Desde que asumió el presidente Mauricio Macri en el gobierno, comenzamos a notar un “aire de familia” de su gestión con otra experiencias “clásicas” de la derecha local. Nuestra hipótesis es que no es una “nueva derecha” sino que es una expresión política con líneas que lo contactan muy profundamente con tradiciones políticas de ciertos sectores sociales en la Argentina, en un nuevo contexto. Porque los contextos siempre cambian.
En ese sentido, por ejemplo, nos servía la obra clásica el Estado Burocrático Autoritario, en la que Guillermo O’Donnell destacaba que la gestión de Adalbert Krieger Vasena durante el gobierno de Juan Carlos Onganía “no era antiestatista ni proponía un retorno al laissez-faire” ni era “hostil per se a una expansión del aparato estatal, ni siquiera de sus actividades económicas” siempre y cuando aquello sirviera “a la expansión de la estructura productiva oligopólica de la que surgen sus principales portavoces”, todos pertenecientes a la “Gran Burguesía”.
Para decirlo de otra manera: la clave está en la cuestión de la incertidumbre. Si en la gestión anterior -o en sus mejores momentos- “los de abajo” tenían certidumbre y “los de arriba” sentían incertidumbre -aunque, capitalismo al fin, no siempre los de abajo ganaran y los de arriba perdieran, ni mucho menos-, la clave de lectura del gobierno actual está en la forma en que da vuelta esa ecuación.
También es notorio cómo en la mirada de Pierre Ostiguy, el gobierno de Mauricio Macri se ubica muy “arriba”. El espectro político argentino, además de en derecha / izquierda, se divide en “alto” y “bajo”. El gobierno de Cambiemos tiene todas las características de lo “alto”: la política se ve como institucionalmente mediada, se plantea la cuestión de una autoridad impersonal, se enfatiza la cuestión del procedimentalismo y del legalismo, se trata de la política de los que se comportan “bien”, son los “leídos”, “pulidos”. Lo “popular” les es ajeno.
Ernesto Laclau diría que prima una “lógica de la diferencia” en la que lo social se construye mediante la afirmación de la particularidad, en la que no se declama el trazado de una frontera antagónica.
Yendo al terreno económico, creo también que hay una lectura que pueda ayudar a delinear o entender un poco mejor qué es y qué no es Cambiemos. También puede ser útil para salir de una mirada “catastrofista” en el sentido que el Gobierno “la va a chocar” -que puede ser, pero que políticamente no ayuda a los sectores que, ahora sí, en la actualidad dicen “Cambiemos”-.
A fines de los 60 y principios de los 70 hubo en Brasil una polémica en torno a si la dictadura inaugurada en 1964 tenía o no la capacidad de relanzar el crecimiento en ese país. Celso Furtado, en 1966, publicó «Desarrollo y Estancamiento en América Latina: un enfoque estructuralista», en el que abonaba una visión pesimista. En resumen, afirmaba que la concentración del ingreso es compatible con el crecimiento, en el marco de la Industrialización por Sustitución de Importaciones, mientras priman las actividades y ramas productoras de bienes no durables y durables de consumo de elaboración simple y valor unitario reducido (la llamada “sustitución fácil”). Pero la concentración termina por imponer un límite al proceso sustitutivo y a la expansión industrial. Si la demanda de bienes durables “nuevos” y “modernos” se puede realizar sólo en mercados muy reducidos -quienes están más alto en la pirámide social- y hay un sector importante de la población que se mantiene en una situación de subsistencia, todo el sistema se dirige hacia el estancamiento.
En contra de esta visión, Maria da Conceição Tavares y el actual canciller brasileño, José Serra, escribieron en 1971 un trabajo titulado “Más allá del estancamiento”. Y ahí describieron algunas de las bases sobre las que se asentaba el llamado “milagro” brasileño logrado por la dictadura.
Tavares y Serra mostraban que se podía producir una dinámica de expansión económica muy fuerte, aunque en el marco de un modelo “concentrador y excluyente”. Así, la acumulación y el crecimiento tenían su base en la expansión de ciertos sectores líderes (petroquímica, minería, siderurgia, energía eléctrica, transporte y comunicaciones).
Ese “estilo de desarrollo” funciona de esta manera:
- La base productiva incluye ramas “de punta” vinculadas a producción de bienes de consumo relativamente alto, también de insumos para esos rubros y algunas ramas tradicionales.
- Se acentúa proceso de conglomeración financiera, que concentra y distribuye el excedente generado desde y hacia esos sectores líderes.
- El ingreso se concentra en forma continua. Se mantienen bajos los salarios e incluso se reducen en términos reales.
- El Estado genera economías externas, realiza el abastecimiento de insumos críticos y de uso general a precios reducidos para los sectores líderes, nutriendo así la expansión de empresas extranjeras en el interior del país. El sector público pacta con un conjunto de empresas transnacionales sin mayores compromisos con la «burguesía nacional».
Esto se complementa con una política clave: el gobierno militar brasileño creó esquemas de financiamiento del consumo de bienes durables dirigidos a estratos medios y altos urbanos.
“El proceso capitalista en Brasil, en particular, se desarrolla en forma cada vez más desigual, incluyendo y excluyendo sectores de la población y estratos económicos, y llevando a profundizar una serie de diferencias relacionadas con el consumo y la productividad logró establecer un esquema que le permite autogenerar fuentes internas estimulación y expansión que le dan dinamismo. En este sentido, se puede decir que, si bien el capitalismo brasileño se desarrolla de manera satisfactoria, la Nación, la mayoría de la población se mantiene en una posición de gran privación económica y esto en gran parte debido al dinamismo del sistema o incluso el tipo de dinamismo que lo anima”.
Así funcionaba el “Milagro”, con tasas de crecimiento que llegaron a superar los 10 puntos porcentuales anuales, eso sí, más fácilmente en un contexto de fuerte crecimiento de la economía mundial y, después de la crisis del petróleo de 1973, con la rueda de auxilio de un fuerte endeudamiento externo.
Creo que estas lecturas pueden servir para nutrir las neuronas de cara al segundo o al llamado “tercer semestre” cuando todo esto arranque. Porque arrancar siempre se puede arrancar. El tema es hacia dónde y con la conducción de quién.