La lectura del libro “Los hombres de Perón. El peronismo renovador”, de Marta Gordillo y Víctor Lavagno, en el que los autores publican entrevistas realizadas entre diciembre de 1986 y enero de 1987 a los principales dirigentes justicialistas -y opositores- de aquel entonces puede resultar un ejercicio iluminador para el observador actual.
¿Cómo es una oposición? ¿Cómo conforma una visión de futuro? ¿Cómo desarrolla una crítica o autocrítica de su trayectoria reciente y no tanto? ¿Cómo logra acuerdos y desacuerdos entre sus dirigentes y fragmentos? ¿Qué imagen proyecta hacia la sociedad? ¿Cómo contiende con el oficialismo? ¿Qué imagen tiene del Presidente?
El libro contiene entrevistas a Antonio Cafiero, José Luis Manzano, Carlos Grosso, Carlos Menem, Luis Macaya, Oraldo Britos, José Octavio Bordón, Eduardo Vaca, Roberto García, Carlos Ruckauf, Olga Ruitort de Flores, Julio Guillán, Esteban Righi, Marcos Raijer, Jorge Argüello, Manuel Torres, Juan Carlos Dante Gullo, Julio Bárbaro, Claudia Bello, Carlos “Chacho” Alvarez, Oscar Massei, Fernando Melillo y José Manuel De la Sota.
Vamos a compartir una serie de ejes de análisis con los lectores.
- Los nombres:
La “renovación” es diversa. O -de algún modo también- es una bolsa de gatos. Lo dice, fiel a su estilo, José Luis Manzano, presidente del bloque de ese espacio en la Cámara baja: “La renovación es como el colectivo 60, porque va a muchos lugares y tiene muchas cosas muy disímiles adentro”. Incluye a los dos dirigentes peronistas que se disputarán la candidatura presidencial de 1989: Cafiero y Menem. De los nombres incluidos en el libro, casi ninguno de ellos se inclinó por el ganador en la interna del 88 -probablemente sólo Claudia Bello-. Primer tema, entonces. La diversidad. Y, en el peronismo, ¿el que entra Papa sale cardenal?
A su vez, no contiene cualquier nombre sino algunos que serán (más) importantes en el futuro: un presidente, dos vicepresidentes, dos gobernadores de la provincia de Buenos Aires, un gobernador de Córdoba, uno de Mendoza, un intendente porteño. A su vez, dirigentes que se enfrentarán entre sí. Menem contra Cafiero; Bordón y Alvarez contra Menem. En algún momento Grosso contra Menem.
Por cierto: faltan nombres muy importantes. No está Eduardo Duhalde, quien marcará la política bonaerense a partir de 1988 por más de una década, no está el futuro gobernador Felipe Solá, no están ni Néstor ni Cristina Kirchner o el futuro presidente interino Adolfo Rodríguez Saá.
Las trayectorias son también diversas. Cafiero, con participación en todos los gobiernos de Perón; Menem, ex y actual gobernador de La Rioja y ex preso político, otros que han formado parte del gobierno de Isabel, como Ruckauf; algunos que han simpatizado más con Montoneros y otros que se han enfrentado a ellos; algunos que transitaron la dictadura en libertad y otros que no; algunos que han denunciado a la dictadura en 1979, ante la presencia de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) y otros que no.
2) Las disputas
En las entrevistas surge con claridad las disputas que ya enfrentan al propio espacio de “la Renovación”. Cafiero contra Vicente Saadi (“Nosotros no lo discutimos por más que no represente la renovación. Creemos, yo al menos creo, que tal vez éste no sea el momento de profundizar una nueva crisis interna alrededor de la presidencia del partido. Tal vez haya que esperar, no sabemos si antes o después de las elecciones del 87, pero habrá que esperar otro momento”). Menem contra buena parte de la renovación (“De ese error de enfoque surge que quienes sólo medran con la especulación electoral, terminen diciendo que el que no es renovador es Menem”). Ruckauf, con una vieja cuita con Grosso al parecer luego recompuesta en parte (“Eduardo Vaca, Roberto Digón, Roberto García, estuvieron conmigo en la lista del 83. Lo que no se puede dudar es que tanto Cafiero como Grosso, por ejemplo, no están en el avión que se estrelló en el 83, eso les da la posibilidad de conducir”). Ruitort contra algunos planteos de Manzano (“Yo me opongo a ese tipo de denominaciones y por eso critico al compañero Manzano, que nos caracteriza como de centro-izquierda. Yo creo que nuestro movimiento no admite comparaciones con ningún otro del mundo, por su origen y por eso no puede decirse que somos de izquierda”). De la Sota contra Menem (“Mis diferencias no son de tipo personal. Yo a Menem lo respeto como un trabajador de la política que indudablemente consagra buena parte de su tiempo y de su esfuerzo a construir lo que él cree su verdad. La diferencia está en que yo visualizo una rémora en el discurso y en la actualización de la propuesta por él formulada. No hay en Menem verdadera intención de cambio y autocrítica con respecto a las viejas metodologías que tanto daño hicieron al peronismo”).
