El 26 de octubre y como preveían las encuestas, habrá segunda vuelta en Brasil. La presidenta y candidata del PT Dilma Rousseff y el candidato del PDSB, Aeceo Neves serán los que definirán mano a mano quien conducirá los destinos de la principal economía de Sudamérica en el periodo 2015- 2019. Al igual que en las últimas cuatro elecciones presidenciales en el país las coaliciones encabezadas por el PT y el PDSB competirán nuevamente por el premio mayor, en lo que ya se convirtió un clásico de los balotajes brasileros.
A continuación algunas viñetas de la elección
• En términos cuantitativos la candidata presidenta obtuvo 43.266.998 de los votos válidos, el equivalente a 41,6% de los sufragios. El socialdemócrata Neves consiguió 34.896.909 de las preferencias electorales, lo que en términos de porcentaje de votos es el 33,5%. En tercer lugar y fuera de toda posibilidad, quedó la candidata estrella Marina Silva con 22.176.404 (21,3%) de los votos. Estos tres candidatos (de los once que compitieron) totalizaron más de 96% de los sufragios válidamente emitidos.
• La diferencia entre Rousseff y Neves fue de casi 9 millones, una cantidad importante de votos, que a primera vista no parecería muy sencilla de descontar. El horizonte de sufragios a conquistar se redujo a menos de 40 millones (ya que 78 millones se lo repartieron los dos primeros y se trata de un voto que con seguridad se conserva en la segunda vuelta) si se repite el presentismo de esta votación que alcanzó los 115 millones de votantes. Para decirlo de otro modo: si Dilma y Neves mantienen la fidelidad de sus votantes, los votos de Marina, de los otros candidatos presidenciales y los no válidos (anulados o blancos) que casi siempre no modifican su preferencia, suman 36.957.977.
• En términos comparativos, las últimas cuatro elecciones el oficialismo petista venció por porcentaje distintos a la oposición neoliberal brasilera. En el 2002 el PT aventajó al PSDB 46,4% a 23,2%, en el 2006 48,6% a 41,6% y en el 2010 lo hizo 46,9% a 32,6%. Es decir, el doble de votos en el 2002 (23,2%, la mayor de todas), 7% en el 2006, 14% en el 2010 y 8% ahora. En los dos casos se da que tanto Lula como Dilma vencieron en su primera elección por un porcentaje de votos mayor a la segunda. Este domingo no fue la excepción.
• Además de la elección presidencial la votación de ayer definió (o está en vías de definir) 27 gobernadores estaduales, 513 diputados y 1/3 de los 81 senadores. De las 27 gobernaciones se definieron 14 y el resto deberá esperar al igual que la presidencial, la segunda vuelta. De estas se resalta la victoria del opositor PSDB en San Pablo, la victoria del PT de visitante en Mina Gerais (el estado de Neves), la resonante victoria en Bahía (Dilma, inclusive, obtuvo un 60%) En cuanto a la totalidad de la renovación de la cámara de diputados, los días posteriores quedará más nítida los colores políticos que primarán (hay que tener en cuenta que son coaliciones de muchos partidos), pero algunos aventuran que habrá una disminución de los escaños petistas.
• Fin a los números, vamos al análisis. Sin dudas, se tratará de uno de los mayores desafíos para el elenco gobernante. A pesar de que Lula ganó en el 2006 por una ventaja menor a la que se dio este domingo, al estar tan cerca del 50% requerido, limitó las chances opositoras. Como se dijo arriba desde una cuestión numérica no es tan fácil la tarea para Neves, pero sabemos que en política no siempre 2 más 2 da cuatro. Sin embargo desde una mirada evolutiva, el PT debería mostrarse conforme con los votos finales. Si tomamos en cuenta los vaivenes de las encuestas, en donde hace un mes Dilma perdía el balotaje con Marina por 10%, y en donde el “cabeza a cabeza” parecía la opción más razonable entre las dos candidatas mujeres, la ventaja de 8% muestra que el oficialismo aún mantiene un importante poderío electoral que le permite superar el 40% (como en todas las elecciones desde que es gobierno) en un contexto difícil desde el punto de vista económico y de un fuerte cuestionamiento desde lo social. No en vano la cadena O Globo, férrea opositora al PT, haya titulado que “La corrupción y la economía deberían dominar el debate en la Segunda Vuelta”
• A pesar que las encuestas marcaron un importante y abrupto giro de la elección a partir del accidente aéreo en el que perdiera la vida Eduardo Campos y la emergencia del “huracán” Marina, ésta se diluyó en el tiempo. A primera vista daría la sensación que los vaivenes del electorado brasileño en las encuestas, respondería más a un voto estratégico que se posiciona en el clivaje PT / anti PT, que a una simple opción entre “libre” preferencias electorales. Está más que claro que cuando Marina subió, el hipotético” electorado acompañó fuertemente ese crecimiento, y que cuando se pichó, trasladó rápidamente votos al mejor posicionado.
