En los momentos donde un conjunto de demandas emergentes convergen en un salto de la protesta social, la Iglesia Católica ha llamado al diálogo y ha buscado posicionarse como mediadora de la conflictividad. La instancia más visible fue la mesa denominada Diálogo Argentino, en donde la Iglesia Católica, consciente de su hegemonía al interior de las religiones, convocó junto a otros cultos, a los distintos actores considerados representativos tras la crisis que estalla en las jornadas del 20 de diciembre de 2001. El acompañamiento de la Iglesia Católica -otra vez junto a otros cultos- durante el auge de las movilizaciones por seguridad encabezadas por Juan Carlos Blumberg tras la restauración de la ESMA, y las recientes posturas convocando al diálogo y nuevamente ofreciéndose como mediadores en el lockout agrario, traza un paralelo en la conducta de esta institución. Ese paralelo tiene antecedentes anteriores: cada vez que la lucha de los organismos de Derechos Humanos avanzaba, la Iglesia Católica postulaba una suerte de reconciliación.
Las constantes apelaciones al diálogo, la reconciliación, la mediación, dejan entrever que esta institución religiosa se considera a sí misma por encima de las disputas terrenales, envuelta en su viejo desgarro discursivo en tanto que funda su legitimidad a partir de la trascendencia acotándose su competencia inmanente en el marco de la modernidad. Son momentos donde la Iglesia Católica juega fuerte en política contra los gobiernos que no le agradan. Tal el caso de España, de Nicaragua, de Bolivia, de Venezuela, de Ecuador, de Brasil, de Chile, de Argentina.
Las herramientas utilizadas, por el lugar en el que la Iglesia se ubica y pretende reconstruir un poder que considera amenazado, pretenden ubicar simbólicamente al gobierno nacional en una suerte de usina de conflictos, maquinaria confrontativa, aparato político. La presuposición de una armonía inherente a las sociedades, armonía rota por el pecado original o bien, en este caso, por la política de definir adversarios y aliados (por la política en sí), lleva a este discurso a ubicarse en las corrientes que ponen el acento en las instituciones contra el peligro populista.
Es justamente el momento en que un conjunto de demandas se equivalen en un plano simbólico, arrastrando tradiciones nacionales y populares, cuando la Iglesia Católica junto al conjunto de viejos aliados liberales, convoca al diálogo como herramienta de encauzamiento de las demandas. El agua torrentosa en acto, es en potencia un arroyo entubado, según esta ideología.
Este proceso de encauzar en las instituciones las demandas, presupone que las instituciones, tal y como están dadas, son herramientas viables para solucionar conflictos que se consideran puntuales. O bien, que debe desarmarse ese momento populista donde una multiplicidad de demandas converge con pretensiones de minar el fundamento de la arquitectura institucional. Es decir que las demandas no son leídas como políticas -en tanto cuestionen el orden institucional que las niega- sino como problemas a resolver por las instituciones dadas. Esta exaltación de lo dado es una reacción claramente conservadora. Estas mesas de diálogo, buscan volver el momento de emergencia de demandas con un equivalente simbólico a la captura de las representaciones dadas, o sea destruir su convergencia. Un espacio corporativo donde los actores representativos se pongan de acuerdo es la herramienta para solucionar el problema, se propone. Este es el momento de la antipolítica. La negación del conflicto reemplazado por la armonía, la negación de la pluralidad reemplazada por los estamentos representativos, la negación de los dilemas reemplazados por los problemas. Y la Iglesia, como baluarte y sostén de esa producción discursiva.
Lo curioso es que, ese espacio corporativo, no son las instituciones que ocupan ese rol en el orden constitucional (como la Legislatura, los distintos estamentos del Ejecutivo, la Justicia, etc.) sino que, dado que esas instituciones han fallado, la Iglesia Católica se ofrece como un espacio de mediación anterior, de donde surjan los acuerdos que luego se plasmen en las instituciones formales. No es nada inocente, la noción de lo anterior a las instituciones es una marca de fábrica de las Iglesias Católicas, incluso, probablemente, uno de los registros que han hecho posible que este actor hegemónico dentro del campo del conservadurismo haya sido el histórico aliado de las fuerzas liberales en Latinoamérica. Leer determinados conflictos bajo la lupa de un anterior armónico, de un anterior natural, de un anterior sin conflictividad, es la premisa para alertar del peligro populista que trae el enfrentamiento, la división, la venganza.
