Desde que surgió Podemos en el escenario político español, la vieja división entre centroderecha y centroizquierda voló por el aire, y con ella las elecciones en las que solo disputaban los altos cargos el Partido Popular (PP) y Partido Socialista Obrero Español (PSOE). El domingo 20 de diciembre se realizarán las elecciones generales en España. Se eligen 350 diputados que serán los responsables de votar al próximo presidente de gobierno. Con el bipartidismo en cuestión y sin ningún partido que alcance la mayoría necesaria, estas elecciones en España distan de estar definidas.
A tan solo cinco días de la elección, los sondeos mostraban al PP al frente con el 25,3%, seguido por el PSOE con el 21%, Podemos con el 19,1% y Ciudadanos con el 18%. Para los que están familiarizados con las encuestas, la diferencia entre el segundo y el cuarto está dentro del llamado «margen de error», por lo que se puede hablar de una empate a tres.
Si bien desde la elecciones catalanas del 25 de septiembre, Podemos parecía ser víctima de un amesetamiento o retroceso, en las ultimas semanas de campaña la intención de voto al joven partido subió. «Remontada» lo llaman los principales dirigentes del partido, Pablo Iglesias e Iñigo Errejón .
Todo lo contrario sucedió con Ciudadanos: lo que parecía ser un crecimiento encontró su techo en los debates, donde Albert Rivera no tuvo el desempeño esperado, lo que le valió parte de su capital político.
Este escenario era inimaginable hace tres años. Como decía algunas líneas más arriba, fue la irrupción de Podemos en el escenario español la que pateó el tablero político que hasta hace poco solo tenía casilleros rojos y celestes (por los colores del PSOE y el PP, respectivamente). El enero de 2014, un grupo de docentes universitarios (en su mayoría politólogos), dirigentes sociales y gremiales, intelectuales y artistas llamaron a respaldar un documento titulado «mover ficha: convertir indignación en cambio político». 24 horas después 50.000 personas habían adherido al texto, y se sumaban a formar un partido nuevo: Podemos.
Su principal cara visible era un docente universitario que había irrumpido en la televisión española a analizar las plazas de los indignados del 15M. Se trata de Pablo Iglesias, quien desde las aulas de la Universidad Complutense y de un canal del barrio popular madrileño de Vallecas, había impulsado un programa llamado «La Tuerka» desde donde mostraba otra perspectiva de la realidad española. La visión de quienes estaban sufriendo las políticas de ajuste y desempleo que habían impulsado tanto el PSOE como el PP.
Solo tres meses después de nacer, Podemos se presentó a las elecciones para parlamentarios europeos, en las que obtuvo el 7,89% por ciento y más de 1,2 millón de votos. Una ascenso inaudito en España.
¿La clave del éxito? Podemos supo recuperar los reclamos de los indignados que no se sentían representados por ningunos de los partidos existentes. Pero además incorporó los reclamos de las marchas multitudinarias llamadas mareas: la marea verde de los docentes que defendieron la educación pública; la marea blanca, de los trabajadores de la sanidad que defendieron su gratuidad; y la granate, de los jóvenes que debieron partir hacia otras latitudes para poder encontrar empleo. (Hoy en España el desempleo juvenil es del 50%)
Contuvo también a los que reclamaban por ser desalojados de sus viviendas (en España se les llama desahucios). En términos de Laclau, logró condensar reclamos particulares en un reclamo popular, y transformarlo en una identidad política. El partido que dirigen Iglesias y Errejón (lo conducen luego de internas abiertas, otra novedad para
el sistema político español) logró ver que la frontera entre la centro derecha y la centro izquierda se había desdibujado, y que para salir a posicionarse y ganar debían redefinir los ejes del debate. Es así que plantearon un nuevo eje: los de arriba, y los de abajo; los que siempre tuvieron el poder, y la gente común.
Es así que para nominar al instrumento político, este conjunto de intelectuales y dirigente sociales retomó la consigna de los indignados «si se puede» y la pasó a la primera persona del plural: «podemos».
Las siguientes elecciones a las que se presentaron fueron a las autonómicas de Andalucía. En esa oportunidad, Podemos obtuvo 14,80 por ciento, 590.011 votos y 15 escaños. Exactamente el doble de lo que había obtenido menos un año antes en el mismo distrito para la elecciones de europarlamentarios.
