Tercera y última parte de «Pro y Conurbano: un vínculo incierto» (las anteriores pueden leerse aquí y aquí).
Las medidas económicas tomadas en 2016 han tenido como resultado un aumento de la inflación (Variación Interanual: Diciembre 2016: 40,9% – IET-CITRA); una caída del salario real (6,1% en 2016 también según IET-CITRA); un aumento de la pobreza (1.500.000. de pobres nuevos a septiembre 2016 según ODS-UCA) y; una fuerte caída de la actividad económica (2,3% en 2016, según INDEC). Estas variables se profundizan en el Área Metropolitana de Buenos Aires (y en especial en el Conurbano) ya que la política económica del gobierno nacional ha propiciado una transferencia de ingresos de lo urbano a lo rural y, particularmente, del AMBA a la zona núcleo agrícola. Es aquí donde el aumento de las tarifas de servicios públicos impactó con más fuerza (y seguramente lo haga este otoño nuevamente).
En síntesis, a lo largo de todo 2016 esta área ha sufrido una importante pérdida de ingresos. A diciembre de 2016, la mayoría de la población del AMBA había perdido entre el 6% y el 10% de sus ingresos.
Al Censo 2010, el GBA tenía alrededor de diez millones de habitantes De esos, 1.400.000 en los 24 distritos del Gran Buenos Aires son jubilados o pensionados. A lo largo de todo el 2016 recibieron aumentos por 31,68%, más dos sumas fijas otorgadas en base a su ingreso. Alrededor de 900.000 de niños reciben la Asignación Universal por Hijo, la cual también se actualizó en 31,68%. Para estos sectores los ingresos disminuyeron en torno al 10% debido a que su canasta de bienes y servicios tiene una mayor proporción de alimentos y éstos tuvieron una suba mayor al promedio. Según el INDEC, en el GBA al 3º trimestre de 2016 había 4.865.000 personas ocupadas . Si consideramos como indicadores el aumento anual del salario mínimo vital y móvil (33%) y la variación anual acumulada a septiembre de la media de los salarios de los trabajadores registrados privados (32,6%), también aquí nos encontramos con una pérdida del 6/10% dependiendo la rama de actividad. A esta situación se le debe sumar 576.000 desocupados.
Esta crisis de ingresos consolida la desigualdad del GBA. Y, en consecuencia, debilita la posición del PRO en el electorado del Conurbano, el cual no se parece al estereotipo que se ha construido de él.
Como bien plantea Gabriel Vommaro en “Historia de la provincia de Buenos Aires: el Gran Buenos Aires”, la imagen homogénea y estática de la política conurbana hace muy poca justicia a los procesos políticos municipales, en los cuales conviven heterogeneidades y transformaciones. Un breve recorrido de la etapa democrática muestra esta complejidad y es de utilidad para contextualizar 2015 y 2017.
En 1983 la Unión Cívica Radical obtuvo 9 intendencias (sobre 19 posibles). Ganó distritos industriales como Avellaneda y San Martín. En Lomas de Zamora, el candidato del Partido Justicialista, Eduardo Duhalde, ganó por menos de 800 votos. En Lanús, Manuel Quindimil ganó por 1700. Cuatro años después la UCR perdió seis intendencias. Comienza a conformarse un predominio duhaldista que se observa claramente en 1991. En paralelo el radicalismo pierde municipios y, en otros, deja de ser segunda fuerza. En 1995, a nivel municipal, el PJ, en 13 distritos obtiene más del 50% de los votos. Sin embargo esa predominancia rápidamente pierde fuerza. En 1997 Graciela Meijide le gana a Chiche Duhalde por siete puntos de distancia (48,3 a 41,4). Esto fue un avance de lo que ocurrió dos años después momento en que la Alianza triunfa en siete municipios, mientras que dos partidos vecinales lo hacen en otros dos. Luego de la debacle política de la Alianza se abrió una etapa en la que las disputas era mayoritariamente al interior del peronismo. Todo esto hasta los resultados de 2015 donde Cambiemos ganó tres intendencias muy importantes: Quilmes, Lanús y Morón. En síntesis, estos más de treinta años han dado forma a un distrito donde los vaivenes políticos son pronunciados y periódicos.
Este recorrido no busca desconocer la predominancia peronista en el Conurbano. Al fin y al cabo, hasta 2015, doce distritos fueron gobernados siempre por el PJ. Lo que buscamos poner en cuestión es la imagen que se construyó en relación a lo ocurrido hace dos años; la idea de una victoria inédita. La elección del PRO en el Conurbano fue muy buena (puesta en relación a sus antecedentes), y explica en gran medida las victorias del 2015, pero lejos estuvo de ser una elección inédita. Puede haber sido inédita para el PRO, pero no para el Conurbano.
