Maximalismos

Pasando de canal lo encontré al Canca Gullo destacando las virtudes políticas de Máximo Kirchner. Me dio un poco de tristeza. Sobre todo porque ya lo había visto en la revista Noticias afirmando que debería haber muchos Máximos. O algo así. No creo que la idea de complementar la filiación de Máximo con la trasmisión del carisma de un dirigente histórico logre convertirlo en un líder político respetado. Ni por sus propios dirigidos ni por el resto de las fuerzas. Sin embargo, sí creo que la construcción de la imagen del hijo de la Presidenta dice muchas cosas sobre la política argentina. De esas muchas cosas me gustaría destacar dos.

La primera es que en Argentina no hay jóvenes dirigentes políticos. Las estructuras de donde surgían están fuertemente deslegitimadas incluso para quienes deberían participar, o de hecho participan, en ellas. Hasta, digamos, el gobierno de De la Rúa, los jóvenes dirigentes surgían, al menos para el radicalismo, de la universidad. Ser presidente de un centro de estudiantes importante o de una federación universitaria provincial era el rito de pasaje de la política de los jóvenes a la política de los grandes. En el peronismo la historia era más complicada, pero, además de la universidad, la militancia territorial y sindical eran los semilleros de dónde surgían, o al menos podían surgir, los jóvenes dirigentes políticos. Hoy eso no existe. Los centros de estudiantes están deteriorados y ni qué hablar de las clásicas estructuras territoriales o sindicales. A un dirigente cualquiera no le viene impuesto desde abajo su referente juvenil. Tiene que inventarlo: conseguir un pibe y ponerlo a rosquear para que cierre antes que la vorágine se lo coma, con las decenas de agrupaciones que anden a la deriva por ahi, dispersas, sin proyectos que las abarquen. Así, la juventud que se fue de la plaza, la juventud que le hizo la contra al ajuste en la educación que quería imponer su propio partido (acciones incomensurables pero que expresan la autonomía relativa de los dirigentes y militantes de las juventudes), ahora viene armada de arriba, a pedido, y entregada justo a tiempo para ser consumida por la agenda más voraz.

La segunda cosa que nos indica la construcción mediática del liderazgo de Máximo, es que cuando no hay estructuras políticas los lazos personales ocupan su lugar. Y entre los lazos personales, los familiares tienden a prevalecer. Ante la inseguridad de una relación no mediada por los premios y castigos que provee la estructura, la familia ofrece un resguardo. El problema es que este resguardo no permite pasar a la ofensiva. Armar a partir de la familia es muy complicado. Nadie se va a meter en una carrera cuyos primeros puestos ya están decididos de antemano. Al menos nadie con real vocación de liderazgo. Armar la juventud de un partido con tu hijo te permite tener ciertas seguridades respecto de la línea política y la fidelidad. Pero al mismo tiempo introduce un conjunto de reglas de interacción que hasta ahora habían sido ajenas a la militancia. Debería hacer una búsqueda exhaustiva, pero creo que ninguno de los líderes jóvenes de los setenta era hijo de algún figurón de la corriente que dirigían. Incluso algunos eran dirigentes no por o gracias a su familia sino a pesar e incluso en contra de ella. De hecho, la politización de los lazos de familia es nueva en la era democrática argentina. Una cosa es acomodar a un familiar y otra ponerlo a hacer política. No es este un fenómeno para alarmarse alla Carrió (que en cualquier momento declara a este gobierno representante universal del Mal). Sin embargo, nos habla de una forma de construcción que sirve para comprender el actual momento de reflujo en la dinámica de acumulación política.

Tal vez Máximo sea un dirigente sobresaliente y nosotros no lo sepamos. Pero en todo caso, el problema no es de quién es hijo. El problema es que su liderazgo no sea producto de una construcción política propia en los ámbitos clásicos o en nuevos espacios de acumulación (los medios, el trabajo precarizado, etc.) sino efecto de una decisión que surge del vértice. Hacen falta cuadros, hacen falta dirigentes, hacen falta estructuras. Hacen falta muchas cosas para enfrentar los desafíos de ahora y producir los desafíos que se vienen. Bueno sería que, a pesar de las urgencias, se pueda trabajar en eso a partir de la construcción política desde la base.

Por ahí, más que los elogios de Gullo, hace falta la experiencia de Abal Medina. No el joven, el viejo.

