Charlando con algunos editores de este blog, pensábamos el otro día que -obviamente, no hay que ser ningún genio-, para un montón de gente que tiene 25, 30 años -a veces un poco más también-, los años 90 parecen ser una entelequia. En cierta forma, del mismo modo que como para muchos de los que somos un poco más grandes, pero no tanto, lo son «los 70». No vivieron «los 90». O prefieren recordarlos a la distancia, de una manera matizada, lejana, ajena.
Y «los 90» existieron. Cómo que no. No fueron un «consumo irónico».
Los más avispados diarán «y sí, si seguimos viendo cosas ‘de los 90’ todos los días que el kirchnerismo no supo, no quiso o no pudo cambiar». Claro. Los 90, tan terribles y tan normales. Tan concretos y tan etéreos. Tan frenéticos y tan pastosos. Los 90 fueron de verdad, eh. Y esto es algo que a veces no parece comprenderse del todo a uno y otro lado del artista-antes-conocido-como-«La Grieta».
Digamos:
- Los 90 nos recuerdan que esto que vivimos ahora no es «lo normal» en política. Que el Grupo de los 6 salga a putear con cada proyecto de ley al Gobierno de turno no es lo normal.
- Aún más. Los 90 nos recuerdan que si el Grupo de los 6 putea al Gobierno de turno y que la vida más o menos sigue, eso no es lo normal.
- Los 90 nos recuerdan que el hecho de que se hayan ganado elecciones nacionales, provinciales, de todos los colores haciendo y diciendo lo que han hecho y dicho los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner no es lo normal en la Argentina. Lo normal, haciendo y diciendo lo que hace el kirchnerismo es perder. Per-der.
- Los 90 nos recuerdan que el llano es parte de la política. Nos enseñan a desdramatizar el llano.
- Y a la vez -qué contradictorio, qué lineal- los 90 nos recuerdan por qué vale la pena pelear por no volver a los 90. Dramatizar el llano.
- Los 90 nos recuerdan -dios no permita- lo divertido, lúdico, impune y emotivo que es ser oposición. ¿Organizamos un «apagón», chicas? Lo transmitirá Telenoche.
- Los 90 nos recuerdan que nada termina, que todo se recicla. Que Alfonsín terminó con una hiperinflación y una entrega de mandato antes de tiempo y votando a libro cerrado la Ley de Reforma del Estado, pero cuatro años después estaba haciendo el pacto de Olivos y un par de años después ponía un jefe de Gobierno porteño radical y un par de años después ponía un presidente radical, para un par de años después morfárselo y un año después pactar con Duhalde, para un par de años después, entonces recién sí, morir.
- Los 90 nos recuerdan que si Cavallo aún habla, si su secretario de Política Económica da conferencias magistrales, si Carlos Corach pregona como un lord inglés, bueno, it’s up to you, boy…
- Los 90 nos recuerdan que no es normal que te aumenten la beca del CONICET para decir «uh, qué gobierno puto el de Cristina». No es lo normal que te den otra cátedra más en otra universidad del conurbano que paga bastante bien. No es lo normal estudiar una carrera con una beca Sarmiento y conseguir un trabajo en blanco antes de recibirte. Lo normal es estudiar trabajando de promotora o dando clases de inglés o pintando casas y trabajar, graduado, en una pasantía renovable cada seis meses. Y que -sí- cada tanto lo normal parece ser que es veranear afuera.
- Los 90 nos recuerdan que lo normal no es ser funcionario ¡lo normal es no serlo!
- Los 90 nos recuerdan que los sindicatos (¿algunos sindicatos?) peronistas siempre se acercan al poder político pero que no son el poder. Que siempre la ven de afuera. Por centroizquierda y por centroderecha.
- Los 90 nos recuerdan que no son normales las paritarias. Que lo normal es que el trabajo y los derechos laborales sean una variable de ajuste. Que en el piso de la planta haya más temor al patrón que al trabajador.
- Los 90 nos recuerdan que lo normal no es haberse quedado en el 45. Ni «bancar». Lo normal es «surfear» las nuevas «olas».
- Los 90 nos recuerdan que los que dejaron de soñar siempre se inventan algún discurso moral para dormir tranquilos.
- Los 90 nos recuerdan que lo normal no es no querer tener un millón de amigos. Lo normal es exclamar, muy simpáticamente y con una media sonrisa «pero pordioooooo si ia lo he diiiichooooo…»
- Los 90 nos recuerdan que lo normal no es que los periodistas te recontra puteen en todos los idiomas para presionarte para recibir sobres. Lo normal es que directamente reciban sobres y no te recontra puteen. Lo normal es no tener ni presupuesto para darle sobres -ay, esa cadena alimenticia- a los periodistas.
- Los 90 nos recuerdan que lo normal no es nombrar un funcionario de veintipico de años para que puteen los de 50. Lo normal es lo contrario.
- Los 90 nos recuerdan que lo normal es hacer reuniones de gabinete y lotear los gobiernos en ministerios y lotear los ministerios en secretarías y lotear los bloques legislativos y gobernar siempre «en minoría» pero con la mayoría de los grupos económicos de acá y de afuera. Eso es lo normal.
- Los 90 nos recuerdan que sólo a un loco puede ocurrírsele no tener relaciones más o menos carnales con los Estados Unidos y con la Embajada («basta, Sergio, basta»). Eso es lo normal. No lo que pasa ahora.
- Los 90 nos recuerdan que lo normal es militar en algún lugar, en algún hoyo, en algún hueco, donde no le importe a ningún presidente ni a ningún ministro, ni a ningún diputado. Armar alguna historia porque sí o recluirse en algún exilio interior. Eso es lo normal, no que cualquier cuatro de copas ingnoto ande levantando el dedito contra Bonelli. Lo normal es Bonelli. Lo normal es que Bonelli sea maravilloso para el 80 por ciento de la gente.
- Los 90 nos recuerdan que lo normal es estar en bolas con respecto a la agenda de la mayoría. Que hablarles de Derechos Humanos cuando todos quieren inflación cero es lo normal. Que hacer política sin guita es lo normal. Que acoplarse a algún gobierno provincial o municipal minoritario de algún partido mayoritario es lo normal. O no. O romper e irse a las CTAs de este mundo es lo normal. O ser «periodista independiente» es lo normal, viste qué bien, mamá.
- Los 90 nos recuerdan que lo normal es el FMI, no Stiglitz. Que lo normal es ser demodé, no «cool». Que lo normal es Manuelita La Película, no Zamba. Que lo normal es ser amigo del turro de Caparrós, no que nos resulte insoportable.
- Los 90 nos recuerdan que lo normal es aspirar a cositas muy módicas, muy tercera vía, muy realpolitik, socialdemocracia, Giddens, poca estridencia. Lo normal es que los chavismos de este mundo nos parezcan repulsivos. Lo normal es volverse más cultural que social, más económico que político, más frívolo que depre, más light que insoportables, como a veces nos ponemos, efectivamente.
- Los 90 nos recuerdan lo duros, lo largos, lo desérticos que fueron los 90. Lo plásticos, lo dramáticos, lo interminables, lo fríos, lo solitarios, lo patéticos que fueron los 90. Lo festivos, lo individuales, lo calurosos, lo decadentes, lo únicos, lo comunes, lo argentinos que fueron los 90.
- Los 90 nos recuerdan todas las cosas de los 90 que este gobierno también abrazó, que todos también abrazan, que todos también abrazamos.
- Los 90 nos recuerdan que todo concluye al fin, que nada puede escapar. Pero no tanto, eh.
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