Ay! Qué envidia!

DISCURSO DEL PEPE MUJICA : 29 ABRIL/2009
En el encuentro con los intelectuales, el miércoles 29 de
abril en el Palacio Legislativo.

Queridos amigos:

La vida ha sido extraordinariamente generosa conmigo.
Me ha dado un sinfín de satisfacciones más allá de lo que nunca me hubiera
atrevido a soñar.
Casi todas son inmerecidas. Pero ninguna más que la de hoy: encontrarme
ahora aquí, en el corazón de la democracia uruguaya, rodeado de cientos de
cabezas pensantes.
¡Cabezas pensantes! A diestra y siniestra.
Cabezas pensantes a troche y moche, cabezas pensantes pa’ tirar pa’ arriba.

¿Se acuerdan de Rico Mac Pato, aquel tío millonario del pato Donald que
nadaba en una piscina llena de billetes?
El tipo había desarrollado una sensualidad física por el dinero.
Me gusta pensarme como alguien que le gusta darse baños en piscinas llenas
de inteligencia ajena, de cultura ajena, de sabiduría ajena.
Cuanto más ajena, mejor.
Cuanto menos coincide con mis pequeños saberes, mejor.
El semanario BÚSQUEDA tiene una hermosa frase que usa como insignia:
«Lo que digo no lo digo como hombre sabedor, sino buscando junto con
vosotros».
Por una vez estamos de acuerdo.
¡Si estaremos de acuerdo!
Lo que digo, no lo digo como chacarero sabiondo, ni como payador leído, lo
digo buscando con ustedes.
Lo digo, buscando, porque sólo los ignorantes creen que la verdad es
definitiva y maciza, cuando apenas es provisoria y gelatinosa.
Hay que buscarla porque anda corriendo de escondite en escondite.
Y pobre del que emprenda en soledad esta cacería.
Hay que hacerlo con ustedes, con los que han hecho del trabajo intelectual
la razón de su vida. Con los que están aquí y con los muchos más que no están.

DE TODAS LAS DISCIPLINAS
Si miran para el costado van a encontrar seguramente algunas caras
conocidas porque se trata de gente que se desempeña en espacios de trabajo
afines. Pero van a encontrar mucho más caras que les son desconocidas,
porque la regla de esta convocatoria ha sido la heterogeneidad.
Aquí están los que se dedican a trabajar con átomos y moléculas y los que
se dedican a estudiar las reglas de la producción y el intercambio en la
sociedad.
Hay gente de las ciencias básicas y de su casi antípoda, las ciencias
sociales; gente de la biología y del teatro, y de la música, de la
educación, del derecho y del carnaval.

Y en tren de que no falte nada, hay gente de la economía, de la
macroeconomía, de la microeconomía, de la economía comparada y hasta alguno
de la economía doméstica.
Todas cabezas pensantes, pero que piensan en distintas cosas y pueden
contribuir desde sus distintas disciplinas a mejorar este país.
Y mejorar este país significa muchas cosas, pero desde los acentos que
queremos para esta jornada, mejorar el país significa empujar los complejos
procesos que multipliquen por mil el poderío intelectual que aquí esta
reunido.
Mejorar el país, significa que dentro de veinte años, para un acto como
este no alcance el Estadio Centenario, porque al Uruguay le salen
ingenieros, filósofos y artistas hasta por las orejas.
No es que queramos un país que bata los récords mundiales por el puro
placer de hacerlo.
Es porque está demostrado que, una vez que la inteligencia adquiere un
cierto grado de concentración en una sociedad, se hace contagiosa.

