Para el grueso del establishment periodístico -¿y por qué no de la opinión pública?- el mundo político se debate entre moderados y duros. Conservador o rebelde, cauteloso o agitador, mesurado o insurrecto son equivalentes para la sempiterna antinomia. De más está decir que quien no condice con la lógica del moderado pasa inmediatamente al bando contrario. Ergo, se lo interpreta y ve con una fuerte connotación negativa. El rebelde es la oveja negra de la política. El combativo no cuaja en el manual de la arena política moderna.
Cual si fueran caramelos, aparecen los duros y, en el otro anaquel, los blandos. Halcones y palomas. Para muestra basta un botón, dice el adagio. Sin embargo, los ejemplos abundan. Otrora se encuadraba a los grupos piqueteros en el brazo bravo o la versión light del movimiento. En estos días de lockout, dentro del mismo Gobierno, según nos cuentan, coexiste un ala confrontativa y otra concesiva a la hora de elucubrar soluciones a la problemática agraria.
Si el lenguaje conlleva una lucha por la imposición de sentidos, hoy vale abrir el paraguas ante tantas ideas superpuestas y engrampadas en cada palabra. Siempre hay tiempo, se puede parar la pelota y pensar. Según el diccionario de la Real Academia Española, conservador significa: “Dicho de una persona, de un partido, de un gobierno, etc.: Especialmente favorables a la continuidad en las formas de vida colectiva y adversas a los cambios bruscos o radicales”. A su vez, duro es sinónimo de fuerte, de aquello o aquel que resiste. Pero, ¿qué hay de pecaminoso en trasgredir? ¿Cuándo se convirtió en mala palabra?
La dictadura, sus asesinatos y desapariciones y la continuidad económica intentaron tirar afuera del mapa cualquier atisbo de insurrección, de reparo ante las ideas dominantes y de disenso en pensamientos. A fines de los ochentas, los intelectuales decretaron el fin de las ideologías. Esa vieja slogan de una única realidad, de una sola receta para entender y cocinar el mundo moderno, aún encuentra sus adláteres. Joaquín Morales Solá dixit:
“…resulta difícil, si no imposible, entender la lógica de un gobernante que juega a la guerra, a los triunfos y a las derrotas, con un eventual y extendido sufrimiento social. Aun cuando la estrategia de Kirchner se cumpliera y el campo fuera vencido, ¿a qué precio, medido en penuria social, lo lograría? ¿Para qué, en última instancia, si sólo se tratara de una diferencia de métodos prácticos? La única explicación posible podría encontrarse en que el ex presidente encontró el momento justo de entablar una vieja batalla ideológica”. (“Kirchner lideró el triunfo de los duros del Gobierno”, La Nación, 8 de mayo de 2008)
Amén de la concepción que cada quien tenga sobre el kirchnerismo y sus mandatos, la pluma estrella del diario de la familia Bartolomé Mitre desliza el temor: debatir, meditar e intercambiar pensares, regenerar una nueva batalla de ideas y resignificar. El lockout, entre otras cuestiones, también abre el camino para pensar que Argentina engendramos. Quiénes tienen que ganar y perder y quién (o quiénes) cortar y repartir una suculenta torta. Entonces, si de dar sentido se trata, en medio de una humareda donde se presentan nuevos actores en la Argentina, sentarse del elenco duro, resistente, rebelde o alterativo de esta realidad no sería una mala idea. Del otro lado, por cierto, están aquellos que quieren retener su pensamiento conservador.
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Muy interesante, el problema es que un planteo tan ambivalente esta sujeto a la interpretacion de cada uno sobre la posicion de los actores.
Si bien desde la vereda progresista se puede ver al gobierno como el robin hood distribucionista y al campo como aquellos que quieren conservar su rentabilidad, otros vemos en este nuevo embate impositivo un intento más de tomar renta privada en pos de la construccion de poder y el sostenimiento de un aparato que ya no responde desde la motivacion sino desde la billetera. En esta ultima version, serían los chacareros el núcleo duro que sale hoy a intentar cambiar esta construcción de poder que arrastramos como lastre desde hace años.
