¿Por qué publicar lo que sigue acá abajo? Si ni siquiera cuenta con las palabras ministro o economía. ¿Por qué hablar de la construcción de hegemonía -que de eso hablan las palabras que siguen- cuando existen cuestiones más inmediatas? Justo cuando desde acá se pedía parar la pelota, alguien pidió el cambio y el DT (o el manager) metió un jugador de su confianza. Tal vez ya nadie en este gobierno esté abocado a cuestiones como la hegemonía. Por suerte. El kirchnerismo no puede gobernar pensando en el poskirchnerismo. Todavía tiene tareas que cumplir. Tampoco se puede escribir desde el minuto a minuto de Clarín. Por eso, acá abajo, van unas reflexiones sobre la lucha por el sentido del orden en la política argentina. Porque cuando logremos parar la pelota, tenemos que saber para qué lado tirarla…
Argentina: de pie y en paz. Tal fue el lema del gobierno de Duhalde. Digno heredero de la tradición positivista (el lema, claro), en la que destacan el paz y administración roquista y el orden y progreso de Comte bordado en la bandera de Brasil. Y precisamente al orden quería dedicarme. Por recomendación de Mendieta, quien en su insaciable ambición, anota que no basta luchar por el significado de la seguridad sino que también hay que saldar cuentas con el orden, así, en estado puro. No voy a recorrer la discusión teórica sobre el tema. Baste entonces una anotación que hace Eduardo Rinesi sobre la situación en los ochenta (la fuente no especifica el siglo pero creo que, de modos diversos, vale para el XIX y el XX):
“La cuestión social no tenía que tener politizada. La política, entendida como sistema de reglas de juego institucional, se definía por su separación, por su distanciamiento respecto a lo social. Lo social era una amenaza para la política, una sede de problemas para la tarea de consolidar un orden político. La pobreza debía ser despolitizada”.
Según esta tradición, cuando la política se encuentra con lo social, el resultado es la anarquía. La misma anarquía cuyo triunfo blande Abel Posse, comprobado en una graciosa licencia poética que le permite unir «piqueterismo, escraches e intimidación de los ciudadanos indefensos. Desde el ataque a la Legislatura hasta los desmanes en Mar del Plata durante la conferencia cumbre, la destrucción de la estación de Haedo, los destrozos en la de Constitución, el grotesco corte de rutas y puentes internacionales». El resto de la nota de este dilettante pago por el pueblo argentino no necesita ser glosado: es una iteración del argumento sobre el reinado del caos apocalíptico en todas las esferas de la vida pública. Una buena parte de lo maldito del peronismo, está sin duda en su capacidad de atar la conflictividad social a la política. En su capacidad de conjurar la fuerza política de las masas y a la vez conducirla. En palabras de Rinesi
«La cuestión social encuentra un salto cualitativo en su modo de formularse, en relación con la política en Argentina, por supuesto, en la década peronista. La cuestión social se volvió, claramente, una cuestión política. La vieja pregunta que la elite argentina viene formulándose desde 1900, cómo liderar a las masas, finalmente encuentra su resolución».
El peronismo no niega el conflicto sino que lo asume, incorporándolo dentro de si para poder expresarlo en términos políticos. Esa capacidad de desordenar ordenando y de ordenar desordenando es lo que le permitió al peronismo tener éxito no sólo como proyecto de poder sino en la creación de una sociedad en la cuál las masas estaban plenamente incorporadas social, política y económicamente. Hoy el desafío es el mismo. Para el peronismo o para quien sea. El desafío es generar un orden nuevo, que asuma el conflicto como una dimensión propia de si. Hoy las masas no son sólo trabajadoras, sino también desocupadas. Hoy el capital nacional y el internacional son una misma moneda cuyas caras a veces se parecen mucho. Entonces es necesaria una habilidad política fenomenal, una creatividad fuera de serie, para imaginar un orden posible, para imaginar la justicia de ese orden. Es por eso que, desde el lugar que sea, hay que recuperar la iniciativa. Hay que seguir hasta encontrar las palabras que permitan expresar el orden del mundo que queremos construir. Para que cada vez que luchemos con los apólogos del orden oligárquico-autoritario, podamos oponerles el orden popular-democrático.
