A la fecha, ningún político ha logrado hacerse de un escaño parlamentario, de una gobernación, o de un cargo político por los datos de las encuestas. Hay que esperar hasta que el pueblo se exprese en las urnas. Y de esto debemos aprender todos, en especial la oposición venezolana, que hasta último momento esperó que los sondeos preelectorales que la daban ampliamente ganadora se vieran reflejados en las preferencias electorales certificadas por el CNE. Nada de eso ocurrió. El chavismo, que aparecía como el virtual derrotado en estas elecciones regionales, se convirtió en el gran ganador de la jornada; y la oposición, que hacía cálculos sobre si eran 15 o 20 las gobernaciones que lograría arrebatarle al oficialismo, debió conformarse con un poco más de un cuarto de ellas.
Analicemos con más detalle:
• De las 23 gobernaciones en juego, el oficialista PSUV se alzó con 17, la oposición con 5 y el Estado de Bolívar se definía voto a voto. A pesar de que la MUD logró aumentar su caudal de ejecutivos provinciales (de 3 a 5 y con la posibilidad de vencer en Bolívar) las esperanzas puestas, como vimos en el post del viernes, eran muy superiores. El chavismo, que arrancaba con expectativas mucho más modestas, logró conseguir un resultado histórico. En lo concreto, el PSUV obtuvo el 54% de los votos a nivel nacional frente a los 46% de la MUD.
• Como habíamos advertido, la oposición venezolana soñaba con arrebatarle al oficialismo más de 10 estados. La dura situación económica, el deterioro de la imagen de Maduro y unas encuestas que la beneficiaban con amplitud, formaban parte del contexto electoral en el que se desplegaban la renovación de las autoridades regionales elegidas en 2012.
• A pesar de los augurios, el mapa de las gobernaciones se mantendrá con un predominio “rojo- rojito” como en 2004. 2008 y 2012. Los triunfos del PSUV en Miranda y Lara representan, tal vez, los mayores símbolos de la victoria chavista. El primero de ellos arrebatado al líder de Primero Justicia Henrique Capriles (la gobernó dos periodos venciendo a dos pesos pesados del chavismo como Diosdado Cabello y Elías Jaua) y el segundo a uno de los líderes opositores más taquilleros en el plano electoral como Henry Falcón. Asimismo, la conservación de los distritos de Carabobo (uno de los más grandes del país) Amazonas (recuperado de la derrota de 2012), Apure, Aragua , Guárico, Portuguesa, Barinas, Trujillo, Sucre, Monagas, Cojedes, Falcón y Vargas muestran no sólo la aceitada maquinaria oficialista, si no también, el predominio regional de una fuerza política que parece gestionar sus distritos con eficacia, a pesar de las malas lenguas.
• La oposición, como se preveía, se hizo fuerte en los Estados de Zulia, Táchira y Mérida, tres de sus bastiones históricos y en donde suele obtener los mejores guarismos electorales, y le quitó al chavismo su tradicional Anzoátegui y la siempre difícil para el oficialismo Nueva Esparta. Se trata de cinco gobernaciones que venía gestionando el chavismo, y que a partir del año próximo estarán en manos de la MUD. Es un “sabor a poco” para una oposición que se preparó para que sus medios, que son mayoría en cantidad y en calidad en Venezuela, titulasen la caída sin retorno del chavismo.
• El presentismo fue histórico para este tipo de elecciones, y alcanzó el 61,4%. Muy superior a la media histórica de las elecciones presidenciales en Colombia y de las últimas chilenas. A pesar del voto optativo, los venezolanos y venezolanas tienen una gimnasia participativa que desde el ascenso de Chávez en 1999 se mantiene incólume. A pesar de que se trató de un guarismo alto, en términos de que se esperaba una participación apenas superior al 50%, no fue una ventaja para el campo opositor. A pesar de que las encuestas previas hablaban de que a una mayor afluencia de votantes las chances opositoras serían superiores, los hechos evidenciaron que esta ecuación no tuvo ningún peso para los intereses políticos de la MUD.
• Durante la elección de ayer, no se registraron incidentes relevantes y se trató de una jornada pacífica, todo un dato para un país que se vio sitiado durante los meses de abril a julio por los grupos violentos de la oposición, que ayer llamaron a no participar en la compulsa para no “legitimar al régimen”. La Fuerza Armada Bolivariana calificó a los comicios como “una jornada democrática y pacífica”. A pesar del contundente triunfo del chavismo, la MUD continuaba acusando al gobierno de fraude, una canción que se reitera cuando los resultados les son adversos.
• El presidente Nicolás Maduro, que se mantuvo alejado las últimas semanas de la elección. Se refirió a la misma como una “victoria rotunda”, destacando los triunfos en Miranda y en Lara y felicitando a sus candidatos derrotados, en especial al gobernador de Mérida Vielma Mora, a quién le auguró un futuro político cercano a su administración.
