El kirchnerismo, donde hay que estar

¿Cómo pensar la política en estos múltiples tiempos que nos atraviesan? ¿Cómo ser justos al pensarla? ¿Cómo ver a los otros en relación a nosotros? ¿Cómo vivir la política? Preguntas muy grandes, difíciles, pero que sin dudas nos remiten a pensar si acaso no todos los seres humanos se la hayan hecho a lo largo de la Historia. Yo me quedo con esta última para el caso en cuestión, para este debate que se ha abierto. Quizás agregaría una más, a riesgo de densificar el escrito, la cual puede ser en última instancia la pregunta más militante que podamos formularnos, llegado el caso ¿qué hacer?.

Soy un kirchnerista de “hora media” digamos, que, como Emiliano, venía de criticar al gobierno nacional por aquellas falencias que como movimiento político con bases de izquierda no podía eludir, y que sin embargo lo hacia. Esto me irritaba ya que no podía entender cómo movimientos sociales de fuerte arraigo popular prestaban su apoyo a algo que no era “puro”, “limpio”, “sacro”. A ojos de lector esta puede ser una  primera contradicción, pero sólo para aquellos lectores distraídos: no soy peronista, y existen muy pocas chances de que lo sea. Al no ser peronista, de entrada nomás, el kirchnerismo llevaba las de perder en mi pobre imaginario político de ese entonces. Lo que no podía entender era qué esperaban aquellas organizaciones de izquierda, Congreso Extraordinario del Partido Comunista por ejemplo, de un peronismo con  improntas menemistas, al menos en sus primeros tiempos de apego al Duhaldismo. Comprender lo que esperaban esos grupos fue el paso racional y de praxis más importante de toda mi vida. Comprender aquello fue comprender mis propios pasos políticos, fue la identificación con un proyecto personal de vida, de conciencia nacional y, por qué no decirlo, popular.

El peronismo, lamento expresarlo, es algo que inevitablemente debe superarse, trascenderse; lamento en realidad repetir aquello que el máximo teórico del peronismo dijo alguna vez, John William Cook. El peronismo no es una garantía para una sociedad de iguales, de hecho el mismo peronismo lo reconoce en sus improntas, articula capital y trabajo; no tiene un proyecto emancipatorio ni nada que se le parezca. Para cualquiera que haya laburado en una fabrica (yo lo hice), es inexplicable cómo doscientos tipos pueden levantarse a las 3 de la mañana y volver a sus casas a las 5 de la tarde, ganar un sueldo básico de $1.000, y cada tanto venir un gordito, pelado, arrogante, sobrador, y levantar la plata con pala, ¡la plata que corresponde al trabajo de esos doscientos tipos! que se desvivieron para hacer todo lo mejor posible y no ser echados a la mierda por un sueldo de morondanga. El peronismo articula capital y trabajo, desacelera procesos de explotación, organiza a los obreros, pero nada más. El peronismo en última instancia siempre va a estar conformado por clases medias y sectores industriales y empresarios; es imposible que pueda plantear giros más radicales, mas allá de eso no hay nada. Ahora bien, “eso” nada más ni nada menos, es lo mejor que ha tenido este país en sus doscientos años de historia.

¿Qué esperan hoy las organizaciones sociales, comunistas, marxistas-leninistas, trotskistas, del kirchnerismo, o mejor aún, qué esperaron allá por los ’70 en el regreso de Perón? Esperaron (esperan, esperamos) un gobierno que allane el camino, que abra la puerta para las grandes utopías, para las grandes ideas de cambio, de transformación, ¡los grandes relatos! ni más ni menos que “eso”. ¿Cuál es la diferencia entre un peronista y alguien que se reivindica de izquierda, un comunista por ejemplo? que para éste último el movimiento nacido un 17 de octubre es un medio, absolutamente noble, justo, sincero, pero un medio al fin, para lograr un verdadero cambio social, orientado hacia los que nacen directamente sin oportunidades; el peronista considera que la llave esa, éste gobierno por ejemplo, es un fin. Habría que discutir si existe una concepción totalizadora en un peronista de esa realidad desigual; sí la existió en la década del ’60, con el peronismo revolucionario, el de la toma del Lisandro de la Torre por ejemplo, pero dudo mucho que los peronistas de hoy en día tengan posiciones firmes tomadas al respecto. Hasta aquí la parte ontológica.    

El kirchnerismo hoy en día es sin dudas el nuevo hecho maldito de un país devenido macrista-chacarero-apocalíptico, con rasgos de “vandorismo rural”. Pero eso no es todo. Ya no vivimos tiempos en los que la realidad se vislumbre en las calles, o en los libros, o en reuniones  de organizaciones políticas; hoy la televisión, Internet, diarios de frondosas tapas multicolor, son más pesados en cuanto a su influencia que las ideas bien fundadas o la reflexión trascendente. El gobierno nacional, su proyecto de país, sus discursos, sus ideas, pelean contra un gigante imbatible, conformado por esa pluralidad de tenues y estupidas voces que sin embargo acobardan los oídos de los despreocupados, de los a-políticos, de los resignados. Es una pelea perdida de antemano. Sólo aquellos que por casualidad, tal vez desprevenidos, sientan en sus cuerpos el calor de las brisas nacionales que emanan de las más profundas y sentidas corrientes de nuestra historia popular, sólo esos pueden quedar a salvo por sí solos de tamañas herejías. El resto es lucha y contingencia.