La elección de Vidal en 2015 fue excelente. Sin embargo eso no le alcanzó para ganar el Conurbano. Si contamos los 24 distritos del GBA perdió por 100.000 votos. Si hiciéramos el experimento de quitar los dos distritos que gobernaba Cambiemos hasta ese entonces (Vicente López y San Isidro), la diferencia es de 250.000. Si se la compara con los resultados que obtuvo Macri, la de Vidal fue una grandísima elección. En las generales de octubre, Macri obtuvo 600.000 votos menos que Scioli. En el balotaje, 650.000 menos. Claramente estamos ante un distrito que puede ser considerado como “anti-macrista”.
En distintos fragmentos de este ensayo hemos mencionado la heterogeneidad del Conurbano; lo electoral no escapa a eso. La Primera y la Tercera son las secciones electorales en las que se divide este territorio, casi en partes iguales: la Primera agrupa a los distritos del norte y del oeste; la Tercera, a los del sur. En el balotaje en la Primera sección, Scioli obtuvo el 51,23% de los votos, en la Tercera el 58,82%. Allí, donde se encuentra los cuatro municipios más populosos del GBA, Vidal perdió por siete puntos. En la Primera, en cambio, ganó por más de cuatro.
Estos malos resultados hablan más de cierta resistencia del Conurbano al macrismo que de un voto leal al kirchnerismo. En las elecciones del 2013, el resultado había sido mucho peor para el FPV. En la provincia había perdido por un millón de votos, el 70% de ellos provenientes de la Primer Sección. El Frente Renovador en esa elección ganó tanto en la Primera (con una diferencia de más de 20%) como en la Tercera, donde se impuso ajustadamente.
Esa resistencia del votante del Conurbano hoy tiene su expresión en las encuestas de opinión que circulan en los medios masivos de comunicación, encuestas en las que todos los indicadores del oficialismo dan más bajos que en el resto del país; particularmente a la gestión nacional y al Presidente Macri; en menor medida a Vidal. En septiembre de 2016, en el conurbano, según Poliarquía, Macri tenía 39 puntos de imagen positiva, 23 de imagen regular y 38 puntos de negativa. Se replica aquí las distancias entre distritos al interior del GBA: “Adicionalmente, el análisis por zona indica que la imagen positiva de Macri mejora sustancialmente en distritos del corredor norte como San Isidro y Vicente López, donde sube a 60 puntos, y se desploma a 28% en municipios como La Matanza, donde, además, su imagen negativa trepa a 52 puntos.” Ese mismo mes, en su Barómetro Presidencial, la Consultora Dicen sostenía que la desaprobación del gobierno nacional en el GBA alcanzaba el 52% mientras que en CABA era de sólo el 29%. En diciembre, un trabajo de Poliarquía dio números semejantes. Al consultar la evaluación de la gestión de Macri, la desaprobaba el 35% en CABA, el 41% en el Interior y el 48% del GBA. Más allá de las diferencias porcentuales estas (y muchas otras mediciones) dan cuenta de un Conurbano alejado del gobierno nacional (aunque no de la gobernadora Vidal). Los recientes hechos de febrero sin duda deben haber asentado esta tendencia.
Las políticas económicas del gobierno nacional, como lo mencionamos antes, han golpeado fuertemente a los habitantes del GBA. Eso se expresa en lo político, en las mediciones de opinión pública, pero tienen obviamente una base social. El Monitor del Clima Social recientemente lanzado por el Centro de Estudios Metropolitanos ha medido, a fines de 2016, los niveles de inseguridad social de los habitantes del área metropolitana de Buenos Aires. Como era de esperar, los resultados demostraron un gran diferencia entre CABA y Conurbano, con índices muy elevados y preocupantes. Cerca de la mitad de los habitantes del GBA considera algo o muy probable perder su trabajo. Menos del 20% respondió que su situación económica es buena o muy buena. En comparación al año pasado, alrededor del 60% afirmó que económicamente está peor . Al ser consultados sobre si, en los últimos doce menos, disminuyeron la porción de comida porque no había suficiente dinero en el hogar, el 45% respondió afirmativamente. Todos resultados que muestran un clima social deteriorado.
El MCS también consultó sobre las responsabilidades políticas. En estas respuestas se pueden encontrar, aunque en parte, las razones de las divergencias entre la valoración de Macri y de Vidal. En los temas vinculados a lo económico y laboral (los más deteriorados) siete de cada diez le asigna responsabilidad al gobierno nacional, mientras menos del 10% considera responsable al provincial.