Hasta aquí los datos cuantitativos y las evaluaciones de los participantes. El triunfo chavista, por lo contundente y sorpresivo fortalece la posición política de Maduro, la cual venía afianzándose desde la convocatoria a la Asamblea Constituyente. Este hecho marcó un punto de inflexión en la avanzada opositora. Los ocho millones de venezolanos movilizados aquél 30 de julio marcaron los límites de la violencia y dieron un vuelco radical (pero para nada decisivo a futuro) a la situación política en el país. La eficaz estrategia oficialista de alentar “la paz” como oferta electoral en la Constituyente y en las elecciones de ayer evidencia que al gobierno le queda combustible político y apoyos electorales para la difícil situación que deberá afrontar los meses siguientes. A esta altura del mandato (cuatro años y medio) la situación de Maduro emergía como muy compleja. Sin embargo, la virtud del líder bolivariano (ninguneada desde acá y desde allá) de saber esperar los momentos, dio frutos este domingo. Es cierto, tal vez no le alcance para reelegir, pero sí para cumplir su mandato y ungir sucesor. La potencia electoral del chavismo continúa siendo una variable que cuesta comprender para una buena parte de la politología argentina que se escuda en el facilismo de adjudicar grados notables de “autoritarismo” (algunos más osados inclusive hablan de dictadura) a regímenes políticos que votan más de una vez por año como en Venezuela.
La división opositora también operó como un elemento explicativo del fracaso de la MUD. De las cinco gobernaciones obtenidas, cuatro llevan los colores de Acción Democrática, el partido que jugó con fuerza a lo electoral, y la restante para Primero Justica, uno de los grandes perdedores de la jornada, junto a Voluntad Popular, el partido de Leopoldo López. Luego de esta decepción electoral, los sectores más duros (y golpistas) de la MUD volverán a hacerse oír con más fuerza, acusando al gobierno de fraude y alentando, una vez más, la estrategia de la ilegalidad. En un contexto de agresión por parte del gobierno estadounidense, la oportunidad de los más “duros” de hegemonizar el campo opositor se verá acrecentado. De todas maneras, estos grupos deberán calibrar sus opciones para no errar en la lectura política, ya que tal vez hoy no están dadas las condiciones para una nueva oleada de violencia en el país.
Asimismo, los hechos de ayer demuestran que dichas posturas no cuentan con el respaldo mayoritario de la sociedad venezolana, pero resultan ser efectivas a la hora de encontrar atajos inmediatos para plantear la “salida” del chavismo del gobierno. La división del campo opositor aún continúa siendo un problema para que la violencia no constituya una variable a desplegarse en el horizonte de estrategias de la MUD. Los institucionalistas adecos que se allegan a las nuevas gobernaciones no verían con buenos ojos un nuevo proceso de inestabilidad que impacten negativamente sobre sus regiones. En ese sentido, las derrotas en los territorios ganados por la oposición en la última elección regional del 2012 (que fueron en algunos de ellos escenario de las guarimbas interminables durante este año) prueban que la ecuación desorden callejero- triunfos electorales está lejos de ser una correlación positiva. Una mirada más atenta a la derrota de Capriles en su terruño, pueda explicarse a partir de una asociación tangible entre las guarimbas violentas y el desencanto del pueblo de Miranda. Buena parte de los venezolanos quiere transitar libremente el espacio público, tener seguridad de llegar a sus trabajos y luego a sus casas y está cansado de la violencia política que en lo concreto no tiene ninguna eficacia a la hora de desplazar del poder al chavismo. De hecho, estos sectores mayoritarios de la población tampoco están conformes con la performance del gobierno, pero no visualizan como una salida efectiva a las posturas violentas y las guarimbas interminables. Esto tal vez explique el vuelco electoral que se materializó el 30 de julio y en la votación del día de ayer.
Mientras el chavismo festeja un triunfo hace dos meses aparecía como impensado para propios y extraños, la oposición desandará su menú de opciones, Aquí, en mi concepto, se encuentra el factor decisivo para comprender el devenir futuro en las tierras de Bolívar. Si la MUD ve con buenas perspectivas (desde hoy no se ven) el horizonte electoral de cara a las presidenciales de 2018, la salida institucional será viable. Si por otro lado, el antichavismo vuelve a optar por el atajo golpista, muchas penurias le resta por transitar a esta sociedad golpeada en lo económico, pero activa como pocas en lo político. Los meses siguientes serán dadores de noticias. Venezuela se dirige hacia un nuevo momento histórico. Un chavismo fortalecido luego de 19 triunfos en 21 elecciones y una oposición que deberá elegir su destino: si desde adentro peleando la sucesión de Maduro o desde afuera alentando los planes externos que se yerguen sobre el país.