“Esta elección tiene una novedad: no es una elección presidencial típica de la democracia argentina. Siempre hubo tracción presidencial hacia abajo. Y los resultados provinciales muestran que Macri no tracciona electoralmente. Aunque eso no significa que vaya a perder”, señala Germán Lodola, doctor en Ciencia Política por la Universidad de Pittsburgh.
Docente e investigador de la Universidad Torcuato Di Tella e integrante del Grupo Fragata, Lodola analiza las fluctuaciones y realineamientos que se dieron en la última década en los electorados de las clases media y medias bajas. Y advierte sobre la cuestión social: “Este gobierno ha puesto una bomba en la población joven del conurbano bonaerense”.
También avizora posibilidades y límites de un eventual segundo gobierno de Cambiemos luego de la designación del senador Miguel Ángel Pichetto como compañero de fórmula; o de una presidencia de Alberto Fernández. En esa línea, sostiene que será inevitable un acuerdo social, al que reconoce como una tarea difícil. “Pero esa lógica coalicional sólo puede llevarse adelante con un gobierno del campo popular”, asegura.
Hace poco reversionaste a Augusto Monterroso en Twitter: “Cuando despertó, el peronismo todavía estaba allí”.
El peronismo se dio cuenta de que es un partido de Estado. Esas fuerzas pueden estar de alguna manera aletargadas y faccionalizadas, con un problema de coordinación de los liderazgos, pero tienen una orientación al poder. Y había quedado fuera por dos fenómenos paralelos. Uno vinculado a lo que viene señalando Juan Carlos Torre sobre la fractura del mercado laboral, que conlleva una fractura del voto peronista. En un estudio que hicimos con Carlos Freytes vemos que, efectivamente, los sectores más pobres votan a Cristina; y los sectores de clase media y clase media baja, en cambio, se dispersan mucho. A esa fractura, debe sumarse el problema de coordinación de elites. No sabíamos muy bien cómo se iba a ordenar. Pues bien: se ordenó estando cuatro años afuera, con un gobierno que hizo todo mal.
¿En qué sentido?
Es un gobierno que no genera desafíos, que no integra. Ante esa situación, esas elites coordinan la posibilidad del retorno y de ganar la elección. Entonces, la percepción de que el peronismo está desapareciendo y de que es un rejunte de liderazgos regionales es parcialmente cierta; pero la ausencia del poder le dio la amalgama necesaria. Por otro lado, hay un electorado más receptivo, porque esa fractura del mundo del trabajo no se suturó, sino que se profundizó: sectores que estaban integrados vieron cómo el gobierno los mandó para abajo. Esa sutura entre alguien que está afuera de todo y un camionero se tenía que dar en un acuerdo entre Moyano y Cristina. Y ese acuerdo se dio, pero esos sectores ya estaban más cerca de lo que estaban antes de Macri. Es decir, la profundización de la crisis también contribuyó a unir ese mundo fracturado del electorado peronista.
Más allá del caso puntual del peronismo, ¿los partidos son más resistentes de que lo señala la literatura política? ¿O son identidades más persistentes de lo que se cree?
Es un gran tema. Hay una dilución informativa de las siglas partidarias, hay frentes que nadie reconoce. Ahora, dicho eso, no dejaría de lado la cuestión identitaria para analizar esta elección. Y, en buena medida, creo que eso explica la ausencia de una alternativa más centrípeta. Hay dos identidades que están presentes. En términos de Guillermo O’ Donnell, se podría decir que estamos ante una coalición defensiva, con el peronismo, los sectores bajos y medios-bajos, el corredor industrial del conurbano y las provincias chicas del interior; y una coalición ofensiva, de clases altas, ligada al sector agroexportador, la pampa húmeda, orientada al mercado externo y los sectores concentrados de la economía, que de alguna manera es el macrismo. Son dos identidades que se comieron la posibilidad del surgimiento de una tercera alternativa, porque esa tercera vía no es identitaria.
Una cuestión clara es que el relato del presidente Macri desde que asumió -porque no era el que sostenía cuando ganó en 2015- está estructurado en base al antiperonismo.