El próximo desafío fueron las elecciones simultáneas en 15 autonomías del 24 de mayo de 2015, en las que Podemos continuó creciendo, y llegó, mediante frentes electorales y coaliciones de gobierno a las alcaldías de Madrid, Barcelona, Cádiz, y Zaragoza. Desde allí mostraron que podían llevar adelante sus programas políticos.
Pero no todo el camino fue fácil. El 27 de septiembre, las elecciones catalanas fueron el primer golpe duro para Podemos. Allí obtuvo tan solo el 8 por ciento y 11 escaños. La explicación es que si bien Podemos logró cambiar el eje de debate a nivel nacional, la discusión en Cataluña pasaba (y pasa) por otro lado. Independencia sí, independencia no, esa es la cuestión.
Frente a ese tema, Podemos asumió una posición a la que sus propios dirigentes llaman «responsable» que es la de decir que Cataluña «debe poder votar para decidir», pero que como partido quieren «que Cataluña sigan siendo parte de España. Ahora bien, de una España con una constitución reformada que se asuma como plurinacional». Seguro es una posición interesante, pero difícil de explicar cuando las consigan de tus adversarios políticos se reducen a los monosílabos «sí» y «no».
«Es un resultado desilusionante», dijo Pablo Iglesias, pero desde el día siguiente Podemos comenzó a preparase para el próximo desafío electoral, aquel para el que dicen haber nacido: las elecciones generales del 20D.
«Hay remontada, nadie lo puede negar», dicen una y otra vez los candidatos de cada distrito, y en las ultimas encuestas eso se reflejó. Solo parece estar definido es el primer puesto para el PP, pero el segundo está en cuestión entre tres.
Es por eso que el domingo próximo las puertas están abiertas para que el resultado sea una sorpresa. Lo único que está seguro es que el bipartidismo español que estudiamos durante años
en las aulas de las carreras de ciencia política, ya no existe como tal.
Como ninguno de los partidos alcanzará mayoría para formar gobierno por sí solo, el últimos tramos de la campaña estuvo teñido por la pregunta sobre la posibles coaliciones. Una pregunta
impensable años atrás en la península hispánica.
Según informan miembros de las diferentes fuerzas, la expectativa sobre las elecciones del domingo próximo ha elevado la intención de participación, ya que el voto en España es libre, es decir, no obligatorio. Se estima que participarán más del 70% del padrón, cuando lo usual es que asista un máximo del 60 por ciento.
Cuando finalice la votación, y comience el escrutinio muchos argentinos y latinoamericanos se sorprenderán al ver en las diferentes cadenas de televisión española que los números que figuran junto al nombre de cada formación política suman más de 100… y se debe a que lo que importa allí no son tanto los porcentajes como los escaños.
Esto es llamativo para nosotros, tan llamativo como que aun sabiendo el resultado de las elecciones no se sepa quien será el próximo presidente de España. si los resultados son los auguran las encuestas, seguramente habrá que esperar días (tal vez semanas) para saber cuál será la conformación de próximo gobierno español.
¿Cómo es el sistema electoral español?
El sistema para elegir a los diputados es anti-intuitivo ¿por qué? Para quienes estamos familiarizados con la conformación política del estado español sabemos que el país está divido en autonomías. Pues bien, al momento de elegir diputados no se utiliza a las autonomías como distritos sino a las provincias, subdivisiones cuya única realidad es esta elección.
Es así, por ejemplo, que la autonomía de Andalucía está dividida en ocho provincias (Almería, Cádiz, Córdoba, Granada, Huelva, Jaén, Málaga, Sevilla). El número de diputados es de 350. La distribución de diputados por provincias se hace de la siguiente manera: a cada una de las 50 provincias le corresponde un mínimo inicial de dos diputados. Las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla eligen un diputado cada una. Los restantes 248 diputados se reparten entre las cincuenta provincias en proporción a su población. El número de diputados por provincia lo fija el Real Decreto de convocatoria.