INTELIGENCIA DISTRIBUIDA
Si un día llenamos estadios de gente formada va a ser porque afuera, en la
sociedad, hay cientos de miles de uruguayos que han cultivado su capacidad
de pensar.
La inteligencia que le rinde a un país es la inteligencia distribuida.
Es la que no está sólo guardada en los laboratorios o las universidades,
sino la que anda por la calle.
La inteligencia que se usa para sembrar, para tornear, para manejar un
autoelevador o para programar una computadora.
Para cocinar, para atender bien a un turista, es la misma inteligencia.
Unos subirán más escalones que otros, pero es la misma escalera.
Y los peldaños de abajo son los mismos para la física nuclear que para el
manejo de un campo. Para todo se precisa la misma mirada curiosa,
hambrienta de conocimiento y muy inconformista.
Se termina sabiendo, porque antes supimos estar incómodos por no saber.
Aprendemos porque tenemos picazón y eso se adquiere por contagio cultural,
casi cuando abrimos los ojos al mundo.
Sueño con un país en el que los padres le muestren el pasto a los hijos
chicos y le digan: «¿Sabés qué es eso?, es una planta procesadora de la
energía del sol y de los minerales de la tierra».
O que les muestren el cielo estrellado y hagan piecito en ese espectáculo
para hacerlos pensar en los cuerpos celestes, en la velocidad de la luz y
en la transmisión de las ondas.
Y no se preocupen, que esos uruguayos chicos igual van a seguir jugando al
fútbol. Sólo que, en una de esas, mientras ven picar la pelota puedan
pensar a la vez en la elasticidad de los materiales que la hacen rebotar.

CAPACIDAD DE INTERROGARSE
Había un dicho: «No le des pescado a un niño, enséñale a pescar».
Hoy deberíamos decir: «No le des un dato al niño, enséñale a pensar».
Tal como vamos, los depósitos de conocimiento no van a estar más dentro de
nuestras cabezas, sino ahí afuera, disponibles para buscarlos por Internet.
Ahí va a estar toda la información, todos los datos, todo lo que ya se sabe.
En otras palabras, van a estar todas las respuestas.
Lo que no van a estar es todas las preguntas.
En la capacidad de interrogarse va a estar la cosa.
En la capacidad de formular preguntas fecundas, que disparen nuevos
esfuerzos de investigación y aprendizaje.
Y eso está allá abajo, marcado casi en el hueso de nuestra cabeza, tan
hondo que casi no tenemos conciencia. Simplemente aprendemos a mirar el
mundo con un signo de interrogación, y esa se vuelve la manera natural de
mirar el mundo.
Se adquiere temprano y nos acompaña toda la vida.
Y sobre todo, queridos amigos, se contagia.
En todos los tiempos, han sido ustedes, los que se dedican a la actividad
intelectual, los encargados de desparramar la semilla.
O para decirlo con palabras que nos son muy queridas: ustedes han sido los
encargados de encender la admirable alarma.
Por favor, vayan y contagien.
¡No perdonen a nadie!
Necesitamos un tipo de cultura que se propague en el aire, entre en los
hogares, se cuele en las cocinas y esté hasta en el cuarto de baño.
Cuando se consigue eso, se ganó el partido casi para siempre. Porque se
quiebra la ignorancia esencial que hace débiles a muchos, una generación
tras otra.

EL CONOCIMIENTO ES PLACER
Necesitamos masificar la inteligencia, primero que nada para hacernos
productores más potentes. Y eso es casi una cuestión de supervivencia.
Pero en esta vida, no se trata sólo de producir: también hay que disfrutar.
Ustedes saben mejor que nadie que en el conocimiento y la cultura no sólo
hay esfuerzo sino también placer.
Dicen que la gente que trota por la rambla, llega un punto en el que entra
en una especie de éxtasis donde ya no existe el cansancio y sólo queda el
placer.
Creo que con el conocimiento y la cultura pasa lo mismo. Llega un punto
donde estudiar, o investigar, o aprender, ya no es un esfuerzo y es puro
disfrute.
¡Qué bueno sería que estos manjares estuvieran a disposición de mucha gente!
Qué bueno sería, si en la canasta de la calidad de la vida que el Uruguay
puede ofrecer a su gente, hubiera una buena cantidad de consumos
intelectuales.
No porque sea elegante sino porque es placentero.
Porque se disfruta, con la misma intensidad con la que se puede disfrutar
un plato de tallarines.
¡No hay una lista obligatoria de las cosas que nos hacen felices!
Algunos pueden pensar que el mundo ideal es un lugar repleto de shopping
centers.
En ese mundo la gente es feliz porque todos pueden salir llenos de bolsas
de ropa nueva y de cajas de electrodomésticos…
No tengo nada contra esa visión, sólo digo que no es la única posible.
Digo que también podemos pensar en un país donde la gente elige arreglar
las cosas en lugar de tirarlas, elige un auto chico en lugar de un auto
grande, elige abrigarse en lugar de subir la calefacción.
Despilfarrar no es lo que hacen las sociedades más maduras. Vayan a Holanda
y vean las ciudades repletas de bicicletas. Allí se van a dar cuenta de que
el consumismo no es la elección de la verdadera aristocracia de la
humanidad. Es la elección de los noveleros y los frívolos.
Los holandeses andan en bicicleta, las usan para ir a trabajar pero también
para ir a los conciertos o a los parques.
Porque han llegado a un nivel en el que su felicidad cotidiana se alimenta
tanto de consumos materiales como intelectuales.

