Y otra vez qué es el kirchnerismo. Nueve años de kirchnerismo y seguimos discutiendo qué es el kirchnerismo. Es, desde ya, el mejor truco del kirchnerismo. Un kirchnerismo que ya sacó de la galera tres o cuatro kirchnerismos para seguir siendo, en el fondo, el mismo. El mismo de siempre. ¿O no?
Y ahí vamos de nuevo. ¿El kirchnerismo es un chavismo? Extraño chavismo este (llamale chavismo, fascismo, juventudes hitlerianas o cualquier etiqueta desmesurada y errónea que le trataron de pegar al oficialismo en las últimas dos semanas):
- Envía un pliego al Senado, en el que tiene mayoría, de un procurador general de la Nación y debe retirarlo porque no pasa.
- Envía, en acuerdo con la Corte Suprema, un proyecto de ley de Código Civil y Comercial que consagra y sistematiza una serie de nuevos derechos, que cuentan con amplio respaldo opositor.
- Consagra nuevos derechos «de avanzada» al estilo matrimonio igualitario, identidad de género, etc.
- Nacionaliza la principal empresa petrolera del país pero la mantiene como Sociedad Anónima para que siga cotizando en la NYSE.
- Sus «hitos» más importantes en materia legislativa -dos de ellas promulgadas este año: Reforma de la Carta Orgánica del Banco Central y Nacionalización de YPF- se aprobaron con apoyo de sectores de la oposición.
- No logra que el Poder Judicial -de la Corte Suprema para abajo- falle exactamente como le gustaría en la aplicación de leyes que considera claves.
- Sufre escisiones de socios importantes en términos sociales, como la fracción de la CGT que lidera Hugo Moyano.
- En un país federal, no gobierna «directamente» las tres provincias más pobladas y la Ciudad de Buenos Aires.
- Todos los años, unos 1.800 altos funcionarios tienen que declarar la situación de sus bienes y de sus familias.
Muy extraño chavismo, diría yo.
La confusión debe venir por el lado de una «oposición chavizada» con la que contamos. Una oposición muy atomizada, sin dirigentes a los que se perciba con verdadera vocación de poder. Me parece que es así porque cuando se está por cumplir un año de las últimas elecciones nacionales siguen sin una estrategia clara, más allá de la que le marca la agenda mediática.
Es más: ruegan que dirigentes relevantes del oficialismo impulsen de manera abierta y concreta algún proyecto de reforma constitucional que habilite una nueva reelección, como para contar con algún eje notorio que les permita polarizar la próxima elección legislativa -y más allá-, presentándose como «quienes van a impedir tal atropello institucional».
Otra forma de evaluar esta «confusión con un chavismo» tiene que ver con el modelo económico. Porque es un modelo que se va definiendo «a pulso» y muchas veces se define por lo que no es. Porque lo que no encaja en las categorías de algunos suele ir a la papelera de «chavismo». De modo parecido que en los reportes del FMI que hacía el Sr. Eyzaguirre nos hacía caer en la categoría «South America’s Less Financially Integrated Commodity Exporters» con Bolivia, Ecuador, Venezuela y Paraguay, claramente separados de los «South America’s Financially Integrated Economies», en un muy tirado de los pelos equipo conformado por Brasil, Chile, Perú, Colombia y Uruguay).
Conviene leer entonces este paper de Julio César Neffa presentado en el último congreso de AEDA en el que afirma que este (cito desordenadamente):
– No es un modelo “fordista”, porque hasta 2010 la mayoría de los asalariados del sector público y los no registrados no habían logrado superar los ingresos reales vigentes al final de la convertibilidad, y como los que estan registrados no reciben una participación de los beneficios de las empresas en función de su contribución al incremento de la productividad no tienen acceso a todos los bienes de consumo durable, proceso que caracterizó históricamente al fordismo en los Países Capitalistas Industrializados.
– Tampoco es un modelo arrastrado por la tasa de gsnanancia, debido a la heterogeneidad entre sectores y ramas de actividad, a la escasa integración sectorial, al elevado grado de concentración económica, al predominio de mercados oligopólicos, a la reducida dimensión del mercado solvente de bienes de consumo durables que impide llevar a cabo una producción masiva generadora de economías de escala y a la creciente presión del Estado sobre las grandes empresas para controlar los balances y frenar el incremento de precios.
– No estamos tampoco frente a un modelo de sociedad del conocimiento, si bien se ha generado un fuerte progreso en cuanto a la estructura organizacional y la dotación de recursos de los organismos de ciencia y técnica.
– Tampoco es un modelo donde predomine un mercado competitivo en una economía abierta, debido al peso de los oligopolios, a los problemas generados por la baja productividad y a las dificultades para lograr elevados estándares de calidad, situación que reduce la capacidad exportadora de bienes y servicios con alto valor agregado.
– No se trata de un modelo arrastrado por la inversión extranjera directa, pues las magnitudes del default y las magnitudes de la quita que caracterizaron la renegociación de la deuda generaron reticencias por parte de los inversionistas extranjeros.
– A diferencia de México y de Brasil, la penetración de los modelos japoneses y del toyotismo en particular es todavía incipiente, parcial y quedó limitado a grandes empresas en un número limitado de ramas de actividad con fuerte vocación exportadora.
Y entonces tenemos que -dice Neffa- en el nuevo régimen de acumulación coexisten, sin demasiada articulación, varios modelos productivos:
-Industrialización sustitutiva de importaciones (ISI)
-Captación de la renta agraria extraordinaria
– Incremento del gasto público.
Y entonces, cuando ya comienzan a resonar los bronces de la marchita de marras que no se llama «Los muchachos chavistas», claro, (esto lo digo yo, no Neffa), viene el cierre (sí de Neffa) a toda orquesta:
Estos tres modelos productivos que no se articulan sino que coexisten y se superponen dando lugar a un modelo híbrido, constituyen los rasgos esenciales del nuevo régimen de acumulación, se diferencian sensiblemente de lo sucedido durante la convertibilidad y de la situación que predomina en los Países Capitalistas Industrializados desde la crisis de 1997-98. De manera directa o indirecta esos tres modelos productivos permitieron un sensible progreso de la relación salarial en sus diversos componentes.
Sumale, a esto, una enorme parrafada del economista citado, en el que nos recuerda una decena de importantes desafíos que enfrenta el actual modelo, donde apenas uno de ellos es:
– «Insuficiente calidad y bajas tasas de crecimiento de la productividad general de los factores, que reducen la competitividad genuina, salvo en las grandes empresas».
Nada menos ¿Y entonces ahora? ¿Y entonces ahora política y económicamente, qué? Para avanzar en más inclusión y más igualdad. Para empezar a tener un país que, ahora sí, salido del «infierno» pueda salir del «purgatorio», ¿qué? ¿Qué es lo que conviene más? ¿Qué es lo que nos conviene más a todos?
Si fuera nomás cuestión de proponer una nueva reelección ya lo hubiéramos hecho. Pero con eso solo ¿qué hacemos?
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