Los sindicatos opositores están realizando hoy un “paro nacional” al que adhieron los sindicatos del transporte, camioneros, petroleros, trabajadores del dragado y balizamiento, municipales de la Ciudad de Buenos Aires, trabajadores rurales, canillitas, panaderos, pilotos, capitanes y oficiales navales, señaleros, ceramistas, y trabajadores del peaje. ¿Por qué paran los que paran? De acuerdo a los testimonios y las intervenciones de los sindicalistas en la prensa, el paro apunta a subir el mínimo no imponible. Pero como el sindicalismo argentino es tan caro a los pliegos políticos, Moyano agregó el miércoles que el paro es también por “los demás reclamos como el aumento a los jubilados, la seguridad, y la inflación”.
Dos puntos a tener en cuenta sobre la dinámica de la convocatoria: primero, este paro ya fue postergado una vez. El tres de diciembre pasado, mientras el dirigente de Dragado y Valizamiento Juan Schmid anunciaba que entre el 9 y el 12 de diciembre se llevaría adelante un paro sin movilización pidiendo la eliminación del impuesto a las ganancias, la Presidenta anunciaba que aquellas personas con salarios inferiores a los 35 mil pesos no pagarían ganancias sobre el medio aguinaldo de diciembre. Segundo, este paro empezó siendo un paro de los trabajadores de transporte, al que se plegó luego camioneros, y luego estos 11 gremios.
Tres puntos a tener en cuenta sobre las características de la convocatoria y la población a la que representa. Primer punto: todos los gremios que participan del paro representan a trabajadores que en un 100 por ciento de los casos pagan ganancias. Entonces, aunque se haya convertido a lo largo del mes en un “paro de la CGT”, para definirlo adecuadamente habría que caracterizarlo como “un par de los 13 sindicatos de la Argentina cuyos trabajadores pagan ganancias. Segundo punto: los trabajadores que pagan ganancias en Argentina son alrededor de 1,2 millones sobre un total de 13,1 millones de trabajadores de los cuales están registrados 8,5 millones. Por lo tanto estamos hablando del 9 por ciento de los trabajadores. Tercer punto: de acuerdo a un estudio recientemente publicado por el Washington Post, Argentina es el país con el mayor salario “gastable”, es decir, descontando los impuestos, de toda Latinoamérica.
En resumen, estamos hablando del 9 por ciento de la masa de trabajadores mejor paga de toda la región y el 14 por ciento de la masa de trabajadores formales mejor paga de toda la región. Teniendo en cuenta que el reclamo afecta directamente a un sector pequeño de la población, es entendible que Moyano lo convierta en un mes en un paro de la CGT primero y en un paro por “el aumento a los jubilados, la seguridad, y la inflación” después. Pero el afán de querer representar las demandas de todos siendo una partecita trae aparejados algunos problemas.
Sindicatos pretorianos en una sociedad democratizada
A pesar de tomar una medida de fuerza en defensa de los jubilados, los ciudadanos y los consumidores, Moyano no se presentó a candidato por ninguna lista en las últimas elecciones y los dirigentes cercanos a él –Julio Piumato, por ejemplo—que sí se presentaron no pudieron pasar el umbral de las PASO a diferencia de otras alternativas más combativas y democráticas en la pelea distributiva, tales como el Partido Obrero y el Partido de los Trabajadores Socialistas. Por lo tanto, cabe preguntarse bajo qué mecanismo el dirigente se autoadjudica la representación de los jubilados, los ciudadanos y los consumidores. Mi hipótesis es que el mecanismo por el cual eldirigente considera que puede representar a toda la sociedad sin someterse a su escrutinio ni evaluación siendo una representación parcial –camioneros– dentro de una representación sectorial –la clase obrera—tiene que ver con la lenta incorporación a la democracia argentina de los actores previos a la democracia, formados en un sistema político al que Huntington (año) denominó “pretorianismo de masas”.
Los sistemas políticos pretorianos son, para resumirlo en pocas palabras, sistemas con bajos niveles de institucionalización y organización y altos niveles de participación y movilización. Como la estabilidad política depende de la relación entre instituciones y participación, cuando las organizaciones no resultan aptas para canalizar la movilización activa de la población, el sistema se desestabiliza, y a la vez que resulta imposible la creencia de todos los actores, tanto sociales como político-partidarios, de que existe una noción de “bien común”. En la medida en la que las instituciones no funcionan para canalizar demandas y devolverlas en forma de política pública y los intereses fragmentados quedan enfrentados “cuerpo a cuerpo” y a cielo abierto en sus disputas, las fuerzas movilizadas utilizan métodos propios y actúan directamente en la arena política, sin objetivos comunes, mediaciones orgánicas ni acuerdos formales sobre los métodos que se vana usar para dirimir los conflictos.
