Veamos este fragmento de una entrevista al presidente Mauricio Macri de noviembre de 2015. ¿Qué nos dice sobre el Presidente? ¿Cómo es su impronta, su conocimiento de aquello que lo rodea? ¿Cuánto de nuevo tienen para el jefe de Estado situaciones que son conocidas por el resto? ¿Cómo ve el mundo? ¿Qué comparte con los que lo votaron y los que no? Si vamos un poco más allá podríamos preguntarnos ¿Permea esto en algo eso las complejidades de una gestión de gobierno?
En sus primeros 120 días de gobierno, la gestión de Mauricio Macri se encuentra con las dificultades de gobernar un país como la Argentina. La dimensión, la complejidad, el vértigo, la multiplicidad de actores involucrados. Como venimos señalando, Macri se asienta sobre fortalezas (triunfo en balotaje, triunfo en la provincia de Buenos Aires, respaldo el sistema de medios de comunicación, países industrializados, sectores empresarios y la Justicia) y también tiene que dar cuenta de debilidades (el primer presidente que no se impone en el Gran Buenos Aires ni en la provincia de Buenos Aires, un voto territorialmente concentrado en la zona central del país, lejanía con los sindicatos y organizaciones sociales, minoría en el Congreso, administración política de la coalición oficialista).
En ese contexto lo que impacta y sorprende de la gestión de Macri es el fortísimo componente ideológico con el que aborda distintas políticas, su falta de pragmatismo (entendido como hacer algo diferente a lo que está “en su ADN”). Sobre todo, su mirada “de derecha neta” o “clásica”, los preconceptos con los que enfoca un conjunto de temas. Una derecha que no sólo dice «papá» mientras los demás dicen «mi viejo», sino que no sabe que esa diferencia existe.
Este Macri no es el de la campaña, el que iba a “mantener lo bueno”, el moderado, el conciliador. Le cuesta incluso ser el que ingresaba a las casas de las personas que lo invitaban a compartir unos mates y donde siempre les tocaba las manos. Aparece como si los desafíos que tenía hace ocho meses, cuando su boleta fue tomada por el 24,5 por ciento de los electores en las primarias, sobre todo en la Ciudad de Buenos Aires, Córdoba y Mendoza, cuando todos los grupos focales decían que parecía un candidato interesante pero que también parecía que sólo le interesaban “los ricos” estuvieran volviendo.
Es un presidente al que se lo ve solo -incluso políticamente, con pocas “espadas” que lo defiendan en su propia coalición-. A esto hay que sumarle últimamente una soledad gestual en la que la propia imagen del jefe de Estado parece estar poco cuidada. Vemos también las dificultades que encuentra: se multiplican hechos en el que al Presidente, pero también a la gobernadora María Eugenia Vidal y la vicepresidenta Gabriela Michetti se les complica estar en un acto público porque enfrentan protestas, cuestionamientos fuertes de sectores muy diversos. Y ojo, porque, por ejemplo, en el video aparece la frase «le preguntás a dos personas que hoy pierden su trabajo» frente al chiste, a la crítica.
Leemos cómo el presidente mismo afirma que la etapa actual es “dura para aquellos que menos tienen”. Leemos cómo un gobierno se la pasa analizando medidas que sean “un gesto” de “corte social”. Una gestión que piensa “lo social” de manera tan separada de, por ejemplo, la política macroeconómica no es sino fuertemente ideológica. ¿El kirchnerismo no era también fuertemente ideológico? ¿No se “pasaba de rosca” habitualmente? Por supuesto. Y esos fueron sus momentos de mayor lejanía con la ciudadanía. Podemos profundizar un poco más. Todos los presidentes de 1983 para acá han sido fuertemente ideológicos. Pero ¿querían hacer entrar un cuadrado en un círculo? ¿El hijo de gallegos, el hijo de turcos, el hijo de una chilena brava, la hija del colectivero que nos han gobernado, carecían del gen del pragmatismo?
En este sentido, hay algo que hay que entender. Esta es una democracia, este es un presidencialismo y se da en determinado contexto. Es un contexto institucional en el que “la muñeca”, la decisión, la impronta, la suerte que corra, lo que sepa, pueda o quiera hacer el Presidente tienen un impacto fundamental hacia adentro del Gobierno y también en la oposición. La “virtú” de Cristina Kirchner de montarse rápidamente sobre la “mala fortuna” del Presiente es una muestra. La relativa unidad que mantiene el PJ parece otro espejo de un Presidente que aún no acierta con su enfoque político.
La pregunta que nos hacemos es ¿tiene el presidente esa muñeca? ¿cuenta con el pulso necesario para determinar si lo que hace es “necesario” o “normal” o si está tratando de hacer ingresar un cuadrado en un círculo? ¿Con qué rapidez puede tomar contacto con esa información? ¿Tan rápido como la pequeña clase que le da Beto Casella sobre el habla de los argentinos? ¿O de manera más lenta y trabajosa? Beto Casella le dice a Macri «yo soy del Conurbano, pero al fin de cuentas, no somos de dos países distintos». ¿Será?
Insistimos con algo: ¿estas dudas quieren decir que al Gobierno le va a ir mal, que no tendrá éxito, que no puede hacerlo bien, que no aprende rápido? Nada de eso. El futuro está abierto. Pero la Argentina no es fácil y siempre va muy rápido.