Lo interesante es cuánto de esta producción discursiva sostiene y construye el discurso opositor en su traslado a los actores políticos profesionales. Cuánto, dado el papel protagonista del catolicismo en los golpes de estado, es lo que Argentina ha cambiado en su relación con la Iglesia Católica. Y cuánto, las corrientes institucionalistas, necesitan de esta ONG que contradice sus fundamentos ideológicos inherentes.
En esta si que apoyaria al gobierno,hay que ir a una definitiva,y efectiva separacion de estado-iglesia,no puede ser que en una sociedad sea mas moderna que sus instituciones y sus leyes.Apoyara el gobierno la despenalizacion del aborto?,el matrimonio gay?,sinceramente lo dudo,como dudo que este gobierno sea verdaderamente progresista.Siempre pongo el ejemplo de Rodriguez Zapatero en España,que iba a decir que una pais ultracatolico como ese iba a contar con leyes tan avanzadas como el matrimonio homosexual?,con tada la maquinaria mediatica ultraconsevadora,como la COPE,El Mundo,La Razon,ABC,etc,etc.
Mañana Bergoglio tendrá su acto en Luján. Y mandará a rezar la Oración por la Patria -esa que también usaron los productores agropecuarios para darle épica divina a su gesta- en todas las parroquias del país. Más que antipolítica, parece super-política. El cardenal es como el periodista que se muere por tocar. Sería más saludable que hiciera el Partido de los Católicos y que desplegara sus punteros por el mundo para lograr apoyos de cara a su posible Papado.
Saludos
Ufa! parece que voy a tener que hacerme católico de nuevo. No hay derecho!
La iglesia es baluarte de la hipocresia, no de la antipolitica, ya que hacen politica y juegan fuerte siempre para el mismo lado, siempre defendiendo lo mas retrogrado y los mismos intereses, pero lo ocultan presentandose equidistantes como si estuvieran mas alla de los conflictos terrenales.
Me acuerdo de Samoré. Yo hacia la colimba por ese entonces, claro no existía la democreacie en esa época y la política era otra. Pero sirvió
Por supuesto que la antipolítica es una forma de hacer política, o superpolítica. Pero en general, la antipolítica legitima su política desde un lugar en donde, supuestamente, no se hace política, o «no metiendo la política» como sinónimo de conflicto, en determinadas áreas. Un exponente de esto, sería, me parece, Macri. Por nombrar a un político que habla despectivamente de la política.
Lucas:
Desde ya, por eso digo que sería mejor que hicieran su partido en vez de ocultarse en una neutralidad que no existe. Hoy los diarios titularon que la Iglesia hará una misa por «el diálogo» pero en realidad reclaman que el Gobierno modifique su postura con «el campo». Lo veremos plasmado en la homilía de Bergoglio de mañana.
Saludos
Escriba: totalmente de acuerdo, y en ese sentido, es interesante observar que, a pesar de que Perón activo el conflicto, posteriormente nunca se pudo desarrollar con fuerza la Democracia Cristiana.
Saludos
Querido Lucas:
Aprovechando un jueves y un viernes feriado de marzo, organizamos una liebre al disco en el Quincho de Verboamérica y salió un tema similar… Te resumo:
— “Uno de los problemas de América Latina es que es el único continente sin dioses propios”.
Eso hace a nuestra gente más enajenada y oprimida. Desde los primeros días de presencia española se encaró la conquista espiritual del continente y ahora se intenta replicar con otros cultos de fast food como Falau. Porque saben muy bien que dominio político y espiritual van más juntos de lo que nos dicen…
Una de las desventajes es que el dios de las mayorías latinoamericanas duerme en Roma al igual que las máximas autoridades de la Iglesia. Desde el Vaticano se pretende gobernar como una multinacional lo hace desde su casa matriz. Con esa filiación y esa estructura, como bien marcas vos, la Iglesia se para por sobre los gobiernos que le caen antipáticos y quieran socavar su poder.