El relato de los setenta años es eso. El gobierno juega a esa disputa identitaria. Y el peronismo, en la medida que tiene esta necesidad de ordenarse para ser poder de nuevo, también tiene una respuesta identitaria. En ese marco, todo lo que es menos intenso queda afuera y no tiene recepción. Pero el juego del gobierno llevó a este escenario de polaridad intensa. Como no tiene nada que ofrecer, señala que los problemas de la Argentina están ligados a ciertos patrones culturales y de comportamiento de ciertos actores de la sociedad argentina. Ahora parece que la nominación de Pichetto fuerza al gobierno a abandonar esa construcción por una nueva: república versus autoritarismo populista.
¿Cómo interpretás la elección de Pichetto como compañero de fórmula de Macri?
Diría que es una jugada política ofensiva, no una jugada electoral defensiva. Luego, la política puede (o no) converger con lo electoral, es decir, con los votos. Por un lado, la nominación de Pichetto ofrece un campo (y un oyente) para los peronistas lesionados que no formaron parte del acuerdo Cristina-Alberto-Massa. Por otro lado, y más relevante, es una señal para los gobernadores, que les dice que en caso de lograr Macri la reelección hay un espacio de diálogo y construcción política con ellos. Incluso, aventuradamente, uno puede pensar en la construcción de un pos macrismo (aún con Macri en el poder) que incorpora al peronismo periférico. El PRO transformándose en una suerte de pan-peronismo conservador con una liga de gobernadores con eje en Córdoba-Santa Fe-Entre Ríos. Al mismo tiempo, esta señal les dice a los gobernadores que no necesitan comprometer su cuerpo en la elección presidencial. Pueden jugar a media máquina, por decirlo de alguna manera. En suma, la nominación de Pichetto ofrece una alternativa para los peronistas –y sobre todo para los gobernadores– que prefieren lidiar con un Macri débil a una Cristina fuerte. La fórmula que gane pone presidente del Senado. Algunos preferirán negociar desde sus provincias con Cristina. Se me ocurre que otros pueden preferir a Pichetto. En este sentido, su nominación complica un poco la estrategia de construcción nacional de FF.
¿Qué lecturas nacionales se pueden hacer de los resultados provinciales que vimos hasta acá y qué traspolaciones no serían correctas?
Esta elección tiene una novedad: no es una elección presidencial típica de la democracia argentina. Siempre hubo tracción presidencial hacia abajo. A los candidatos del oficialismo nacional –que ya ni siquiera llevan la marca de Cambiemos- les está yendo mal en las elecciones provinciales y municipales porque el Presidente no tracciona hacia abajo. Entonces, un presidente que no tracciona debería perder la elección nacional. Pero la lectura del gobierno –que es una segunda traspolación posible- es que la elección local y la nacional están desfasadas. Y consideran que no es importante que el Presidente traccione porque hay una “provincialización de las elecciones” y cada candidato habla de los problemas de sus provincias y nadie habla de la Nación. Esa lectura es parcialmente cierta, porque los oficialismos provinciales que ganan no son cercanos al gobierno –salvo el caso de Morales o, si se quiere, de Schiaretti-. De todos modos, el hecho de que Cambiemos esté en el gobierno lo hace competitivo per se, pero no está logrando generar triunfos de sus candidatos en las provincias. Este gobierno no genera ese frente nacional. Cada uno juega por la suya y al gobierno solo le queda apostar a desfasar la importancia de lo local respecto a la importancia de lo nacional.
El macrismo llegó al gobierno sin ese frente nacional. El PRO tenía un solo senador en 2013.
Eso es cierto. Pero luego de ganar en 2015, en las legislativas de 2017 la sigla Cambiemos tuvo presencia también en todas las provincias. Ahora eso se disgregó, porque el oficialismo nacional no tracciona y, por tanto, no puede tener representantes en las provincias. Depende de que en las provincias estén dispuestas a hacer campaña por Cambiemos. Y da la impresión de que todos los que ganan, salvo Cornejo o Morales, no van a hacer campaña por el gobierno. Así que, la apuesta a ese desfasaje entre lo local y lo nacional, no va a ser tan fácil de lograr. Tenemos una traspolación posible de los resultados provinciales: la ausencia de tracción presidencial. En condiciones normales, un presidente argentino que no tracciona, no es reelecto. La pregunta es si será una elección normal o no. Y ahí volvemos a la presencia de una polarización intensa.
