En una entrada anterior, elaboramos un primer balance de lo acaecido en el año. Concluimos que el gobierno, cercado a partir de la derrota política de mediados de año, había salido adelante merced a una gran audacia política, recuperando algunos componentes originales del período 2003 – 2005. La serie de eventos que concluye con la re – creación del Ministerio de la Producción y el anuncio de un Plan de Obras Públicas superior a los setenta mil millones de dólares -así como diversas medidas de política social altamente valorables- pone de manifiesto, a nuestro entender, un aspecto tranquilizador, que de seguro ha quedado como la gran lección del año que pasó: no hay posibilidad de una «normalización conservadora» en las circunstancias actualmente predominantes en la sociedad argentina. Antes bien, hay que seguir adelante.
Inhabilitado para buscar pactos con los factores tradicionales de poder, el gobierno sólo pudo volverse un socio interesante para ellos a costa de recuperar su poder de fuego, avanzar en la creación de un mercado de capitales, intervenir activamente en la política de ingresos, y establecer ambiciosos proyectos de inversión pública, que en buena medida implican una audaz profundización del camino algo mezquino iniciado en 2003. Todo esto, sin arriar media bandera, dando participación a las dos centrales sindicales del país, y con el apoyo, más o menos renuente, de buena parte del arco político progresista.
La pregunta, claro, estriba en saber si las medidas anunciadas pueden formar parte de algo distinto que un giro conservador. Me refiero, en concreto, a la viabilidad de un pacto social, que no sería exactamente el mismo que aquel proyectado por nuestra presidenta a fines del año pasado, pero se le parecería bastante. En ese sentido, las medidas anunciadas parecen buscar la reedición del frente político de 2002, concediendo a la UIA parte del armado en materia de política económica, emitiendo señales favorables a negocios de corto plazo a un sector financiero debilitado, consolidando la alianza estratégica con la CGT y evitando el tormento de una devaluación demasiado brusca.
Seguramente, habrá gestos y medidas para el sector agropecuario -se espera insistentemente una rebaja en los derechos de exportación- a fin de alentar su integración parcial, pero lo cierto es que, como en 2002, es probable que éste mantenga distancia crítica y autonomía política.
Los encuentros entre el gobierno y la Comisión Episcopal atraen al otro socio de aquel frente político: la Iglesia. La mera promesa de una convivencia tranquila, en un contexto amenazante, es vista como elemento de disuasión de una postura abiertamente opositora por parte del Episcopado.
Industriales, sindicalistas, fracciones del progresismo y la neutralidad eclesiástica son, entonces, algunos de los componentes de este renovado intento de pactar, desde una posición de mayor fuerza relativa, las condiciones de convivencia que permitan afrontar los momentos difíciles por venir, sobre todo en lo referente al sector externo.
Faltan, sin embargo, dos actores en esta lista.
Por un lado, los movimientos sociales. A ellos se dirige el subsidio a la niñez, especialmente implementado para el Gran Buenos Aires, y que seguramente será extensible a los grandes distritos urbanos en un plazo breve.
El otro actor son las clases medias de las grandes urbes, actualmente asociadas a la oposición corporativa, mediática y partidaria. De cuánto pueda «morder» el gobierno aquí depende, en buena medida, su sustentabilidad política en las Legislativas del año próximo.
Muy lucido el comentario ,sobrino.
el tío Pupi.
Abrasos.
Perdón,Abrazos con zeta,como corresponde.
Gracias, tío!
No creo que el subsidio a la niñez se extienda a las Provincias. Mario Wainfeld y Roberto navarro siempre expresaron en sus columnas que los K siguen creyendo que «atentan contra la moral del trabajo» y demás sandeces patronales. Mientras Alicia K, alias «planes focalizados y bien baratos» siga estando al frente de Desarrollo Social, el ministerio seguirá siendo un lindo nombre para una política noventista.
Lo de la Iglesia creo que es inadmisible Ezequiel. Eso es mucho peor que currar con la Patria Contratista. Esos garcas te mantienen una relativa calma patronal via apretadas y cooptación de lugares en el aparato administrativo del Estado, pero no te levantan la voz por un rato. Ahora, la Iglesia no da ningún rédito político, te clava el cuchillo por la espalda y significa un retroceso ante la Curia. Es ir en contra de la sociedad, que se muestra descreída de lo que le digan los siervos del Tirano de Roma. Es retroceder en cuestiones como el aborto, la educación sexual, la tenencia de dorgas livianas, y, la más importante, la Educación. Es seguir con los infames crucifijos en las instituciones del Estado, es vincular al Estado con el clero, es seguir dejando en manos eclesiásticas dinero de los fondos públicos. Es otra vez retroceder ante los cómplices de la Dictadura, es negarse a avanzar en el juzgamiento a sacerdotes. Es seguir con la matriz conservadora que se impuso luego de que la Iglesia boicoteara la llamada a Congreso Pedagógico del alfosinismo.
Es un aliado de plomo mientras te estás hundiendo. Es la peor elección. Bergoglio no merecía ser recibido con ese trato especial. No es nada ni nadie. Que lo reciba el Secretario de Culto, carajo.
Julián (comentando fragmentariamente, debe ser la posmodernidad)
Julián, ojalá fuera ir «en contra de la sociedad». Sabemos, no obstante, que buena parte de la sociedad recibe una bajada de línea del clero que no es nada desdeñable.
Ahora, no sé de dónde o a qué vino la frase «es negarse a avanzar en el juzgamiento a sacerdotes». ¿Quién juzgaba sacerdotes antes de 2003? No hay pacto de impunidad en esa línea.
La verdad es que no nos da el cuero ni los apoyos para abrir más frentes, y sería deseable que, en los frentes ya abiertos, la Iglesia no juegue.
Nuestros elementos de negociación son la ley de aborto y la educación religiosa.
En cuanto al subsidio a la niñez, no es universal ni suficiente, pero efectivamente va en la línea de ser, progresivamente, lo primero. Leé la nota de Wainfeld de ese día, la nota que cito, o tomame la palabra. Es parte de nuestra comprensión de los derechos humanos como derechos sociales.
Ojalá diera el cuero para más, pero la decisión, con las cuentas apretadas como están en el frente externo, marca tendencia. Esperemos que siga después de nosotros.
No recuerdo a los K diciendo las palabras «atenta contra la cultura del trabajo», ni una vez.
La educación religiosa no debe ser negociable Ezequiel. El aborto, las drogas, etc, sí. Pero la educación religiosa es justamente una claudicación que nos acompaña desde hace 50 años.
¿Frentes abiertos? ¿Con quién? ¿Con los aplausos de los garcas del otro día? ¿Con juancita de Palermo que se le cortó la luz?
Lo de «cultura del trabajo» lo leí en una columna de Wainfeld de este año, cuando promediaba la infame «Guerra gaucha». Lo juro y perjuro
Bueno, yo no quisiera negociar el aborto, pero la Iglesia es la argamasa detrás de un alto porcentaje del voto opositor.