Cuando hubo un movimiento de curas que pretendían que la religión no sea una herramienta de no de enajenación sino de liberación, las dictaduras y Juan Pablo II los barrieron.
¿Qué habría que hacer con la Iglesia Vaticana? Aparatearlos!… crearles una iglesia católica, apostólica y latinoamericana…en vez de romana.
Amén!
Jaja
Lucas, comparto en terminos generales la preocupacion frente a la intervención de la Iglesia Católica en la política Argentina. Disiento sin embargo con algunos puntos de tu diagnostico.
De acuerdo a tu descripción, la Iglesia Católica muestra su rostro mas perjudicial en su fase dialoguista o reconciliacionista, porque neutraliza la radicalidad de las demandas en lugar de dejar que estas se desplieguen hasta alcanzar la intensidad propia de una dicotomía populista: nosotros vs. ellos; pueblo vs. oligarquia. De esta actitud dialoguista de la iglesia inferis la afinidad con el liberalismo en tanto filosofia armonizante (mano invisible) dialoguista e institucionalista. Obviamente, todo esto es mucho mas complejo: hay catolicos anti-liberales (desde tercermundistas hasta nacionalistas de derecha) y liberales institucionalistas rabiosamente anticlericales; asi como populistas catolicos; socialistas liberales; integristas católicos, etc.
Creo que en este contexto habria que pensar hasta que punto las estrategias de la iglesia son mas flexibles que las del propio populismo. La iglesia puede jugar a la reconciliacion (como ahora) o a la enemistad total (como en la Guerra Civil Espanola o apoyando la cruzada del Proceso por los valores occidentales y cristianos). Sin embargo, el populismo realmente existente (que habria que ver si es el populismo radical del que habla Laclau) parece tener solo una estrategia: producir una division dicotomica del espacio de las identidades sociales y mostrarse intransigente al dialogo. En este sentido, no le resulta muy dificil a la Iglesia poner al gobierno en el lugar del que divide y busca problemas. Asimismo, habria que evaluar el potencial politizante del gobierno y su capacidad de afectar a la Iglesia en aquellos temas que mas la irritan: feminismo, casamiento gay, adopcion gay, aborto, etc. A mi no me queda claro que el populismo argentino sea decididamente radical en estos temas. Por el contrario, me da la impresión de que el proceso de normalizacion peronista vuelve al gobierno cada vez mas “catolizante” en su forma de entender la autoridad, el poder, la familia y las relaciones entre los géneros.
Pero es para discutirlo largo.
Me parece que hay una combinación, el asunto es dónde se pone el acento: en las instituciones o en la movilización.
Los temas que vos proponés como irritativos para la iglesia, no son temas, a su vez, de una agenda que pueda unificar un conjunto de demandas. Sirven, en todo caso, para ganar o perder ciertos sectores en ciertos momentos.
El punto es sí, cuando es necesario institucionalizar las transformaciones, una ONG como la iglesia católica es el vínculo.
Y por cierto que hay de todo en la viña del señor, pero no por eso, se pueden dejar de trazar lineamientos.
Y otra cosa: ¿cuál es el sujeto que traza la estrategia del populismo de la dicotomía? la noción de estrategia remite a que hay un sujeto, que traza esa estrategia, y es anterior al momento populista. Yo no lo veo así.
Igual, es interesante ttu visión.
Lucas,
me parece que son dos los temas que tratas. Por un lado el de la iglesia como institución y (a propósito de eso) el de las democracias dialogantes.
En lo de la iglesia, estamos de acuerdo. pretende un rol por encima de la política y el Estado.
En lo de las instituciones, bueno me hace un poco de ruido. El año pasado al que lo escuche hablar de los dos momentos necesarios de la política (el populista y el institucionalista) es a Laclau.
El problema del institucionalismo es cuando pretende anular el momento populista. No hay nada negativo intrisecamente en las instituciones, no son esencialmente a-politicas (o anti-politicas).
Sin embargo me parece interesante esto que decís que las instituciones buscan desarmar la dimensión política de las demandas convirtiendolas en «problemas». Me parece que ahi está la clave, porque a veces puede suceder que no suceda eso, no?