Circunscripción |
Diputados (por cada distrito) |
Madrid |
36 |
Barcelona |
31 |
Valencia |
15 |
Alicante y Sevilla |
12 |
Málaga |
11 |
Murcia |
10 |
Cádiz |
9 |
Asturias, Baleares, La Coruña, Las Palmas y Vizcaya |
8 |
Granada, Pontevedra, Santa Cruz de Tenerife y Zaragoza |
7 |
Almería, Badajoz, Córdoba, Gerona, Guipúzcoa, Tarragona y Toledo |
6 |
Cantabria, Castellón, Ciudad Real, Huelva, Jaén, León, Navarra y Valladolid |
5 |
Álava, Albacete, Burgos, Cáceres, Lérida, Lugo, Orense, La Rioja y Salamanca |
4 |
Ávila, Cuenca, Guadalajara, Huesca, Palencia, Segovia, Teruel y Zamora |
3 |
Soria |
2 |
Ceuta y Melilla |
1 |
Los partidos políticos presentan sus candidatos en listas cerradas y bloqueadas, de forma que el día de las elecciones, el elector no puede seleccionar candidatos individuales o alterar el orden de las listas, sino que escogerá la papeleta del partido elegido y la introducirá en el sobre correspondiente. (No es así en el caso del Senado)
A lo largo de esta campaña, Podemos ha plantado la crítica al sistema electoral por generar importantes distorsiones, ya que hay circunscripciones sobrerrepresentadas (las rurales) y distritos subrepresentados (los urbanos).
Esto puede generar que un partido sea el más votado pero que no tenga el bloque más grande de diputados para formar el gobierno.
¿Y el Senado?
A todos los que viven en sistemas presidenciales con dos cámaras es necesario advertirles que el Senado español dista de ser lo por estas latitudes conocemos. El Senado solo tiene posibilidad de introducir «quejas» frente a proyectos aprobados en Diputados, pero si la cámara baja los refrenda, estos quedan aprobados sin más.
Hay dos tipos de senadores según su forma de elección: por un lado los senadores electos por circunscripciones (cuatro por cada una de ellas a excepción de las islas y las ciudades autónomas); por el otro, senadores designados por los Parlamentos autonómicos (al menos uno por cada Comunidad Autónoma más uno más por cada millón de habitantes de dicha Comunidad).
A diferencia de lo que ocurre en el Congreso, el número de senadores no es fijo. Puede variar al alza o a la baja al cambiar el número de habitantes de las distintas Comunidades Autónomas.
La variación del número de senadores se produce al principio de cada Legislatura (tras la celebración de elecciones generales) y se toma como referencia el censo de población publicado el 1 de enero del año en que se celebran las elecciones.
Durante la Legislatura 2011-2015 el número de Senadores ha sido de 266, de los cuales 208 son electos y 58 designados por los Asambleas Legislativas de las Comunidades Autónomas. Ese número se repetirá para las elecciones del 20 de diciembre.
Los 208 senadores elegidos por sufragio universal, libre, igual directo y secreto de la manera siguiente:
- En cada provincia peninsular, se eligen 4 senadores
- En Gran Canaria, Tenerife y Mallorca, se eligen 3
- En Ceuta y Melilla, 2
- En Ibiza-Formentera, Menorca, Fuerteventura, Gomera, Hierro, Lanzarote y La Palma, 1
Estos 208 senadores serán los que se elegirán el próximo 20 de diciembre.
A diferencia del Congreso, en el que se vota a un partido mediante listas cerradas, en el Senado se vota a la persona, al candidato, eligiendo 3, 2 ó 1 candidato (siempre uno menos de los que le corresponden a cada circunscripción) de entre los que figuren en la boleta (papeleta) única que hay para el Senado y que el votante encontrará en su Local Electoral.
Entonces, el 20D
El domingo 20 de diciembre España elegirá 350 diputados y 208 senadores. Serán los diputados los responsables de elegir al próximo Presidente del gobierno. Dado que, según los últimos sondeos, ningún partido alcanzará la mayoría necesaria de 176 diputados para poder designar al jefe de gobierno, será necesaria la conformación de una coalición de partidos. Esto se debe al colapso del bipartidismo que marcó el tablero político en España desde 1982. El derrumbe de ese sistema de partidos se debe a que tanto el PSOE como el PP aplicaron políticas de ajuste y se vieron implicados en causas de corrupción, lo que llevó a una pérdida de legitimidad y una reconfiguración del debate en España. Luego del surgimiento de los indignados y con la aparición de Podemos, el debate dejó de ser entre la centroizquierda y la centroderecha, y pasó a ser entre los de arriba y los de abajo. Este domingo, en España, se va a cristalizar un cambio que viene gestándose desde hace años en ese país pero que recién ahora se volcará en resultados electorales. Y será así por el surgimiento de una herramienta política que convirtió la indignación en cambio político, y se trata de Podemos.