Una tendencia es la pérdida para Cambiemos de intendencias en algunas capitales provinciales y una fuga de votos incluso en aquellas grandes ciudades donde ganaron.
El gobierno está perdiendo en algunos centros urbanos porque parte de su núcleo de votos que incluía a los sectores medios bajos y medios lo está abandonando. ¿Qué fue inestable en la elección de 2015? La fractura de esos sectores. En los grandes centros urbanos, los votos de clase media alta y clase alta que lo sigue acompañando, pero el resto se está disgregando. Se habían unido por el temor al kirchnerismo y los desune la presión económica. Estamos ante un gobierno que opera sobre la presunción de que puede ser reelecto si le va bien en Santa Fe, Córdoba y Entre Ríos. Sin embargo, para ganar, esa coalición de la pampa húmeda necesita votos de la coalición defensiva. El problema es que no les ha dado nada a esos sectores populares.
¿Te sorprende la calidad de la gestión de Macri, más allá de su previsible orientación?
Es un gobierno que se quedó sin Plan B en 2017. Tuvo una estrategia de gradualismo hasta 2017: no tocó el déficit para ganar las elecciones y acordó con los fondos buitres para cerrar el frente externo y salir a pedir deuda. Pensaba que luego iba a controlar la inflación tirando las paritarias a la baja y que iba a lograr inversiones externas. Hoy tenemos inflación por puja distributiva, más inflación por no control de precios, y las inversiones externas no llegaron. Así que el gobierno se quedó con el único plan de salir a buscar deuda, sin prestarle atención al mercado de trabajo. Han manejado la economía con el único botón de las tasas de interés. Y han concentrado el ajuste del mercado de trabajo en la región en la que menos lo tiene que concentrar, que es el conurbano bonaerense. Han puesto una bomba en la población joven del conurbano bonaerense. Y no han tenido ni capacidad para generar planes de activación del empleo, ni han protegido la industria. Han descuidado la educación y la atención de la salud. Me sorprende que hayan sido tan dogmáticos, que no hayan tirado ninguna diagonal para intentar resguardar el mercado de trabajo cuando tuvieron limitaciones externas. También me sorprenden ciertos errores políticos. Por ejemplo, cuando pudo desdoblar la provincia de Buenos Aires, lo vio como un signo de debilidad y no le dio esa chance a María Eugenia Vidal. Es producto de esa jerarquización dentro del PRO, donde Macri es una suerte de comisario general que gobierna todo.
¿Qué y cuáles posibilidades tiene Cambiemos de revertir esta situación?
Para estas elecciones, ninguna. Y tiene una serie de problemas muy serios.
¿Cuáles?
Tiene un problema financiero serio, que lo va a heredar el gobierno siguiente, que es el desarme de las Leliqs, que tienen en su inmensa mayoría fecha de cancelación cerca del 10 de diciembre. Es decir, coordinaron esos vencimientos y por tanto una posible dolarización. Y tiene una política monetaria que está con freno de mano, tratando de pisar el dólar; pero es un freno de mano con las ruedas andando. En algún momento hay que sacar ese freno de mano y el coche va a salir arando. Y si no tiene al FMI dispuesto a prestarle otros 15/20 mil millones de dólares adicionales para saldar las Leliqs? La pregunta es si el Fondo se los va a dar o no. También hay un serio problema fiscal, producto del estancamiento económico. No veo buenas noticias para el gobierno en ese frente. Por eso está obligado a hacer campaña dando malas noticias y no pudiendo hablar del futuro, porque está condicionado por un presente muy ominoso. La jugada es pisar el tipo de cambio y lograr una inflación de dos puntos todos los meses, pero eso no reactiva la actividad ni mueve el mercado de trabajo. La única idea de gestión económica que les veo hoy es “llegar”. Es muy poco y penoso.
