El progresismo vive

Esta nota fue publicada originalmente en www.elloropolitico.com

La Alianza Progresistas, que llevó como candidata presidencial a Margarita Stolbizer, tuvo un magro desempeño electoral el 25 de octubre: se ubicó en el quinto y anteúltimo lugar, con poco más de 600 mil votos (2,53%). Entre las PASO y las generales, además, perdió un punto porcentual que, según lo estimado por los colegas Ernesto Calvo y Julia Pomares, migró hacia el frente Cambiemos, liderado por Mauricio Macri.

Este resultado habilita la pregunta formulada por María Esperanza Casullo: “¿El progresismo ha muerto?”. Tras comprobar el declive electoral del progresismo en el período 1983-2015 (en el que incluye únicamente fuerzas no peronistas, como la UCR de Alfonsín; la Alianza de De la Rúa; la Coalición Cívica de Carrió; el Frente Amplio Progresista de Binnner; y Progresistas de Stolizer), la respuesta de Casullo queda plasmada en tres hipótesis alternativas, de las cuales solo la última lleva consigo el certificado de defunción: 1) Cambiemos pasó a ser una fuerza progresista; 2) Hubo voto táctico, nacido del deseo de desterrar al kirchnerismo; 3) El progresismo histórico no existe más en Argentina y se viene un liberalismo social.

En esta nota nos permitimos formular una cuarta hipótesis: en términos electorales, el progresismo goza de buena salud, aunque sus signos vitales hay que buscarlos no por fuera sino esencialmente dentro de la amplia y diversa alianza que representa el Frente para la Victoria (FpV). En dos argumentos se apoya nuestra hipótesis: 1) el progresismo se define por los valores e ideales que persigue y no por su pertenencia a una determinada etiqueta partidaria. 2) El kirchnerismo constituye una fuerza política heterogénea pero que reconoce en el progresismo uno de sus componentes fundamentales.

  1. La Identidad progresista.

Según Marcelo Leiras, el progresismo, a fuerza de sintetizar, amalgama dos ideales fundamentales: la libertad individual y una distribución equitativa de la riqueza. Su entrada a la vida política argentina se da en los años ‘80 del siglo pasado, con Alfonsín como principal referente, y tiene como uno de sus signos distintivos la revalorización del sistema democrático (y las libertades, entendidas en sentido amplio, que de él se derivan), visto como la única vía legítima para alcanzar el segundo de sus grandes objetivos, la igualdad social. El progresismo acepta el capitalismo (o al menos, no ve la posibilidad inmediata de su superación), pero se inclina por reformarlo. Estima la democracia, no sin buscar llenarla de contenido social. Y confía en el Estado como herramienta fundamental para alcanzar los equilibrios sociales que la lógica del mercado por sí sola no puede lograr. El progresismo, con estas características, puede ser ubicado en la centro-izquierda dentro del espectro ideológico argentino.

Tal descripción resulta coincidente en sus rasgos generales con la que aporta Casullo, quien, sin embargo, incorpora una categoría extra: el progresismo, sostiene, no es peronista. En este punto disentimos: desde nuestra perspectiva, el progresismo debe ser entendido por los valores e ideales que persigue y no por su pertenencia a una determinada etiqueta partidaria. En tal sentido, nos parece muy gráfica la descripción que realiza Leiras sobre el itinerario de los progresistas a lo largo del tiempo: “Apoyaron al gobierno de Alfonsín. Fueron opositores al menemismo. Participaron del breve gobierno de la Alianza y, varios de ellos, acompañaron a los gobiernos kirchneristas”.

En definitiva, aunque en sus inicios el progresismo adquirió un carácter no peronista (con Alfonsín), que será reafirmado en los años ‘90 por oposición al menemismo, dicha adscripción se ve en gran medida trastocada con el surgimiento del kirchnerismo. En ese sentido, el FpV ha retenido en todos estos años una proporción significativa de votantes progresistas.