La descripción sirve para ilustrar casi toda la historia Argentina durante el siglo 20, especialmente la segunda mitad. El sistema pretoriano explica el derrocamiento de todos los gobiernos militares y civiles, electos tanto en esquemas democráticos como restrictivos. Este patrón se modificó desde la recuperación democrática, se verbalizó en consignas políticas basadas en la distinción entre democracia y corporaciones que primero levantó Alfonsín y luego el kirchnerismo recuperó en términos no sólo discursivos sino también llevando adelante muchas de esas disputas y ganándolas.
Este desfasaje entre el comportamiento pretoriano del moyanismo y la democratización de la arena política y la sociedad se hace visible en cada conflicto entre el gobierno y los sindicatos a lo largo de los últimos dos años, lo cual tiene su lógica: ¿por qué un actor, sea el que sea, va a prepararse e invertir tiempo y recursos humanos y materiales en representar el interés común, si lo que vio a lo largo de toda la historia es que puede conseguir lo mismo o más en mucho menos tiempo simplemente golpeando?
Nacidos para golpear
La pregunta acerca de por qué representar cuando se puede golpear viene de la mano de otra pregunta que es ¿por qué siempre golpean los mismos? La política da respuestas personalistas a esta pregunta: cristaliza a los actores más allá de las condiciones y elabora respuestas según las cuales, por ejemplo, algunos “se plantan” y otros “venden a los compañeros”; algunos negocian a la alza y otros a la baja porque son así o porque tienen –o no tienen—acuerdos con la patronal; algunos son combativos, otros son burócratas y otros empresarios. El propio Moyano busca permanente abonar a estas explicaciones en las cuales él “se la banca”, cuando dice cosas como “yo era mal camionero porque no sabía dar marcha atrás”.
Otros tipos de explicación funcionan como híbridos entre el discurso político y un tipo específico de discurso académico y tienden a trazar linajes que empiezan en antagonismos como los duros y los blandos, o en el vandorismo versus la CGT de los Argentinos y los sindicatos clasistas del Cordobazo y se prolongan hasta hoy, en una falsa historización que en realidad lo que hace es congelar las identidades aún más.
Si descartamos este tipo de explicaciones, la respuesta a la pregunta sobre por qué Moyano siempre es opositor es: porque puede. ¿Esto tiene algo que ver con Moyano?
No. Sólo tiene que ver con las condiciones de su sector en el momento en el que asumió la conducción, el modo en el que este sector estuvo inmerso en la economía argentina durante el período de liberalización y con cómo está inmerso en la actualidad, y con las características de camioneros y su inserción dentro de la CGT.
Michael J. Hiscox, de la universidad de Harvard, explicó en su trabajo Class versus Industry Cleavages que en los países con alta movilidad de factores –o sea donde los bienes que se producen en su mayoría son abundantes y no específicos–, se forman coaliciones de clase. Para simplificar, a más movilidad de factores, más clivajes obreros versus patrones. Mientras que en los países con baja movilidad –o sea que dependen más de recursos naturales– se forman coaliciones industriales o de grupo. En otra palabras, campo contra industria.
Dado que esta explicación es válida también para explicar el funcionamiento de los clivajes también dentro de los países, es fácil notar que como el transporte de cosas a través de camiones es un servicio que no necesariamente sufre una caída de actividad en los momentos de crisis, depende menos de si el estado es proteccionista o no. Poreso es un sector casi, casi nacido para golpear. Sin embargo, alguien nos podría decir–con razón– “bueno, pero esa explicación es determinista desde lo sectorial y lo económico, y no tiene en cuenta las características organizacionales ni políticas del sindicato y del sistema político en general–.
Por suerte alguien ya predijo este problema y pensó una respuesta. Se trata de Victoria Murillo, de la Universidad de Columbia. En su trabajo Del populismo al neoliberalismo Murillo se pregunta de qué depende el modo en el cual se posicionó el sindicalismo latinoamericano durante las reformas liberalizadoras sobre todo durante la década del 80. De acuerdo a un estudio empírico sobre distintos países creó un esquema detipología causal de cuatro categorías según el cual detectó que los posicionamientos co-variaron de la siguiente manera:
1) En los casos en los que existió monopolio sindical –esto es, bajísimo riesgo de los dirigentes del sindicato de perder ante una oposición interna– y competencia electoral –esto es, riesgo real del partido gobernante de perder el gobierno–, la posición que tomaron los sindicatos fue la oposición al gobierno.