• Al igual que en la mayoría de los países del cono sur, las maquinarias electorales aún tienen su peso. Tanto PT y sus aliados (en especial el Partido Movimiento Democrático Brasilero, PMDB), como el PSDB y los suyos hicieron primar el trabajo territorial a favor de sus candidatos. Las idas y vueltas de Marina a la hora de sostener una levantada en las encuestas de tinte un tanto pragmático y otro tanto emocional, colaboró en que la segunda vuelta vuelva a convertirse en el clásico de las últimas cuatro elecciones. Y, en síntesis, todo volvió al orden anterior a la irrupción de Silva, ya que previo al siniestro, Campos ocupaba un cómodo tercer lugar, como a la postre mantuvo el PSB.
• La «caprilización» de Marina, que desde el inicio de su vida política ostentó posiciones progresistas le aseguraba la competitividad por el voto en la totalidad del espectro político-ideológico. Inclusive su credencial de ser una ex ministra del gobierno de Lula y una militante histórica del Partido, como escribe aquí Emiliano Flores le permitía morder pedazos de votos por izquierda y por derecha. Sin embargo, una vez que las encuestas mostraron su ascenso viró hacia un posicionamiento más ortodoxo con el objetivo de ganarse los votos de la derecha del electorado brasilero, votantes que no hacía falta seducirlos ya que la hubiesen elegido sin dudar ante el cuco que representa el PT. Sabedores que la opción Marina representaba un mayor peligro que la que el tradicional PSDB, Dilma y Lula concentraron las críticas sobre la fragilidad de la ex ministra del PT, una especie de cantada de mancha, que consolidó el voto propio y restó el de su principal rival.
• Los 5% que perdió Dilma desde 2010 es la muestra fehaciente del desgaste de cualquier gestión que va para sus 16 años de mandato. En palabras del amigo Fede Vázquez “estamos ante un ciclo de elecciones donde los proyectos gobernantes se reeligen, pero con más dificultades que antes”. Y esto no sólo se aplica a los gobiernos del giro a la izquierda en la región, sino también a quienes abrevan en otra visión ideológica, como el presidente de Colombia Juan Manuel Santos, que debió remar y mucho para derrotar a Zuluaga en segunda vuelta. Es decir, los gobiernos que van por la reelección (salvo Evo, je), logran primar con mucho esfuerzo. Este camino parece seguir Uruguay para la elección del 26 de octubre.
• Sin embargo, no deja de ser admirable como estos gobiernos logran mantener una importante caudal de votos que evidencia la conformidad de una importante porción del electorado y que, a su vez, le asegura competitividad electoral. Es innegable que las políticas de inclusión social que llevó adelante el PT, le permitió a más de 40 millones de brasileros subir en la escala social, disminuir notablemente la pobreza y el desempleo, en un país que históricamente le dio la espalda a esa urgente tarea. El corte social del voto de ayer fue claro: los sectores más pobres votan por el PT los medios-altos a la oposición. La ampliación de derechos sociales, cuestiones tangibles para una gran parte del electorado del país, le permite al PT continuar hegemonizando el proceso electoral, con grandes posibilidades de llegar a los 16 años en el poder político
• La orientación electoral que hará Marina Silva para la segunda vuelta, aún no es pública. Eric Nepomuseno, ayer en Página 12 hablaba de que la coalición de partidos que apoyó su candidatura muestra diferencias internas a la hora de elegir un candidato. Algunos sectores se inclinan por una alianza con la derecha, mientras que otros abrazarían la candidatura de Dilma. Veremos los próximos días.
En tres semanas, Brasil, parafraseando a Emir Sader, se debatirá entre “el pasado y el futuro” Será una elección que tendrá un impacto decisivo en la región y el mundo. Dos proyectos antagónicos que corresponden a una distinta inserción regional y a un disímil modelo económico y social de país jugarán sus fichas en tres semanas. La derecha que se relame previendo escenarios catastróficos para Venezuela sólo es el comienzo de semanas con una importante intensidad política. Para los países sudamericanos se trata de “la” elección. Dilma parte con una importante distancia, pero nada está dicho. Y como siempre se terminan estas crónicas, será el soberano el encargado de dictaminar el orden que prevalecerá en las tierras de la alegría.