Hay una tendencia a sobreestimar la importancia de las elecciones de este año. Con la única excepción de una amplia derrota del oficialismo en octubre o de una victoria amplísima del kirchnerismo (posibilidades que hasta el momento no parecen vislumbrarse), ningún resultado cambiaría demasiado el mapa político actual. En términos políticos, lo importante se juega en 2015.
Ya se dijo varias veces: el oficialismo renueva las bancas de 2009, donde hizo una mala elección, con lo cual cabe esperarse una mejora de su posición en el Congreso. Mejora con la cual, por cierto, aún estaría lejos de los 2/3 de las Cámaras, sobre todo en el Senado, por lo cual una hipotética búsqueda de reforma constitucional que le permitiera la re-re a CFK es una especie de quimera.
Detengámonos unos párrafos en las dos opciones mencionadas: si el kirchnerismo pierde “por mucho”, lo que sobrevendrá es un rearmado del peronismo alrededor de otras opciones en la conducción, pero no se visualiza, hoy por hoy, a nadie que tenga un ascendiente natural sobre la totalidad del FpV, entendiendo como tal a los diversos gobernadores, intendentes y corrientes internas. Por eso, no es negocio para nadie (¿es De la Sota la única excepción a esto?) una derrota estrepitosa del oficialismo, ya que se abriría un período de fragmentación que resentiría las posibilidades de todos los actores para 2015. Y nadie juega con fuego.
Si el kirchnerismo gana “por mucho”, no faltará en su seno quienes impulsen –en ese caso con el apoyo de una amplia mayoría de la sociedad- la posibilidad de la rereelección de CFK. Y entonces, aquí, todo dependerá de la decisión de la propia presidenta el permitir o no esa opción.
De este modo llegamos al centro de lo que deseaba plantear: por el momento, y aún con ciertos nubarrones en el terreno económico, todo está en manos de CFK y en su personalísima decisión. No hay pato rengo aquí. Porque está en CFK el decidir quién puede ser su sucesor. Ya sea eligiendo de entre las filas del Frente para la Victoria (dije FpV adrede) un candidato que pueda triunfar en 2015 o ya sea eligiendo alguien del kirchnerismo que no pueda ganar. Con lo cual también estaría decidiendo ella, de algún extraño modo, al próximo presidente.
Por supuesto, todas estos análisis son secundarios y menores. Las preguntas que hay que hacerse a la hora de pensar el futuro estimo que son otras. Por ejemplo: ¿ha llegado el modelo económico-social inaugurado en 2003 a su cenit?; ¿los fundamentos del modelo económico pueden sostenerse por dos años más (e hipotéticamente luego otros cuatro) sin encarar reformas profundas?; ¿hay condiciones de potencia política para encarar algunas de estas reformas profundas? ¿hay conciencia en el pequeño círculo que rodea a la Presidenta –quizás, precisamente, por el éxito de ciertos caminos emprendidos hasta ahora- de la necesidad de algunas reformas profundas? ¿puede aceptar el activo más iracundamente cristinista un candidato a presidente del oficialismo que –manteniendo los aspectos centrales del modelo- encare una nueva etapa diferenciada en “los modos”? De no ser así, ¿prefieren perder con alguien “puro” a ganar con un aliado? ¿Cuáles serían, a efectos de mensurar un posible sucesor, los “aspectos centrales” que sí o sí debiera mantener? Algunas de estas preguntas hay tiempo de sobra para ser respondidas. Otras de ellas, parecen necesitar cierta urgencia de ser analizadas.
Finalmente, la gran pregunta: ¿será 2013 meramente un año electoral? ¿O podremos asistir también a un año estructural?
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La profundización y ampliación de este proyecto económico-social requiere pensar en nuevos liderazgos que lo sostengan. Cristina tiene esta capacidad, obviamente, pero hay limitaciones institucionales que son difíciles de vencer. Sin embargo, me parece que hay otro problema o pregunta más que agregar a tu artículo y creo que es la pregunta de Rey Lear, se puede heredar en vida? En fin, una pregunta más.