Para una nota sobre la actitud de “los intelectuales” ante “el conflicto del campo”, me enviaron de Clarín un cuestionario, que respondí a las apuradas –tenía poco tiempo– con un texto más bien extenso (es más fácil explayarse que sintetizar). Publicada hoy, la nota, breve, incluye un tramo de lo que respondí, sin distorsionar nada de lo que dije ni situarlo fuera de contexto, pero, como casi todo quedó afuera, quizá no esté mal publicar aquí la respuesta entera, precedida por el cuestionario.
1) ¿Cree que se ha dado, o que es posible, un debate abierto sobre el tema en ámbitos intelectuales o académicos?
2) Pareciera que los puntos de vista se han polarizado, ya sea a favor del gobierno o a favor de las asociaciones rurales. ¿Por qué resulta tan difícil fijar posiciones al margen de estas?
3) Por estos días apareció otra carta de intelectuales de izquierda en la que llamaban a buscar alternativas para la polarización de la disputa. Y sobre todo, subrayaban que en realidad la disputa entre el gobierno y el campo es una pelea entre dos sectores capitalistas. ¿Comparte esa opinión?
4) Entre otras cosas, la soliticada que firmaste subraya las similitudes entre los argumentos de quienes se oponen a las retenciones y los sectores que impulsaron los golpes en otros momentos de la historia. ¿En qué se parecerían?
5) Es curioso que las cartas han venido sólo desde sectores de izquierda, no se ve un movimiento orgánico de derecha. ¿Por qué cree que pasa esto?
Tu tercera pregunta responde a la segunda. Esa «otra declaración» es una muestra, entre muchas otras, de que hay intelectuales que fijan posición al margen de los dos grandes grupos que aparecen enfrentados, «El Gobierno» y «El Campo». La polarización existe, pero es relativa, y tiene muchos matices. Entre los que salieron a decir que están contra los dos bandos recuerdo a Atilio Borón, a Tomás Abraham, a Raúl Cerdeiras, a Claudio Lozano, desde perspectivas discrepantes entre sí. Pero además somos muchos los que, aunque no aceptamos situarnos al margen, tampoco aceptamos que, por oponernos a la movida política iniciada por «El Campo» en marzo, se interprete que defendemos las posiciones que adopta el Gobierno. No acepto la opción «con El Gobierno o con El Campo» ni acepto estar al margen. Yo no estoy «con El Gobierno», estoy «contra El Campo». Pero siempre que cuando digo «El Campo» se entienda que no hablo del campo real y ni siquiera de las cuatro entidades empresarias que usufructúan esa denominación sino de un importante movimiento político que estalló en marzo a partir del anuncio de las retenciones móviles y cuyo contenido excede en mucho el tema de las retenciones, e incluso excede la problemática agropecuaria. Según lo entiendo, «El Campo» es hoy un significante que adquirió contenido propio y que designa a un movimiento político de hecho, que se niega a reconocerse como tal, en el que participan tanto las asociaciones empresarias rurales como la Coalición Cívica, la UCR, el PRO, Duhalde, Rodríguez Saa y De Narváez, entre otros, junto con algunos de los más conocidos opinólogos de TV o conductores de programas de radio (un caso paradigmático es Ari Paluch). Si bien también participan con entusiasmo algunas de la sectas de la izquierda autorreferida como el MST y el PCR, su función es apenas la de la frutilla de la torta: a El Campo les viene bien que estén pero nada más que como adorno o para enfrentar al gobierno: en cuanto dejen de servirles se los van a sacar de encima o los van a aplastar, porque lo que se mueve tras El Campo es un proyecto de derecha, que viene a reinstalar gran parte de lo que se revirtió a partir de fines de 2001. Es una apuesta a un país más chico, más restringido, más excluyente, más desigual, menos independiente en materia de política exterior, al margen de lo que pueda pensar Buzzi –qué piensa realmente es para mí un enigma insondable: me atengo a ver lo que hace y en qué proceso se inserta lo que hace– o de lo que piense De Gennaro cuando dialoga con Buzzi. No digo que todos los chacareros que están cortando las rutas tengan un proyecto de restitución de lo ocurrido durante los 90: seguramente muchos sólo quieren que les ingrese más dinero por el trigo o la soja, pero objetivamente pasan a formar parte de ese gran movimiento de derecha, y la cuestión es quién decide el rumbo.
