Hay una tendencia en el interior de la academia y de la intelectualidad (cuando no en la opinión pública) en discutir si en Venezuela existe o no una democracia. Nadie discute su existencia en México, Colombia o Brasil, por nombrar tres países latinoamericanos, a pesar de que en estos se reprimen manifestaciones pacíficas, se desaparecen (y asesinan) periodistas, se desplace de sus tierras a más de 3 millones de personas, se conviva con carteles de la droga y paramilitarismo, hayan existido masacres sobre poblaciones civiles y se legitimen salidas anticipadas de presidentes en la oscuridad. No. Sólo se discute a Venezuela. A pesar de que desde 1998 a la fecha, haya habido más elecciones presidenciales en este país que los tres mencionados anteriormente sumados, el que debe mostrar credenciales democráticas es Venezuela. En fin… y para dejarlo claro de entrada: la violación de derechos humanos es condenable acá, y en la China, en Colombia, en México, en Argentina o en Venezuela y quien incurre en ello debe rendir cuentas.
El silencio de los medios de comunicación locales sobre Venezuela, luego de haber coordinado en cadena la “represión de la dictadura de Maduro sobre civiles pacíficos” invita a reflexionar acerca de lo que está ocurriendo hoy. Como ya hemos dicho en otras oportunidades si aceptamos que hay una crisis en el país, deberíamos decir que la misma ya lleva 17 años, ya que desde ese lapso la oposición no le reconoce más entidad al chavismo que la de ser una anomalía en la historia a la que hay que desterrar del mapa. Si, entonces, lo que ocurre hoy en Venezuela es una crisis política (y económica por supuesto) producto de lo que la politología conceptualiza como gobierno dividido, podemos avanzar en un análisis sin tantos adjetivos calificativos.
Avancemos sin prisa y sin pausa
- (Contextualicemos en las dos primeras viñetas porque se ha escrito mucho al respecto). Desde diciembre de 2015, luego de la resonante victoria en las elecciones parlamentarias, acreditadas por el Consejo Nacional Electoral (CNE, al que se lo acusa de chavista pero legítima victorias opositoras, cosa extraña), la oposición nucleada en la Mesa de Unidad Nacional (MUD) logró las dos terceras partes de la unicameral Asamblea Nacional. A partir de ese momento, el antichavismo tomó vitalidad, adquirió recursos de poder institucionales y avanzó hacia su estrategia de salida anticipada de Maduro. Lo hizo, como casi siempre, mediante los canales alternativos a la legalidad, interpretando que “el grito de las urnas” era un llamado a la destitución del presidente en ejercicio.
- En un contexto sumamente beneficioso (triunfo de Macri en Argentina y salida anticipada de Dilma en Brasil) la oposición avanzó en su estrategia deslegitimadora con escaso éxito. Como explicamos acá a pesar del “coro internacional” en apoyo a la destitución de Maduro, y las múltiples marchas que inundaron las principales capitales del país durante 2016, el antichavismo no logró “el golpe de mano” soñado debiéndose resignar al camino institucional previsto en la Constitución Bolivariana: el revocatorio de mandato. Sin embargo, debido a que la estrategia principal se enfocó en la dirección alternativa a la institucional, la recolección de firmas que daba inicio en enero de ese año, se convirtió en una cuesta abajo a mediados de 2016, ya que los tiempos para activar el referendo se estrecharon de tal manera que la oposición no logró juntar las firmas solicitadas, y cuando lo hizo, el mismo CNE, quien legitimó su triunfo parlamentario en 2015, denunció que muchas de esas firmas estaban viciadas de nulidad.
