Sin orden de importancia:
- Me preguntaban el otro día «¿cuánto te parece que es el núcleo de voto del kirchnerismo?». La pregunta es abstracta. ¿De voto para qué? ¿De voto para qué candidato a qué cargo? El voto a «cuidar» para el kirchnerismo es el el voto de balotaje 2015. El partido de los «nuestros» es el que saca 60 % en La Matanza y 20% en Recoleta. Y que gana en la Provincia de Buenos Aires, en el Gran Buenos Aires, el Norte y el Sur de la Argentina. Es el partido que debe estar pendiente de los conflictos, las preocupaciones, los anhelos, las necesidades de ese electorado. Es el partido de un voto que se construye «de abajo hacia arriba» de la pirámide social y de la «periferia» a los «centros». Es un electorado que ha votado y seguirá votando «a pesar» de los medios y que vive, late y siente de una manera propia.
- Noto una claridad en distintos sectores incluso «progresistas K» de que los próximos tiempos deben ser friccionados, impuros, amplios, innovadores, pedestres, dialogados, horizontales, sociales, diversos. Suma puntos el que camina, el que habla, el que junta, el que dice sí cuando hay que decir sí y no la mayoría de las veces. No quiere decir esto que se conviertan en cualquier cosa, en revueltos, cínicos, pasadores de facturas y rencorosos…
- Las divisiones de las divisiones de la oposición son relativamente fáciles de lograr para un gobierno que maneja el Estado nacional, el Provincial y el de la Ciudad. El PRO (que hace cinco meses cosechó 24% de los votos, vale la pena recordar) necesita sólo hacer pie sobre un 40 por ciento de los votos -y un cachito más-, dividiendo al resto, para ser competitivo un tiempo largo. Esto se hace -como lo sabe cualquier intendente- dividiendo y debilitando a las oposiciones existentes e incluso, a la manera de Martín Lousteau, creando oposiciones ficticias.
- ¿Habrá diálogo entre los dirigentes peronistas y el PRO? Ya lo hay. Si yo fuera gobernador o intendente ya estaría llamando o dejándome llamar. A no confundir. Carlos Menem paseó por los jardines de Olivos y obtuvo una Promoción Industrial. Antonio Cafiero subió a los balcones de la Rosada con el traje de la democratización y la socialdemocracia moderna. Ambos ponían al mismo tiempo cargas de profundidad en el Tercer Movimiento Histórico. No es personal, son sólo negocios.
- El esfuerzo por no subestimar («la chocan») ni endiosar («se quedan ocho años») al gobierno de Mauricio Macri, buscando un punto real de evaluación de lo que ocurre debería ser el deporte del verano. Esto se logra hablando mucho (escuchando mucho) con la gente. Con las gentes.
- Como venimos diciendo, las muestras de «juego brusco» de Macri en términos institucionales, económicos y políticos forman parte de la manera en que el jefe de Estado entiende que debe mover ciertas palancas para desplegar su liderazgo en un contexto que es -tanto para los que dicen amar la República y para los que dicen amar otras cosas- de «baja» institucionalidad, donde las reglas cambian asiduamente o no se aplican tal como están en el texto de la norma. Aún en ese contexto puede comprobarse cómo en muchos aspectos el kirchnerismo resultó ultra-respetuoso de los mecanismos institucionales dados -amén de crear «nuevas» instituciones- y que esta experiencia de la centroderecha se ha mostrado con tanta sutileza legal (y humana, en algunos casos) como una topadora a todo lo que da.
- Decretos, tomas y dacas, un Congreso cerrado por reformas e incluso palos -hay un público también para cosas como esas- son instrumentos a ese servicio (reforzar una base electoral e ir por más). Sin embargo ¿ser duro con los de abajo y blando con los de arriba es un camino posible al éxito político en la Argentina?
- La Nación, la Provincia, la Ciudad, los Medios, el «Big Business» y la Justicia suena, ciertamente, a mucho poder. A la vez uno podría preguntarse ¿no es desmasiado poder para manejar? ¿no va a surgir ninguna interna, ningún desbalance, ningún pase de rosca, ninguna exhuberancia ahí? ¿Nadie se va a sentir traicionado, dejado de lado, menospreciado? Porque es de complicado el manejo del poder…
- Hemos escrito en Artepolítica sobre lo difícil que es gobernar este país desde un cierto «centro». Se especuló aquí y allá con que venía un tiempo de moderación y «centrismo» ganara el partido político que ganara las elecciones de 2015. El juego brusco y la orientación hacia el centroderecha de las medidas adoptadas son claras, no las vamos a enumerar. ¿Quiere decir esto que los votantes son de derecha o que Macri no hace malabares y «gestos» para buscar una sofisticación supuestamente «pragmática» y «centrista»? No. Eso sí: hasta ahora el gobierno no ha llevado ese pragmatismo hasta donde el pragmatismo reside. Es decir, en ir en algo «en contra» lo que esté en tu ADN. Aquí no ha habido ningún Menem nombrando a Bunge y Born, indultando y abrazándose a Isaac Rojas para construir poder, sino todo lo contrario.
- El de Macri es un proyecto que apunta a una promesa de «modernización». Y la «modernización» en la Argentina tiene una historia, una genealogía, una impronta y ciertos ecos. Escuchemos por ejemplo las palabras elegidas por Guillermo O’Donnell sobre una aspecto período 1967-1969 «(La Gran Burguesía) aparece íntimamente enlazada al aparato estatal en sus más crudos intereses y prestándole, para ocupar las más altas posiciones en su aparato económico, ‘equipos’ conspicuamente ligados a ella…». No todo es viejo, está claro. No todo es nuevo. Por ejemplo, hubo proyectos políticos en el Siglo XX que apuntaron a tratar de reinar excluyendo políticamente a un sector. Declarando que hay un «ismo» maldito, un sector -pero también una identidad política- innombrable. Que se permite, que es legítimo, ser todo lo demás, menos eso. Este tipo de estrategia, claro está, no ha sido aplicada por ninguno de los grandes jugadores del juego democrático desde 1983 hasta acá. ¿Hay algo de esto a lo que quiere jugar el macrismo? Sería un juego nuevo ¿y riesgoso? Si toma ese camino veremos que dinámicas desata…