Así que amigos, vayan y contagien el placer por el conocimiento.
En paralelo, mi modesta contribución va a ser tratar de que los uruguayos
anden de bicicleteada en bicicleteada…

INCONFORMISMO
Les pedía antes que contagien la mirada curiosa del mundo, que está en el
ADN del trabajo intelectual.
Y ahora agrando el pedido y les ruego que contagien inconformismo.
Estoy convencido que este país necesita una nueva epidemia de inconformismo
como la que los intelectuales generaron décadas atrás.
En el Uruguay, los que estamos en el espacio político de la izquierda somos
hijos o sobrinos de aquel semanario Marcha del gran Carlos Quijano.
Aquella generación de intelectuales se había impuesto a sí misma la tarea
de ser la conciencia crítica de la nación. Anduvieron con alfileres en la
mano pinchando globos y desinflando mitos.
Sobre todo el mito del Uruguay multicampeón.
Campeón de la cultura, de la educación, del desarrollo social y de la
democracia.
¡Qué íbamos a ser campeones de nada!
Y menos en esos años, en las décadas de los cincuenta y sesenta, donde el
único récord que supimos conseguir fue la del país de Latinoamérica que
menos creció en veinte años.
Sólo nos superó Haití en ese ranking.
Esos intelectuales ayudaron a demoler aquel Uruguay de la siesta conformista.
Con todos sus defectos, preferimos esta etapa, donde estamos más humildes y
ubicados en la real estatura que tenemos en el mundo.

Pero tenemos que recuperar aquel inconformismo y tratar de metérselo debajo
de la piel al Uruguay entero.
Antes les decía que la inteligencia que le sirve a un país es la
inteligencia distribuida.
Ahora les digo que el inconformismo que le sirve a un país es el
inconformismo distribuido.
El que ha invadido la vida de todos los días y nos empuja a preguntarnos si
lo que estoy haciendo no se puede hacer mejor.
El inconformismo está en la naturaleza misma del trabajo que ustedes hacen.
Se precisa que se nos haga a todos una segunda naturaleza.
Una cultura del inconformismo es la que no nos deja parar hasta conseguir
más kilos por hectárea de trigo o más litros por vaca lechera.
Todo, absolutamente todo, se puede hacer hoy un poco mejor que ayer.
Desde tender la cama de un hotel a matrizar un circuito integrado.
Necesitamos una epidemia de inconformismo. Y eso también es cultural, eso
también se irradia desde el centro intelectual de la sociedad a su periferia.
Es el inconformismo el que ha ganado el respeto a pequeñas sociedades y a
lo que hacen.
Ahí andan los suizos, cuatro gatos locos como nosotros, que se dan el lujo
de andar por ahí vendiendo calidad suiza o precisión suiza.
Yo diría que lo que de verdad venden es inteligencia e inconformismo
suizos, ese que tienen desparramado por toda la sociedad.