No me interesa enumerar lo logros objetivos del gobierno nacional, pero sin duda forman parte de ese conjunto de símbolos que están predestinados a allanar el camino para las utopías que nunca debimos abandonar. Tampoco me interesa enumerar, como para quedar políticamente correcto, aquellas falencias que esta gestión ha tenido, para luego poder decir “apoyo al gobierno pero con criticas”. No me interesa eso, es una tilinguería de lo quebrados, de los puristas o de los que directamente no entendieron (si es que los leyeron) a Maquiavelo, a Weber o a Gramsci. Los que no entendieron la política a secas. Están también esos desorientados, perdidos, que se afilian a nuevos proyectos porque aún no han sido salpicados por el barro de la política, pero que en el primer coletazo de mugre se van a ir huyendo por miedo a que sus insignificantes nombres queden emberdunados por la lógica de las cosas, sin darse cuenta en la huida, que con esa actitud, sus nombres quedaron sucios para siempre. Y andarán luego buscando partidos que les permitan dar rienda suelta a sus pasiones miedosas mientras puedan tener apellidos que sean bien visto por la crema social. Yo estoy acá porque tengo que estar, porque comprendo una historia que nos ubica en una encrucijada maestra en la que se define lo mejor y lo peor, lo bueno y lo malo, pero también una oportunidad para todos los de mi clase, la clase que si no se dobla el lomo no sobrevive, pero que al hacerlo sostiene también las comodidades vulgares y rastreras de las clases más pudientes. Estoy además porque lo que hay al frente es lo peor de nuestra historia, pero porque los que se quieren ubicar a nuestra izquierda no han abrevado en aguas muy distintas que esas, y han  sido a veces participes, lacayos, de las atrocidades de los de enfrente, callando o festejando. Y también hay críticos, que pretenden ubicarse más allá del bien y del mal, o que sólo saldrán a la palestra cuando estén en una imaginaria Sierra Maestra o en la Estepa Rusa; allá ellos, ocupan el lugar más endeble pero el más socavador de todo proyecto, son el lumpenaje que siempre está ofreciéndose al mejor postor, conciente o inconscientemente. Creen refutar a los intelectuales kirchneristas con los mismos argumentos que a la tarde puede dar Jorge Rial. Pero, parodiando a Feinmann, tengo una certeza absoluta, definitiva: prefiero estar equivocado con Horacio Gonzalez o Eduardo Rinesi, antes que estar en lo cierto con la Carrió y Chiche Gelblumg. 

Acerca de Eduardo Medina

Estudiante de Ciencia Política en la Universidad Nacional de Entre Ríos

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6 comentarios en «El kirchnerismo, donde hay que estar»

  1. Un pequeño comentario:
    «Quebrarse» es una palabra que se ha popularizado y que me parece un desastre. Hasta donde yo sé, se trata de la jerga de la represión referida a quien se doblega en la tortura.
    Con «tilinguería» no veo problemas. Es claro su post.
    Saludos

  2. Yo también vengo de ese lugar, me cansé de votar bagartos «izquierdosos» que al primer tiro salen como lauchas por tirante. Con todas sus imperfecciones, arrugas y cagadas, éste es el mejor gobierno que ví en más de medio siglo. Y si leo la historia, podría asegurar que en los últimos 200 años. Por éso, el 25/03/08 pasé de ser «simpatizante» a «militante». Y me enorgullece serlo.

    1. Eduardo 1983; Eduardo Real: sin llegar a la categoría de «militante», y habiendo dejado de votar hace rato, asumi – durante el 2008 – que defender a este gobierno, con todas las imperfecciones y cagadas, es una cuestión de supervivencia de clase. Aunque mas no sea por una pura cuestión transitiva: tenemos los mismos enemigos.
      Ah, ya que estamos: ¿No notaron en los comments un poco de ruido en la línea, algo asi como un olor parecido a cuando en un restaurante alguien dejó abierta la puerta del baño? Hummm, creo que viene de acá abajo, ché.

      1. Udi: Dejate de joder y el 28 a hacer la cola, viejo! Si, el olor a aca es impresionante. Menos mal, porque cuando entro en la duda, leo a este bagarto y las dudas desaparecen.

  3. pero no era q el «mejor presidente de la historia» era el compañero menem??? (nestor kirchner dixit)

    pero si ahora resulta q el gobierno del nestor es «el mejor de la historia»…por propiedad transitiva,deberiamos inferir q «el alumno supero al maestro»???

    pregunto nomas…

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