Por Lorena Guzzetti
El próximo 8 de marzo nos organizamos para convocar a un paro internacional de mujeres, que se replica a nivel internacional y en todos los ámbitos de nuestras vidas, en el mundo del trabajo y en el ámbito doméstico. Este año el Día Internacional de las Mujeres nos encontrará masivamente en las calles, porque paramos y nos paramos por muchas razones: contra la violencia machista y su mayor expresión, los femicidios, los travesticidios, la lesbofobia, contra el ajuste y los despidos, porque sabemos que en estos tiempos la mayor desocupación y los trabajos precarios afectan en mayor medida a las mujeres, porque continua afectándonos la brecha salarial (27% de diferencia), porque es necesaria una distribución más equitativa del trabajo no reconocido como trabajo, el doméstico, por las víctimas de trata… Cada encuentro, cada asamblea, cada país incorpora discriminaciones y desigualdades que nos afectan en nuestra cotidianeidad, en nuestras subjetividades y en nuestros deseos. Porque el Movimiento es así, nos agrupa con nuestras diferencias y pluralidades e incide en el ámbito académico, en el ámbito público, en las casas, en las calles y en las camas.
Hoy el feminismo desborda y nos desborda, se expresa en todos los lugares para introducirse en las agendas más variadas desplegando aportes, ideas, preguntas y visibilizando las desigualdades que genera el patriarcado. Este movimiento social, en nuestro país, fue creciendo en su entramado dialectico de teoría y praxis política, dando cuenta de su trayectoria en dos puntos de inflexión que merecen destacarse por su trayectoria: los Encuentros Nacionales de Mujeres y la Campaña Nacional por el Aborto Legal Seguro y Gratuito. El primero de estos Encuentros se realizó en 1986 y desde ese año se vienen sucediendo en diferentes provincias con una masividad que se incrementa en cada evento. Los Encuentros son autoconvocados, federales, autónomos, autofinanciado y de lo más heterogéneos. Cada año una ciudad de nuestro país es literalmente tomada por la presencia de miles de mujeres reunidas en escuelas, bares, universidades, organizaciones y plazas. Esta propuesta autogestiva, y única en el mundo, reúne a diversas mujeres de todo el país, las que ya no vuelven a ser las mismas una vez que son abrazadas por la sororidad de los encuentros. En ese marco, en el año 2004 durante uno de esos Encuentros fue formalizada La Campaña Nacional por el aborto, la que trabajó insistentemente durante los últimos doce años para que las mujeres podamos decidir sobre nuestros propios cuerpos.
En el día de mañana se presentará (por séptima vez consecutiva) en la Cámara de Diputados de la Nación el Proyecto de Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE) redactado desde la Campaña y por reconocidas juristas, médicas y militantes, y firmada por un transversal abanico de legisladores y legisladoras. Este año, como nunca antes, el proyecto contó con un apoyo extraordinario por parte de organizaciones y representantes de la Cámara Baja. Esto releva de forma nítida la existencia de un fuerte compromiso de buena parte de nuestra sociedad de dar batalla política a las ideas más conservadoras y retrogradas que lamentablemente aún anidan en nuestra comunidad. A partir de esta organización, hemos pintado de verde nuestras cabezas y nuestros cuerpos con la presencia masiva de los pañuelos que representan el reclamo de ese derecho. A pesar de la prohibición legal de ejercer esa práctica, en nuestro país los abortos alcanzan a una cantidad de 520 mil mujeres por año (Ministerio de Salud de la Nación- 2015).
Otro hito más reciente, de la lucha por los derechos de las mujeres y contra la violencia machista fue la autoconvocatoria del colectivo “Ni una menos”. El 3 de junio de 2015 se expresó el clamor de las voces agotadas de que nos maten (en nuestro país se estima que muere una mujer cada 18 horas víctima de femicidio), con una gran convocatoria que desbordo las calles y los escenarios de todo el país.
