La insubordinación de los privilegiados

El sábado 26 de agosto se organizó en la facultad de Medicina el Foro para la Construcción de una Mayoría Popular. Entre los muchos expositores estuvo Iñigo Errejón, diputado español de Podemos. Compartimos algunos fragmentos de su intervención que nos parece que pueden servir para el debate:

1.

¿Está viniendo algo así como una restauración neoliberal en la región? Creo que tenemos que caracterizar esta oleada, este conjunto de cambios de signo conservador, como una insubordinación de los privilegiados. Estamos asistiendo a una rebelión de los privilegiados contra cualquier intento de tener que someterse a reglas democráticas de juego. En Europa se expresa como una ofensiva oligárquica contra los pactos sociales de posguerra después de la Segunda Guerra Mundial y como una ofensiva contra el Estado de Bienestar; no solo contra servicios públicos concretos sino contra la mera idea de que los sectores populares tengan participación en el Estado y el Estado tenga alguna responsabilidad para con los sectores populares. Pero en América Latina se expresa también como una suerte reclamo con furia de lo que entienden que es suyo por derecho de nacimiento. Hay en la oleada reaccionaria un marcado signo de concepción patrimonialista del Estado. Las élites y las minorías privilegiadas no están discutiendo si hay más o menos Estado. Lo que están discutiendo es si el Estado puede servir a algunos intereses diferentes de los intereses estrechos de las minorías. Y lo están discutiendo con la furia del que entiende que nuestro paso por las Administraciones Públicas y por el poder político es una suerte de anomalía medio animalesca -os acordaréis aquí del aluvión zoológico-. Es una anomalía que el tiempo y la razón tendrán que acabar corrigiendo. Porque los lugares de poder son lugares que por alguna razón previa a la democracia les pertenecen. Luego algunas veces las elecciones aciertan y les confirman ese lugar de poder, y algunas veces se viven temporadas que son conflictivas para ellos. El conflicto para las élites es siempre cuando ellos no gobiernan.

2.

Hay que tomarse en serio una parte de esa insubordinación de los privilegiados para entender cómo es que esa insubordinación de los privilegiados es capaz de conquistar mayorías políticas sólidas. (…) No son siete millones de intereses oligárquicos, y tampoco basta decir que son siete millones que están engañados porque las televisiones están a su servicio: Eso no es ningún dato nuevo. Todos y todas los que estamos aquí cuando nos apuntamos a militar ya sabíamos que jugábamos en campo contrario. Que ellos tenían la inmensa mayoría de los medios de comunicación, de los poderes fácticos etc. No podemos contentarnos con una especie de receta moral que nos tranquiliza y que dice: ‘Bueno, como peleamos con una buena parte de los elementos en contra, eso justifica…’. Hay siempre -y soy consciente de que es una tesis polémica-, una parte de verdad en el adversario, que yo quiero combatir, pero que nos tenemos que tomar en serio. En política, y esto es una de las peores herencias que la interpretación más vulgar del marxismo nos dejó, no existe algo así como la falsa conciencia. Existen proyectos, horizontes, objetivos o identidades que son capaces de fundar mayorías que giran el rumbo de los países en un sentido o en otro. Y por tanto nos los tenemos que tomar como hechos reales. Decía Eduardo antes, y me parece fundamental, que del nombre del Foro hay que tomarse en serio ‘construcción’ y ‘nuevas’. Pero decía que ‘construcción’ porque los intereses no están dados esperando que alguien los represente. Y por tanto, que hay una batalla política que no nos va a solucionar ningún empeoramiento de las condiciones. Nosotros llevamos una larga década de empeoramiento de las condiciones de vida, y una larga década de acumulación de infamias, desvergüenzas y canalladas protagonizadas por las élites que han secuestrado las instituciones de nuestro país. Ninguna acumulación de chapuzas va a sustituir la construcción de una alternativa posible que haga que quienes están indignados, hartos o tristes con el orden actual de las cosas vean que tienen a su disposición la posibilidad o la alternativa de un orden nuevo.