  1. El kirchnerismo y el progresismo. 

Los gobiernos de Néstor Kirchner y de Cristina Fernández han sabido responder al ideario progresista. Algunas de sus medidas más emblemáticas están asociadas al objetivo de mejorar la distribución del ingreso: retenciones móviles; paritarias; Asignación Universal por Hijo; inclusión y movilidad jubilatoria con la recuperación de las AFJP; etc. En esta lógica, además, el Estado ha sido concebido como una herramienta fundamental para garantizar los equilibrios sociales.

Menor reconocimiento ha recibido tal vez la agenda específica en materia de libertades individuales que el kirchnerismo ha promovido desde 2003. Sin embargo, a pesar de matices y contradicciones, existen algunas claras tendencias liberales, evidenciadas en distintas medidas y leyes, a saber: los juicios a los responsables del terrorismo de Estado; la negativa a reprimir las protestas sociales; el matrimonio igualitario; la ley de identidad de género; la ley de medios; el Nuevo Código Civil y Comercial.

La hegemonía del progresismo K

El FpV se ha instalado en el espacio de centro-izquierda y ha logrado en gran medida hegemonizar este sector. Las fuerzas políticas que buscaron ocupar ese sitial han fracasado. Algunas, como por ejemplo Nuevo Encuentro, de Martín Sabbatella, terminaron siendo absorbidas, tras intentar previamente y sin suerte, competir electoralmente por fuera.

Otras buscaron refugio en la derecha del mapa ideológico. Es el caso de Elisa Carrió quien, en una parábola casi perfecta, terminó aliada con Macri luego de haberlo enfrentado en 2003, cuando junto con el FpV apoyó la candidatura a Jefe de Gobierno del progresista Aníbal Ibarra. En ese sentido, creemos que su segundo puesto en la elección presidencial 2007 (con el 23% de los votos, detrás de Cristina Kirchner) fue producto de haber atraído el voto opositor al gobierno (y no tanto el progresista).

Algo similar puede haber ocurrido con Hermes Binner, quien también obtuvo el segundo puesto en la elección presidencial de 2011. Una parte importante de su caudal electoral en aquél año provino, según intuimos y mostramos en el cuadro siguiente, de Eduardo Duhalde, un candidato de centro-derecha y con un claro perfil opositor al gobierno. Los 6 puntos porcentuales que pierde Duhalde de las PASO a las generales, son, probablemente, los 6 que gana Binner.

PASO Generales Diferencia
Binner (FAP)

10,18%

16,81%

+ 6,63%
Duhalde (Frente Popular)

12,12%

5,86%

-6,27%

Fuente: Elaboración propia en base a datos del Blog de Andy Tow.

 

En síntesis, nuestra hipótesis es que el progresismo no ha muerto en la Argentina. Lo que ocurrió es que ha sido hegemonizado en gran medida por el kirchnerismo y las distintas fuerzas políticas que han intentado disputarle ese espacio (la centro-izquierda del espectro ideológico) han fracasado: o bien terminaron integrándose al FPV; o giraron a la derecha del espectro y su base electoral, por ende, pasó a ser, en lo fundamental, un voto opositor al gobierno y no progresista.

Con este marco interpretativo, es posible entonces plantearse una serie de interrogantes respecto de la elección presidencial 2015. Al respecto, el pobre rendimiento electoral de Margarita Stolbizer, ¿significa la muerte del progresismo o se debe en cambio a que el voto opositor ha sido captado en forma mayoritaria por Macri y Massa? Podría suponerse que el kirchnerismo, una vez más, retuvo gran parte del voto progresista. Ahora bien, ¿Qué explica el declive del FpV, respecto de las dos elecciones presidenciales anteriores? ¿En qué medida votantes progresistas pudieron haber preferido otras opciones (FIT, voto en blanco, incluso la propia Stolbizer), por considerar que Scioli no satisfacía el perfil “progre”? Y si esto último ocurrió, finalmente, ¿Cuánto de este voto puede recuperar el FpV, pensando en el ballotage, si el que está enfrente es Macri?

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