(Por Sergio De Piero)
En 1970, el pionero grupo de rock nacional Manal graba su Casa con diez pinos. El mansaje: “no aguanto más vivir en la ciudad”. La propuesta, una casa son esos árboles en esa cantidad a donde huir. Estaba bien para una canción. El 1 de marzo de este año, en el mensaje de apertura de las sesiones ordinarias del Congreso de la Nación, el presidente Mauricio Macri anunciaba los tres objetivos que se proponía como pilares para la gestión de su gobierno: pobreza cero, combatir el narcotráfico y unir a los argentinos. En aquel discurso la palabra “instituciones” fue pronunciada una sola vez y “república” jamás fue mencionada. Evidentemente hubo una decisión de correr el discurso político de los ejes que en parte se habían mencionado en la campaña (términos que poseían un aroma más cercano al radicalismo) hacia un lenguaje mucho más PRO: apelaciones generales, cierta indefinición y horizontes que a priori no pueden despertar el rechazo de ningún sector. Todo pronunciado en un lenguaje que garantizara espantar el fantasma (oh!! horror!!) del conflicto.
Esos tres pinos macristas parecen adornar toda la casa del nuevo gobierno. Ya corrían por aquellos idus de marzo, noticas que no se correspondían con el augurio que los latinos otorgaban a aquel mes. Ya se había devaluado, los precios de la canasta básica estaban notoriamente más altos que los meses previos y desde el Estado se llevaba adelante una cantidad considerable de despidos; asomaban, inquietando, prácticas similares en el sector privado. Sin embargo faltaba más: el tarifazo en los servicios públicos. Sin solución de continuidad el gobierno avanza en las medidas económicas que deterioran la capacidad de compra del conjunto de la población y con los días descubre, que no alcanza con argumentar por la “pesada herencia” que tanto espacio mereció en el discurso del 1 de marzo. Volatilizado ese argumento primero pide paciencia con la mente puesta en el segundo semestre y luego, en estos días, afirma que estamos en el peor momento (de lo que se deduciría que solo nos depara un provenir próspero, pero incierto en cuanto a su fecha). Ahora bien, en el mientras tanto ¿qué sucede con las tres patas del nuevo relato? En medio de una inflación creciente, que en el relato de Cambiemos siempre fue concebida como la principal máquina de generar pobres, parece complejo salir a argumentar que se está avanzando a favor de los que menos tienen. Pobreza cero queda digámoslo así, suspendida, mientras esperamos aun saber cuál será la política del Ministerio de Desarrollo Social; ir detrás de los hechos, parece por ahora la marca más notable. Pero queda desde luego el interrogante para el futuro ¿cómo se medirá la pobreza? Lo cual implica la pregunta fundamental: ¿qué tendremos que entender por situación de pobreza en la Argentina en los próximos años? ¿Qué situaciones delimitan la pobreza? ¿Si una persona come todos los días dejará de ser pobre? El empleo, el acceso a la educación, a la salud, a la recreación, a los bienes simbólicos y culturales, formarán parte de ese mítico cero? ¿En qué piensa Mauricio Macri cuando dice “pobreza cero”?
Pasemos a la lucha contra el narcotráfico. Aquí los indicadores también son difíciles de definir. Hace pocos días un funcionario norteamericano afirmó que Argentina se había incrementado como lugar de tránsito de droga, pero no de producción. ¿Aumentó el consumo? ¿Qué dimensión elegirá combatir la Alianza Cambiemos? ¿Y bajo cuál orientación? ¿Habrá una guerra al narcotráfico? ¿Bajo cuales consignas? Fuera de las declaraciones, el segundo pino del gobierno sigue sin definirse.