3.
Las elecciones siempre se pierden en algún momento, esa es la prueba de que son elecciones libres. Eso no significa que las derrotas electorales signen el final de los procesos de transformación histórica. Las elecciones a veces se pierden y a veces se ganan. Que se pierdan elecciones no es un signo de crisis de los proyectos. Claro que hay alternancia, pero lo fundamental es cuánto de alto se pone el suelo mínimo de derechos, de inclusión, de democracia, de redistribución de la riqueza a partir del cual los que después llegan al poder tienen que seguir construyendo. Y eso tiene que ver con la necesaria conciliación de dos principios irrenunciables que hay que poner a dialogar: la voluntad de emancipación social con la voluntad irrenunciable al pluralismo político. Eso significa que siempre hay momentos de alternancia en el poder, y por tanto momentos en los que el adversario gana. El problema no es que el adversario gane, el problema es en qué condiciones hereda el país y en qué condiciones nos lo deja cuando nosotros recuperemos el poder político para gobernar en favor de las mayorías sociales. Eso no tiene que ver solo con los resultados de las urnas. Tiene que ver con un conjunto de transformaciones sociales, culturales y jurídicas que son las que en realidad dirimen el poder real en los Estados.

4.
No es verdad que la restauración sea simplemente una restauración de tabula rasa y vengan conformar el país como si no hubieran sucedido doce años de gobierno nacional-popular. Ellos desearían eso, pero no es ese el programa político inmediato. El programa político inmediato se hace cargo de algunas de las transformaciones de época, y aunque no les gusta las incorporan como si fueran suyas para construir un proyecto de estabilidad política. Tal es así que las nuevas derechas en la Región mantienen algunos de los avances sociales hechos por los gobiernos populares. Uno puede decir: ‘los mantienen de boquilla pensando en cuartearlos dentro de un tiempo’. Bueno sí, pero que los mantengan es un dato. Es un dato de la fortaleza de esas construcciones, que la gente ya no siente como una atribución que le dio un partido político sino como un derecho cosustancial al hecho de ser argentino, ecuatoriano y boliviano. (…) Esto no es una receta para sentarse a dormir en los laureles. Van a revertir todo lo que puedan, no hay un programa gradualista sino un intento de probar hasta dónde hay resistencia. Si hay poca, hasta la cocina. Si hay mucha, lo poco que puedan. Las derechas regresan haciéndose cargo de esa experiencia, con un lenguaje, un programa de políticas públicas y una forma de presentarse en sociedad que registran los cambios que han sucedido. En un cierto sentido, la construcción de nuevas mayorías de signo nacional-popular y democrático tiene que hacer lo mismo. No pueden ser mayorías que se limiten exclusivamente a un ejercicio de nostalgia que aspire a recuperar el tiempo pasado. Tiene que ser una articulación de mayorías que se haga cargo del Macrismo. Que se haga cargo de qué expresa eso sobre los deseos, las expectativas, los miedos o los anhelos de la sociedad argentina. (…) La diferencia entre ser una fuerza meramente de izquierdas y ser una fuerza nacional-popular es hacerse cargo de nuestro pueblo aún con los anhelos y los deseos que no compartimos.

5.
La economía no va a resolver ninguna tarea que no hagamos exclusivamente con la política. Me perdonáis, pero yo no creo que la gente vote con el bolsillo, vota con el corazón y con las entrañas. Claro que influye el bolsillo, pero por sí solo no significa nada. En Europa durante mucho tiempo la hegemonía de una ideología profundamente conservadora ha convertido a los pobres en perdedores. De tal manera que la culpa de la pobreza era que uno no se había esforzado suficiente. Las condiciones sociales y económicas en términos políticos no tienen ningún significado intrínseco que nosotros vayamos a desvelar. Es un significado que tenemos que construir. Así puede pasar que haya un gobierno que pese a los ajustes, los tarifazos y la represión se pueda presentar como el abanderado de la ilusión, del ascenso o del futuro. Y no basta con decir que eso sea mentira, porque en política no existe algo así como la mentira. Es real en la medida en que una mayoría de los argentinos se lo cree. Y por tanto tenemos que combatir con una construcción real, en el terreno de las palabras y de las ilusiones. No se puede permitir que nosotros quedemos como ‘pepitos grillos’, mensajeros de las malas noticias, mientras se le deja al adversario construir un relato ilusionante que responde a unos ciertos anhelos, siquiera sea en forma distorsionada, de la sociedad. Cuando el adversario nos gana siempre hay una parte de razón que nos tenemos que obligar a entender. No para aplaudirla, sino para derrotarla. Hay siempre unos anhelos y esperanzas que el adversario ha sido capaz de vehicular: la esperanza del ascenso social individual, de la meritocracia -de tipos que nunca han trabajado y lo heredaron todo-, la normalidad y el fin del conflicto, el deseo de la seguridad ciudadana…Son deseos que se expresan y movilizan un voto concreto. No hay condiciones sociales o económicas que vayan a precipitar el cambio político. La disputa es fundamentalmente una disputa por el sentido, por la explicación de lo que nos pasa y por la articulación de las ilusiones y expectativas que frente a la promesa de que a uno le puede ir mejor en la ley de la selva nosotros restablezcamos que nos va mejor cuando nos cuidamos y restauramos lazos de solidaridad.

