Por Sergio De Piero
“Aunque ahora sabía que no iba a despertase, que estaba despierto,
que el sueño maravilloso había sido el otro…”
Julio Cortazar,
La noche boca arriba
1956
Falta un año para las elecciones presidenciales. Diez meses para las PASO. Las encuestas dicen que dicen que Daniel Scioli, Sergio Massa o Mauricio Macri, uno de ellos tres, será quien reciba la banda presidencial el 10 de diciembre de 2015, de manos de Cristina Fernández de Kirchner. ¿Será así?
El 10 de diciembre de 1983, Raúl Ricardo Alfonsín asumió la Presidencia de la Nación, “rodeado de dictaduras militares”, donde solo en Bolivia existía un presidente electo. Acaso por múltiples factores, Argentina y Bolivia, se convirtieron así en referentes claves de un nuevo proceso histórico que se abría: nacía la transición a la democracia, y se interrumpía la alternacia con dictaduras.
Nuestro país tuvo mucho que ver en la agenda de la democracia de los ’80, donde se intentó, con éxito variado, colocar diversos temas. Por lo pronto también junto a Bolivia, fue de los gobiernos que juzgó a militares que habían encabezado las dictaduras recientes. Intentó, incluso, plantear debates regionales sobre la deuda externa, aunque sin éxito.
El destino puede ocultar crueldades: en junio de 1982 los militares anunciaban que se iban, luego de una dictadura feroz y desastrosa, casi sin condiciones; en el mismo mes de junio de 1989 Raúl Alfonsín anuncia por cadena nacional que no podrá continuar en la presidencia (se cuida de pronunciar la palabra renuncia, “resigno el cargo de presidente”) y asume Carlos Saúl Menem el 8 de julio de 1989. Faltaban algunas políticas por conocer, pero Menem, ya anuncia que lo hablado en la campaña no cuenta para la presidencia y anuncia privatizaciones, reforma del Estado y un nuevo lugar en el mundo. Después, muy poco después, Fernando Collor de Mello gana las elecciones presidenciales en Brasil y se convierte en “Collor de Menem”, tal el chiste de la época; en Perú un desconocido llamado Alberto Fujimori se convierte en presidente y lleva adelante un plan de reformas y ajuste, lejano al Alan García que ya nunca volverá (volverá pero no así…) Chile sale de la dictadura pero no del neoliberalismo. Bolivia elije un hombre proveniente de la izquierda, pero con los votos de la derecha y Venezuela no termina de procesar el “Caracazo”. Los Blancos ganan la presidencia en Uruguay, después de “siglos” para prometer privatizaciones. En toda Sudamérica no hay ni una luz.
Aparece en Venezuela un hombre llamado Hugo Rafael Chávez Frías. Y poco después en Brasil, en su cuarta candidatura presidencial (cuando todos los mortales ya hubiesen desistido hace rato) Luiz Inácio “Lula” Da Silva, se convierte en presidente de Brasil. Desde que Alfonsín diera un paso al costado, las renuncias de presidentes arrecian en la región sin que, por suerte, se derrumben las democracias. Pero la llegada de Lula se convierte en un factor clave, aunque con expectativas moderadas. Un reconocido sociólogo sudamericano me dice por aquellos días “Si, ganó Lula, pero ¿para qué? ¿Qué va a poder hacer?
Argentina es de esos países, otra vez, en donde un presidente no puede terminar su mandato. Luego de transiciones varias, el 25 de mayo de 2003, Néstor Carlos Kirchner, apenas conocido, llega a la presidencia. El discurso es de ruptura. La columna de opinión de La Nación es contundente: “Los argentinos se han dado gobierno por un año”. Ambos hechos, el discurso, y la editorial, abren enigmas y esperanzas.
De pronto, el panorama de Sudamérica visto ahora parece una “veloz película muda”: Chávez, Lula, Kirchner, Tabaré, Evo, fin del ALCA, Bachelet, Correa, Lugo, Lula de nuevo, también Chávez, Cristina, Mugica, Dilma, Evo otra vez, Cristina otra vez, Chávez, Maduro, Dilma…Sudamérica vive un momento histórico (incluso como hecho político en si mismo, sin pensarlo en términos valorativos).
Con la nueva década, la segunda del siglo, comienza un nuevo ciclo electoral, y los analistas plantean que el ciclo se cerrará: que la estrategia de Capriles esta vez vencerá a Chávez; y que ahora sin Chávez no podrán ganar. Y que el PT agotó su modelo y llega el recambio, llegan los jóvenes; también en Uruguay. De todas las posibilidades no sale ni una. Parece, para las fuerzas opositoras, una tómbola envenenada. Pero ahora viene Argentina. Y las encuestas dicen que dicen, que si, que aquí hay fin de ciclo. No se cuantas variables se asemejan o difieren de los fines de ciclo anunciados en Brasil, Venezuela, Uruguay (con timidez lo dijeron hasta de Bolivia). Sin embargo, nadie se atreve a certezas. La primera pregunta es: Argentina, que condujo procesos políticos que se derramaron en toda la región; que se sumó a los ciclos fundantes de políticas públicas de nuevo tipo ¿se va a desacoplar así porque si? ¿Abandona un barco en el que parece que los pasajeros de la región prefieren quedarse? ¿Ahora que finalmente Bachelet se anima a avanzar en algunas transformaciones, en Argentina se optará por la moderación extrema, sino por el conservadurismo neoliberal?
Y preguntas mucho más caseras. Si Cristina Fernández cuenta con un 40% de apoyo a su gestión, luego de 11 años del mismo proyecto político ¿Dejará alegremente que el candidato de su espacio no refleje esas políticas que la dejan en esa situación? Desde Justo José de Urquiza a esta parte todos los presidentes argentinos que terminaron su mandato con cuotas de poder respetables, influyeron en su sucesor o en la interna de su partido ¿Cristina Fernández romperá esa tradición casi sagrada? ¿Se impone el síndrome de Yrigoyen y Marcelo T. de Alvear espera seguro en la puerta? ¿Qué sucede con los actores sociales vinculados a la coalición de gobierno? Que sucede también con los actores sociales y económicos que buscan el fin de ciclo, cabe preguntarse, luego del stand up que IDEA le organizó en Mar del Plata a Daniel Sabsay. ¿Qué tipo de modelo pretenden la derecha & cia, cuando Alejandro Fantino, tiene mayor capacidad de articulación discursiva que un constitucionalista?
Una argumentación, para explicar que todo esto muy lindo, pero terminó, es que el kirchnerismo encontró sus limites. Pero los límites políticos no son una abstracción, un mero agotamiento de propuestas en la nada. Los límites se presentan cuando chocan contra otra construcción que, además, debe ser mayor para que aquellos límites se terminen evaporando (como efectivamente le sucedió al cafierismo cuando fue derrotado por Menem, otra vez que escuché hablar de “los límites de”). El límite no lo puede levantar el antikircherismo profundo de un disperso 30% de los votantes. Con eso ya no han llegado; y si el gobierno logra mantener la situación económica estable, (la crisis económica como variable para facilitar el recambio), las opciones se reducen. ¿Puede ganar una opción conservadora en 2015? Claro que si, pero no les bastará para que ello suceda, que repitan todos los días, cual rezo, que se llegó al fin de ciclo. Mientras, no creo ser el único que mira con curiosidad, las “sorpresas” de un fin de ciclo regional, que decidió no agotarse. Tampoco creo ser el único que se pregunta como en el cuento de Cortázar, cuales de las imágenes que se proyectan son reales, y cuales parte de un sueño confuso.
Foto.