No hay mucho para decir, en verdad, de una elección que, aparte de no contar con antecedentes a cuyo respecto como para efectuar conclusiones a partir de algún estudio comparativo, realmente no define, todavía, nada. Sí permite avizorar algunas cuestiones de cara a octubre siendo que, en verdad, ninguna fuerza dirimió candidaturas.
Se está comentando que ni los más optimistas de los guarismos permitían soñar con una Cristina juntando más de la mitad de los votos, y eso es cierto: por el número en sí, el 50, que asombra; y no por la enorme distancia que marcó, mas previsible, eso sí, respecto de sus competidores más encumbrados.
Máxime, todo ello, si se tiene en cuenta el dato de que se edificó, tan impresionante triunfo, a partir de desempeños notables incluso en distritos en los que en tres de los cuatro últimos domingos electorales había tenido más para llorar que para reír (Capital I y II, Santa Fe para el sollozo, donde los candidatos del FPV mordieron el polvo, mal; control de daños, apenas, en Córdoba a partir de la victoria de De La Sota), situación a partir de la cual desde las tropas opositoras se intentó instalar un clima de duda al respecto de la posibilidad de una Presidenta triunfante en las PASO, que tenía más de voluntarismo que otra cosa.
Cuando Artemio López dijo, con motivo de analizar una encuesta difundida por el equipo de El Hijo de Alfonsín que la daba a CFK primera en Capital, que CFK podía llegar al 50%, nadie, ni uno mismo, lo creyó posible. Otras señales, como que pese a las derrotas señaladas los FPV locales crecían a pesar de carencias varias o dificultades de implementación y campaña, loa ya harto repetidamente señalado respecto de la desconexión entre las lógicas locales y nacionales, iban en el mismo sentido.
Poliarquía no dio a conocer su último sondeo previo porque, dicen, ya marcaba, ese, un 48% de intención de voto para CFK. Nuevamente la han pegado, si así hubiese sido. Ya hace un mes la misma consultora había cantado 53% de perspectiva para Scioli en PBA, y desde acá nos permitimos razonar que Cristina obtendría algo similar allí, y terminó siendo mayor aún que eso.
Cristina ganó allí donde sus hombres no pudieron hacerlo en elecciones locales, en los “grandes centros urbanos”, en las “ciudades agropecuarias” aún tras cuatro años de gestión signados dominantemente por el conflicto de la 125 con las patronales de exportación primaria sin valor agregado. Todo un mérito que habla de que su gestión está siendo evaluada como exitosa. El apoyo habla de acompañamiento social para con una idea de Estado, consenso del cual ya hablamos acá la semana pasada.
Argentina es un país complejo, definitivamente. El voto cruzado lo comprueba. Hay la reconfiguración de un entramado socioeconómico cuyas dificultades de abordaje van in crescendo. Otro tanto para la composición del voto al FPV de ayer, que recorre disímiles franjas sociales, etáreas, ideológicas –por supuesto-, e insisto, territoriales.
Decía la semana pasada, que el kirchnerismo se apoya en una serie amplia de medidas de gestión, específicas según el tramo al que desea atender/convocar, cuya reivindicación está enlazada, toda, siempre en un mismo reivindicatorio, un relato a partir del cual estructura, el kirchnerismo, su presentación en sociedad y su estrategia como oferta electoral, que sea capaz de representar a todos los beneficiarios de la gestión. Populismo, que le llaman.
“La gente” ha decidido confiarle una gestión que necesariamente deberá interpelar especificidades que, las más de las veces, parecerán suplementarias, al proyecto político que más apto ha demostrado estar para ello, como se desprende de sus antecedentes y arengas. Ahí está Cristina anunciando hoy como la protección de tierras hace a la defensa de la soberanía ante las dificultades con que nos interpelará la crisis mundial de capitales especulativos.
Desafío, ése, a la altura del cual no estuvieron las opciones perdedoras de los FPV locales en distintas provincias. Hubo, vemos ahora, también, “manta corta”: el kirchnerismo puso la mejor carne en la parrilla nacional; y quizás no tanto en las de las provincias, ejemplo de lo cual da la candidatura a diputado de Omar Perotti, triunfadora con casi idéntico porcentaje al que obtuvo CFK en Santa Fe; a contrario sensu de ‘la’ oposición.
