Este post lo escribimos entre Mariano Fraschini y Juan Francisco Turrillo, enviado especial de AP a Ecuador (?)
En 24 horas, el pueblo ecuatoriano tendrá en sus manos la elección del sucesor de Rafael Correa y de 137 diputados nacionales, la totalidad de la unicameral Asamblea Nacional. Se trata de la primera cita electoral de 2017 y promete un resultado abierto. Luego de la victoria de Mauricio Macri y de la asunción “de prepo” de Michel Temer en Brasil, las fuerzas del “giro a la izquierda” en la región tendrán en Ecuador una revancha ante el adverso panorama electoral que se abrió a partir de 2015 con las derrotas de Evo Morales en el plebiscito re-reelecionista y del PSUV en las legislativas en Venezuela. Para la derecha sudamericana, la de Ecuador podría convertirse en otra estación victoriosa en su afán por reintroducir el modelo neoliberal en el continente. Las encuestas, que vienen errando sistemáticamente desde hace ya un largo tiempo, hablan de un resultado difícil de predecir aunque la mayoría se inclina por vaticinar una segunda vuelta electoral.
A continuación unas apostillas explicativas (y para nada predictivas) de lo que está sucediendo hoy en Ecuador
- Las similitudes con el proceso electoral argentino de 2015 son muy nítidas, y los paralelismos existentes con el resto de los países de la región son la muestra de cuánto hoy se está jugando en esta elección. El oficialismo PAIS presenta como candidato al ex vicepresidente de Correa, Lenin Moreno. Se trata de un político moderado y leal a la Revolución Ciudadana que tendrá en sus manos convertirse en sucesor de un líder carismático que ha cambiado de un plumazo la historia de su país en la última década. La “década ganada”, el slogan oficial de campaña evidencia la lógica del debate político enmarcado en torno al par “continuidad” y “cambio” tan característico de las últimas elecciones sudamericanas. Asimismo, los seguidores de PAIS agitan la bandera de “el futuro no se detiene” para no dejar dudas acerca de que “el futuro somos nosotros, el pasado son ellos”.
- La oposición presenta varias alternativas de derecha a izquierda, pero es el candidato de “Acción para el Cambio”, el neoliberal Gustavo Lasso quien está en mejores condiciones de atraer el “voto útil” que le permita forzar una segunda vuelta con más posibilidades frente al candidato oficialista. Lasso compitió con escaso éxito en el año 2013 cuando fue vencido por más de 30% de los votos por Correa. El candidato opositor es presidente ejecutivo del Banco de Guayaquil (¿será que la derecha regional se cansó de jugar con “suplentes” y apuesta todo a la clase empresarial, es decir a jugar con los «titulares»?), y con un discurso pragmático apuesta a quebrar el predominio de PAIS durante la última década. “Creo en las buenas ideas no importa si son de izquierda o derecha” suele repetir Lasso, un partidario de la apertura comercial, la reducción de impuestos y la desregulación de los flujos de capital, toda la partitura tradicional de la derecha en Sudamérica. Nada nuevo bajo el sol.
- El resto de los candidatos opositores, con menos posibilidades de colarse en la hipotética segunda vuelta son la socialcristiana Cynthia Viteri, la única mujer candidata, que hoy aparece tercera con un discurso, al menos desde lo ideológico, cercano a Lasso y más atrás asoman Iván Espinel, un ex colaborador de Correa que pretende “volver a las fuentes” de la Revolución Ciudadana y el ex militar y ex alcalde de Quito Paco Moncayo con menos posibilidades.
- Recordemos que en Ecuador se aplica el principio de la Mayoría Absoluta (gana quien obtiene más de la mitad de los votos válidos) y en caso de que nadie obtenga ese porcentaje existe la alternativa de vencer alcanzando más del 40% de los sufragios con una diferencia mayor a 10% con el segundo. Esta última condición es similar a la que se desarrolla en nuestro país. A esta alternativa apuestan los seguidores del oficialismo, aunque las encuestas hablan de un promedio del 35% para Moreno y de 20% para Lasso. Es evidente que de aumentar en más de 5% ese caudal de votos, el oficialismo estaría en condiciones de ganar en primera vuelta, ya que todos los sondeos coinciden en indicar que Lasso no tiene posibilidades de llegar al 30% de los votos. Hasta acá las similitudes con el escenario de la elección argentina son notables.
