Por Nicolás Tereschuk y Tomás Aguerre.
Una nota reciente de la revista Time en su sitio web nos da información, con mapa interactivo incluido, sobre el cruce de dos variables: por un lado, qué sistema de votación usa cada condado de los Estados Unidos. Y por el otro, cuál fue el resultado de los últimos comicios presidenciales allí.
El resumen de la información no deja de ser sorprendente:
- en la mayor parte del territorio de Estados Unidos, unos 1.975 condados, se vota con boletas de papel (en algunos casos son leídas por lectores ópticos para realizar el conteo). A eso hay que sumar 175 condados donde se vota por correo. Se estima que allí votan unos 90 millones de votantes, alrededor del 70% de los ciudadanos que emitirán el voto en noviembre.
Otros 40 millones de votantes, más o menos el 30 por ciento, utilizará algún tipo de voto electrónico:
- En alrededor de mil condados se usa un sistema de voto electrónico que brinda algún tipo de respaldo en papel.
- En 750 condados donde emitirá su sufragio, se estima, alrededor del 22 por ciento de los votantes, el sistema que se utiliza es de voto electrónico directo (DRE, por sus siglas en inglés), sin ningún tipo de respaldo en papel.
Ahora veamos la otra variable. Nos cuenta Time, dato que nos llama la atención por demás:
- La mayoría de los condados donde se vota en papel o por correo, se inclinan por voto a los demócratas.
- La mayoría de los condados donde se utiliza algún tipo de sistema de voto electrónico, se inclinan por votar a republicanos.
Sin hacer lecturas lineales sobre un tema tan complejo, sí debería quedar claro que los sistemas electorales pueden moldear más o menos las preferencias de los electores. Con el sistema actual hemos tenido presidentes y legisladores nacionales de distintos partidos y orientaciones políticas. ¿Podemos garantizar que si cambiamos de sistema esto va a seguir siendo así? ¿En qué medida? ¿Los legisladores de todos los partidos se tomaron el tiempo para evaluar esto? ¿O estamos haciendo el mayor cambio en el sistema de votación en un siglo de apuro?
El artículo de Time señala también una cuestión interesante y poco debatida hasta ahora en la Argentina: el voto electrónico no sólo puede ser un problema en términos concretos, por los riesgos y problemas que puede ocasionar, si no también por las percepciones más en general sobre el sistema político y electoral. Merle King, directora del Center for Elections Systems de la universidad de Kennesaw le dice a Time: “si sucediera algo, incluso en una pequeña escala, que comprometa la percepción de la gente sobre la legitimidad de la elección, eso sería lo peor que podría pasar, un suceso terrible”.
Un experto en seguridad informática que demostró hace poco durante una nota con la CNN de qué manera se puede multivotar con una sola boleta electrónica, al ser consultado sobre cuál es su peor temor sobre los riesgos del voto electrónico dijo: “que se ponga en cuestión el sistema”.
Otro especialista es consultado en esta entrevista y dice: “no hace falta provocar un incidente, alcanza con crear la sensación de que pudiste haber ingresado al sistema y eso sólo ya hace sentir a cualquiera menos seguro con la tecnología que usa para votar”.
Si el voto electrónico puede provocar potenciales sesgos sobre la participación, el resultado y la legitimidad de la propia elección, ¿alcanza con decir que en Brasil creció la participación por el sistema o es necesaria un poco más de evidencia para un tema fundamental que hace a la base de la democracia?