Los medios necesitan simplificar posiciones, conductas, todo en términos de buenos y malos al mejor estilo de las películas norteamericanas (incluidas las infantiles).
Y éstas categorizaciones extremas ocultan muchísimas cosas esenciales, se disparan como flashes en función del segundo televisivo, se simplifica y extrema.
Aun así, algo queda, algo se instala, se sedimenta, se experimenta.
En este conflicto emergieron algunas preguntas, están ahí flotando a veces concientes y otras no, pero están.
Por ejemplo: ¿Puede el estado intervenir en el mercado, puede meter mano en las ganancias de ciertos sectores?
¿Si no se ponen retenciones, quedara algo de tierra para producir otra cosa que no sea soja?
Y hay muchas mas por supuesto, por ejemplo la búsqueda del impacto en los medios. Los cambios de posición de los periodistas de acuerdo a las directivas de sus jefes. Etc. etc
En esto intervienen las empresas de medios, la formación deficiente de muchos periodistas y ciertas herramientas de la comunicación periodística que muchas veces complican la explicación de matices y la profundización de determinadas temáticas, creo. Está muy bueno el post.
Saludos
El problema en sí no es la existencia de duros y moderados, si en la postura que defienden cada uno, el duro si erra persiste en el error y hasta algunas veces lo empeora.
Muy bueno el post. Y sumo algo a lo que dice el escriba: estas son herramientas por las cuales la comunicación periodística cree que se torna sofisticada.
Basta como muestra, los cuadros de Clarín (recuerdo el de piqueteros duros y blandos) explicativos. Cual si se estuviese desenrrollando una dura madeja, pero eso sucede, también, cuando la empresa periodística necesita decir, equilibrar, posicionarse: ahí, hoy, De Angellis será un cahcarero simpático o un millonario medio bruto.
Es decir, la separación de blandos y duros contiene a la vez una toma de posición -vos lo marcás en el post- en general a favor de los duros (si enfrente están los blandos) o de los moderados (si enfrente están los duros). No lo veo tan unidimensional, sí, en cambio, en la adjetivación del tópico (blandos o moderados, por ejemplo) se encuentra la identificación de la empresa comunicacional o del cronista.
Creo que los humanos heredamos del mundo animal la dureza, o mejor, la distinción de los individuos en duros y blandos. El jefe de la manada es el duro que dirige sin contemplar ninguna opinión. El animal como el hombre muy primitivo, no puede hacer otra cosa. Su supervivencia está en juego. El instinto es el que manda. Pero a medida que el animal superior y en particular el hombre se desarrolla, lo racional va pasando a ser lo ponderado por su cerebro.
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Así el camino del hombre es la marcha de la racionalidad, y lentamente la dicotomía entre duros y moderados va siendo la de los actos irracionales frente a los racionales. Los primeros usos de la racionalidad hizo que el humano dominara el mundo animal. Unos la usaron mejor que otros. Esos dominaron al resto no por duros sino por usar mejor su nueva herramienta. Y en ese camino estamos aún. Pero la racionalidad es discutible siempre. Un gobierno o un gerente puede ser visto como duro o blando, y puede comportarse de una u otra forma según los casos. Pero el éxito de la gestión depende del uso de la racionalidad.
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En este asunto del campo comencé a ver mucho más la irracionalidad del gobierno frente a 4 más racionales, y uno de segunda línea que hace un discurso cargado de contenido afectivo, que no es lo racional. Y los muchos mercaderes de las noticias se salen de esquema por vender su producto. La sociedad actual requiere participación de los actores, en este caso, los agrarios, importante sector afectado por las medidas. Es irracional imponerles algo sin haberlo conversado ampliamente durante bastante tiempo. El conflicto se hubiera evitado. El sector agrícola fue y es aún el que más representa a la Argentina en el mundo. Es una opinión por supuesto.