Pero, al fin, sí tenemos más certezas con la meta que cierra el triángulo: Unir a los argentinos. Desde luego la premisa no es nueva, ya lo proclama la misma Constitución Nacional. Pero allí “constituir la unión nacional” se refería a la necesidad de afianzar el acuerdo político de conformar una Nación, para evitar las fracturas por parte de las provincias, de modo de constituir una nación integrada política y económicamente, y menos a que las personas estuviésemos unidas. Ahora, en cambio, la unión de los argentinos propuesta por Cambiemos, se apoya sin dudas en el discurso de “la grieta” que nos habría generado el kirchnerismo. Como Menem prometió en el día de su asunción presidencial “unir a las dos argentinas”, el macrismo nos ofrece fugarnos del conflicto hacia ese lugar de paz donde los argentinos podríamos reencontramos. ¿Y en qué consistiría ese lugar? Parece que es uno donde se cocinan empanadas. La publicidad lanzada estos días por el gobierno nos remite a varias imágenes de una argentinidad de retorno, con menos intensidad por cierto, a un pasado virtuoso. De todas las imágenes que podían dar inicio a la publicidad, luego de mostrar la preparación de la empanada, se eligió una vaca. Allí ancla la identidad nacional, en el campo con pasto y una vaca. Lo primero que se elije, de paso, es un animal. Por los símbolos elegidos, la publicidad pudo haberse filmado tanto hoy como hace 120 años. Para una coalición ideológica que afirmaba que el peronismo nos llevó al atraso y al aislamiento, es un poco extraño que no exista una sola referencia a elementos modernos en términos tecnológicos y que la ciudad sea apenas insinuada. Vuelve otra vez, avanzando desde el pasado, las imágenes de la paz del campo. Esas imágenes, además del destino de proveedor de materias primas para el mundo, nos remiten a cual es el modelo de sociedad: una conformada por individuos que trabajan cada uno en lo suyo (y sin demasiadas expectativas de cambiar su lugar en la sociedad, “cada uno dedicándose a lo suyo”). La sociedad desaparece como conformación de actores colectivos, grupos, espacios, clases y vuelve a apoyarse exclusivamente en la fuerza del individuo aislado que se conecta con sus iguales, solo por la eficacia del mercado. No en vano varios recordaron estos días un breve video de Milton Friedman. No hay necesidad de apelar a lazos de unión de otro tipo que el interés individual, para sentirnos parte de la construcción de un producto final (aunque más no sea una empanada). Hace décadas Margaret Thatcher había sentenciado: “la sociedad no existe, solo existen los individuos”. De ese modo el que les provee un sentido de pertenencia es el mercado. Nos reconocemos con los otros en tanto produzcan o consuman algo. Todos los que participan en la publicidad están trabajando ¿Y los desempleados? Esa te la debo.
La patria ya no es el otro; el otro es alguien que produce, compra o vende. De hecho ya no hay necesidad de patria. Lo expresó claramente el presidente Macri cuando el día de su asunción, juró “desempeñar con lealtad y honestidad (en lugar de patriotismo) el cargo de Presidente de la Nación”; uno de los mayores responsables del poder político de la República, suspende la patria. El juramento ya no es un compromiso con implicancias colectivas, sino una referencia a un valor individual. Casi como diciéndonos “Les voy a ser honesto”. El 25 de mayo tuvimos una muestra “en vivo” de esta nueva idea de la patria, de los otros, de lo colectivo. La Plaza de Mayo estuvo vallada y rodeada de policías que solo dejaban ingresar a unas pocas personas autorizadas. El Tedeum se realizó “como lo ordenaba la tradición” pero, curiosamente, tuvieron que aislar la plaza para poder caminar tranquilos. Para celebrar la Patria, decidieron despejar la plaza. Nos mostraron bonitas fotos en la Quinta de Olivos, compartiendo un locro en un gran zapallo, (estilo Halloween) del que Macri servía porciones a los invitados, algunos incluso con el tino de disfrazarse de paisanos. En síntesis el mercado será, nos prometen, mucho más eficiente para unir a los argentinos, que las pertenencias colectivas políticas sociales y culturales en torno de una idea de patria.
Por eso es importante detenerse a ver qué sucederá mientras la patria queda suspendida. Porque a pesar que en Argentina se vive un razonable clima de convivencia social, también hay que hacer notar que sigue detenida Milagro Sala, balearon un local de Nuevo Encuentro en Villa Crespo, destruyeron el Centro Cultural Batalla Cultural en Vicente López y atacaron con armas blancas y golpes a militantes durante una reunión en un Centro de Gestión en la Boca, por mencionar unos pocos hechos.
De allí la importancia de recordar que la convivencia social depende mucho más de la integración social, de los criterios de justicia, de alguna idea de pertenencia, que de un organicismo de mercado. Tres pinos para todo esto, parece poco.