Dice Julio Bárbaro: “Digamos que todo lo que se da hoy es el enfrentamiento de tres de ellas (líneas internas) contra el grupo de Manzano. Vaca, que son los tipos que enfrentaron en la Capital, enfrentaron en Mendoza, enfrentaron en todo el país, bueno, en Mendoza arreglaron. El grupo de los pragmáticos está siendo aislado en todo el país, es un sector más jugado con la ideología, pero también el peronismo tiene que saber sus riesgos de ideologizarse en exceso y terminar siendo el Partido Intransigente; la eterna historia de los argentinos, donde más militancia hay, hay menos ideas y menos pueblo”.
3) La lectura del pasado
Le lectura del pasado no es unívoca. Por no decir que es contradictoria. Ni sobre el pasado más remoto, ni sobre el más reciente. Los 70 están a la vuelta de la esquina. Y esto tiene un efecto político concreto porque el peronismo sigue estando vinculado (por parte del gobierno de Alfonsín, sobre todo) a un pasado de violencia, de oscuridad, de la Triple A y de Montoneros. Un pasado que “no vuelve más”. Estos dirigentes han estado vinculados de una u otra manera a todo aquello, “forman parte” de ese pasado horrible, del que el radicalismo en su relato se ubica “por fuera”. Un pasado con el que, “patota cultural”, mediante, acosa al peronismo, parte integrante de las “corporaciones”. Hay además una lectura que se va realizando, que se va reescribiendo. Dice Cafiero, por ejemplo: “Pero Perón, sin embargo, se mantiene fiel a algo: cuando a él le dicen que hay que acabar con la guerrilla y la subversión de cualquier manera, él dice, dentro de la ley todo, fuera de la ley nada. Se podría haber acabado con la subversión en tres días si se lo hubiese propuesto. Lo ético es lo que salva al peronismo. Porque si algún loco hubiera querido emprender esa lucha, tipo Proceso, hoy estaríamos tan sancionados ante la historia como los responsables del mismo Proceso (…) Comparto la interpretación que hace Mignone en su libro, que la Triple A funcionó desde los servicios de las Fuerzas Armadas y que fue una cosa ajena a las estructuras partidarias oficiales del gobierno (de Perón e Isabel). Yo lo pienso, pero pero no estoy en condiciones de saberlo. Yo como ministro, lo único que veía eran secuestros, atentados… sigo pensando como lo dije públicamente: a fines del 75 la guerrilla estaba aniquilada y se le podría haber ahorrado al país esa enorme tragedia con una acción legal, pero los militares no estaban dispuestos porque había otro proyecto detrás: apoderarse del país y de la herencia de Perón”.
Dice Claudia Bello: “Lo que yo rescato de Montoneros, fundamentalmente, es la posibilidad de pensar, de pensarse a sí mismo y pensarse como generación en la transformación de una nación. Creo que todos los compañeros que estaban participando en esa experiencia no lo estaban haciendo desde un cálculo frío sino desde la voluntad de hacer de esta patria una patria feliz. El error que cometen es caracterizar la situación como que es posible lograr ese objetivo con esa metodología”.
Dice Carlos Grosso: “Yo creo que siempre, el surgimiento de la violencia en las sociedades tiene una cuota de asidero en el contexto que se está viviendo. El problema que se da en general es que los que eligen el camino de la violencia luego se profesionalizan. Esto ha pasado en todos lados. (…) Hoy es fácil decir que la violencia de esos años era una forma de perversión de la sociedad, si no se tienen en cuenta otros factores”.
Dice Menem sobre declaraciones suyas de febrero de 1976 en las que se refirió a las Fuerzas Armadas como “esa buena gente”: “Mire, una cosa es lo que ocurre en la realidad y otra lo que un político puede decir a su pueblo. Nosotros sabíamos que eso se venía pero, ¿qué le iba a decir a la gente? ¿que se venía un golpe? ¿que esto se acababa? Hubiera sido una actitud de resignación más o menos similar a la que tuvo el gobernador Calabró, que esperó a los militares en su despacho con un copetín”. “Bueno, las formaciones especiales, en principio, fueron justificadas por Perón, pero cuando volvimos al régimen constitucional ya no se justificaba”.