8 comentarios en «Maximalismos»

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  2. Un post muy ilustrativo el suyo, Dalmacio. Y sí, pone triste. Yo también pensaba el otro día sobre la actualidad de los dirigentes universitarios y me desanimaba.

  3. Muy de acuerdo…

    El tema central: los actuales jóvenes dirigentes con tales características también emergen de una socidad con tales características.

    Los inventos mediáticos son insustentables en el tiempo, se caen con la primer briza.

  4. Generalizando (porque en estos casos uno se ve obligado a generalizar), los más jóvenes no creen en nadie ni en nada, y, desde su punto de vista, tienen razón. La cuestión es cómo se hace para que dejen de tener razón.
    De todos modos, armar una alternativa liderada por el hijo de la presidenta me parece que, mucho más que una posibilidad de destrabar ese nudo, es agregar otro obstáculo. Si algo les rompe las bolas a los pibes -a los que tienen de verdad alguna inquietud- es el careteo.

  5. La situación es mas o menos como la describis. Pero el problema no es quizas tanto la falta de militantes +/- jóvenes sino que la política actual genera una tendencia casi irresistible a la burocratización y la lucha por los carguitos. Entonces, cuando arrancan tres o cuatro juntos y pintan bien, inmediatamente el sistema se los come con tentaciones, con cargos, los entretiene con manejo de «programas» y terminan diluyendose en las mega estructuras gigantes del Estado. Los que no aceptan terminan en un vanguardismo elitista que no convence a nadie y entonces tambien se diluyen. La decada del `70, en la cual destacó Gullo, tenía como característica que el estado estaba vedado a los militantes polìticos entonces toda la política se hacia en los barrios, fabricas o universidades. Hoy se toma al Estado tambien como un lugar de militancia y entonces las lealtades se diluyen, porque la tienen a su compañero en política y a su superior en el organigrama y entonces se generan sobrevivientes burocráticos mas que militantes comprometidos. A muchos les resulta más importante conocer herramientas de gestión que valores para sostener y construir un programa político.
    Con todo esto la apariciçon de los «hijos de» es solo una anectoda. Para los padres un reaseguro de que los otros jovenes realmente existente no rompan las bolas y para los hijos que conciben los triunfos politicos de sus padres como patrimonio familiar susceptible de herencia. No es solo Kirchner: tambien Moyano, en la decada del 90 Corach con su hijo al frente de la burocratica jp. Duhalde y su yerno Gustavo Ferri; en las provincias, la hija de Olga Riutort, cuando estaba casada con de la Sota como mesa de JP cordobesa, el hijo de Picheto, los Saadi, los R Saa.
    No es un fenomeno nuevo. Pero tampoco es patrimonio exclusivo del peronismo. ¿se acuerdan del grupo sushi, de los hijos de de la Rua? El hijo de Nosiglia preside la Juventud Radical y el padre dice que no tuvo nada que ver, jajajajaja. Gustavo Posse ¿seria intendente si no hubiera sido hijo de Melchor o hubiera sido cualquiera de los viejos correligionarios del viejo? ¿y la hija de Moreau seria diputada en la provincia?
    Igualmente, ser portador de apellido no es por si mismo un problema. Si tienen ganas de aportar algo y militar: Bienvenidos. A los hijos de MArtin Fierro, solo nos cuesta un poco mas.
    Saludos.

  6. Dalmacio entre Ud y Pablo lo han dicho casi todo.
    Complétamente de acurdo.
    Recuerdo como La Cordinadora masacró a una generación de jóvenes alfonsinsta pagándoles un sueldo y olvidando de mantener viva la mística de las ideas y de la militancia.
    La tradición familiar ha estado ausente en las estructuras nacionales pero con el advenimiento de muchos provincianos con estructura propia, comienza a repetirse esto de la herencia política provincial feudal, que es una clara manifestación de la impotencia de no poder salir del propio monstruo autocreado.
    Solo discrepo en una cosa. «La política» yo la entiendo militada casi únicamente desde las relaciones personales, desde los amigos, desde los camaradas, desde los compañeros.
    Una cosa es meter a un pariente, otra bancar un compañero de militancia que a su vez es amigo.

  7. 1- El Canca Gullo puede ser piola para compartir un asado, pero como Defensor Oficial De Todas Las Politicas Del Gobierno es bastante pobre.
    2-¿Alguien escuchó hablar a MAXIMO I?

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