Respecto del debate intelectual: el único efecto positivo que hasta ahora le pude encontrar a lo que viene ocurriendo desde marzo es que emergió un debate intelectual tan interesante, profundo e inteligente como no recordaba desde hace mucho. El campo intelectual parece empezar a tener ganas de salir de cierta apacible autocontemplación en la que estaba muy cómodo desde hace décadas. Ver la discusión Gruner-Borón-Cerdeiras. O los textos escritos por Alejandro Kaufman o Ricardo Forster. O algunos blogs como Artepolítica» (https://artepolitica.com/). Y, como suele ocurrir, las cuestiones que ingresan al debate exceden en mucho el tema campo-gobierno, y abren rumbos para seguir discutiendo muchas otras cosas. De hecho, muchos de los firmantes de la Carta Abierta (que también firmé) se están reuniendo una vez por semana y debatiendo muchas cuestiones, y con un nivel muy alto: eso me parece algo totalmente nuevo, al menos en la Argentina de los últimos treinta años.
Por supuesto que creo que la disputa Gobierno-Campo es una disputa entre intereses capitalistas. Pero de ninguna manera me da lo mismo que se imponga una opción o la otra. Lo que está en juego, para mí, es ideológico. Más allá de los intereses económicos y político-partidarios, lo importante, para mí, es que hay dos grandes discursos en disputa, y la cuestión es qué discurso hacen suyo los argentinos. Es decir: qué pensamiento. Qué concepción de la política y de la sociedad. Puedo estar de acuerdo con quienes dicen que, aunque adopta un discurso populista de centroizquierda, el gobierno está aliado a poderosos intereses económicos y no cambió nada sustancial en la herencia dejada por la reconversión neoliberal de 90. Pero que adopte un discurso populista de centroizquierda no me parece una cuestión menor. Yo soy de los que piensan que los discursos importan tanto como los actos. Los discursos son actos, establecen las condiciones para actuar en la medida en que se generalizan y se vuelven visiones del mundo. Establecen los climas espirituales que nos llevan a actuar en una dirección o en otra.
En cuanto a la acusación de «golpismo», yo prefiero usar el término «destituyente». No es que no haya motivos para pensar en sectores y actitudes golpistas (basta con la sola presencia de la Sociedad Rural, o con las palabras textuales de las caceroleras de la Avenida Santa Fe) pero lo que está en juego no es un golpe militar como el del 30 o el del 76. Se trata de imponer un drástico cambio de rumbo por otros medios.
Respecto de la última pregunta: que no haya habido cartas colectivas de intelectuales de derecha no quiere decir que no haya un movimiento de derecha, en el que participan muchos intelectuales. No sé si es orgánico (en parte lo es, si pienso en que en la Coalición Cívica hay bastantes intelectuales), pero el movimiento existe, y su inorganicidad no les quita existencia. ¿Por qué no se agrupan y firman cartas colectivas? No sé, habría que preguntarles a ellos. Tengo algunas hipótesis: 1) los intelectuales de derecha –y en general toda la derecha, intelectual o no– nunca aceptó el rótulo «derecha» en la Argentina. Kovadloff, Aguinis o Sebreli son intelectuales de derecha que rechazarían escandalizados esa denominación. 2) Tal vez no necesiten emitir declaraciones porque ya hay quienes dicen públicamente, y con una enorme repercusión en la sociedad, lo que podrían decir ellos. Me refiero a las posiciones que predominan ampliamente en el discurso de los grandes medios (diarios, TV, radio), a los principales analistas políticos de esos medios (Morales Solá, Lanata, Nelson Castro) y a los dirigentes de la Coalición Cívica o la UCR.
Balvanera:
Los felicito por este buen intento. Nosotros(cátedras de Historia «A» y «B» de Filo y Letras) nos estamos reuniendo quincenalmente. Para los que no vivimos los años ochenta este es el mayor movimiento que vemos en los pasillos de la facu.
En una FLIA compré un libro tuyo, felicitaciones.
Buena respuesta y buena idea periodística (aunque el espacio que le dedica es índice de lo que piensa Clarinete de sus lectores).
Muy clara la idea de que «El Campo» como significante vacío es hoy «el partido» de los destituyentes.
Una sola objeción: si bien concuerdo en la importancia de que el gobierno, aunque sea capitalista, deba apelar a un discurso con valores populares, estableciendo algo así como un piso moral para el sentido común mediático (p.ej: justicia antes que reconciliación), esto conlleva un peligro.
Porque las acciones políticas también constituyen un discurso y sus efectos pueden resultar desgastantes para esos valores. Baste recordar los valores de «solidaridad social y fraternidad entre los pueblos» que proclamaba la URSS y el desprestigio que implicó para cualquier iniciativa socialista. O la destrucción de la movilización tras valores progresistas de centroizquierda por parte de las capas medias argentinas que fue la experiencia del Frepaso.
De ahí la urgencia angustiada de tantos intelectuales (me incluyo, modestamente) por verificar alguna corrección del rumbo gubernamental en dirección de la convergencia entre ambos tipos de discurso. Saludos.