Este debate podría tomar, creo, dos caminos: o discutir si “El peronismo no niega el conflicto sino que lo asume, incorporándolo dentro de si para poder expresarlo en términos políticos”, o discutir si “Hoy el desafío es el mismo. Para el peronismo o para quien sea. El desafío es generar un orden nuevo, que asuma el conflicto como una dimensión propia de si”.
Como antiguo partícipe de –interminables e indecidibles– discusiones sobre la primera, prefiero la segunda. El país está tan desintegrado, tan diferente a como fue, que es posible una confluencia entre progresistas peronistas y no peronistas alrededor de la segunda idea: el desafío es el mismo (integrar, igualar, “ciudadanizar” social y políticamente), pero no es el mismo por lo que también se dice en el post (cambios en los actores, etc.).
Sería deseable –según mi punto de vista– que esa confluencia fuera alrededor de un modelo socialdemócrata (o peronista, según quién lo nombre): reforma impositiva progresiva y Estado de Bienestar. Pero ¿hay actores para esto? ¿Los empresarios comprenden un capitalismo social, en el que ganen no por la superexplotación, un fisco "africano" y la ilegalidad, sino por el consumo masivo de “sus” trabajadores? ¿Los sindicatos son favorables a que el Estado y no ellos vía obras sociales gremiales gestionen el Welfare?
Dudo mucho. En ese sentido, la presencia de esos actores muestra que de aquella Argentina pre-derrumbe todavía quedan cosas. Eso sí, de su costado más complicado.
Sí, tengo una pequeña clave. Hay que encontrar cuadros que sepan de lo que hablan. Que estén lejos de la improvisación de "y, los muchachos viste como son". O de "y… vamos viendo". O de "llamá a alguien que sepa…"
Saludos!!
En dirección a lo que dice el Escriba, es interesante tener en cuenta que, adhiriendo a lo que planteás, Alejandro, las palabras que permitan expresar ese órden del mundo tienen que tener una cosntrucción en cierto punto colectiva. De ahí, me parece, puede nacer su eficacia.
Y hay que tener en cuenta que, seguramente y de lograrse, nos vamos a encontrar -y construir un discurso en relación/oposición a – un orden contrario escrito más por los grandes medios opositores que por los políticos profesionales, hoy devenidos en comentaristas.
Bueno, veo que al menos tomó el desafío de lanzar un "debemos pensar en esto". No es poco. Eso sí, decir "Mendieta" e "insaciable ambición" en una misma oración es casi un oxímoron. Si yo me conformo con poquito: un fifty-fifty en la distribución, un país integrado social, cultural y economicamente, un proyecto de Nación, una fuerza política que exprese esto y un gol de Navia o Avalos. Salvando lo último no es tanto, no?
En principio hay muchos peronismos. Los cuatro que dice Horowitz, el primer Perón, el de la resistencia, el de VAndor y el del último Perón. Le siguen el de Menem, el de Duahalde y el de Kirchner disputando con R.Saá y sus amigos. Digamos que Kirchner hoy lo protagoniza, pero no sin la feroz disputa del otro peronismo que lo acosa desde el rencor. Será que Kirchner se quede con el nombre borrando de la memoria todos los que se interponen entre el primer Perón y éste último, que son los que más se parecen. Pero hay que contar que Kirchner se encuentra con un país mucho peor que el encuentra el primer Perón. Kirchner tiene que lidiar también con el otro peronismo. Que de esto sale un orden es seguro. Se dieron claros mensajes, la dignidad nacional recuperada en la contienda con el FMI y el pago de una deuda externa como sorpresa para los liberales, la no concurrencia a la Rural de un presidente, hito en la historia de Alfonsines expuestos al silbido, el abandono de la Catedral para oir la homilía, y no hablar del impulso fenomenal a los juicios contra los represores. Si esto no es un orden, el orden donde está. Es por eso que gente de izquierda bienpensante, o de otros lados como el radicalismo o el socialismo se juntan a este derrotero sumamente ordenado con apariencia de desorden. Nos faltan las palabras para proponer un modelo teórico. Y bueno, digamos que es el peronismo, aunque no acepten que hay luchas clases, total, igualmente viven lidiando contra la clase que los quiere expulsar del gobierno.