A diez días de la inédita segunda vuelta electoral en nuestro país, los candidatos Daniel Scioli y Mauricio Macri renuevan sus propuestas electorales y refuerzan las ya adelantadas en la primera vuelta. Al no contar con evidencia empírica sobre otra experiencia similar sobre balotaje en Argentina, nos encontramos ante un nuevo escenario con escasas pistas para poder proyectar a futuro. Creemos, eso sí, que será una elección muy reñida que se definirá por escaso margen. En medio de una campaña que se tornará más intensa con el devenir de los días, me interesa concentrar la atención en cómo el líder del PRO encara la última etapa y robustece los lineamientos organizados a partir de mediados de año. Es decir, como Macri luego del cambio evidente de su estrategia de campaña luego de la victoria finita de su delfín Rodríguez Larreta en la Ciudad, encara estos últimos días con una batería de mensajes orientados a escaparse de grandes definiciones, mostrarse como el candidato que “nos representa a todos” y que avanza sin escombros hacia una victoria que “mejorará la calidad de vida” de toda la ciudadanía. En ese famoso discurso en el que el jefe porteño aceptaba como irreversibles las estatizaciones del gobierno kirchnerista y los militantes del PRO gritaban al unísono un fuerte “nooo”, quedó trazada la estrategia que llega a estos días
Entonces, con ese objetivo en vista, enumero unas viñetas explicativas de la lógica amarilla por estas horas.
- A pesar de lo que expresan las encuestas preelectorales, la elección está abierta. Es cierto que el envión del 25O le otorga al candidato de Cambiemos cierta ventaja de cara al balotaje. Pero como sabemos, esta preeminencia en el “clima electoral” no es fácilmente traducible a la hora de contar los porotos. Puede servir para alentar con el “Macri ya ganó”, pero muchas veces se tornan un boomerang, ya que alertan al electorado que no desea ese resultado a jugar por “el menos malo”. Eso pareció suceder en la primera vuelta, y, aunque no extensible, al balotaje de la Ciudad.
- La estrategia discursiva de Macri, como se viene insistiendo en este blog, es clara por estas horas y descansa en fortalecer los tres ejes de su campaña a) la imagen de un cambio indetenible, b) el mantenimiento de los activos centrales de la política económica del kirchnerismo y c) la idea de un “futuro” mejor, concebido a través del slogan “podemos estar mejor”. Sin grandes definiciones, Macri avanza en ese tópico, al compás de una campaña basada en un candidato que va por la “positiva”, que no genera conflicto y que quiere “representar a todos los argentinos”.
- Sin dudas, el giro de Macri hacia una “caprilización” de su campaña electoral luego del triunfo ajustado de Rodríguez Larreta en julio, resultó exitosa para una buena franja del electorado, al que no le atrae los cambios copernicanos que descansan en la muletilla fácil del que “todo está mal”. El porcentaje electoral obtenido por Cambiemos el 25 de octubre es inexplicable si no se adiciona a la teoría del “voto útil”, la caprilización tardía de su candidato presidencial. Esa estrategia, que fue abandonada por Massa luego de la fuga de sus dirigentes, fue adoptada por Macri para mostrarse como el candidato del cambio pero con algunas continuidades. En la calle se respira ese “Macri no va a cambiar grandes cosas, ya lo dijo”, una hipótesis que una parte de la ciudadanía parece creer sin interrogarse.
- Otro elemento que resulta indispensable traer al análisis para comprender la penetración de Macri en una parte del electorado beneficiado por las políticas de la última década es su política de “no resignación” y que apunta al “podemos estar mejor”. Sin dudas, estos mensajes, que apuntan a un grupo social que durante varios años apoyó las políticas del gobierno y que mejoró con las mismas, tiene por función el “ir por más”. Para decirlo fácil: el PRO logró convencer a estos sectores que las políticas llevadas a cabo durante estos años es parte de la administración natural del gobierno de turno. No se trata de la política gobernando la economía, se trataría más bien de una gestión técnica neutral que cualquiera desde el gobierno podría llevar adelante sin grandes conflictos. Ahora es Cristina, pero mañana podría hacerlo otro igual.