Totalmente de acuerdo, Roberto. Ese peligro existe, está muy presente y es suicida desatenderlo. Supongo que se entiende que, por más que valore mucho los discursos y me parezcan insoslayables, eso no supone que crea que con los discursos basta. Lo que intento decir, en todo caso, es que, si el discurso populista de centroizquierda queda ahora derrotado (ya sea por la acción destituyente de la derecha o por el abuso por parte del propio gobierno -cosa que ya ocurre- o, más probablemente aun, por las dos cosas), lo que se viene es muchísimo menos respirable. De paso: me gusta realmente su página y admiro sus dibujos.
César: gracias. ¿Qué es una FLIA? Lo que contás sobre FFyLL es una muy buena noticia. De todos modos, no creo que la comparación pueda hacerse con los 80, que fue una época más bien de desmovilización y aceptación del fin de la historia. Pero tal vez sea un prejuicio mío: no frecuentaba la facultad en esos años. Tampoco ahora, a decir verdad, pero sé lo que pasa por gente allegada.
Concuerdo con Roberto. El GDA cada vez está más choto, la «Ñ» zafa pero hasta en los noventa se le daba más espacio a los intelectuales.
Es cierto lo que decís de los ochenta, pero más bien durante esos años se fueron consolidando las tendencias que harían furor en los noventa. Sin embargo, el grupo del viejo Pasado y Presente y la gente del MAS hacían de la facultad un lugar muy movido. Por mi corta edad durante esoa años(entré a la facu en el 92) no la viví.
Una FLIA es una Feria del Libro Alternativa que hacen los pibes de Letras y muchos artistas y poetas de vez en cuando, tienen una buena acogida según parece.
Hará un año yo compré en una que se hizo en la facu «En la resaca» de tu autoría.
Saludos
Acá la página de los pibes que arman la movida:
http://feriadellibroindependiente.blogspot.com/
Interesante.
Deberías haber estado como tercer voz en el debate que se hizo en Comu entre Mangone y Kaufman.
Coincido con esto que decís: «El Campo” es hoy un significante que adquirió contenido propio y que designa a un movimiento político de hecho, que se niega a reconocerse como tal»
Disiento con que sea esta una característica de derecha o sea la forma que la centroderecha ha buscado para expresarse en el futuro.
Me parece que reducir las cosas a centroderecha versus centroizquierda es mediocre.
El neoliberalismo hundió el bisturí tanto en nuestras conciencias que no nos damos cuenta de que hemos naturalizado lo contranatura y ya no sirven las categorías tradicionales de la Política para encuadrar las situaciones concretas y entre estas manos aún las categorías marxistas, pensamiento que abunda entre la militancia de «solicitada».
Reducir la realidad a una dicotomía de «comité» no sirve ni es conducente, en ese error incurrimos cuando tratamos de responder a las preguntas ¿nace un popiulismo de recha? o ¿existe un progresismo de derecha? dando por entendido que la divisoria de aguas de este rio revuelto es Conservadurismo -progresismo o derecha-izquierda o centro derecha-centroizquierda.
Digo que cuando no se asumen como fuerza política no lo hacen inocentemente, lo hacen por que es una forma de concitar la adhesión de quienes tienen décadas de manipulación deformativa que hace de la política una actividad despreciable.
Somos neoliberales de centroderecha o neoliberales de centroizquierda, o neoliberales progresistas o neoliberales conservadores cuando no planteamos redistribución en serio cuando hay algo de plata -como ahora- para derramar y también cuando no la hay y no nos conformamos con predicar el derrame -u operar el derrame- como lo hicieron Menem, De la Rua y Duhalde o como prometieron y pueden prometer Saá, Binner, Carrió, etc
Somos neoliberales cuando con nuestro discurso: estoy en política pero no soy político, ponemos al estado y a la política bajo sospecha y con eso le hacemos el juego a quienes quieren tener a la política y al estado inmerso en un marasmo.
Somos neoliberales (de cualquier bando) cuando votamos y proponemos leyes antimonopolios y nos declaramos impotentes para afrontar el combate la concentración de la propiedad de los medios de producción.
Somos neoliberales cuando planteamos “higienizar” el modelo.
Somos neoliberales cuando planteamos que todo va mejor sin política, sin estado y sin ideología, por ejemplo cuando Macri plantea un mediador técnico y políticamente neutro para solucionar el problema con Don Campone o cuando se piensa que la justicia debe ser independiente de cualquier compromiso ideológico, sin reparar en que un juez sin conciencia de la injusticia que sostiene a una sociedad estructurada por el neoliberalismo, necesariamente traduce en sus fallos la injusticia del sistema.
Acá se está discutiendo el chiquitaje y en el chiquitaje estoy de lado del gobierno, creo que al menos nos da alas para soñar.