- A diferencia de lo que ocurre en nuestro país, los ecuatorianos viven la elección de manera muy comprometida. Si uno camina las calles del país se encontrará que cada negocio, camioneta, moto, taxi, o casa de familia se expresa por algún candidato. Los posters que acompañan ese compromiso se muestra de forma franca y abierta sin que medien agresiones públicas de ninguna clase. Una buena parte de la sociedad ecuatoriana se encuentra sumamente politizada y no hace nada por esconderlo. De hecho, la competencia proselitista en el país está en quien hace más fiesta, realiza más ruido, muestra más colores y banderas, y allí la oficialista lista 35 lleva la delantera. Como en el resto de los países del ALBA, en Ecuador los sectores populares en su mayoría se identifican con PAIS, mientras los sectores medios- altos y altos lo hacen por la oposición
- Un factor explicativo que permite comprender este nivel de compromiso con lo político es el gobierno de Correa quién ubicó al Estado como el principal espacio organizador y decisor de la vida social. La política como vehículo de transformación económica y social es un activo incuestionable del legado que deja el gobierno saliente. El país en donde la recurrencia de episodios de inestabilidad presidencial fue moneda corriente desde el retorno democrático a fines del setenta, hoy está despidiendo pacíficamente al líder que ha mantenido una estabilidad asombrosa para la historia política de Ecuador.
- Al igual que en el resto de la región los medios juegan un papel estelar. Su anticorreismo genético es un hándicap para la oposición. La critica a la clausura de diarios (muchas veces irreal), la ausencia de “libertad de expresión”, la generalizada corrupción y el autoritarismo son el tópico preferido de la derecha opositora. Asimismo, y ya en el plano económico, las críticas apuntan a las “relaciones carnales” con China (“Que quieren que volvamos a someternos a los EEUU” esgrime el presidente) y al estancamiento de un modelo que muestra signos de agostamiento. La inclusión social de una vasta población, que con anterioridad no accedían a un conjunto de derechos por parte del gobierno, la política de autonomía e inserción regional (Alba, Celac, entre las más importante), la apuesta por las pequeñas empresas y las cooperativas a cargo de muchos servicios públicos, una obra pública monumental (con algunos casos de corrupción incluida), la construcción de rutas impecables que son envidia de muchos sudamericanos, la ya mencionada estabilidad política, un valor capital para un país sumido en la inestabilidad política, son algunos de los activos que el oficialismo pone sobre la mesa el 19F
- La ausencia de Rafael Correa en la elección no es un dato menor. La figura del líder de la Revolución Ciudadana se tornó omnipresente durante la última década y su salida dejará sin dudas un gran vacío. Al igual que Lula y Cristina, el líder ecuatoriano apostó por un delfín y no jugó a su propia candidatura como sí lo hicieron con suerte dispar Hugo Chávez y Evo Morales. En su última Sabatina, el espacio de encuentro directo entre Correa y el pueblo ecuatoriano (algo así como los “Alo Presidente” chavista), el líder de la Revolución Ciudadana repasó durante las 5 horas de emisión del Programa su gira por España, y detalló día por día la gestión de gobierno durante los últimos siete días. Todo una muestra de la presencia de Correa en la vida cotidiana del país.
En un escenario abierto, Ecuador se juega entre darle continuidad al proceso iniciado hace 10 años o clausurarlo con un retorno al ciclo de políticas neoliberales clásicas. Se observa un importante espíritu de cambio, lo que no implica necesariamente que de ella se haga propietaria en exclusividad la oposición. Mañana las urnas dirán a que apostó el pueblo ecuatoriano. El resto de Sudamérica esperará el veredicto. Los resultados dirán si la derecha seguirá gritando goles o si “el giro a la izquierda” plantará bandera con un fuerte “no pasarán”.