Y ese índice de inflación para los que votan no es del dos por ciento.
Claro, porque a ese tipo le van a seguir aumentando los precios de los alimentos, tendrá ajuste sobre el costo de los combustibles y algo de aumento en las tarifas. Es un gobierno que solo puede ir a la elección con esta puja identitaria de la que hablamos al comienzo. Porque a esos tipos no les dio (ni les dará) nada. Es mala la gestión de la administración del Estado. No vemos nada en términos de planes educativos, de salud, de empleo. Es un gobierno que se despreocupó por la calidad de bienestar. No hay marcas de gestión. ¿Cuál es el legado que va a dejar? Es un gobierno flojo de resultados, pero también de procedimientos.
Volviendo a un tema que estudiaste en estos últimos años, ¿por qué tuvo dificultades para crecer esa tercera vía de Alternativa Federal?
Si uno mira las encuestas, hay un 40 por ciento que está dispuesto a votar por alguien que encarne esa tercera alternativa. Pero eso no significa que estén dispuestos a votar a cualquiera, sino a alguien que le dé una amalgama a ese 40 por ciento. Se necesitaba generar una tercera identidad y eso no es fácil. En una nota en El Estadista, Ernesto Calvo señala que éste es un gobierno sin identidad, porque no tiene nada que mostrar. Creo que hay una identidad subyacente al gobierno, ligada al conservadurismo, al antiperonismo y construida de forma negativa: no somos aquello. Y lo que quedó en el medio son desprendimientos que no lograron sumarse a los dos polos y que no tienen capacidad ni visión del país común como para generar un consenso identitario que salga a competirle a las otras dos.
¿Es solo una cuestión de liderazgos o tiene que ver también con la dimensión de los problemas que enfrenta la Argentina?
Tiene que ver con las dos cuestiones. Cristina y Macri tienen liderazgos muy potentes dentro de sus espacios. Y hay una concepción diferente de cómo se resuelve lo que podríamos llamar el “problema argentino”. ¿Cuál es? Una economía bimonetaria que no es competitiva internacionalmente y que tiene salarios altos en dólares. La forma de resolverlo de este gobierno es diferente a la del peronismo, porque no tiene los componentes de redistribución y justicia. Entonces, me da la impresión de que ese tercer espacio es poco poderoso. No me sorprende la dilución, porque creo que nunca tuvo posibilidades reales.
Se puede ir hacia la concreción de esa hipótesis de Néstor Kirchner y Torcuato Di Tella de la configuración de dos grandes polos, uno de centroizquierda y otro de centroderecha.
Creo que sí y que no. ¿Qué pasa con la coalición de gobierno si Macri pierde? Si eso sucede, el macrismo está acabado como fenómeno político y algunos líderes de ese espacio -los Rodríguez Larreta y los Frigerio- irán hacia un panperonismo, una coalición de centroderecha, moviéndose junto a liderazgos conservadores del peronismo. La pregunta es qué pasa con el pedacito macrista más extremo, si se suma a este polo o se radicaliza y genera un partido de extrema derecha o de derecha más intensa. Estoy convencido de que, si Macri es derrotado, el PRO tendrá más peronismo que el que tuvo hasta el momento. Es decir, la hipótesis de Torcuato podría ser factible si lograra eclipsar al macrismo y meterlo dentro de este proyecto. Hay muchos liderazgos peronistas dispuestos a recibir a esos sectores del PRO.
Hay una pregunta que dejé pasar, porque implica asomarse a la cornisa, pero se vuelve inevitable. ¿Cuál sería la viabilidad social de un segundo gobierno de Macri?
Si el kirchnerismo gana y arma una coalición a los fines de gobernar, el frente doméstico se puede ordenar. La decisión de que sea Alberto Fernández quien encabece la fórmula implica tender un canal de diálogo con los sectores de poder doméstico. Y creo que es ordenable. El frente externo es más complejo, porque se ha puesto muy de espaldas a la posibilidad de que liderazgos más progresistas ganen en América Latina. Hay que desarmar esa bolilla negra y no será fácil. Si gana el macrismo, la pregunta es si intensifica o no su dirección.