Pero la injusta situación en las que nos encontramos las mujeres en esta sociedad patriarcal se extiende a su condición de trabajadoras. El 8 de marzo justamente es una fecha en que las mujeres recordamos, debatimos y visibilizamos la desigualdad de géneros en todas sus facetas y sobretodo en el ámbito del trabajo. A pesar de los avances logrados en las últimas décadas, en cada uno de los lugares de trabajo la punta de la escala jerárquica de toma de decisiones hay en su mayoría varones, y en la base mujeres. Asimismo, la mayor cantidad de personas en los trabajos no registrados somos mujeres (trabajos más precarizados y peor pagos) y la inequitativa distribución del trabajo domestico no remunerado afecta a las mujeres en sus posibilidades de acceso y participación en el trabajo asalariado formal y pago. Además, la ausencia de políticas de cuidado con instituciones públicas que den respuesta a las demanda del protección de los/as niños/as y personas de la tercera edad, amplía aún más la carga horaria de las mujeres destinadas a este aspecto. En ese sentido, las jefas de hogar de los sectores populares son las más afectadas, ya que poseen los peores trabajos y, además, se encuentran a cargo de las personas del grupo familiar. En el campo laboral, también, sufrimos la segregación horizontal (la posibilidad de acceder a determinadas profesiones), ya que hay muchas labores que se asumen como propias de varones que de mujeres.
En nuestro país, el INDEC ha realizado en el año 2013 la Encuesta sobre Trabajo No Remunerado y Uso del Tiempo, implementada como módulo de la Encuesta Anual de Hogares Urbanos (EAHU), con el objetivo de captar información respecto de la participación y el tiempo destinado por las personas a las tareas domésticas, al cuidado de miembros del hogar y al trabajo voluntario. La conclusión de la investigación sostiene que una mujer ocupada full time dedica más tiempo al trabajo doméstico (5,5 horas) que un hombre desempleado (4,1 horas). Esta división desigual del trabajo nos enfrenta a un escenario desde el cual no partimos del mismo lugar en ningún aspecto del mercado laboral, generando de esta forma las diferentes caras posibles de la violencia laboral contra las mujeres.
Las desigualdades se multiplican y los reclamos crecen en tiempos de ajuste económico, las alternativas se construyen con otras y las banderas se despliegan juntas. Este amasado colectivo, recoge en forma de homenaje a nuestras bellas y generosas antecesoras que nos abrieron el corazón, la cabeza y caminos con herramientas, acciones y conocimientos para restarle poder al patriarcado y a las relaciones sociales que establece en nuestra sociedad. Porque esa violencia machista recrudece y se torna más virulenta, debido a nuestra potencia revolucionaria y a los enormes avances que dimos y que aún nos quedan por dar. Para esto contamos con las más jóvenes, con la gran cantidad de ellas que se sienten convocadas por los feminismos y en sus emociones y sus cuerpos vivencian las experiencias de juntarnos, trayendo sus ideas, sus sueños, sus propuestas, deconstruyendo y problematizando permanentemente nuestras miradas y nuestros saberes previos.
Porque venimos a discutirlo todo, enlazando y permeándonos con otros movimientos que denuncian desigualdades y reclaman derechos, y a decir basta, en un recorrido que se fue hilvanando a lo largo de todos estos años de forma persistente y terca. Y por eso hablamos de todo, articulando e interconectando las clases sociales, los géneros, las etnias, etc. En palabras de una compañera, en una de las asambleas para el 8M, en la Mutual Sentimiento, convocada por Ni Una Menos: “Porque compañeras, somos una plaga, estamos en todos lados”.
Es nuestro desafío darle continuidad organizativa y desarrollar herramientas políticas a este despliegue de potencialidades logrado a través de la participación, la difusión, el debate y la organización. El Paro es una propuesta pedagógica de procesos que nos permite realizar aprendizajes grupales para comprender y transformar nuestra compleja realidad. Pero también es un desafío para pensar estratégicamente cómo seguimos. Que la marea violeta siga y nos siga desbordando.
Foto: Plaza Boedo. Asamblea Popular Feminista (25/2/2018)