Dirán que lo mío no es novedad, que provengo de la tradición peronista y es asi, soy peronista y del conurbano, pero a ese primer elemento hay que agregar que una buena parte de ese sector de la sociedad (el asalariado) que puede acompañar activamente cualquier proyecto transformador se ha replegado en “ese” peronismo emocional y los que quieran ser parte o liderar ese proceso de cambio profundo deben ganar la confianza de ese sector dando señales de que los acompañan y no es con tibieza y falta de pronunciamiento que lo va a lograr, del otro lado están –entre otros- los que históricamente han sido sus enemigos. Chocolate por la noticia: Yo tomo posición desde mi tradición y mi historia y el asalariado también.
Espero que este gobierno se decida a abandonar el chiquitaje y cuanto antes mejor.
PD: para mi redistribuir es que una familia villera de 6 0 7 miembros cuya única entrada mensual es de $1000 pase a ganar en blanco $6000(no $1200 o $1800 que para mi es derrame) y además se le asigne una casa de plan de vivienda confortable con todos los servicios, que viaje bien y cómodo, que reciba información que lo libere y no que lo manipule a favor de necesidades del mercado.
Respecto a discursos y posiciones me gustaria saber tu opinion sobre la aparente ideologia de ciertos politicos o grupos y su real ideologia, ya q aparecen x un lado y terminan x otro.
Un ejemplo claro es Carrio, aparecio x izquierda y hoy esta palmo a palmo con la Sociedad Rural. Lavagna es otro caso claro, con el default de la deuda se encontraba a la izquierda de Nestor, hoy lo pelea a Lopez M. Los mismos protagonistas del gobierno quedan diluidos en estos juegos de apariencia mediatica. Los K venden ideas x izquierda, pero operan como patrones de estancia conservadores. Utilizan un discurso progre, pero no se sonrojan al dibujar un indice de inflacion q impacta directamente sobre los q menos tienen. A veces, o mejor dicho, muchas veces, los discursos son el vehiculo mas grande de la estafa de los politicos. Argentina es un caso claro, cuyo principal exponente de la hipocresia, el Carlo, ha pasado del salariazo a jugar al tenis con los privatizadores con la misma cara. Es x eso, q no tengo muy en cuenta los «discursos».
Saludos
Omix: Uy Dio!! Bravo lo suyo, y complejo. En principio, estoy de acuerdo en unas cuantas cosas (ejemplo: el rechazo a la política basada en la «no política») y en desacuerdo en otras, pero hasta puede ser, respecto de esos desacuerdos, que no haya comprendido bien lo que dice. Tengo que leerlo con cuidado y que pensar bien la respuesta y ahora no tengo tiempo, así que le pido que me espere un poco, tal vez pueda esta noche.
Kaloma: no estaba pensando tanto en los discursos particulares, de tal o cual persona (ejemplo: Carrió) y que, efectivamente, van cambiando con las personas. En lo que pienso es en qué discurso adopta la sociedad como propio, cómo se piensa a sí misma, qué discurso «compra», o que visión de sí misma, de sus necesidades y sus perspectivas. Estoy de acuerdo en que los discursos son vehículo para la estafa, y no descarto incluso que de esa manera, para vender buzones o enmascarar sus reales intenciones o viabilizarlas, utilicen los Kirchner el discurso populista de centroizquierda. Pero que se imponga un discurso o se imponga otro no es lo mismo. Pongamos que tanto Menem como Kirchner usaron sus discursos para imponerse, pero la diferencia es que Menem (ojo: no el del salariazo sino el de las privatizaciones y las relaciones carnales) actuaba amparado por un discurso que volvía tolerables y hasta altamente apreciables las privatizaciones, el más mezquino interés individual y las relaciones carnales para la mayor parte de la población. Cuando la gente quiere eso, estamos jodidos. Durante un tiempo, ese discurso perdió consenso en la Argentina, quedó deslegitimado, y ahora parece volver. No exactamente igual (nada vuelve exactamente igual nunca), pero vuelve, y cada vez más cantidad de argentinos lo adoptan complacidos y hasta enfervorizados. A eso le temo.
Muy interesante su post.
Efectivamente, el conflicto ha sacudido a los intelectuales de su letargo, pero frente a esto podríamos hacernos una pregunta: ¿porqué tendemos a acudir a Grüner y a Borón en vez de, digamos, a Barsky o a Lattuada para pensar el conflicto?
No me parece casual el hecho de que los primeros se niegan al análisis, y por eso es que piensan al campo (con comillas o sin ellas) como si fuera un sujeto. De esa manera pasan por alto las especificidades de la mayor parte de los participantes en el conflicto. No intento de ninguna manera soslayar la dimensión política que cobró inmediatamente la protesta agraria. Lo que planteo es que en vez de hablar de la emergencia de un «nuevo sujeto agrario» o algo parecido deberíamos intentar examinar como una oposición cerril e irresponsable intenta acaparar el capital político a corto plazo que los productores de las regiones centrales alcanzaron en los últimos meses.
Cordialmente,
– Esteban S
Ma cago en los discursos desde arriba de un puente.
