All of the questions in my life will be answered
When I decide which road to choose
What is the answer to the question of U?
(Prince)
En su libro “Todos los caballos del rey. La integración de los partidos políticos y el gobierno democrático de la Argentina, 1995-2003”, publicado en 2007, Marcelo Leiras describe “el proceso y los mecanismos que llevaron a que el sistema de partidos y a los partidos nacionales argentinos” a fragmentarse. El autor busca ofrecer “herramientas para pensar si la tarea de reconstrucción está a la medida de la fuerza” social necesaria.
Parte de una premisa: “Reintegrar a los partidos políticos es condición de la reintegración del sistema de partidos”. Y de una convicción. “Un sistema de partidos más robusto es indispensable para extender y profundizar el gobierno democrático en la Argentina”.
“Unidad” es la palabra que más usan los opositores al gobierno de Mauricio Macri. Es cierto, le ocurre a cada oposición (fragmentada) que se enfrenta a un presidente (fuerte). Pero además, la palabra tiene connotaciones especiales para la principal oposición al macrismo, la que encarnan dirigentes peronistas. “Unidos” es una palabra clave para el peronismo. Se llamó así la revista que pensó cómo debía o podía ser el peronismo de la transición democrática. Los peronistas no se piensan “juntos”. Se piensan “unidos”. “Todos unidos triunfaremos”. ¿Y si no estamos unidos, no triunfaremos?
En uno de los apartados del libro, Leiras aborda una cuestión clave. Se titula “El precio de la derrota: competencia e integridad intrapartidarias”. Lo hace con un lenguaje muy “politológico”. Pero el lector que no tenga esta formación y a quien le interesen las dinámicas que se dan dentro de los partidos políticos y, por supuesto, la cuestión de “la unidad de los peronistas” encontrará algunos conceptos que quizás le despierten algunas reflexiones.
Dice Leiras:
“(…) la competencia intra-partidaria no es puramente conflictiva. Tiene atributos que la emparentan con los problemas de intercambio. Quienes compiten dentro del partido intercambian la disposición a seguir colaborando entre sí una vez que la competencia ha concluido. Cuando son efectivos, los intercambios producen un resultado mejor que la situación previa para todas las partes: todos dan algo que desean o necesitan menos a cambio de algo que desean o necesitan más. La mejora puede beneficiar a alguna de las partes en mayor proporción que a las otras, pero lo decisivo es que el intercambio no represente un perjuicio para ninguna”.
Y agrega:
“Cuando alguna de las partes cede a la tentación de conservar lo propio y obtener lo ajeno, los intercambios fallan. El problema de intercambio consiste en evitar que alguien ceda a esta tentación”.
Luego, el autor se pregunta “¿Qué problemas plantea la competencia intra-partidaria para la supervivencia y la unidad de los partidos políticos?” y propone “un modelo sencillo de interacción estratégica para responder a esta pregunta”.
Más allá de los detalles sobre cómo funciona ese modelo, me interesa marcar algunos de sus componentes. El autor trabaja sobre la idea de una “compulsa interna de autoridades partidarias o candidatos para cargos electivos”. Uno tiende a pensar que esto va más allá de esas dos situaciones y de si se da en el marco de elecciones internas o no. Lo interesante es el marco y los elementos que componen esto que ocurre en el marco de una disputa interna.
Así, de acuerdo a este modelo repleto de fórmulas, hay un “Ganador” (G) y un “Perdedor” (P). ¿Y qué ocurre entre ellos?
“G puede elegir entre dos estrategias: ‘compensar’ o ‘no compensar’. La forma particular de compensación puede ser variada: por ejemplo, pueden ofrecerse espacios en los órganos de conducción, en las listas de candidatos del partido, nombramiento en la burocracia pública o recursos útiles para la actividad política de P”.
A su vez, el perdedor (P) “puede elegir entre ‘colaborar’ y ‘no colaborar’. Nuevamente, la colaboración puede tener diversas formas: movilizar su maquinaria electoral en elecciones generales, defender el programa de G en el debate público y, en general, hacerle más sencilla la vida a G dentro del partido”.
El panorama se completa así: “Cada jugador define sus estrategias de acuerdo con lo que estima que hará el otro jugador y según el beneficio que le reporte el resultado de cada estrategia del oponente. Los jugadores conocen el valor que cada uno le asigna a cada resultado posible del juego. Los jugadores deben decidir su estrategia sin saber lo que ha hecho el otro jugador. Para este análisis preliminar, consideraremos que el juego se juega una sola vez”.
Esto es interesante: “La utilidad de cada jugador tiene cuatro componentes. Uno de esos componentes es independiente del juego y deriva del resultado de la interna partidaria previa (…) “. El segundo componente, al que el autor llama “x” “representa el valor de la compensación que puede ofrecer” el ganador. El tercer componente (y) “representa el valor de la colaboración que puede prestar el perdedor (P)”. Estos valores son distintos de cero “esto es: tanto compensar como colaborar tienen un costo y reportan un beneficio”.
El cuarto componente es “u”: “representa el valor político de tener un partido unido y desarrollar una acción partidaria coordinada”. Aclara Leiras que “sólo aparece cuando P decide colaborar y siempre tiene un signo positivo, porque la unidad partidaria también beneficia a P”.
Una vez puesto todo esto en juego, situación que, por supuesto, puede generar distintos escenarios (y también, dicho de otro modo, escenarios donde la esquiva “u” se logra o no se da) el modelo permite ver entonces que “el problema del intercambio que plantea la competencia inter-partidaria consiste en inducir la colaboración de los perdedores y la reciprocidad de los ganadores”.
“El análisis indica que el problema tiene solución pero que ésta puede darse bajo ciertas condiciones. En particular, la resolución de los problemas de intercambio intrapartidarios requiere reducir el costo de compensar a los perdedores y el de imponer sanciones a quienes no colaboran o no recompensan la colaboración”.
El texto es elocuente. Agrego unas reflexiones breves.
La unidad tiene un valor (o puede tenerlo). Puede pesar como elemento en la mesa de negociaciones. Pero si todos lo saben y coinciden en eso. Si “ganadores” y “perdedores” de “la interna” le dan un valor para su propio futuro político, es decir para ver en el horizonte la posibilidad de derrotar al adversario (Porque de eso se trataba, no?).
Podemos pensar que si los “ganadores” y “perdedores” no pueden definir de por sí que ese partido político gane una elección puede comenzar a tener más peso e importancia la la cuestión de la unidad y algunos elementos de la dinámica que marca Leiras. Quizás así los ganadores tengan más incentivos de “compensar” a los perdedores y los perdedores a “colaborar” con los ganadores. Hay, de todos modos, una dinámica que puede jugar en contra de un juego virtuoso y es la memoria que queda en los dirigentes de fallidas negociaciones (o su total ausencia) en el pasado.
¿’Triunfaremos? ¿Unidos? ¿Todos? El tiempo dirá.