Por Marcela Cardillo y Martín Reydó.
El culebrón entre Amazon y la ciudad de Nueva York terminó con un portazo. Como dijo el alcalde de la ciudad Bill de Blasio en su columna de opinión publicada en el New York Times la decisión caprichosa de Amazon de “llevarse la pelota e irse a su casa” como respuesta a las protestas no disminuyeron el enojo de los manifestantes.
Pero antes de llegar a esta instancia hagamos un poco de historia. Amazon es la empresa que alcanzó el año pasado el récord de 1.000.000.000.000 (un “trillion” en inglés) de dólares en valor de mercado y es la empresa insigne del billonario Jeff Bezos, el hombre más rico del mundo, y tiene su sede central en Seattle (HQ). Debido a su imparable expansión en el mes de septiembre de 2017 anunciaron la intención de expandirse y abrir lo que sería la segunda sede denominada HQ2 en esta pasión tan norteamericana por las siglas. Para ello hicieron una especie de concurso de belleza al estilo reality show en el que las ciudades competirían por albergar a la compañía estrella. Desesperados por atraer la atención de Amazon las distintas ciudades americanas (y alguna canadiense) ofrecían beneficios impositivos, modificaciones de código urbano e inclusive la autorización para construir helipuertos para los ejecutivos de la compañía, entre otras ventajas.
Luego de 14 meses de búsqueda, en el que cientos de ciudades buscaron atraer a la esquiva conquista, Amazon develó el misterio. Eligió finalmente a la ciudad de New York, y a la no tan lejana Arlington en Virginia, como su sede “desdoblada” del HQ2. La noticia fue recibida con gran entusiasmo por parte de Bill de Blasio, alcalde de la ciudad de Nueva York y Andrew Cuomo, gobernador del estado de Nueva York. Lo que iba a suceder a continuación los sorprendería, a pesar de ser ambos experimentadísimos políticos del partido Demócrata y con larga trayectoria ejecutiva.
El lugar donde se iba a instalar la nueva sede de Nueva York sería Long Island City, en Queens – uno de los cinco boroughs que conforman la ciudad de NYC- donde se encuentra el histórico cartel de Pepsi Cola, destino de tantas selfies de turistas. Según informaron hasta el cansancio funcionarios del estado de NY, Amazon iba a generar 25.000 empleos en la próxima década, con un máximo de 40.000 empleos con un salario promedio de 150.000 dólares anuales, lo que a su vez generaría 27.5 billones tanto al estado como a la ciudad de NY. La estimación final es que entre empleos directos e indirectos generaría 107.000 nuevos puestos.
¿Qué es lo que la ciudad le daría a cambio? Un total de $2988 billones en subsidios. Y es aquí donde se suscita el conflicto central. Las críticas a los subsidios otorgados a una empresa que se valúa en 1 trillón de dólares fueron feroces. Pero lo más increíble es que tanto para los funcionarios de la ciudad de NYC, del estado de NYC y de Amazon resultaron literalmente impredecibles. En su negociación de espaldas al público y a puertas cerradas no vieron venir el backlash. La mayor resistencia vino de congresistas locales, activistas progresistas y sindicalistas que alegaron que la compañía no merecía incentivos por una suma semejante. No solo progresistas se opusieron al otorgamiento del subsidio. El ex-mayor de Nueva York, Michael Bloomberg, cuestionó el paquete de incentivos ofrecidos a Amazon.
Toda esta información se hizo pública luego de conocerse que Amazon no pagará en 2019 un centavo de impuestos federales por segundo año consecutivo a pesar de haber casi duplicado sus ganancias que pasaron de $5.6 billones a $11.2 billones entre 2017 y 2018. Para completar el cuadro, la empresa de la sonrisa reportó en 2018 un reembolso de impuestos federales por $129 millones lo que hace que su tasa de impuestos efectiva sea -1%.
Parte de la resistencia también se generó por la política abiertamente antisindical que Amazon no dudó en manifestar desde el principio y por la opacidad en la información que se compartió con los congresistas y grupos de interés.
Ante esta resistencia Amazon decidió no amagar siquiera a renegociar los términos y retirar su oferta de construir su campus en Queens, sacando un comunicado público del que solo informó apenas unas horas antes tanto a De Blasio como a Cuomo. Según cuenta el NYT ambos funcionarios intentaron comunicarse con Jeff Bezos, quien no les atendió el teléfono.
Lo que llama poderosamente la atención es la falta de contacto, sensibilidad y menosprecio a los grupos de interés ante decisiones de tal magnitud. Desconocer el descontento de la clase media por el surgimiento de billonarios que reciben cada vez mayores beneficios, ignorar la resistencia de sectores sindicales y no comprender que la inequidad es un tema que ha tomado centralidad en el discurso en los Estados Unidos es algo que podemos entender en un mega-billonario como Bezos pero no en políticos que se autodefinen progresistas como De Blasio y Cuomo. Hay sin dudas algo nuevo que se mueve en la política americana. Hemos sostenido recientemente que lo más intersante que pasa en Occidente está ocurriendo dentro del partido demócrata (lo cual es una rareza en términos históricos recientes). Minorías, mujeres jóvenes talentosas con pasado de camareras hasta ayer nomás, y nuevos temas que se desbloquean en el debate público como subir los impuestos a los más ricos entre los ricos son sorprendente avances que han encontrado desprevenidos hasta a los más lúcidos analistas de la política americana.
El affaire Amazon-NYC recuerda que si los acuerdos silenciosos entre políticos y empresarios se hacen de espaldas a la gente cuesta hacerle creer al público que es sin embargo en su propio beneficio. Desde abajo, con unos pocos carteles en la calle y mucho sentido común el gigante de pies de barro retrocedió, expuso a sus aliados políticos, y se retiró con su pelota en busca de una nueva ciudad a conquistar. La mala noticia aquí es que las candidatas abundan y Amazon hasta podría conseguir mejores términos que los que NYC le propuso en su momento. Resta por ver si la renovación progresista que agita las aguas de la política americana tiene también otros ecos fuera de la Gran Manzana.