- Durante el año 2017, Venezuela fue centro de la prensa mundial por las marchas opositoras, por la represión del gobierno y por los más de cuatro meses de antichavistas en las calles. A mediados de abril la “Toma de Caracas” opositora prometía un desenlace definitivo, sin embargo, la multitudinaria marcha chavista de ese mismo día impidió (una vez más) el proyecto antichavista del “golpe de mano”. A pesar de que en lo sucesivo, la oposición venezolana clausuró mediante piquetes, guarimbas y protestas violentas los barrios del este de Caracas y algunos municipios de Tachira donde gobiernan, la sociedad venezolana no participó en su mayoría de esta estrategia desestabilizadora. Durante más de 120 días (quien pudiera, ¿no?) grupos de personas paralizaron estos municipios demandando la salida de Maduro al compas de una prensa acrítica que sólo repitió hasta el hartazgo la represión del gobierno (que la hubo y en algunos casos fue feroz) y nada dijo de la violenta estrategia antichavista.
Hasta acá el contexto político. Lo que queda claro es que el incremento de recursos de poder de la oposición se despliega a expensas de la pérdida de los mismos del oficialismo, y ello da lugar a un desafío institucional a la estabilidad de Maduro en el gobierno. Expresión de ello son los incontables desafíos al líder bolivariano en 2016 y 2017. Es evidente, por lo tanto, que asistimos a un “empate catastrófico”, como dijimos hace un tiempo, entre un gobierno que no logra estabilizar la economía, y que por ende sufre la deslegitimación en el campo político, con la consecuente pérdida de recursos de poder, y una oposición que no termina de “jugar brusco” por canales ilegales y no logra avanzar en su estrategia de desplazamiento del chavismo gobernante. Sin embargo, tratar a Venezuela como un caso singular en el que oficialismo y oposición no logran desempatar y romper el equilibrio, no permite entender que esta paridad de fuerzas constituye un escenario “común” para los países presidencialistas.
Miremos más de cerca (y volvemos a las viñetas)
- En Venezuela hoy asistimos a lo que la ciencia política denomina gobierno dividido. Es decir, un color político (el chavismo) domina el poder ejecutivo y otro (la MUD) el Poder Legislativo. Desde enero de 2016 el duelo entre ambos poderes dominó el país. La “legitimidad dual” que esto genera permite que ambos poderes esgriman que el origen de su fuerza deriva del pueblo. Esto en principio no sería un problema, salvo porque en Venezuela el poder ejecutivo viene siendo rojo-rojito desde hace 18 años y que la oposición conquistó el Legislativo hace poco.
- ¿Cómo se rompe esa legitimidad dual, entonces? Históricamente en nuestras latitudes fue el sector militar quién se encargó de desempatar. En la Venezuela de hoy esa es (y será) una posibilidad concreta. Otras alternativas transitables en la región fueron: a) la más común, que el Poder Legislativa destituya (con argumentos legales o no) al Ejecutivo, y b) la menos tradicional disolución del Poder Legislativo por parte del presidente, experiencia peruana a principios de los noventa. En general la variante a) necesita del apoyo del pueblo movilizado y del Poder Judicial. En el caso venezolano, la ausencia del segundo conjura contra dicha resolución. En cuanto a b), a pesar de las amenazas comunicacionales de Maduro, no se llegó a esa alternativa.
- Desde allí que la jugada del chavismo de convocar a una Asamblea Nacional Constituyente ofició como la salida eficaz al empate de poderes. ¿Hay experiencias al respecto? Escasas, y en general conllevan un riesgo institucional. Sin embargo, es innegable que luego del éxito en la convocatoria (participaron más de 8 millones de venezolanos y no todos chavistas) las marchas opositoras se hayan evaporado. La campaña oficialista por una Asamblea Constituyente por la paz tuvo su eco en vastos segmentos de la población que no presentan credencial chavistas. El acompañamiento a la iniciativa del gobierno es explicable a partir de las violentas marchas opositoras (que vale decirlo no todos los opositores apoyan) que mantuvieron sitiados municipios enteros, en especial donde al antichavismo gestiona, y que a pesar de todos los males económicos la identidad chavista resulta indescifrable y llena de combustible.