Gran y necesario paréntesis (Sin dudas, se trata de un fenómeno regional. Las nuevas derechas sudamericanas, al no poder mostrar la hoja de ruta que deparará su modelo de país, se montan sobre los activos de los gobiernos del “giro a la izquierda sudamericano” (ampliación de derechos sociales, recuperación del Estado como ordenador de la economía, etc.). En ese marco, se presentan como la “solución” más que cómo la “oposición” para resolver los déficit de estos gobiernos, en general ligados a la inseguridad, la corrupción, el deterioro de los servicios públicos, lo que en palabras de José Natanson, se expresa como la “crisis de crecimiento”. Capriles, Neves, Macri, Lacalle Pou son la expresión genuina de esta derecha renovada desde el plano discursivo, que promete continuar el sendero del crecimiento, que sería de nunca acabar en esta región)
- Esa mirada “positivista” ligada al progreso indefinido de la sociedad, (que mi amigo Nicolás Tereschuk describe como “el positivismo casi decimonónico del electorado”) es un artilugio que Macri logró instalar en estos últimos meses. El líder del PRO no dice “todo hay que cambiarlo” o “voy a desandar lo hecho hasta acá”. Exclama “podemos estar mejor”, lo que implica asumir que la situación económica no es mala, o al menos no es percibida como negativa por una mayoría del electorado. Los estudios cualitativos y cuantitativos hablan de que la mayoría de la población cree que le va a ir mejor en el futuro. Esta visión positiva de que todo nunca más va ir para “atrás”, o de “no volveremos a estar mal como en el 2001”, es un aporte del kirchnerismo que hoy aprovecha Macri para colar su discurso de campaña y meterse en el terreno que nunca la derecha pudo penetrar con su discurso. Los sectores que “van por más”, ven en Cambiemos la posibilidad de un “futuro mejor”, haciendo oídos sordos a los economistas renombrados del PRO que plantean un escenario económico de ajuste para los próximos meses. Muchos de estos especialistas en economía de Cambiemos (que de a poquito son corridos de la campaña electoral por hablar sin pelos en la lengua) relatan en los programas de TV el destino final del dólar a 15 o a 16 y se vanaglorian de la necesidad de un ajuste fiscal inminente.
- En esta última parte de la campaña, el candidato oficialista tomó nota de este “aspiracionismo electoral” y comenzó a jugar con los verbos del “cambiar”, “cuidar” y “mejorar”. Resulta sumamente más complicado para Scioli partir de un hecho concreto y real: cuidar lo conseguido es también pensar en el futuro. Lo que viene no será un futuro auspicioso. Pero de cara al balotaje, y de una sociedad que parte de lo conseguido y va por más, no resulta el mejor argumento para convencer voluntades. Insisto: “cuidar el hoy es pensar en el futuro” resulta un argumento real, pero insuficiente para un electorado que pide y confía en que el futuro será mejor, lleno de buenaventura. Para Macri, en ese sentido, presentarse ante todo como la opción de cambio resulta mucho más verosímil que para el candidato de la continuidad con cambios. Pero reitero, no se trata de una cambio a secas el planteado por el PRO. Es un cambio con un contenido de naturalización de lo conseguido (“no fue el gobierno fue tu esfuerzo personal. Por lo tanto lo vamos a cuidar”), y claramente “aspiracional”, ligado a que todo puede mejorar. En el medio pasó una crisis internacional inédita que el gobierno nacional surfeó cuidando empleo e inclusión. “No fue magia”, como dicen por ahí. Lo increíble es que una parte de la sociedad no lo crea así.
El equipo de campaña de Scioli deberá prestar atención a esta tendencia que parece abrirse en el electorado y ofrecer un paquete de incentivos similar al provisto por los amarillos. La idea de un “futuro mejor” porque sí, porque cualquiera que sea gobierno te lo garantiza, es una falacia absoluta que el candidato oficialista deberá desenmascarar desde la “fe y el optimismo”.
Quedan pocos días para el 22, fecha que el soberano decidirá su futuro. Lo único seguro es que CFK dejará luego de 8 años de mandato el gobierno en una atmósfera económica no atravesada por la crisis. Toda una novedad en estas comarcas. Será Scioli o Macri, no hay terceras opciones, salvo las anquilosadas en cierta izquierda residual argentina. A pesar de los parecidos, hay un hiato que separa ambas propuestas. En el medio asistiremos a un debate, que según los entendidos, puede convertirse en el “parteaguas” de la campaña electoral.
Allá vamos.