En síntesis, tenemos un Conurbano que en 2015 fue poco receptivo a la oferta electoral del PRO, y que en 2016 desaprobó mayoritariamente la gestión nacional; un electorado que está golpeado en lo económico-social. Ante esto, las elecciones del 2017 (y del 2019) se presentan como un enigma.
Interrogantes eleccionarios
En la provincia de Buenos Aires las elecciones legislativas de este 2017 son todavía una gran incógnita. Lo decíamos arriba: pueden ser una gran noticia para el gobierno de Cambiemos o todo lo contrario. Hay múltiples variables que pueden llegar a influir en ese resultado (la oferta que se le presente al elector, el papel de Cristina Fernández de Kirchner, el devenir económico, la hipotética alianza entre Sergio Massa y Margarita Stolbitzer, la presencia de Vidal en la campaña, la unión del peronismo, etc.). A sabiendas de esto, partiendo de que no hay explicaciones mono cáusales válidas en procesos de la complejidad de una elección como la de este año, queremos cerrar este ensayo planteando tres interrogantes vinculados exclusivamente a la relación PRO – Conurbano, y cómo eso puede influir en los resultados de octubre.
¿Podrá el PRO superar su identificación con la CABA? Esa identificación, se planteó antes, hace del PRO una suerte de expresión capitalina, casi sin mediaciones. El vínculo CABA-GBA está atravesado por las desigualdades geográfica, económica, social y, sobre todo, simbólica; CABA genera admiración y rechazos. Eso atraviesa al PRO también. Por eso necesita romper con esa inercia y convertirse, además, en representante de una fracción importante de la población del Conurbano (hoy lo es, pero continua siendo minoritaria). La fragmentación social, la crisis del tejido social del GBA, puede serle de utilidad en ese desafío; el problema es que ese espacio simbólico actualmente lo ocupa Massa. ¿Es Vidal ese hipotético puente? Más allá de la enorme imagen positiva que reflejan las encuestas de opinión pública, consideramos que aún no. Básicamente porque Vidal es el símbolo del desembarco de un tipo de gestión, no alguien que exprese per se a un sector de la sociedad conurbana. Sólo un éxito rotundo en su gestión (y la de los gobiernos locales) puede convertirla en quien rompa esa distancia, hoy día muy patente. Lo que nos lleva al segundo interrogante.
¿Cuánto impactará en las elecciones el resultado que alcance la gestión? El PRO simboliza una forma diferente de hacer las cosas en el Conurbano. Supuestamente, una mejor, más prolija y transparente. En la nación, en la provincia y en distritos muy importantes de este territorio se ha “importado” ese tipo de gestión. En gran medida, un modelo que se propone como refundacional. Sus resultados (o la ausencia de ellos) deberían impactar fuertemente en el clima electoral. Otro interrogante a descifrar allí es cómo jugará el factor tiempo/paciencia. La distancia en la gestiones, entre CABA y el resto, se asienta en capacidades estatales disímiles, hijas de presupuestos y sociedades desiguales. Esta barrera parece infranqueable. Por más que lo gobierne el PRO, Lanús sigue teniendo un magro presupuesto anual y múltiples necesidades insatisfechas. No será magia. Mucho dependerá de cómo se comunique lo logrado, aunque sea poco. De allí el último interrogante.
¿Predominará la (nueva) comunicación? El PRO cuenta con la simpatía de la mayoría de los medios masivos. Una simpatía nacida más del espanto (al kirchnerismo) que del amor. Ahora bien, y contando con este apoyo mediático, el PRO apuesta a la comunicación directa, vía redes sociales, especialmente Facebook. Esa herramienta le permite llegar a cada casa e informar sobre los avances que a equis particular le puede interesar. El vecino de Quilmes entra a su muro y se entera que el intendente repavimentó Camino General Belgrano. Cuánto impactará este tipo de comunicación en la elección de octubre es un misterio. Podemos presuponer que mucho, pero esa presuposición está basada en el mito. Pues, finalmente, este tipo de comunicación política es llamativamente silenciosa. Es un intercambio privado, no público. Sólo el emisor conoce su alcance. Los que reciben el mensaje desconoce a cuantos llega. Sea como fuere el PRO necesitará enormemente de este canal. Tiene aún mucho camino que recorrer en el Conurbano.
Este ensayo está pensado como un primer paso. Un primer paso para pensar las identidades políticas del Conurbano, un territorio de diez millones de habitantes. Un paso para comprender las potencialidades y limitaciones del PRO. Para intentar comprender el núcleo de un territorio político clave transformado por doce años de kirchnerismo.
Foto: Avenida Pavón.