Macri dijo que iba a ir en la misma dirección, pero más rápido.
Si va a ir en la misma dirección, pero más rápido, será políticamente más débil. Independientemente de cómo se repartan los porotos, el kirchnerismo va a ser más fuerte después de la elección. Es difícil pensar en más intensidad cuando tendrá que negociar más con otras fuerzas y cuando tendrá una oposición más dura en términos legislativos. Como sucede con cualquier gobierno que es reelecto, entenderá que tiene legitimidad para avanzar y va a tener presiones de sus sectores más duros (y de los actores del establishment nacional e internacional) para que acelere. Pero no sé si tendrá respuestas del poder real para lograrlo. Va a tener más limitaciones institucionales. Y sociales. Estimo que intentará hacer una reforma previsional y una reforma laboral fuertes. ¿Cómo transita hacia eso, si ya lo intentó hacer en 2017, cuando estaba en un mejor momento político e institucional? No lo sabemos aún. Pero irá en esa dirección porque está en su identidad, porque es un gobierno muy dogmático, que no tira diagonales, a diferencia del peronismo. Y tiene por delante la tarea de reconstruir aquello que está destruyendo. Por ejemplo, el desempleo joven de varones en el conurbano bonaerense aumentó seis puntos del primer trimestre de 2017 al primer trimestre de 2018. No hay mucha más opción que integrar a estos sectores. Caso contrario, estamos ante un país con casi la mitad de su población completamente afuera. ¿La sociedad argentina se banca ese modelo? ¿La política es capaz de hacerlo digerible? Yo creo que es muy difícil en nuestro país. Pero el gobierno va hacia eso, ciegamente, porque no tiene un Plan B de modelo de país.
¿Ves posible un contrato social o un acuerdo de elites en caso de que gane el PJ?
Si el peronismo gana, debe tener presente dos cuestiones. En primer lugar, que en nuestro país y el mundo se sucedieron cambios. No estamos ante la Argentina de 2015 y no serán posibles las políticas distributivas como las que tuvimos durante los gobiernos kirchneristas. Habrá que hacer malabarismo social, en una situación de emergencia. Será necesario un pacto social, en el que tienen que estar los empresarios y los sindicatos, y se acuerde un esquema de recuperación salarial paulatino. Y establecer mecanismos de recuperación gradual de las industrias de bienes transables del conurbano. Cristina dijo que la coalición que gobierne tiene que ser más grande que la que gane las elecciones. Hay que reconstruir la coalición que se generó bajo el gobierno de Néstor, con industrialismo, desarrollismo, sectores económicos, sindicatos y movimientos territoriales y algunas fuerzas políticas adicionales al peronismo. Pero es inevitable un acuerdo social, porque no se podrá hacer todo lo que se necesita hacer de forma rápida, en términos de restauración de derechos y bienestar. En segundo lugar, hay que ir por el lado de la generación de servicios públicos básicos de calidad (y no me refiero a asfalto). Es necesario un proyecto realmente estructurante, donde se entienda la pobreza no solo como una cuestión de ingresos como sucedió mayormente durante el kirchnerismo, ni como una cuestión de responsabilidad individual como hace este gobierno, sino apuntando a la provisión de bienes y servicios públicos de calidad. Hay que pensar mucho en una reforma del sistema educativo y la protección de niñas y niños de 0 a 3 años. Jardines maternales, atención para la salud, hospitales. Hay que ir por ese lado, más que por la transferencia directa de dinero. Los procesos de renegociación de deuda deberán tener en cuenta este tipo de cuestiones, encarando reformas estructurales en la provisión de bienes y servicios públicos. Son tareas muy difíciles para un gobierno minoritario y con poca ascendencia sobre los actores sociales. Por eso, creo que esa lógica coalicional sólo puede llevarse adelante con un gobierno del campo popular.