Lo que importa son los hechos.
Omix: como prometí, voy a tratar de responderle, aunque no sé si podré. No creo haber dicho ni sugerido que el movimiento que busca abrirse paso amparado en el significante “El campo” sea la forma que la centroderecha ha buscado para expresarse en el futuro. No estaba pensando en centroderecha sino en derecha, y no tengo idea de cómo va a expresarse esa tendencia en el futuro. Traté de decir simplemente que hoy y acá existe un movimiento –cierto que inorgánico, pero no por eso menos poderoso ni menos peligroso, y cuando digo “movimiento” me refiero a algo que se mueve en una determinada dirección– que, aunque incluye intenciones, pertenencias políticas y tendencias ideológicas muy diversas, se plantea como de derecha, incluso en relación con el actual Gobierno (que no es de izquierda ni mucho menos) porque plantea más atención a los intereses individuales y menos a los sociales, o, dicho de otro modo, su argumento fundamental es que el bienestar y el progreso de la sociedad depende de que los que ya están económicamente bien o muy bien estén mucho mejor, una película que ya vimos pero cuyo guión está tan metido en las subjetividades que no puede dejar de reaparecer cada vez que las circunstancias lo favorecen. Ahora y acá esa “voluntad de derecha”, si se me permite la expresión, está actuando con mucha fuerza, para cambiar el rumbo de la situación en contra de los intereses de las mayorías y a favor de una sociedad más excluyente, aunque Buzzi o De Gennaro o Ripoll digan lo contrario. Cosa que por otra parte no sólo ocurre acá: piense en Bolivia, en Venezuela, en Sarkozy, en Berlusconi. No se trata de un partido sino de una poderosa fuerza social, y que es peligrosa porque tiene una base social real, y que además está muy decidida a avanzar con todo, con propuestas y métodos singulares, bastante diferentes a los de las viejas derechas. Me parece muy atendible lo que apunta Casullo cuando dice que la derecha es hoy la vanguardia social en el mundo.
Por lo demás, estoy de acuerdo en que “el neoliberalismo hundió el bisturí tanto en nuestras conciencias que no nos damos cuenta de que hemos naturalizado lo contranatura”. Eso refuerza lo que escribí un poco más arriba. Ahora bien, puede ser que entre la militancia de quienes firman la Carta Abierta predominen las tradicionales categorías marxistas (no podría decirlo, no anduve indagando nombre por nombre y hay muchos nombres que no sé de dónde vienen), pero no creo que eso se verifique en el texto de la Carta. Ahora bien, me parece entender –y dígame si estoy equivocado, porque de verdad no estoy seguro– que usted nos recrimina a los redactores y firmantes de la Carta no asumirnos como fuerza política. ¿Es así? ¿Es eso lo que quiso decir? Le pido que me lo aclare, porque de verdad no estoy nada seguro de que esa haya sido su intención. Si fuera así: ¿”asumirse como fuerza política” es declarar la adhesión a un partido, a una fuerza ya existente, convertirse en un partido? Yo creo que, en el sentido literal de “fuerza política”, la Carta sí se asume como tal, y con mucha decisión, definición y energía. ¿O usted nos está reprochando que la Carta incluya críticas al Gobierno? ¿Usted piensa que incluir esas críticas es debilitar las fuerzas, ser ambiguos, renunciar a la política, favorecer al enemigo? Yo pienso lo contrario. Las críticas son indispensables, y fíjese que al fin y al cabo no son tantas, ya que la Carta ha sido caratulada como lisa y llanamente oficialista, tanto desde Clarín como desde izquierdistas como Borón. Con todo lo que usted dice cuando dice “somos neoliberales cuando…” estoy totalmente de acuerdo. Y también estoy de acuerdo en que hay que redistribuir de verdad, que eso no se ha intentado ni siquiera un poco y que sería muy bueno que el Gobierno se decida a salir del chiquitaje. Pero no nos pida a nosotros que seamos los que lideremos ese proceso o nos ganemos la confianza de los pobres. No porque no nos gustaría sino porque es imposible. Apenas hacemos lo que podemos: los intelectuales constituyen un sector pequeño y aislado, y si algo ha quedado demostrado en la historia –por suerte– es que cuando un intelectual supone que es la conciencia de la sociedad o el encargado de orientar a las masas la pifia lastimosamente. Esas demandas que usted hace hay que hacerlas a la militancia política de las diversas fuerzas populares y a los funcionarios del gobierno. Pero, como decía antes, no sé si entendí bien lo que quiso decirme. En todo caso, en lo básico, creo que queremos lo mismo.
