Tres veces nos habló Néstor Kirchner el 25 de mayo de 2003 de la necesidad de ir hacia «un país normal».
Dijo:
«Debemos asegurar la existencia de un país normal, sin sobresaltos, con el sector público y el sector privado cada uno en sus respectivos roles. Hay que dotar a la República Argentina de buena administración, gobernabilidad, estabilidad con inclusión y progreso social, y competitividad».
(…)
«Trabajando en torno a estos principios, sin espectacularidades ni brusquedad en el cambio, seriamente, paso a paso, como cualquier país normal del mundo, podremos cumplir con los objetivos y cumplir hacia adentro y hacia fuera con nuestras obligaciones y compromisos».
(…)
«Convocamos al trabajo, al esfuerzo, a la creatividad, para que nos hagamos cargo de nuestro futuro, para que concretemos los cambios necesarios para forjar un país en serio, un país normal, con esperanza y con optimismo».
(…)
«Vengo a proponerles un sueño, quiero una Argentina unida. Quiero una Argentina normal. Quiero que seamos un país serio. Pero además quiero también un país más justo».
El fallo de la Corte Suprema de Justicia de los Estados Unidos por la deuda pública argentina vuelve a ponernos, una vez más ante un país que no es normal. No lo es.
La Argentina no es un país «normal» en dos sentidos:
- Por un lado, a diferencia de lo que pasa en Chile y Uruguay y del mismo modo que ocurre en el resto de los países de Sudamérica, la Argentina es lo que algunos llaman una «Democracia Presidencialista de Baja Institucionalización (DPBI)«. Dicho rápido, los «sistemas de partidos» no funcionan aquí con la misma dinámica que en Europa, las fuentes de poder que están por fuera de los partidos son muy relevantes -alineamiento de gobernadores, sindicatos, etc…- y hay una primacía del Presidente que hace que la dinámica no sea tanto oficialismo-oposición, sino Presidente-oposición. La Argentina es, en este sentido, un «país sudamericano normal». Eso, para arrancar.
- Una disgresión. En su discurso, Kirchner parece proponer hacer el «viaje» de un país con bajo nivel de institucionalización a uno más institucionalizado. ¿Qué implica eso? ¿Con qué aliados se hace? ¿Los que proponen ese viaje lo hacen con igual -igual- énfasis en la cuestión de la igualdad -palabrita que se empezó a usar en América Latina después y no antes de 2003, cuando se hablaba de «equidad»- social? ¿Cómo se hace, por ejemplo para que «el sector público y el sector privado» se mantengan «cada uno en sus respectivos roles», como se plantea en el discurso, -por ejemplo, para que los empresarios no quieran gobernar ni se desentiendan de invertir-?
- Parece haber otro sentido en el que la Argentina no es un país «normal». Por un lado está, claro, todo el paquete del endeudamiento como eje de un gran negocio -el mayor negocio- desde 1976 a 2001. Un negocio que se basa en endeudamiento -público y privado-, valorización financiera de esos fondos a nivel local y fuga. Lo endeudado, se ha fugado. No se pidió prestado para invertirlo en una represa. Se pidió prestado para fugar.
- Pero para ponerle un par de condimentos más: la Argentina tiene sindicatos, tiene unos sectores medios bastante amplios, tiene un pelotón de empresarios bastante grandes pero ninguno entre los 50 más importantes de los países emergentes, muy poquitos entre los 200.
Digo todo esto, más que nada porque el fallo de la Corte Suprema norteamericana –inédito en su impacto sobre estos temas a nivel global– vuelve a poner sobre la mesa a todo lo que se tiene que dedicar un presidente para gobernar la Argentina.
Imaginemos a varios de los precandidatos presidenciales ante esta situación. O sea: ante esta situación de la deuda y al mismo tiempo la necesidad de mantener mayorías en el Congreso, liderar una fuerza política más o menos cohesionada, dar cuenta de las presiones territoriales de gobernadores e intendentes, lidiar con los sindicatos y la paz social en las calles.
Me dirán: «es el kirchnerismo el que arma el ‘lío'». ¿Tan así es? ¿Vamos a «extirpar» el kirchnerismo y arreglar así el país? ¡Pero vaya amigos! ¡Qué particular y simple utopía! ¡Eureka!
Y me pegunto ¿Son los candidatos del «Alumbrado, Barrido y Limpieza» los que van a poder lidiar con todo esto? ¿Desde cuándo un presidente más (supuestamente) «consensual» en el sentido bobo que se plantea podría lidiar mejor en la Argentina con todas estas tensiones -la de la deuda y un cúmulo más? ¿Conocemos un estilo de presidencia que esté entre la de los Kirchner y la de Menem -«puesto menor»-? ¿Cómo se construye «más política» -si es que el Gobierno tiene un déficit de política- con varios sectores dando vueltas por ahí cuyas posibilidades electorales parecen subir cuanto menos cerca de una «normalidad» logre acomodar Cristina a la Argentina?
Parece que nos mentiste, Néstor. El país no es normal. A seguir entonces.
Foto.