Escrito en conjunto por María Esperanza Casullo, Nicolás Tereschuk y Abelardo Vitale.
“Todo lo sólido se desvanece en el aire, todo lo sagrado es profanado y los hombres, al fin, se ven forzados a considerar serenamente sus condiciones de existencia y sus relaciones recíprocas”. La cita de Karl Marx es conocida.
Partiremos aquí de una hipótesis no demasiado original. La llamada “grieta”, la división entre “kirchnerismo” y “el resto del mundo” que se habría puesto de manifiesto, sobre todo, durante el último mandato de Cristina Kirchner existió pero tuvo una entidad y una intensidad limitada, no extendidas a toda la sociedad. El 37 – 34 – 21 por ciento en el que entraron en la recta final de octubre de 2015 las principales coaliciones políticas, en un esquema bastante des-polarizado, da de por sí una pista de la situación. Otra forma de expresarlo puede ser la de tomar en cuenta que Daniel Scioli, Sergio Massa y Adolfo Rodríguez Saá obtuvieron sumados, apenas un año y medio atrás, casi el 60 por ciento de los votos nacionales.
La “caprilización” tardía -en julio de 2015- de Mauricio Macri, aquel que no iba a “cambiar lo bueno”, ni perjudicar a Aerolíneas Argentinas, ni eliminar el Fútbol para Todos, ni molestar a los docentes en sus aspiraciones salariales, ni toquetear los activos que administra la ANSES, nos daba otra pista de que la “grieta” no se trataba de una realidad omnipresente u omnipotente.
Otra hipótesis -o más bien premisa- que se sigue de lo anterior, es que la elección fue ganada por este efecto “moderación”, no por el efecto “núcleo duro anti kirchnerista”. O, para ser más precisos: la solidez y convicción del núcleo duro llevaron a Mauricio Macri hasta la primera ronda. Pero el triunfo en la segunda vuelta provino de la capacidad del macrismo de atraer a votantes que habían votado a Massa en la primera. Para esta fracción de votantes resultó central la idea comunicada en campaña de que “nadie perdería lo que se consiguió” y que muchos de los programas más populares del kirchnerismo continuarían.
En este grupo encontramos segmentos de lo que suele llamarse “clase media baja”: trabajadores de industrias y servicios, muchos de ellos sindicalizados en gremios peronistas pero que en 2015 estaban en conflicto con Cristina (en el petróleo, transporte, mecánicos, empleados de comercio, maestros, sectores de servicios).
Tal vez el mayor acierto de la campaña del macrismo en 2015 fue haber desdoblado las apelaciones ideológicas. El antikirchnerismo profundo, furibundo e incesante quedó a cargo de los medios masivos de comunicación y de los analistas de prensa, que machacaron desde los diarios, la televisión y la radio. Esto abrió el campo para que Cambiemos (quien nadie dudaba que fuera el representante del antikirchnerismo) se concentrara en construir una campaña cálida, amigable, con promesas de bienestar.
Pasado el primer año de gestión de Mauricio Macri, la situación ha pasado por varias metamorfosis.Ya en el poder, el macrismo dio rienda suelta a esos prejuicios ideológicos que suelen absorberse sin saber, de chico, mientras uno escucha absorto las conversaciones de los mayores en las cocinas de las casas paternas y que algunos llaman cosmovisión. Los muchachos no son moderados, como no lo es casi nadie que llega con ánimo de mantenerse en el Sillón de Rivadavia. Como saben los que vienen leyendo este blog, la “nueva” derecha que gobierna se parece mucho a la “vieja” y una y otra vez ha frustrado nuestras ganas de realizar análisis sofisticados sobre su presente y futuro. Lo que vemos es lo que es.
Sobre esta base parece estar moviéndose ahora el ánimo de miles y miles de argentinos para quienes, puestos frente a tareas tan cuesta arriba como comprar los útiles escolares para el inicio de clases, lo que era gracioso ya no lo es tanto y lo que no lo era bien puede empezar enojar. Ante ese clima ya no se tiene claro que el oficialismo sea cool, como manifestaba aquel audio de whatsapp viral ideado o promovido con maestría por las mentes brillantes del PRO para el estado de ánimo de octubre de 2015:
“A los 25 años firmó un cheque de 600 millones de dólares con Donald Trump, agarró Boca y le hizo ganar todo; después agarró la Ciudad. Es un superdotado, olvidate, un superchabón. Y aparte… ¡re-cheto!, ¿vos viste el bunker del PRO?, todos con camisita polo, bailando, globos. Los otros todos cirujas, negros, con la gorra, con el bombo. No hace falta ni pensarlo, yo no quiero más los negros esos del peronismo. Yo quiero otra cosa, un cheto de estos con onda, un Tinelli, un Macri, y ver qué pasa. Que hable con Estados Unidos, que esté todo bien, que compremos iPhone, que tengamos ropa por dos mangos”.
En el actual contexto, donde hablamos de cosas bien concretas como por ejemplo si alcanza o no para el peaje, para alguna escapadita de vacaciones, para el colegio de los chicos o los remedios de tu vieja, “la grieta” deja de tener espesor, sustancia, centralidad. Real, sí, pero tan cultural y debatidora de derechos de tercera generación ella, nos dice menos sobre cómo se ordenan las preferencias que algunas cuestiones mucho más pedestres.
Ahí es donde entra el video del trabajador formal y quizás sindicalizado que “gasta” a su compañero de trabajo (no “desde arriba”, sino “desde el costado”, porque jodidos estamos todos) por haber creído en lo que planteaba aquel ya añejo audio de whatsapp mientras que ahora había tenido que salir a mangar una mochila para que su pibe comenzara las clases.
Ahí es donde entran los afiliados a gremios que integran la CGT que, luciendo pecheras azules, no tuvieron empacho en putear a sus secretarios generales a 15 metros del palco de los discursos. Ahí no había “grieta” ni el elemento ordenador del debate era kirchenrismo/antikirchnerismo.
Esto no quiere decir -ni mucho menos- que Cristina o el kirchnerismo no deban ser parte relevante del debate político y también del electoral. Ocurre que ahora, quizás, ni siquiera cuando un obrero le grita “Aguante Cristina” al Presidente está expresando lo que ese grito hubiera significado hace 18 meses o más.
Nos parece que allí, aquí, está pasando otra cosa. Y esa cosa es mucho más un producto de las medidas económicas concretas del oficialismo que de una articulación o estrategia opositora.
Para finalizar: si algo de esa “grieta” efectivamente sobrevivía, pareciera que “abajo” está en franca extinción. Pero que ahí las cosas se mueven, se mueven.