Reitero: esas heridas están aún muy frescas, están delineándose y redelineándose. Y hay un oficialismo que en forma permanente mete el dedo en la herida del PJ.
4) La lectura del presente
Escuchemos lo que dicen algunos de los protagonistas sobre, por ejemplo, un tema clave y acuciante, como es el de la deuda externa:
Cafiero: “El tratamiento que nosotros hemos propuesto es mucho menos efectista, pero es mucho más real. Hemos propuesto que la Argentina deba ligar los pagos de la deuda externa a alguna variable interna, o un porcentaje de las exportaciones o un porcentaje del crecimiento del Producto Bruto. (…) Y… la parte estatizada de la deuda externa es otro de los escándalos que ha tenido el país (…) ¿Qué tipo de medidas políticas (se podrían tomar sobre esa deuda)? No se me ocurren, salvo que todos los que fueron beneficiados con este tipo de cosas sean obligados a pagar un impuesto. Yo lo admitiría (?!), pero creo que es de muy difícil vialbilización legal porque eso sería inconstitucional”.
Manzano : ”En el 87, si nosotros ganamos las elecciones, creo que se pueden dar tres pasos inmediatos: el primero es la formación de una comisión investigadora, porque nosotros seguimos pagando sobre el total; el segundo es la limitación por ley del Congreso a través de la ley de presupuesto… (…) Otra cosa que sí se puede hacer en lo inmediato es la nacionalización de los depósitos y la direccionalidad del crédito para fomentar la industria, las economías de base regional, la producción nacional relacionada con las exportaciones, con tasas preferenciales. Y la otra medida para el “Día D”, es la apropiación por parte de la Nación de todos los recursos del comercio exterior, lo que no quiere decir la estatización de los mismos”.
Carlos Grosso: “El pago o no pago depende fundamentalmente de la organización del frente interno nacional. Esto significa que uno puede plantarse frente a los acreedores de muy distinta manera si uno tiene mancomunado el frente interno. No hay ningún país en el mundo que diga directamente ‘no pago’. Pero sí que dice que se paga y bajo determinadas condiciones, México y la Argentina de Alfonsín pagan según las condiciones que imponen los acreedores. Brasil, en cambio, es un país que siempre pacta las condiciones de los acreedores pero luego paga como quiere”. (…) “Lo que pasa es que si no hay una Argentina productiva tampoco se terminará con los niños desnutridos”.
De la Sota: “Los radicales, en esa oportunidad, intentaron demostrar con viejos recortes de diarios que éramos unos irresponsables, que si declarábamos la moratoria no íbamos a poder ver más por televisión la serie ‘Dallas’ o alguna otra. Que no íbamos a tener más repuestos de aviones, medicamentos o plástico. Y hoy vemos cómo el Brasil, cuyo presidente no puede sin duda ser calificado de revolucionario, declaró la moratoria del pago de la deuda externa. Nosotros planteamos la moratoria, que como toda moratoria es unilateral. Yo no conozco ningún acreedor que se ponga de acuerdo para que no le paguen”.
Podemos a esta altura empezar a decirlo. Los “hombres de Perón” no tienen mucha idea de cómo le van a ganar a los “hombres de Alfonsín”. Ni con qué discurso, ni con qué programa, ni con qué liderazgo. Pero allá van.
5) La desorientación sobre el pasado y el presente se retroalimentan
Un buen elemento para ver esta situación es el del tratamiento de la Ley de Punto Final, promulgada el 24 de diciembre de 1986. El peronismo no bajó a debatir la ley en Diputados y, con el tema fresco, sus dirigentes continúan dando explicaciones.
Manzano explica que “nosotros creemos que la aprobación parlamentaria es sólo un paso y ahí estábamos perdidos. Esto es una cosa que sigue, porque hay anuncios de militares en el sentido que esto es sólo una parte, reconocido por los funcionarios del Gobierno. Nosotros entendimos, con bastante debate interno, que era el terreno en el cual el radicalismo era más fuerte porque había disciplinado sus fuerzas, tenía el número para sacarlo. (…) Esta era la discusión, algunos eran partidarios de ir a dar el debate, otros de que el debate estaba dado desde el momento que nosotros habíamos llamado a la marcha, que habíamos ganado la calle y que íbamos a seguir haciéndolo durante todo el año, y que era un debate para hacerlo en el seno de la sociedad, no ahí donde iba aser derrotada la oposición, sabiendo que en la sociedad hay mayoría de gente que está en contra””.
