(Publicado como contratapa del diario Crítica de la Argentina).
Desde que Osvaldo Bazán escribió sobre mi denuncia contra Diana Conti, ella no atiende a los periodistas. Pero hace cuatro años había dado su versión de los hechos. Dijo que yo trabajé con ella sólo tres meses, nunca en negro, que me echó porque llegué tarde de mis vacaciones y que yo empecé a extorsionarla e inventé una denuncia relatando hechos falsos.
Sobre el trabajo en negro, sus empleados Federico López y Pablo Iglesias declararon ante el juez Codino que entre julio y septiembre de 2004 yo trabajé ad honoren. Un año después, ante Canicoba Corral, López cambia de idea y dice que nunca me vio trabajando en el despacho en esos meses. Pero en un careo conmigo en el juzgado, menciona que, por una fractura, yo fui a trabajar enyesado. El hospital Dupuytrén podría confirmar que la operación fue durante el período en el que López nunca me vio en el despacho. Es decir, me vio trabajar enyesado durante el mismo período en el que jamás me vio trabajar.
Pero el argumento central de Conti es que mi denuncia es una venganza por el despido. Daniel Frabotta, empleado de Conti y amigo de su hijo, declaró ante Codino: “Que a principios de diciembre de 2004, después del trabajo, se juntaron a tomar algo en un bar y Bimbi le indicó que Diana Conti le requería parte de su sueldo”. El relato de Daniel coincide con el mío. Fue en diciembre, dos meses antes de que Diana me echara. Dos meses antes de inventar esa historia para vengarme por un despido que aún no había ocurrido.
Pablo declaró ante Codino que conoció los hechos sólo después de mi despido. Pero un año después, ante Canicoba, declaró que se enteró “en diciembre de 2004, por comentarios de Frabotta”. Yo declaré nueve veces sin una sola contradicción. Los empleados de Conti no logran completar una frase sin contradecirse
A Pablo le preguntan, en el sumario, si me pidió dinero de mi aguinaldo para Conti. Responde que no. Le preguntan “si mantuvo una conversación con López, en presencia de Bimbi, acerca de la suma que este tenía que entregarle a la senadora”, y él contesta: “No hubo discusión; fue una conversación respecto al monto que debía cobrar Bimbi”. Una conversación sin sentido: el aguinaldo me lo pagaba el Senado, no ellos.
Federico no recuerda el diálogo. Pero cuando le preguntan “si recibió de Bimbi, en diciembre de 2004, trescientos pesos del aguinaldo, que previamente le había exigido de parte de la senadora”, él contesta: “Que en diciembre de 2004 recibió de parte de Bimbi un sobre para Conti, desconoce su contenido”. Sugestivo. Cuando se lo volvieron a preguntar, en el juzgado de Canicoba, declaró: “No recuerdo por qué respondí eso”. “No recuerdo” fue también la frase más pronunciada por Frabotta la última vez que declaró.
El juez citó a Federico para un careo conmigo. Pero Federico y Daniel habían desaparecido. Pasaron ocho meses buscándolos, hasta que yo conseguí sus nuevos teléfonos y los informé al juez. Cuando lo llama el prosecretario del juzgado, López responde que no piensa ir, que lo citaran por escrito. El prosecretario le pide su nueva dirección. Federico lo provoca: “Encontrame vos, boludo”. Lo encontraron.
También consta en el expediente la transcripción de un diálogo que tuve con Cecilia Lypszyc, ex asesora de Conti: “Seguramente esa plata era para repartir… (…) Por los salarios que cobré de los otros chicos, nunca podría ser ese entero para vos. (…) Eso siempre pasa…”, me dice.
—¿Lo que cobrás, no te queda todo? —le pregunto.
—No necesariamente.
Ante el juez, reconoció el diálogo y agregó que existen “acuerdos políticos” sobre los sueldos y que su hermana “y pila de gente” también dejan parte de su sueldo a otros legisladores.