- ¿Significa que el gobierno logró con esto resolver todos los problemas políticos? Estamos lejos de esa situación, pero el combo electoral de Asamblea Constituyente más elecciones de gobernadores para octubre (y presidenciales para finales de 2018), permitió que el campo opositor tomara distancia de la violencia y se allegara al esquema electoral. Una parte importante de la MUD avisó que participará de las regionales, y la esposa del dirigente opositor Leopoldo López avisó que su marido “está de acuerdo”. Otra parte de la oposición avisó que seguirá el “juego brusco” al desistir de la convocatoria y se sumó a las recientes sanciones del gobierno de EEUU declaró sobre Venezuela.
- ¿El llamado a la ANC por sí sola desactivó el complejo violento opositor? Como viene siendo una constante en las últimas décadas, la oposición venezolana se encuentra dividida entre un ala más “electoralista” y otro más “destituyente”. Ambas han sabido confluir en el camino electoralista en el lapso 2007 y 2013 (triunfo en el referendo 2007, gran elección parlamentaria 2010 y competitiva en las presidenciales de 2012 y 2013) y en el destituyente en los periodos 2002-2005 (golpe de estado fallido 2002, lock out patronal petrolero 2003, guarimbas 2004, deslegitimación parlamentaria 2005) y 2013- 2017 (deslegitimación presidencial 2013, guarimbas 2014 y 2015, y más guarimbas violentas 2017). En este caso, ambas estrategias se desplegaran en forma paralela. Sin embargo, la alternativa electoral hoy configura una “zanahoria” institucional apetecible para los intereses de la MUD.
- Las posibilidades de la oposición de conquistar gobernaciones en octubre son altas. Hay que recordar que hoy el chavismo cuenta con 20 de las 23 (el Distrito Capital está en manos opositoras) producto de la particular elección de diciembre de 2012. El retraso del gobierno por convocarlas obedeció a una especulación política (debían haberse realizado el año pasado) y al contexto desigual y violento de finales del año anterior. Es decir, resulta muy probable que la MUD logre igualar gobernaciones y conquistar recursos de poder que le indiquen que el camino legal tiene sus ventajas. La mayoría legislativa y un conjunto de gobernaciones no parece a priori nada desdeñable en la estrategia opositora de cara a las presidenciales de 2018.
- La presencia internacional en Venezuela también se convierte en un factor explicativo en este contexto. La avanzada norteamericana sobre el país juega para los intereses del gobierno, y la participación de una parte de la oposición en la misma configura una explicación del rechazo que aún hoy sienten los chavistas desencantados por la MUD. En ese marco, las sanciones que prepara la ANC contra los opositores que apoyen las iniciativas de la administración Trump es sólo el puntapié inicial del clivaje nación- imperio que instalará el chavismo por estas horas. El apoyo de China y Rusia al gobierno de Maduro alerta sobre las dificultades de EEUU en el mapa geopolítico internacional para liderar con éxito una coalición de fuerzas antichavistas para restituir “la democracia” en el país.
Por estos días, el gobierno de Maduro emerge como fortalecido en este cuadro político. El espaldarazo de la ANC, la elección regional que se avecina, el freno a las protestas violentas y el bloqueo financiero dictado por EEUU que permite agrupar al chavismo y sumar desencantados, evidencia que el bloqueo de poderes pudo ser superado en lo inmediato. Sin embargo, nada es predecible en Venezuela. El funcionamiento de la ANC que limitó poderes legislativos y ejecutivos se convirtió en una salida auspiciosa en el corto plazo para los intereses del chavismo. Sin embargo, la duración de la misma y los poderes pluripotenciales arrogados abren un signo de interrogación hacia un nuevo conflicto de poderes. De momento, la oposición concentrará sus esfuerzos en las elecciones, y con ello las posibilidades de mayores conflictos sociales violentos languidecen al compás del cronograma electoral.
Este es el panorama en las tierras de Bolívar. En los meses sucesivos se verá si se trata de un apaciguamiento de las tensiones sociales vía salida electoral o si sólo fue un remanso en la tormenta que se avecina. Con Venezuela nada (y nunca) se sabe