Esteban S: disculpe mi ignorancia, pero no sé quiénes son Barsky y Lattuada (supongo que no se refiere al director de cine que tiene ese apellido). De todos modos, yo no diría que Grüner o Borón piensan al “campo” como un sujeto, más bien hacen lo contrario. Y tampoco pasan por alto las especificidades. Sí estoy de acuerdo en que “una oposición cerril e irresponsable intenta acaparar el capital político a corto plazo que los productores de las regiones centrales alcanzaron en los últimos meses”. Sólo me pregunto: ¿a corto plazo? Ojalá. Y no diría exactamente que lo intenta acaparar: diría que lo acaparó, lo usufructúa y marca la tendencia de ese movimiento. Por supuesto que habría que contemplar las especificidades (y esa fue la enorme falla e irresponsabilidad del Gobierno), pero contemplarlas no debe tampoco impedirnos que percibamos hacia qué dirección apunta la cosa, más allá de lo que piensen o quieran quienes están protestando concretamente.
Void: ¿se caga desde arriba del puente en los discursos que están abajo? ¿O se caga en los discursos que se profieren desde arriba del puente? Si fuera esto segundo, usted estaría sentado por encima de esos discursos, de modo de que su materia fecal descienda hacia ellos. ¿Y a quién le importa en qué se caga usted? ¿Y quién habló de discursos desde un puente? El sentido en que usé la palabra “discurso” es otro, muy distinto. ¿Y quién negó que importan los hechos? Claro que un discurso que no está sostenido en hechos no alcanza y en algún momento puede ir contra sí mismo, tal como advierte en su comentario Roberto. Pero un hecho al margen del discurso es un hecho a medias. Es el discurso el que le da la dirección, el sentido. Si prescindimos de dar sentido a los hechos, son otros los que les van a dar sentido. Es lo que está ocurriendo.
No lo se, tal vez tengas razon, pero a mi me queda la duda de si los hechos no tienen un sentido en si mismos. Quiza sea como vos decis.
Yo estaba pensando mas bien en cuando las personas observan mas las palabras que las acciones, por ejemplo el caso de la dictadura: lo que cuenta es se juzgue ya antes que se mueran a todos los represores, esos son hechos. Lo demas, esa estupidez del museo de la esma (?), lo del cuadrito etc, todo eso es fulbito para la tribuna, son palabras vacias.
A eso me referia yo con discursos vs hechos.
Era esto:
«Yo soy de los que piensan que los discursos importan tanto como los actos. Los discursos son actos»
Bueno, no. Importan, pero pienso que ni son actos ni valen la mitad de aquellos.
Bravo! Bravo, Balvanera! Como dice Grüner: «La política no tiene ‘lado de afuera’: o la hacemos nosotros o nos bancamos la que hace el adversario» Por eso, y más que nunca hay que defender la legitimidad del Estado para intervenir en la economía (más allá del signo político que conduzca al País), hay que defender ese ‘discurso’ ante la actual embestida de una derecha que, con la FAA como mascarón de proa, intenta desinstalar esa idea del debate político. Uno pequeña sugerencia respecto del papel de Buzzi señalada al principio: me da la sensación que en este momento lo que más lo moviliza es -tristemente- una mezquina ambición política antes que la defensa corporativa de sus muchachos. De Llambías se podría decir otro tanto. Pero en el caso de Eduardo creo que su mayor anhelo era la foto del acto del 25 en Rosario. Su ambición política es palmaria. Se siente traicionado por antiguos compañeros de militancia (y la ‘apasionada’ discusión entre Peretti y Depetri en el último programa de Nelson Castro no me deja mentir) y cree podrá salir ileso de esta cruzada conjunta con las ‘burguesias agrarias’ (Manolo dixit) Personalmente, tengo la angustiosa sospecha de que está jugando para el enemigo. Acertados comentarios los suyos, nuevamente.
Me gustaría señalar tambien que este gobierno ha tenido una gran responsabilidad en la origen de esta protesta. Si el anuncio de las retenciones móviles a los cereales hubiese sido acompañado de una explicación política sobre la legitimidad y la necesariedad de apropiarse de renta extraordinaria por parte del Estado, sumado al anuncio de segmentación para pequeñas explotaciones y a la compensación por fletes (por no mencionar el tono verbal de la Presidenta a la hora de defender la medida) creo que el panorama hubiese sido distinto. No digo que el sector no hubiese dado cuenta del perjuicio para su bolsillo (en ‘el campo’ todo el mundo sabía que la medida se caía de madura. Quizás hubiese sido conveniente haberla anunciado con mayor antelación) sino que sospecho que quizás se hubiese evitado una reacción tan desmedida, con las consecuencias ‘políticas’ que sobrevinieron. De cualquier manera, todos estos ejercicios contrafácticos no nos eximen de la actual responsabilidad de defender a ultranza la legitimidad del Estado para apropiarse de (parte de) la renta así como también de exigir a ese mismo Estado respuestas concretas en materia de desarrollo sustentable para todos los sectores de la economía (incluídos estos mismos chacareros con sus atendibles reclamos)
En esto, Void, estamos de acuerdo: si se observan mas las palabras que las acciones, no se entiende nada. Como ya dije, al hablar de «discurso» estaba pensando en otra cosa.