6) Izquierda, derecha, dame más
Hay indefinición, hay “desencantamiento” de la política. Y, ¡sí! ¡hay sanata !!
Julio Bárbaro: “El peronismo no tiene una respuesta para la sociedad, hay que aceptarlo y punto; no se pudo conducir a sí mismo, ergo no puede conducir a la sociedad. Lo podrá hacer en el 89. Hoy no puede, puede más que hace dos años pero todavía no puede. Y en el tema de las ideologías, las naciones, antes que ideas tienen intereses: la unidad nacional es interés de la nación. ¿La justicia social? ¿Desde dónde? ¿Hoy, desde dónde? Hoy no está claro”.
Menem: “(El bombardeo de Trípoli) lo viví con un hecho aberrante, trágico, siniestro y que marca una escalada en todo aquello que hace a la violencia y a las posibilidades de conflicto mundial”.
Grosso: “… creo que J. W. Cooke fue un hombre muy importante en la historia del peronismo, como pensador y como ejecutor político. De alguna manera signó a gran parte de nuestra generación, como también lo hicieron Hernández Arregui o Jauretche o un protopensador del peronismo como Scalabrini Ortiz. Lo que sucede es que la vida de los pueblos no es estática y no responde siempre a los mismos parámetros”. (..) Y por eso sucede que por no hacerlo quedamos encerrados o en el espíritu negativista del ‘no se puede hacer’ o en un voluntarismo triunfalista en que se propone el ‘deber ser’ sin decir el ‘cómo hacerlo’”. “Esto no quiere decir que no se tenga una tendencia a la utopía (sic). Pero lo que cuesta más es hablar del camino intermedio que nos haga salir de la crisis”.
7) Las ganas de ganar
Como esos equipos que tienen “hambre”, el peronismo renovador quiere ganar. Le tiran con la patota cultural, le tiran con la democracia, le tiran con la Triple A, le tiran con la deuda externa, le tiran con los No Alineados, le tiran con Montoneros, le tiran con las corporaciones, le tiran con Guglielminetti, le tiran con Casildo Herrera, le tiran con el estado de sitio, le tiran con la violencia, le tiran con el caos. Agacha la cabeza y le mete y sigue y le mete y disputa y le mete y le mete y le mete.
El gran ideólogo del libro parece ser “Chacho” Alvarez:
“En primera instancia, hay una respuesta a la demanda de democracia. Salir de la estructura de liderazgo carismático que ejercía el general Perón exigía al peronismo atravesar una etapa que lo fuera conformando como una fuerza política creíble, más que nada como un partido organizado institucionalmente. Y creo que la primera etapa de la renovación es eminentemente metodológica. Pero este hecho no es solamente formal. Es un hecho que hace a los contenidos (…) Estamos sufriendo lo que sufre la sociedad argentina: la falta total de proyectos colectivos. Y en esto el peronismo tampoco escapa a la cultura política dominante en cuanto a que lo que priman son, de alguna manera, los intereses sectoriales y personales. La lucha ahora es por dotar al peronismo nuevamente de ese espíritu colectivo, de ese proyecto común, que sería la segunda fase de la renovación”.
El gran ambicioso, el que lo tiene más claro en términos políticos, en términos de “big picture”, sin embargo, es quien se terminará alzando con la Presidencia de la Nación. Dice Carlos Menem:
“Yo insisto en que no hay una renovación sin una propuesta y sin la unidad de todo el justicialismo. Les voy a dar un ejemplo: en las elecciones internas de Córdoba, De la Sota, que levanta la bandera triunfalista y quiere excluir al sector de la ortodoxia, saca 350.000 votos. La ortodoxia saca 250.000. El radicalismo en esa misma elección saca 600.000 votos. ¿Podemos entonces excluir a la ortodoxia si pretendemos darles batalla a los radicales? No podemos marginar de la vida partidaria a 250.000 justicialistas. Eso no quiere decir que los dirigentes que evidentemente han sido superados por los acontecimientos no tengan que dar un paso al costado. Pero, insisto, no podemos incursionar tan alegremente en el campo de la política y darnos el lujo de decir: soy renovador y me muevo con los renovadores y nada más (…) ¿Quién soy yo, quién es Menem para decir que tal o cual no van más dentro del partido? El que en definitiva decide es el afiliado (…) Yo diría que sí, y lo digo con toda humildad, sin soberbia. Soy el único que está en la renovación tal cual se constituyó”.
Las oposiciones son siempre imperfectas, falibles, incompletas. Como nosotros. Nos gustan así, falibles. Pero vivas.