LA EDUCACION ES EL CAMINO
Y amigos, el puente entre este hoy y ese mañana que queremos tiene un
nombre y se llama educación.
Y mire que es un puente largo y difícil de cruzar.
Porque una cosa es la retórica de la educación y otra cosa es que nos
decidamos a hacer los sacrificios que implica lanzar un gran esfuerzo
educativo y sostenerlo en el tiempo.
Las inversiones en educación son de rendimiento lento, no le lucen a ningún
gobierno, movilizan resistencias y obligan a postergar otras demandas.
Pero hay que hacerlo.
Se lo debemos a nuestros hijos y nietos.
Y hay que hacerlo ahora, cuando todavía está fresco el milagro tecnológico
de Internet y se abren oportunidades nunca vistas de acceso al conocimiento.
Yo me crié con la radio, vi nacer la televisión, después la televisión en
colores, después las transmisiones por satélite.
Después resultó que en mi televisor aparecían cuarenta canales, incluidos
los que trasmitían en directo desde Estados Unidos, España e Italia.
Después los celulares y después la computadora, que al principio sólo
servía para procesar números.
Cada una de esas veces, me quedé con la boca abierta.
Pero ahora con Internet se me agotó la capacidad de sorpresa.
Me siento como aquellos humanos que vieron una rueda por primera vez.
O como los que vieron el fuego por primera vez.
Uno siente que le tocó en suerte vivir un hito en la historia.
Se están abriendo las puertas de todas las bibliotecas y de todos los
museos; van a estar a disposición, todas las revistas científicas y todos
los libros del mundo.
Y probablemente todas las películas y todas las músicas del mundo.
Es abrumador.
Por eso necesitamos que todos los uruguayos y sobre todo los uruguayitos
sepan nadar en ese torrente.
Hay que subirse a esa corriente y navegar en ella como pez en el agua.
Lo conseguiremos si está sólida esa matriz intelectual de la que hablábamos
antes.
Si nuestros chiquilines saben razonar en orden y saben hacerse las
preguntas que valen la pena.
Es como una carrera en dos pistas, allá arriba en el mundo el océano de
información, acá abajo preparándonos para la navegación trasatlántica.
Escuelas de tiempo completo, facultades en el interior, enseñanza terciaria
masificada.
Y probablemente, inglés desde el preescolar en la enseñanza pública.
Porque el inglés no es el idioma que hablan los yanquis, es el idioma con
el que los chinos se entienden con el mundo.
No podemos estar afuera. No podemos dejar afuera a nuestros chiquilines.
Esas son las herramientas que nos habilitan a interactuar con la explosión
universal del conocimiento.
Este mundo nuevo no nos simplifica la vida, nos la complica.
Nos obliga a ir más lejos y más hondo en la educación.
No hay tarea más grande delante de nosotros.

EL IDEALISMO AL SERVICIO DEL ESTADO
Queridos amigos, estamos en tiempos electorales.
En benditos y malditos tiempos electorales.
Malditos, porque nos ponen a pelear y a correr carreras entre nosotros.
Benditos, porque nos permiten la convivencia civilizada.
Y otra vez benditos, porque con todas sus imperfecciones, nos hacen dueños
de nuestro destino. Aquí todos aprendimos que es preferible la peor
democracia a la mejor dictadura.
En los tiempos electorales, todos nos organizamos en grupos, fracciones y
partidos, nos rodeamos de técnicos y profesionales, y desfilamos frente al
soberano.
Hay adrenalina y entusiasmo.

Pero después, alguien gana y alguien pierde.
Y eso no debería ser un drama.
Con unos o con otros, la democracia uruguaya seguirá su camino e irá
encontrando las fórmulas hacia el bienestar.
Nos toque el lugar que nos toque, allí vamos a estar tratando de poner el
hombro.
Y estoy seguro de que ustedes también.
La sociedad, el Estado y el Gobierno precisan de sus muchos talentos.
Y precisan aún más de su actitud idealista.
Los que estamos aquí, nos acercamos a la política para servir, NO para
servirnos del Estado.
La buena fe es nuestra única intransigencia. Casi todo lo demás es negociable.

Gracias por acompañarme.

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