Respuesta 1
Rectificaciones
Debo antes de enviar una respuesta hacerle llegar una disculpa, por que entiendo que pude haberte/los ofendido/s cuando hablé de “militancia de solicitada”.
Soy un militante peronista del conurbano, y por deformación (más que por formación) siempre tomo partido, siempre defiendo una posición concreta, y siempre –injustamente en muchos casos- exijo que los demas se identifiquen con un colectivo concreto. Pero tanto “concreto” suele convertirse en lápida o al menos en lastre.
Correcto lo suyo:
No tiene/n que tomar posición en un partido político, eso queda claro. por ende disculpas de mi parte.
Además el peronismo no necesita un afiliado más, lo que necesita son ideas nuevas, discurso, mística, imaginar escenarios.
Cuando leí la solicitada me alegré sinceramente.
Creo que le debemos un reconocimiento a todos Uds por abandonar el olimpo y bajar al inframundo de la política concreta, ese ha sido el caso de muchos de los firmantes de la solicitada.
La política concreta, por llamarla de alguna manera, necesita de la brújula del compañero que es mas “leido” y “ piensa”. Pero que su prédica salga del ámbito académico y sea tomada en cuenta por los “aparatchik” nunca ha sido tarea fácil, como la política por los cargos exige de “codazos” para ganarse el lugar.
Lo que me predispone mal es esa obsesiva tendencia para que “conste en actas” que la coincidencia es solo circunstancial, hecho que no se desconoce. Me molestan los ríos de tinta y las polémicas del por que firmé y del por que no firmé, cuando la realidad sigue su curso y 2 o 3 semanas después de que se hiciera pública algunos vivos cambian el decorado y el escenario parece distinto, al menos para nosotros. Y mientras nosotros nos desorientamos y nos sentimos escasos de argumentos (una clave en esta guerra mediatica) vemos como se pierde tiempo en estas nimiedades.
Es ese escenario con nuevos velos el que debe ser objeto de análisis y de debate y no “el que dirán” de los colegas.
No podés imaginarte la alegría -mezclada con la sorpresa- por que es un hecho que los aparatchik no esperábamos. Nos estabamos preparados para recibir la noticia de que un sector que siempre percibimos como reacio a compartir la misma vereda con nosotros, aunque sea por un instante o un caso concreto, lo hiciera.
Ahora las explicaciones del por que coincidís con nosotros más allá de los términos de la solicitada, esas “mil y una” aclaraciones es lo que considero innecesarias. Los que no firmaron ninguna, tanto como los que están en la otra vereda, podrán exigir que rindas cuentas, te retractes de alguna manera y así evitar una posible “condena social”, pero después de haber tenido el coraje de desafiar tu ámbito y visto que todo ha sido teñido de neoliberalismo es más productivo que se dediquen a desentrañar las razones del “atraso” y no hacerles el juego a quienes quieren distraerte con discusiones de conventillo acerca de quien es el novio de la última pieza o quien la tiene mas larga intelectualmente.
Por eso hablé de que es necesario aclarar que no debemos creer en que los espacios políticos (progresismo, socialismo, populismo, etc) son santuarios y menos aún cuando son solo rótulos, por que hay mil formas de ser neoliberal creyendo ser Ernesto Guevara.
El peronismo –los peronismos- necesitamos que el intelectual nos tire una cuarta, solemos gobernar y sin brújula y sin tábano es difícil que podamos cumplir con esa tríada que no por vieja sigue siendo una utopía: independencia económica, justicia social y soberanía política.
Creo que fui injusto con vos – con ustedes-, releo y parezco el quijote confrontando contra los molinos por que realmente me molestó el tenor del post en el que una coincidencia sea narrada a la defensiva, como si se tratara de un “desliz”. Tal vez me faltó aclarar que en el peronismo tenemos muchas carencias y la solicitada podría ser el principio del fin de una de ellas, dejar de enfrentar a la bartola y poner la bala donde ponemos el ojo.
Fijate que por una vez coincido con Aliverti: “La única seguridad es que si este Gobierno sigue así, enfrascado en sí mismo y dedicado a construir la única épica de enfrentarse a la bartola con el conglomerado agrario, se extinguirá con pena y sin gloria.//Y hasta podría dejar pasar la oportunidad de que lo defiendan quienes se dan cuenta de que están arrinconándolo por las cosas que hace mal pero, sobre todo, por algunas que hace bien.” http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-105308-2008-06-02.html
Mañana la sigo.
Buena polémica. Interesante el último post de Omix.
