Hostigada en forma sistemática por una catarata informativa que da vueltas carneros y saltos ornamentales, una parte de la sociedad argentina (reitero, una parte) asiste pasiva a un cúmulo de noticias que se suceden una tras otra sin encontrar a veces una conexión mínima entre ellas. Cual serie CSI o Criminal Minds, los medios nos mantienen las 24 horas superinformados en una causa que a medida que pasan las horas tienden a “samantizar” hasta el cansancio. Nos hablan de un cerrajero, de un experto en computadoras, de pasadizos secretos, de escuchas, de embajadas paralelas, de vecinos chicos, de varias entradas, de muchas custodias, de servicios de inteligencia, de responsabilidades gubernativas, llevando al paroxismo la “información detallada”. Con el afán de dar cuenta de las responsabilidades del gobierno se montan de diversas hipótesis (sea verídica o no) de cualquiera información (dicen que dicen) o de un cúmulo de inferencia para enjuiciar sin jurado. En el medio de todo ese zafarrancho, se oye al periodista estrella del multimedios opositor hablar de “elecciones anticipadas” y a una de las principales dirigentes opositoras sentenciar que «pensé que robaban y mentían, nunca que podían matar». Atrás de ellos se suman unos cuantos busto-parlantes (como me enseñaron en las clases de semiología) y los inefables panelistas todo-terreno aportando al juego catalogando a la presidenta desde “adolescente de facebook”, hasta “cínica” pasando por “no hay gobierno acá”. Esta desmesura discursiva, puesta de moda en estas horas, presenta elementos para reflexionar. Vamos hacia unas viñetas
- El discurso lanato-carriotista, desde hace ya unos años, se presenta como el paladín de la ética y custodia de la República. En ese marco, sería un grosero error analizar el comportamiento de estos mellizos de la política desde una lógica psíquica-instrumental, o de la de un converso devenido ariete del Multimedios. Se trata de una lógica discursiva que tiene arraigo en una parte de la sociedad. No se trata de “patrullas perdidas” de la opinión pública, sino de exponentes que tienen predicamento social y lograron conectar (si quieren inundar) con su odio a un sector propenso a esos sentimientos. La traducción directa del desborde discursivo y del exceso de calificaciones está en las cacerolas pobretonas de estos días y de los 13N y 18A.
- La estrategia de este tándem, que se complementa a la perfección, parece en este contexto la hoja de ruta de la táctica deslegitimadora a la que estamos asistiendo sin ningún disimulo. Capitaneada por la aristocracia periodística mediática de nuestro país que se inclinó en forma evidente hacia la denostación fácil y la acusación directa hacia el gobierno de todas las causas y consecuencias de la muerte del fiscal, nos encontramos aturdidos de señalamientos.
- Es decir, acá ya no tiene importancia la denuncia de Nisman. El terreno judicial (por lento, porque no conviene, porque hoy tiene poco impacto, porque a decir de los entendidos estaba flojito de papeles) cedió la primacía al campo de lo político. Desde allí que todos los cañones mediáticos se dirijan a las responsabilidades políticas, y ergo, hacia una solución en ese terreno. No es de extrañar que, una vez más, aparezcan las demandas de “adelantamiento electoral” o de “eventual juicio a la presidenta”. Está claro, para esta ecuación. que si el gobierno es responsable de esto (y acá el concepto de responsabilidad es muy lábil y encuadra en cualquier hecho), ¿qué queda más que pedirles la renuncia?. Sin embargo, la búsqueda permanente y cotidiana de un Watergate que te salve las papas, es una tarea titánica con escasísimas posibilidades de concreción en el corto plazo.