‘La’ oposición paga, a excepción de Hermes Binner, el precio, altísimo de haber entregado su soberanía táctica/estratégica allende las fronteras de sus propias estructuras partidarias –en especial, la UCR-, lo que se tradujo en un defecto de representatividad y de expresión de sus armados territoriales de muy grueso calibre. Que la “capacidad de daño” de los grandes grupos infocomunicacionales es, como está quedando comprobado, menor a la que uno creía, es una cosa; otra, muy distinta, es la comandancia que, respecto de los candidatos opositores, se ejerció desde las vocerías del empresariado dominante –el nucleado en AEA-, de la agenda por lo menos. Y no puede ni debe ser.
Los resultados que obtuvieron, a la vista está, son magros. Por lo demás, hoy los tratan poco menos que de una mezcla entre inútiles e imbéciles, cual si no hubieran, los medios, tenido nada que ver en el resultado, cual si no se hubiesen involucrado más allá de sus tareas específicamente profesionales, situación que uno no entiende como aún no ha provocado una rebeldía y posterior ruptura entre oposiciones, formal y fáctica.
En las elecciones más competitivas en la historia de la democracia recuperada en 1983, tras ocho años de gestión con altísimo nivel de voltaje y exposición conflictiva, el kirchnerismo ha hecho la que por lejos es la mejor elección de su historia, no sólo a nivel nacional. Esto es, simplemente, el punto de partida de cara al partido grande, que se disputará el día 23 de octubre.
Atento a ello, CFK ha ganado en tranquilidad al interior de otra complejidad, como lo es el de la heterogénea estructura del kirchnerismo, vertebrada dominantemente por el PJ, pero que contempla, además, al Movimiento Obrero, los organismos de DDHH, colectivos sociales de diversas reivindicaciones y cuyas reivindicatorias son de larga data, la juventud. Cada uno de ellos tiene para decir que el kirchnerismo le ha militado alguna causa; para cada uno de ellos hubo convocatoria (“La fuerza de…”); todos ellos pueden sentirse expresados en una fórmula presidencial estructurada a partir de dos personas capaces de tallar en diversos ámbitos, como lo son la Presidenta y Boudou. Una identidad originaria profundamente peronista de Perón y Evita, sí, pero también muy capaz de ensanchar la cancha con alianzas hacia ambos wines.
Una Cristina capaz -por ella misma, no así de transmitir sus cualidades a sus discípulos- de pelear en popularidad a los dirigentes peronistas no kirchneristas más posicionados de cara a la disputa por la sucesión que conviene “planchar” –y que, por lo visto, será aplazada- lo más posible, ya que es una ridiculez estar siquiera imaginando eso cuando todavía no se ha decidido quien comandará el período 2011-2015 –y que sólo ha sido posible a partir de la desesperación de Clarín (no sólo, pero predominantemente) por impedir un triunfo de Cristina en octubre-.
Permite, al kirchnerismo, además, reclamar al PJ mayor organicidad de cara a octubre. Por caso en Córdoba, allí donde la opción presidencial del FPV ganó por primera vez desde 2003, y cuya lista de pre candidatos a diputados nacionales goleó a la que sponsoreó el hace una semana triunfante De La Sota, a quien el resultado de cuya apuesta a no comprometerse con ninguno de los candidatos del peronismo le marcará, sin dudas, un camino de acá a setenta días.
Como punto de partida, si nos tomamos de lo que las tribunas opositoras vociferaban que era el objetivo gubernamental -esto es, superar el 40%, con altísima participación ciudadana, a pesar de la bajada de precio que intentaron, quizás precavidos del dato confirmado con la apertura de la urnas, los medios opositores-, es magnífico.
A partir de mañana, con todo, hay que remar, nuevamente, cual si se hubiera obtenido el mínimo necesario 1,5%, persistiendo en la tan sana voluntad de convocar mayorías, tan peronista, ella; pero que no se vislumbró tan clara en aquel tortuoso julio, que por suerte ya quedó atrás, claro que no (solamente) por mera inercia del calendario, dato, este último, no menor, por cierto.