Areopagítica

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El panfleto que portaba el célebre discurso de John Milton bajo el título que encabeza esta nota (A Speech for the Liberty of Unlicensed Printing to the Parlament of England) en defensa de la eliminación del sistema de censura vigente en la Inglaterra de 1644, es considerado el ensayo fundacional de la tradición de la libertad de prensa o de expresión en Occidente.

Más allá del núcleo de su argumentación en contra de la Licensing Order de 1643, es evidente que dicha libertad tenía al Estado como restricción de la expresión de los particulares que con sus publicaciones podían incurrir en blasfemias o falacias que alejaban los debates del camino de la verdad o subvertían el orden establecido.

De ahí en adelante, la libertad de expresión ha sido siempre la primera víctima de los regímenes autocráticos, vayan como ejemplo el control de la prensa de masas del nazismo, del fascismo y del comunismo en cualquiera de sus formatos. Y, nuevamente, es el Estado el sujeto que impone un discurso único, un relato oficial.

En este contexto, el criminal y demencial atentado contra la vida de los periodistas de la publicación Charlie Hebdo no debería ser rotulado como un ataque a la libertad de expresión, sino simplemente como un acto que tiene por objeto sembrar el terror. El único ataque a la libertad de expresión y a las libertades individuales en general provienen del Estado, como ocurrió con la Patriot Act después de 11-S, o como sugiere ahora David Cameron respecto del control de la mensajería de Whatsapp en el Reino Unido. Paradójicamente, los ataques terroristas dan pábulo a la limitación de las libertades por decisión de los Estados amenazados y no por la acción directa de los fanáticos.

Sin embrago, los grandes medios de la Argentina y del mundo, aquellos que tanto Milton como John Stuart Mill – continuador de las ideas de libertad en su On Liberty – no conocieron y en consecuencia no pudieron reflexionar acerca de su influencia en la libertad de expresión, han rotulado falazmente el atentado como “ataque a la libertad de expresión”. Es especialmente sospechosa la vinculación que se pretende hacer en nuestro país de ese presunto ataque a la libertad de prensa con un gobierno supuestamente censor.

Es más sencillo atacar a nuestro gobierno con la verdad que con el invento constante de argumentos insostenibles. La libertad de expresión no está en peligro por culpa del terrorismo sino por las medidas que los Estados puedan tomar a partir de los hechos desgraciados. Solo en ese sentido, en tanto Estado, al gobierno argentino se lo podría considerar una amenaza y, tal vez por esta razón, los medios se curan en salud.

Sin embargo, ¿Cuál ha sido la censura estatal ejercida durante estos años? La respuesta negativa es un indicador de que la libertad de prensa no está amenazada. La llamada Ley de Medios afecta más los intereses económicos de los grandes medios que la libertad de expresión. Y el pool de medios que controla el gobierno está tan claramente identificado con el discurso oficial que sólo un desprevenido podría ser sorprendido en su entendimiento.

En el alegato de Areopagítica, Milton va más allá de la argumentación a favor de la libertad de prensa ramplona que hacen los medios actuales. En su defensa de la libertad de expresión se entrelazan tanto los clásicos principios del humanismo racionalista, como la necesaria conjugación de la dimensión individual y colectiva de la libertad.

Para comprenderla hay que ser generoso en el debate, abierto de entendederas y autónomo de pensamiento, tres cualidades que hoy son difíciles de hallar en los medios de comunicación y en los hombres y mujeres que los alimentan a diario.

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