- El problema sin embargo que tiene esta estrategia que tiene por puntual a los voceros mediáticos es que colisiona con los tiempos de la política partidaria. Para ser más claro: cualquier tipo de movida política institucional requiere de políticos opositores prestos por llevarla adelante. En este campo sólo se anota Carrió, y algunos dirigentes marginales del PRO, pero no lo hace el resto de la partidocracia. Es decir, los tiempos de unos no son los de los otros. Los tiempos del azote mediático, muchas veces, no son de la conveniencia de los líderes políticos opositores. Desde allí el enojo de los primeros con los segundos. No queda claro si le es funcional a Macri, a Massa, a Sanz, o a Binner, que todo “salte por los aires”. Desde allí que acompañen al “coro mediático” hasta ahí. Les sirve para que el gobierno se desgaste, no para que se produzca una crisis inmanejable. Faltan nueve meses para las elecciones y CFK no tiene reelección, deben pensar los presidenciables antikirchneristas. ¿Qué sentido tiene que explote una crisis institucional sin certezas? Desde allí el enojo mediático y de los caceroleros movilizados (que van por todo) con los dirigentes opositores.
- Asimismo, y lo paradójico de todo esto, la demanda por denostar al gobierno para llevarlo a una salida anticipada, en el mejor de los casos, y a una deslegitimación tal, que a nadie se le ocurra volver a repetir la experiencia, se hace en nombre de los valores democráticos. Y aquí emerge el otro problema: ¿cómo legitimar desde los valores democráticos la salida de una presidenta constitucional?. Estos sectores que piden más institucionalidad terminan presos de su propio discurso anticonstitucional.
- Entonces en nombre de los valores democráticos y de la república se quieren llevar puesto a un gobierno surgido del voto popular necesitando de la oposición que denigran porque no se somete en un cien por ciento a su estrategia destructiva. Allí radica su principal problema. Y lamentablemente a este coro mediático se suman académicos y científicos que desde una supuesta mirada neutral hablan de crueldad, paranoia, locura del gobierno argentino y otras exquisiteces.
- Ahora ¿esto constituye una novedad? ¿esta estrategia se lanza por primera vez?. La respuesta, como sabemos, es negativa. Sin embargo, el asombro de los círculos kirchneristas por la virulencia del embate, sí lo es. Lo cual resulta una vez más paradójico. Como dijo el Escriba en esta misma casa “Enero es el nuevo diciembre”. Lo que el gobierno esperó para fin de año, y logró surfear muy bien, le cayó a principios de 2015. Es cierto que inesperadamente, pero así es la política en estas latitudes. Porque, insistimos una vez más en esto, aquí seguimos en el terreno político, hasta ahora no hay certezas judiciales (además somos politólogos no vamos a ponernos a divagar sobre entuertos jurídicos), y es en este campo en donde todo es especulación y las posibilidades de jugar con mil hipótesis es factible. Es desde este espacio en que la estrategia deslegitimadora avanza sin cesar.
- Sin embargo, la gimnasia adquirida por el kirchnerismo para superar estas pruebas está más que comprobada. El gobierno actuó en los tiempos que se preveía luego de la sorpresa inicial, y a pesar de los vaivenes en torno a las hipótesis del caso, sacó a relucir su activo más importante: la iniciativa política. La jugada de las desclasificación y el pedido a la justicia que revele la denuncia son pasos clave para llegar a la verdad.
El año empezó con la tónica que lo caracterizará. No hay más lugar para sorpresas. Con mayor o menor intensidad, los cañones contra el gobierno (digámoslo de una, contra la presidenta) estarán a la orden del día. Desde allí que se hace necesario entender que todo lo que venga será parte de esta estrategia destructiva. Si el kirchnerismo toma cada una de estas piñas como jugadas aisladas, sin un motor común, estará cometiendo un severo error de interpretación y será el primer paso hacia el fracaso. Sabemos que la presidenta está en alerta porque comprende los desafíos que le plantea este último año de gobierno. El daño a su aún importante imagen positiva luego de 8 años de gobierno está en marcha. Los meses venideros serán testigos de cómo sigue este duelo, y de las definiciones de un 2015 que parece empezó hace rato.