Quizá lo que nos asusta a los que no somos peronistas pero si estamos dentro del campo popular- seamos intelectuales como Balvanera o laburantes como yo- es que en la defensa de lo que «hace bien», Aliverti dixit, seamos cooptados por el peronismo.
Pero para jugar en la cancha de la política hay que estar dispuesto a salpicarse con el barro.
Le juro, Omix, que no me ofendí, y no me parece que vayan a ofenderse los firmantes de la Carta (la mayor parte, al menos). Y, para ser franco, y hablando exclusivamente a título personal, debo decirle que mis principales esperanzas –no sé si ingenuas– están puestas en ustedes, “los peronistas del conurbano”, entendiendo como “peronismo” tanto a una militancia como a una identidad o un sentimiento que no necesariamente se expresa en militancia puntual. Si no son ustedes los que ponen las manos en la masa, o las patas en las fuentes, estamos listos. Y por eso concuerdo en que el peronismo, o un movimiento popular de rasgos básicamente peronistas (nacionalpopulares, digamos) “necesita ideas nuevas, discurso, mística, imaginar escenarios”. Pero no van a venir de nosotros. No al menos principalmente de nosotros. Los que están en la cosa son ustedes, los que saben lo que pasa y lo viven con el cuerpo son ustedes. Es al revés: somos nosotros los que necesitamos que ustedes nos bajen de las abstracciones y las teorías, para que, a partir de los caminos concretos que va abriendo la acción, podamos pensar mejor las cosas. El movimiento se demuestra andando. Si la cosa no nace de abajo, no va. Por eso ganó tanta fuerza la asonada chacarera: porque, aunque sea para la mierda, capitalizó la inquietud real de una importante base social, como dice hoy Paniagua en su entrada.
Usted celebra que hayamos podido “bajar al inframundo de la política concreta”. Sí, es decir al mundo concreto. Así es, eso lo dicen los propios impulsores de la Carta (yo no estuve entre ellos): fueron sacudidos, y eso es muy bueno. Lo que no creo, en cambio, es que lo que hagamos o digamos desde el ámbito intelectual sirva de brújula, guía u orientación. Es otro aporte, uno más, no desde un saber mayor sino desde una especificidad. Tal vez sí podríamos ser útiles si se produjeran encuentros mano a mano, y algo de eso tiene en sus planes el movimiento surgido a partir de la Carta. Ojalá se pueda.
En cuanto a las polémicas “por qué firmé o por qué no”, no deberían preocuparle tanto. Son gajes del oficio, es inevitable, y en el fondo no está mal. Otra cosa es, por supuesto, cuando hay que decidir entre salir o no: ahí no queda lugar para los “peros” o los “aunques”. Y, desde mi punto de vista, con “peros” y “aunques”, salimos. Lo que importa en todo caso es que algo se mueva. Y se mueve, ¿no?
Suscribo cien por cien su cita de Aliverti. Pero justamente lo que dice es que se puede ser crítico con el peronismo y el gobierno sin perder de vista cuál es el enemigo principal ni cuál es la tarea candente del momento. En ese sentido, ser crítico con el gobierno me parece básico, insoslayable, urgente: por sus errores, por su estilo, por lo que no hace, pero, y sobre todo, por su apego suicida a la desmovilización y a resolver todo por arriba. Y no estoy hablando de consensos o de no confrontar sino de lo contrario: confrontar pero desde el pueblo real. Supongo que se entiende que cuando hablo de “movilizar” no pienso en subir gente a micros y llevarla a Plaza de Mayo o a Salta sino de un fuerte e intenso trabajo de hormiga barrio por barrio y casa por casa, empapándose de lo que la gente de abajo quiere y necesita, y alentando su propia iniciativa. Es lo que vi hace pocos días en Venezuela y el contraste me resulta muy fuerte.
Por lo tanto, insisto: no esperen mucho de los intelectuales. Hagan algo ustedes ya, ahí. Con la venia del gobierno o sin el gobierno o impulsados por el propio gobierno (si quisiera), no importa. Cuando el conurbano se mueva para algo más que votar, le puedo asegurar que el cuadro de situación va a cambiar drásticamente. Y ahí, en la cancha, se van a ver los pingos, quién está de qué lado. ¿Cómo se hace? Usted debe saberlo mejor que yo.
El Canilla: siempre alguien le va a decir que fue cooptado, haga lo que haga. Siempre van a colgarle un cartelito: sáqueselo o no, eso no es lo importante sino hacer lo que hay que hacer cuando las circunstancias lo demandan. Siempre va a enchastrarse si se pone en movimiento. Hasta los que miran todo de arriba “ni con uno con otro” se enchastran. La política no es, no puede ser, un lugar limpio, no es un laboratorio. Nunca fue un lugar para los espíritus puros. Más bien al revés: cuando aparezca un espíritu puro, cuídese. Ahí atrás debe estar esperando el garrote del policía o la picana eléctrica.