos hombre! Mire los cuatro postazos que viene tirando por acá, hay que desfachatarze un poco, métale che, va a ver que no pasa nada. Bah, a lo sumo controversias espinosas o comentarios furibundos, pero de eso no se murió nadie todavía.

  10. Coki: no conozco el tema de los gastos de Cristina, pero supongamos que fueron exorbitantes. No modifica en lo más mínimo mis apreciaciones acerca del modelo de desarrollo que considero más conveniente para la Argentina. No quiero un país que se dedique a exportar porotos exclusivamente. Quiero un país con una matriz productiva diversificada. Y Cristina, con botox y minicooper incluidos, garantiza al menos el intento por instalar ese modelo, y no los austeros políticos opositores, que hacen gala de su catolicismo viviendo en la carestía, pero quieren un modelo agro-exportador con tipo de cambio bajo, en el que sólo sea viable la exportación de granos (mientras duren los altos precios) y la especulación financiera.
    Te mando un saludo.

  11. Adhiero caracter por caracter a la respuesta de Mariano. No se trata de lo que hace la persona sino las políticas que construye.
    Notable diferencia para definir una posición política, no? Parecería que todo se define en el campo de las actitudes personales y el voluntarismo. Es eso la política?

  12. Primo: aprovecho para decirte que estoy en todo de acuerdo con tu anterior comentario (en el que hablés de legitimación, etc.). Saludos

  13. Mariano, como de costumbre, muy buen post. Quisiera solamente hacer notar que en el mundo moderno esa división entre capitalistas y trabajadores como ricos los primeros y pobres los segundos no tiene demasiado sentido. En el mundo hay capitalistas ricos y pobres y asalariados ricos y pobres. Amén de que lo relevante en la redistribución del ingreso sigue siendo redistribuir desde los ricos hacia los pobres, Argentina tiene una cuota lo suficientemente importante de cuentapropismo que hace que montones de «capitalistas» sean bastante pobres y un mercado de trabajo lo suficientemente segmentado como para que montones de «asalariados» sean bastante ricos.

    Yo sé que unos cuantos entre ustedes quieren encontrarle una explicación racional al tema de las retenciones como mecanismo de redistribución del ingreso y como mecanismo de modernización de la economía, pero lamento decirles que no es ni lo uno ni lo otro. Para redistribuir el ingreso, un impuesto a los ingresos personales progresivo combinado con una estructura de gastos estatales orientada hacia la educación, la salud, las políticas de infancia y de empleo sería muchísimo más eficaz y para modernizar la economía no hace falta desincentivar al agro de esa forma. Montones de países agrarios se desarrollaron partiendo desde el agro y hoy son potencias tecnológicas.

    La intervención del Estado se puede hacer de forma muchísimo más inteligente que lo que lo está haciendo este gobierno que, me temo, no tiene ningún proyecto serio de desarrollo.

    Saludos

  14. Ana: le agradezco mucho el comentario.
    Respecto de su primer párrafo, estoy de acuerdo en general con lo que dice (creo que no es contradictorio con lo que se dice en el post). También es cierto que el negocio financiero se ha desarrollado de tal forma que la propiedad de los medios de producción se ha materializado en distintos instrumentos que la han atomizado bastante. En muchos casos, los «asalariados» con salarios más altos, son propietarios de un pequeño paquete accionario de la empresa para la que trabajan. Otras veces, son dueños encubiertos de alguna contratista con la que la empresa terciariza. Por eso, igualmente sigo creyendo que la propiedad del capital sigue siendo el factor que determina la capacidad de acumulación, y concentración del ingreso. Más allá de que algunos dueños del capital no consigan hacerlo.

    Respecto de la efectividad de las retenciones para «modernizar la economía», le pido que se concentre en la realidad argentina actual. ¿Cómo se consigue, sin retenciones, sostener un tipo de cambio que haga competitivas diversas actividades productivas? El libre ingreso de divisas generaría un tipo de cambio de equilibrio bajo que le restaría competitividad a actividades «atrasadas» que no han podido desarrollar competitividades «genuinas» (y necesitan las «ventajas espurias» del tipo de cambio alto). Esto tendría efectos nocivos sobre el mercado laboral, sobre el mercado interno, volcaría definitivamente los recursos existentes a la producción de granos, y a los servicios afines, generaría en el mediano plazo desbalances comericiales en el sector externo (pensemos en una súbita baja de los precios de los commodities que exporta Argentina), que de no equilibrarse con superávits en la cuenta de capital (cosa difícil que ocurra cuando las reglas macroeconómicas favorecen el accionar de capitales golondrinas, que a mediano plazo, salen más de lo que entran), haría que el estado ingresara en un círculo vicioso de endeudamiento, no solamente producto de un déficit fiscal (que podría evitarse vía ajustes del gasto), sino con el fin de tapar los agujeros de la Balanza de Pagos. Proceso del que tenemos (o deberíamos tener) memoria los argentinos.

    No se dijo aquí que las retenciones sean una herramienta eficaz para redistribuir desde los ricos hacia los pobres. Tampoco, que sea ese uno de los puntos fuertes de la gestión de Gobierno 2003-2008. Las retenciones son necesarias, sí, para sostener el tipo de cambio que permitió que algunos muchos miles (más de mil) de desempleados hayan conseguido empleo.

    Le agradezco de nuevo el comentario. Un saludo.

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