¿Y cómo está el clima?
Prever o evaluar la motivación del voto es siempre una misión imposible. Con las encuestas (que uno no hace) siempre tomadas entre pinzas, los diálogos sobre la «micropolítica» se multiplican.
Víctor Hugo Morales abrió su presentación en la Feria del Libro con esta frase: «El año pasado, en este mismo lugar conté que tres taxistas, al reconocerme, no me habían parado. Ahora, en quince días metí tres taxis que no me querían cobrar. ¡Algo está cambiando!». ¿Será? ¿O será que no? ¿Que está todo igual como estaba?
Sabemos que el Gobierno, con los recursos de poder con los que cuenta -gobiernos nacional, provincial y porteño; amplios recursos financieros; respaldos de las grandes empresas comunicacionales; respaldo empresario; el servicio de jueces y servicios; el apoyo de los gobiernos de países desarrollados; y sumado a ello las ventajas que suele tener un gobierno en su primera etapa (oposición dividida, gremios neutralizados y un Congreso que marcha al ritmo del Ejecutivo- debería estar en condiciones de ganar las próximas elecciones legislativas. Si aún queda alguna duda con ese panorama es apenas por el mal desempeño económico-social que ha mostrado el Gobierno, errores de gestión y sobre-ideologización de sus decisiones. A esto se suma el desafío bonaerense y del Gran Buenos Aires, territorios donde Mauricio Macri nunca se ha impuesto en una elección. Intuimos desde hace tiempo -hoy es parte del sentido común mediático- que no será la economía el eje de campaña del Gobierno y que apelará a otros tópicos, sobre todo una revalidación de un «voto de confianza» ya otorgado por el 51% del electorado, aunque esta vez por menos electores.
Con ese panorama, desde hace meses todos los días cruzamos anécdotas con quienes hablamos de cómo está la cosa. «Tengo una tía, más macrista que Macri que viene y me dice…». «El bar de la otra cuadra antes sólo ponía TN y ahora…». «El grupo de whatsapp de los pibes del colegio secundario están meta mandarse este video contra ‘los k’ que…». ¿Cómo saber?
Ahí es donde entra esta «parábola del chipacero», un trabajador de un local gastronómico en las inmediaciones de una terminal tren, con el que dialogué -esporádicamente- durante los últimos 16 meses.
El primer diálogo «sobre política» se dio uno de los viernes de noviembre de 2015 de cara al balotaje en el que el número parecía puesto. Tras pedir mi habitual porción de sabroso chipá para compartir en el trabajo pregunté:
– ¿Y? ¿A quién vas a votar?
– ¿Yo…? Y… yo estoy con el cambio…
– Uh, ¿te parece? ¿A quién votaste en primera vuelta?
– A Massa. Y sí… con el cambio.
– ¿Estás seguro? Mirá que Mauricio es empresario. No sé si va a haber aumento de sueldo o si va a haber tanto laburo.
– (…)
– Quiere subir la boleta de la luz y con eso el morfi se va a ir muy caro…
– Ah, ¿y te creés que yo no entiendo nada… que soy un boludo?
Gran respuesta del compañero. La clase sobre izquierdas y derechas que le estaba propinando estaba demasiado subida arriba de la moto como para convencer a nadie. Opté por bajarme rápidamente de allí, dar la mano, respetar la diversidad y a otra cosa mariposa.
El próximo diálogo sobre «política» llegó con las primeras subas de la luz. De la nada, mi interlocutor lanzó:
– Está todo mal, eh.
– ¿Te parece?
– Me vinieron 500 mangos de luz. Vivo en un ambiente y no estoy nunca ¿están locos estos?
– Ah, ¿en qué barrio?
– Soldati. Yo no lo voy a pagar. No lo voy a pagar.
A esa charla siguieron otros comentarios sobre el aumento de los alimentos y exiguos incrementos salariales.
A las movilizaciones varias registradas en este período siguieron algunos «cuánta gente ayer, eh».
– Esto no va, no va.
– ¿Qué pasó?
– ¿Vos viste lo que vale la ropa? Un jean 500 pesos. Un jean te digo…
– Y sí.
En uno de los últimos comentarios, el gastronómico me dejó un comentario que no dejaba dudas: «A este no va a haber que echarlo. Se va a ir solo». Y siguió una expresión que no busqué, ni me esperaba. «Vos me lo dijiste. Yo me acuerdo».
El restorán ahora cerró por reformas. Tengo entendido que este trabajador votante de Massa de la periferia porteña ahora fue reubicado en algún otro local de la misma empresa. Estará haciendo nuevos comentarios con nuevos clientes. O hablará poco de política, como casi siempre.
A diferencia de él, otros dicen que el Presidente mejora en su imagen. Que el oficialismo la tendrá fácil para octubre, como sería de esperar para un gobierno en su primer test electoral. Y que el silencio de la mayoría implica una renovación del voto de confianza al partido de gobierno. Quizás el chipacero se relaje en estos meses o se vea impactado por alguna de las imágenes emotivas (emociones que pueden seguramente ser el enojo y la indignación) que le proyecten los medios de comunicación y las redes sociales sobre las alternativas con las que se encontrarán en el cuarto oscuro. Puede ser también que caiga en el desánimo. Que ya no quiera hacer un comentario «de política» nunca más.
¿Cómo saberlo? Las charlas a ras del piso, la micropolítica tampoco dan certezas. Falta menos para las definiciones.
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