Si se sigue tras los pasos del primer hombre, huella a huella, se formará un sendero visible pero difícilmente transitable y estrecho: una trocha y no un camino, lleno de hoyos por los cuales es más difícil avanzar que por la nieve virgen. El trabajo más duro es para el primero, y cuando a éste se le agotan las fuerzas, lo reemplaza otro, de aquel mismo quinteto de cabeza. De entre los que siguen los pasos del primero, cada uno de ellos, incluso el más pequeño, el más débil, debe pisar un pedazo del manto nevado, y no alguna otra huella. Y sobre los tractores y a caballo no viajan los escritores, sino los lectores.
«Cómo caminar en la nieve». Varlam Shalamov, Relatos de Kolyma.
Mario Wainfeld es el maestro de todos nosotros. El lector (diría el maestro), entenderá o irá entendiendo qué significa “todos nosotros”.
Su primer libro, “Kirchner, el tipo que supo” se ha convertido en una obra-acontecimiento. Agotada su primera edición en pocos días, su lectura motiva comentarios entre compañeros y amigos. “Estoy leyendo el libro de Mario, está genial”. “Esto leyendo el libro de Mario, me largué a llorar en este tramo”. “Escuchá esta parte del libro de Mario”.
El libro de Mario, con sus vivos naranjas en la tapa y contratapa, se deja ver en el subte, en la calle, en un bar. Se lleva en la mano, al viento. Entra a los trabajos, se deja sobre las mesas. Motiva miradas, guiños, expresiones.
No es original el libro de Mario. No es pirotécnico, no es efectista. Es amable, pedagógico y preciso, cálido, iluminador. Como es Mario.
“Kirchner, el tipo que supo” es un libro político que, como enseñaría Quentin Skinner, no puede entenderse sin delinear el contexto de aquellas voces con las que está debatiendo. Porque todo libro político debate. Wainfeld hace explícita esta discusión. Aquí la vamos a precisar. Este libro debate con la antipolítica, con los que sólo se aman a ellos mismos, con los que odian, con los mercenarios, con los que no tienen amigos. El lector los podrá nombrar.
El libro tiene la virtud de elevar la vara del debate político hacia afuera y hacia adentro del kirchnerismo. Y comete la herejía -perdón por el spoiler- de destacar a Néstor Kirchner sin acudir al recurso berreta de criticar a Cristina Fernández.
El autor busca hacer lo que hace siempre con sus notas. Intenta poner, con honestidad, las cosas en su justo punto. Aristotélico, pero no zonzo, sabe -explicita- que eso se hace desde una identidad, una personalidad y en un contexto. Hacer lo que hace Mario Wainfeld en este libro, un esfuerzo por poner las cosas en su punto justo en este momento de la Argentina es algo que, como también sabía Aristóteles, requiere tener -los griegos tenían otra palabra para esto- pelotas. Este libro está escrito con las pelotas bien puestas, concepto este que seguramente no le parecerá adecuado al maestro, pero que utilizamos a falta de otro más preciso.
Durante toda la obra, Wainfeld describe el contexto en el que gobernó Néstor Kirchner y en el que se movió como ex presidente. Qué pudo allí soñar, diseñar y hacer, qué cosas quizás no pudo, no quiso o no supo -tatuaje que, ahora sabemos, lleva todo expresidente-. Cuál fue la Historia y cuál pudo haber sido, o no. Cómo son la política y la sociedad argentinas en el marco de su implacable economía (los términos de esta oración son siempre intercambiables).
Mario realiza el recorrido deteniéndose, recordando, explicando, como un guía que puede contarnos qué existía antes y qué no, cuánto esfuerzo lleva construir y qué rápido se destruye. Lo hace con su tono habitual: abierto, humilde, respetuoso de la diversidad.
Sin embargo, hacia el final, en un momento ocurre que la identidad, la emoción, la sangre gana el primer plano:
Aró con bueyes viejos, como canta Silvio Rodríguez. Por esas causas cambió la historia, fue jefe de una fuerza que creó, emblema y paladín para tantos compatriotas. Por eso se quieren borrar su recuerdo y el de sus realizaciones.
Para cerrar, el autor elige una cita de Max Weber que siempre nos conmueve y a la que nos hemos asomado en momentos de dolor e incertidumbre. Es una que comienza así: “La política consiste en una dura y prolongada lucha contra tenaces resistencias, para las que se requiere, al mismo tiempo, pasión y mesura”. Y sigue:
Es completamente cierto, y así lo prueba la Historia, que en este mundo no se consigue nunca lo posible si no se intenta lo imposible una y otra vez. Pero para ser capaz de hacer esto no sólo hay que ser un caudillo, sino también un héroe en el sentido más sencillo de la palabra. Incluso aquellos que no son ni lo uno ni lo otro han de armarse desde ahora de esa fortaleza de ánimo que permite soportar la destrucción de todas las esperanzas, si no quieren resultar incapaces de realizar incluso lo que hoy es posible. Sólo quien está seguro de no quebrarse cuando, desde su punto de vista, el mundo se muestra demasiado estúpido o demasiado abyecto para aquello que él ofrece; sólo quien frente a todo esto es capaz de responder con un ‘sin embargo’; sólo un hombre de esta forma construido tiene ‘vocación’ para la política.
Salud, Mario. Fuerza todos.