2) En los casos en los que existió monopolio sindical y “monopolio» electoral — esto es, sin que existiera un riesgo real del partido gobernante de perder el gobierno–, la posición que tomaron los sindicatos fue la cooperación con el gobierno.
3) En los casos en los que existió competencia sindical y monopolio electoral, la posición asumida por los sindicatos fue la subordinación.
4) En los casos en los que existió competencia en ambos ámbitos, la posición asumida por los sindicatos fue la resistencia.
Si asumiéramos como supuesto que los posicionamientos ante las reformas liberalizadoras pueden reinterpretarse en clave de su relación con todas las políticas de un gobierno en un momento determinado, el caso de Camioneros se ubicaría dentro del primer cuadrante: esto es, monopolio sindical con competencia electoral. En una Argentina en la que la arena electoral se democratizó pero los sindicatos no, Camioneros se encuentra en las mejores condiciones para ser opositor siempre que lo considere más rendidor en términos económicos y políticos.
Pero ¡alto! Entre el 2003 y el 2011 Camioneros fue la principal base sindical del kirchnerismo, ¿cómo se explica esto? Justamente en la capacidad de esta facción del sindicalismo de ser un actor opositor, lo cual no necesariamente implica que esa capacidad se active siempre. El kirchnerismo durante ocho años gobernó considerando que su propia gobernabilidad se construía, en parte, a partir de los sindicatos liderados por Moyano. Pero estos sindicatos no representaron la base social del kirchnerismo solo en tanto actores con mucha capacidad de movilización. Más bien fueron la nueva ley de contrato de trabajo y la forma de reactivación económica las que reforzaron el modelo sindical con más trabajadores, más trabajadores en blanco, mejores salarios, más beneficios sociales, más regulación en el empleo, todas medidas que dotaron de mayor poder a todos los sindicatos, y más a los que, aún estando en coaliciones opositoras a la liberalización, nunca se debilitaron demasiado, como Camioneros.
A cambio, Camioneros respondió con movilización. El combate casi cuerpo a cuerpo con los piquetes agrarios en el 2008 no fue más que la prolongación –en el campo oficialista—de la lógica del pretorianismo.
Sin embargo, el decreto firmado por la Presidenta en el 2011 a través del cual reglamentaba la modificación de la Ley de prepagas votada en mayo por el Congreso dio de baja esta lógica de colaboración: aumentó la capacidad de regulación del gobierno sobre las obras sociales atacando a uno de los pilares del poder sindical de este sector del sindicalismo. A partir de entonces, ser oficialista dejó de ser una opción con buenretorno y la capacidad opositora se activó.
Conservar y patalear
Desde el acto en Huracán en el 2012 en el que Moyano se alejó del gobierno, la forma de esta facción del sindicalismo de actuar colectivamente viró –aunque este viraje no fuera de 180 grados—de la fórmula a la que las ciencias sociales en Argentina “golpear y negociar” hacia otra fórmula que se puede resumir en “conservar y patalear”.
En otro trabajo de Murillo, más reciente, la autora explica que el hecho de que en una democracia afianzada los votos tengan más peso que las corporaciones impactó sobre el poder de daño de medidas como las huelgas generales. En un contexto así, los sindicatos corporativos se encuentran con que el desafío principal es conservar: conservar un modelo sindical levantado sobre dos pilares que son el monopolio legal de la representación y los recursos económicos de las obras sociales (Torre, 2013).
Al mismo tiempo, cuando la base social que les permite sostener este esquema de privilegios corresponde al sector más alto de la pirámide salarial, conservar implica tener consignas de máxima que, por sus propias características objetivas, no pueden representar más que a un sector pequeño de la población asalariada. Entonces los reclamos consisten en pataleos con un rumbo opuesto al de la distribución del ingreso, tales como el reclamo por la anulación del impuesto a las ganancias que es uno de los pocos impuestos progresivos en la Argentina actual.
El problema de esta dinámica es que anula por completo cualquier capacidad de los sindicatos de pensar el futuro y los lleva a ser reactivos hasta el fin de los tiempos o, lo que es aún peor, a alternativas electorales y electoralistas que los van a usar como apoyo para seguir privándolos de las discusiones que incorporen a los trabajadores como actores capaces de proyectar políticas públicas y modelos de país. Es decir, como sujetos. Los acuerdos parciales con políticos como Sergio Massa, Francisco De Narváez, y Mauricio Macri, quienes incluyen en sus plataformas actuales medidas de shock como respuesta a la inflación y de represión como respuesta a la conflictividad, hablan de una opción clara de esta facción del sindicalismo por el pasado. Cualquiera de estas alternativas de gobierno anularía el margen de acción de los trabajadores, aún para conservar y patalear.