Digo, podríamos pensar que en la medida en que las instituciones contengan y promuevan al mismo tiempo la aparición de sujetos políticos estariamos ante instituciones que funcionan, no te parece?
Generalmente, el desastre que hizo el catolicismo en nuestra América no parece «aparecer» en la agenda política e histórica como un problema. Más bien se lo llee como un capricho de aquellos que queremos hacer leña del árbol caído, los que desparramamos la «leyenda negra».
Creo que la Historia tiene un deber ineludible, que es reafirmar la acción política y sacarle la careta a esa iglesia «pacífica» que regala alternativamente claveles blancos en las plazas públicas.
La matanza de indios, la expulsión de los jesuitas, los negocios con los estados burgueses latinoamericanos, el apoyo a las dictaduras, nuestro bombardeo a plaza de Mayo, Monseñor Tortolo, nada tienen que ver con claveles blancos.
Son más parecidos a balas con punta hueca.
Saludos.
El bipartidismo más común, más extendido, es aquel entre un partido de en lo económico de izquierda-socialmente liberal y un partido de derecha en lo económico-socialmente conservador.
Ejemplos de esto son Los Estados Unidos con los Democratas y Republicanos, y España con los Socialistas y el PSOE.
(No digo que los democratas y socialistas españoles sean gobiernos de izquierda , con que estén a la izquierda de los republicanos y pepeístas alcanza)
Yo creo que ese el el escenario que quiere crear Kirchner en Argentina, un bipartidismo, con el peronismo a la izquierda en lo económico – socialmente liberal (aborto, la depenalización de las drogas, matrimonio gay) y Macri del otro lado, derecha en lo económico y conservador en lo social.
Ese no es un escenario que le guste mucho a la iglesia católica. Decir que la iglesia católica es una aliada natural del liberalismo es algo falso de completa falsedad. La iglesia católica ha condenado al liberalismo en encíclicas, equiparandolo con el comunismo y el socialismo. La iglesia no es liberal ni en lo intelectual ni en lo económico.
Los comunistas suelen decir cosas como que no hay diferencia entre Menem, Kirchner, Carrió, Duhalde etc que son todos lo mismo. Para los católicos conservadores, los comunistas y los neoliberales como Lopez Murphy, son lo mismo, las dos ideologías malignas nacidas de la revolución francesa, las dos caras de una misma moneda.
El brazo político de la iglesia católica en el mundo son los diversos partidos democrata-cristianos, en algunos países, como el nuestro, irrelevantes, en otros, como Alemania, muy importantes, desde la segundo guerra mundial Baviera (una de las regiones más desarrolladas del planeta) es gobernada por los democrata cristianos, la actual presidente de Alemania, Merkel, es democrata cristiana. Y esos partidos están influídos por la «doctrina social de la iglesia» en lo económico, (no son neo-liberales), y son socialmente conservadores (no al aborto, no a la eutanasia, no al matrimonio gay etc)
Ese es el tipo de partidos de los que gusta la iglesia católica. Y debo admitir, que el gobierno del primer peronismo, (recuerden: «el peronismo es un movimiento profundamente cristiano» es uno de las 20 verdades) fue el más parecido a un gobierno democrata cristiano. Recordamos el golpe del 55 y tenemos la idea de la iglesia enemiga de Perón. Es verdad que la iglesia y los milicos derrocaron a Perón, pero también es verdad que la iglesia y los milicos fueron los principales baluartes de Perón el 90% de su gobierno, no se opusieron a ninguna de sus reformas pro-trabajadores. Fue Perón quien le declaro la guerra a la iglesia, no la iglesia quien le declaró la guerra a Perón.
Gualterio, me sacaste muchas palabras de la boca, es cierto eso, y por algo Bergoglio prefiere aliarse a Carrió que a alguien que ha hablado de desmantelar villas, echar cartoneros, etc. Pero si tuviera que elegir entre oponerse al «liberalismo social» (drogas, homosexo y rock and roll) y oponerse al liberalismo económico, creo que sacrifica lo económico.
Lo de los «comunistas malos» me hizo un poquito de gracia… Como los que asocian el liberalismo con la Libertad, así con mayúsculas… (espero que no venga una clase de «introducción a la teoría política» como respuesta!).