Cecilia dice que “seguramente esa plata era para repartir”. Supongo que así se lo habrá justificado Diana: en muchos despachos, cuando hay más gente trabajando que cargos disponibles, algunos empleados comparten un sueldo entre dos. Pero Diana jamás me dijo nada al respecto. Me sacó la plata por sorpresa y sin explicaciones. Además, cuando el juez pidió al Senado la lista de sus empleados, aparecía gente que nunca vi: había más sueldos que gente trabajando. En la lista figuraba el hijo de la senadora, Sebastián Corsetti, que jamás pisó el despacho. Linda enseñanza de su madre sobre cómo ganarse la vida.
Cuando la citan a un careo conmigo, Lypszyc no se presenta, alegando razones personales. La citan nuevamente y, al llegar, le dice delante mío al prosecretario (cito de memoria): «le avisé a Claudio que no podía y me dijo que presentara una nota. Le dije que se encargara él y me la mandó con un cadete para que la firme. ¿La recibieron?».
—¿Qué Claudio? —pregunta el prosecretario.
—Claudio Cholakian —responde ella.
Mi abogado, Mariano Becerra, me representa gratuitamente. Claudio Cholakian, el abogado de Conti, ha sido durante la tramitación de la causa secretario y auditor del Consejo de la Magistratura. Defiende a su jefa ante la justicia, asesora a los testigos y, por otra ventanilla, controla al juez que lleva la causa. El sueldo se lo pagamos todos.
bueno,y?son asuntos tuyos,pibe.para ésto tenés un blog?
y te tenemos que creer a vos?por qué?
sin duda,los blogueros son todos bastante bolu
Bruno, lo que te hizo Diana Conti es miserable y asqueroso, tiene que resarcirte y se merece todo el descrédito que le caiga encima por este asunto. Pero no es casualidad este tema justo haya empezado a ser manijeado por los medios en este momento, y vos lo sabés. Me pregunto y te pregunto sinceramente, ¿episodios como la entrevista con Nelson Castro no te generan ninguna contradicción?
Hice lo posible por que no sonara a reproche, espero que así lo interpretes.
Claro que sí, J. Por eso, cuando Nelson Castro me preguntó al aire por qué había esperado cuatro años para hacer pública esta denuncia, yo le respondí, también al aire, que yo no había esperado, que había presentado la denuncia hace cuatro años en la justicia, que en estos cuatro años ya había declarado nueve veces, había citado testigos, había ido a careos, había presentado pruebas, y que hace cuatro años había hablado con la producción de su programa y él se había comprometido a hacerme una entrevista y después no la había hecho ni me había atendido más el teléfono. Y le dije «fue usted, Nelson, que me llamó cuatro años después». Y agregué que me daba cuenta que lo hacía «para pegarle al Gobierno». En varias entrevistas que me han hecho en distintas radios, diarios, etc., resalté esto. Yo presenté la denuncia en el momento en que ocurrieron los hechos, no ahora, cuatro años después.
El tema, amigo J., es que no es culpa mía que hoy el Gobierno la defienda a Diana Conti. Como decía, yo la denuncié en la justicia en 2005 y cuando ellos decidieron ponerla en la lista de diputados, ponerla en el Consejo de la Magistratura, mandarla a la televisión a ser una de las caras del kirchnerismo, sabían que esta denuncia existía. Ahora, explotó en los medios, tarde o temprano iba a pasar. Pero yo hice lo correcto. No es mi culpa que ella haya hecho lo que hizo.
Ahora, yo no me voy a callar la boca. Aunque tampoco voy a hacer de cuenta que no percibo cuando esto se manipula, y por eso cada vez que me entrevistan y tengo espacio lo digo. Las dos cosas forman parte de la realidad.
Si el Gobierno, en vez de repartir gacetilla llamándome mentiroso a través de la agencia Télam, le dijera a Conti que vaya a la justicia a dar su versión de los hechos y dejara de ampararla, quienes usan el caso para hacer campaña política tendrían menos argumentos. Pero Rossi, jefe del bloque de diputados K, salió públicamente a decir que mi denuncia era una «canallada». Es una pena, porque no me conoce, no sabe quién soy, no sabe qué pasó, no conoce los hechos, y está hablando al pedo. Cuando una patota ruralista lo atacó a Rossi en pleno conflicto del campo, yo me solidaricé, estuve de su lado. Pero ahora reaccionan corporativamente.
Deberían pensarlo. Están equivocándose.