6.
Hay que disputar la idea del orden no solo para los nuestros sino fundamentalmente para aquella gente que no nos acompaña. La transformación más radical no se va a dar cuando esa gente nos vote, sino cuando esa gente reconozca y disfrute de una buena parte de las conquistas alcanzadas también para ellos. No podemos esperar que nos las agradezcan, pero las van a disfrutar, igual que sus hijos y sus hijas. Eso es una victoria nuestra que nos permite comparecer ante nuestra sociedad diciendo que no es solo que decimos cosas más hermosas, que se nos ponga la piel de gallina o que proclamemos un futuro más hermoso y más bello; es que tenemos la capacidad de garantizarlo hoy, en el aquí y el ahora. Lo decía Axel, cuando nos tuvimos que reagrupar en la larga década de los noventa y dosmil nos reagrupábamos diciendo ‘otro mundo es posible’. Hoy nos reagrupamos diciendo ‘dejadnos hacerlo’: no entorpezcáis, dejadnos construirlo. Esa pelea para construir la fuerza cultural y la capacidad de imprimir un rumbo de nuestro país que incluso nuestros adversarios tengan que acompañar aún a regañadientes, es una pelea de carácter marcadamente cultural que tiene que ver con la capacidad de hacerse cargo de aquellos que hoy no simpatizan o que no van a simpatizar con nosotros. La capacidad de hacerse cargo de un proyecto nacional que incluya al adversario. No solo por pluralismo, no es una especie de alarde de democratismo. Es porque son más sólidas las conquistas cuando somos capaces de dibujar un orden en el que el adversario tiene un hueco, no en el puesto de mando, pero tiene un hueco.

7.
El adversario ha sabido leer algunos componentes del sentido común de época y movilizarlos en un sentido conservador y oligárquico. Quedan, sin duda, núcleos de buen sentido que pueden ser aprovechados y movilizados en un sentido progresista y alternativo. Elijamos bien las batallas. No libremos las batallas donde nos cita siempre el adversario, elijamos nosotros en qué terreno las damos. Marquemos nosotros qué batalla les queremos librar, cuáles son las fundamentales y cuáles son las que libremos cuando hayamos hecho más acumulación de fuerza. Cuáles son las que queremos librar hoy, ya y mañana para infringirle derrotas y cuáles cuando tengamos más poder. Diagnostiquemos bien qué gente beneficiada por la expansión de los derechos haya podido darnos la espalda. No regañemos. No hay nada peor que las fuerzas progresistas que regañan a sus pueblos. Entendamos; tendamos la mano, construyamos para revitalizar mayorías que sean capaces de poner en marcha un proceso que no se ha detenido sino que se ha puesto en paréntesis. Extraigamos lecciones de lo bien hecho y de lo que se podría haber hecho mejor para asegurar que para la siguiente vez que tengamos la posibilidad de que el Estado sirva a los intereses de las mayorías y no de las minorías tengamos más capacidad de decirle a todo el mundo que somos la fuerza garante del futuro, del orden, de la justicia y la libertad.

La transcripción completa puede consultarse aquí.

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